Hace ahora un año, René contemplaba estupefacto desde su terraza cómo las llamas arrasaban el monte extremeño que colinda con su hogar en Villanueva de la Vera. El viento soplaba en sentido contrario y a priori eso le daba ventaja, pero invadido por el miedo, el hombre llenó su coche de ropa de invierno, archivadores y fotos por si el fuego alcanzaba su hogar. “Nos fuimos mi mujer y yo a pasar la noche fuera, pero pensábamos que tal vez no volveríamos”, recuerda a Infobae España. Ese conato de incendio, en la zona del arroyo Riolobos, en la ladera sur del Sistema Central, le hizo darse cuenta de que si quería tener seguridad durante los próximos veranos debería tomar partido y organizarse con sus vecinos.
Caminos inaccesibles, un paraje descuidado y una sequía que debilita los bosques son el combo perfecto para convertir un bosque en una gran hoguera. La prevención de incendios es la manera más eficaz para evitar que todo termine reducido a cenizas, ya que los cuerpos de bomberos y forestales advierten de que cada vez nacen más fuegos “imposibles de apagar” debido a su fuerza y virulencia. Por eso, René y sus vecinos decidieron organizarse ante el desgobierno que impera y luchar para evitar que sus hogares sean alguna vez combustible de un incendio.
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Ese terror a las llamas lo compartió otra vecina, Miriam: “Si el fuego hubiera llegado, no teníamos forma de salir. El humo se acumula bajo la ladera de mi finca y los caminos estaban cerrados por la maleza”, augura cuando imagina un posible plan de escape. Tras ese incendio también apostó por el movimiento vecinal y juntos crearon la asociación Albura para exigir a sus ayuntamientos y a la Junta de Extremadura un plan de prevención de incendios, además de promover la autogestión y la implicación en la lucha de quienes tienen fincas y terrenos en el monte. “Quién tiene un terreno en el monte tiene que tener responsabilidades”, añaden convencidos desde la organización.
Maneras de evitar la propagación de un incendio
“El verano pasado fue terrorífico, abandonamos las casas por miedo a las llamas. Teníamos que actuar y tratar de minimizar el riesgo. El bosque es maravilloso, pero hay que verlo desde otro punto de vista”, alega Pablo, portavoz de la asociación y vecino afectado por los incendios de 2022, que marcaron registros nunca vistos antes y quemaron más de 250.000 hectáreas por toda España.
La mejor prueba de cómo la naturaleza se vuelve beligerante es el vocabulario que utilizan los propios expertos. En el monte extremeño, la biomasa —restos de ramas, hojas secas, tierra— en verano se denomina “combustible”. Es necesario que sea retirado para evitar la propagación de incendios o, al menos, reducir su impacto en el caso de que prenda una llama.
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René, llegado desde Alemania en 2012, muestra su finca como buen ejemplo a seguir. Él y sus ocho vecinos implicados en esta autogestión representan un oasis dentro del caos que muestra el bosque de Extremadura. El alemán ha desbrozado toda su finca, ha habilitado caminos para que entren los bomberos y ha instalado un almacén de agua con una boca compatible con el sistema de los camiones para que puedan conectarse y nutrirse de esa fuente. Todo, financiado de su propio bolsillo. El resultado es una zona habitable y segura, una rara avis dentro del ecosistema nacional.
El método de prevención ha llevado incluso a recortar las copas de los árboles para evitar que unos árboles traspasen a otros el fuego. Así, el éxito se mide al calcular el nivel de sol y sombra bajo los árboles. Si al menos el 30% del suelo recibe rayos de sol, significa que el volumen de los árboles es el óptimo para que un incendio no se propague con una velocidad y fuerza descontrolada. Sin embargo, la vida real se abre camino cuando se abandonan las fincas de estos vecinos: en el vasto monte, los árboles crecen sin control, las ramas caen al suelo y quedan secas perfectas para arder, los matorrales impide el tránsito y da el aspecto de un combustible ideal.
El nivel de organización vecinal ha llegado al punto de que estas ocho familias, unos 16 vecinos, han elaborado una memoria técnica financiada de su propio bolsillo —unos 1.000 euros en total— para presentar ante la Junta de Extremadura y presionar así por medidas que ayuden a evitar la propagación de incendios. Desde un análisis de la vegetación y el arbolado hasta un estudio de cada parcela y las labores a llevar a cabo. “Es un esfuerzo muy grande por parte de quienes estamos aquí”, sostenía otro de los vecinos. La formación ha surtido efecto, al menos a nivel particular, y los vecinos que el año pasado se vieron rodeados por las llamas, ahora son una fuente inagotable de conocimiento sobre prevención de incendios. Solo quien ha visto de cerca las llamas sabe qué es un batefuego y estos vecinos de Cáceres manejan el término como en una ciudad se hace con la red de transporte público. Cosas de la vida en el campo.
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