Es verano de 2013 y un avión procedente de Alicante aterriza en la localidad italiana de Trieste. Carlos Alcaraz se lleva un pequeño susto al tocar la nave tierra. No era para menos. Con apenas 10 años recién cumplidos, el joven tenista coge por primera vez un vuelo y se dirige a Pula (Croacia) para disputar un torneo de tenis. Es el campeonato del mundo benjamín, la llamada Smrikva Bowl, en el que llegaría a la final con la insignia de Postres Reina en el pecho, el mecenas de la primera aventura del murciano fuera de las fronteras españolas.
La historia arranca unas semanas antes cuando Carlos Alcaraz (padre), consciente de que su hijo puede ser un diamante del tenis, comienza a echar cuentas de cuánto costaría ir a Pula. Hay dudas, por la juventud de Carlos y por el coste del mismo, pero Alcaraz padre sabe que es la oportunidad perfecta para medir el potencial de su hijo con algunos de los mejores tenistas sub10 del mundo. Por ello, junto a Kiko Navarro, entrenador en la academia de Carlos padre, buscan un apoyo que sufrague los gastos del torneo, ya que en aquellos momentos los Alcaraz solo recibían una pequeña ayuda, en forma de material deportivo, por parte de Babolat.
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La propuesta le llega a Alfonso López Rueda, presidente de Postres Reina, con el que Navarro tenía buena relación al dar clases a Manuel López, su hijo. Este, según relata Navarro, no le “deja ni terminar la frase” y acepta la propuesta de inmediato. Amante del tenis y del deporte en general, López Rueda siempre ha ayudado a deportistas de la región, entre ellos al club de fútbol de Caravaca, de donde es oriundo.
“Me dijo que nos daría lo que hiciera falta y que me llevara a su hijo”, asegura a EFE Navarro, que, pese a no ser aún entrenador de Alcaraz, formó parte de la expedición que viajaría a Croacia en julio. Además del propio tenista, estuvo Tomás, hermano de Alcaraz padre y tío del tenista, como tutor familiar, y Manuel López, hijo de Alfonso y cinco años mayor que Alcaraz, que disfrutaría de la experiencia de las vacaciones.
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Los cuatro cogen un vuelo en Alicante y se desplazan hasta Trieste, en la costa este de Italia. Ahí tienen alquilado un coche con el que cruzan la frontera con Eslovenia y llegan a Pula, en la península de Istria, en Croacia. “Alquilamos una casa cerca del club. En muchos torneos vas a ciudades chulas y puedes hacer turismo, pero aquí casi no podías visitar nada. Era zona de playa, pero había poco que visitar. Íbamos del club a la casa y de vuelta. Eran tres pistas y la casa de un aficionado al tenis que era el que había organizado el torneo”, explica Navarro.
Junto a Alcaraz, en Pula, había dos españoles más, Daniel Rincón, que ganó el US Open júnior en 2021, y Alejandro Turriziani. Además, en el cuadro aparecían nombres fáciles de reconocer hoy en día, como el del danés Holger Rune. Organizada desde mediados de los 90, esta Smrikva Bowl es uno de los torneos más prestigiosos para los jóvenes y solo hay que mirar su palmarés para entenderlo. Dominic Thiem, ganador de Grand Slam y dos veces finalista de Roland Garros, triunfó aquí en 2003.
Finalista en su primer torneo en el extranjero
Alcaraz, que a diferencia de Rune no fue cabeza de serie, sorprendió a todos con su actuación, incluso a su padre, que había reservado billetes de vuelta para el viernes, el día de los cuartos de final. Sin embargo, un día antes, en octavos, el de El Palmar venció al italiano Luca Nardi, segundo favorito y ahora número 154 del ranking, y se metió entre los ocho mejores.
Hubo que cancelar los vuelos y cambiarlos al lunes siguiente. Carlitos, más Carlitos que nunca, tenía la final a tiro. Tras eliminar a Hamad Medjedovic (actual 156 del ránking) en semifinales, Alcaraz se midió con Turrizani en la final y perdió en tres sets. Pese a la pequeña decepción de no conseguir el título, Alcaraz aparece en todas las fotos con una sonrisa en la cara, una de sus señas de identidad hasta el día de hoy, y también con un parche de Postres Reina en la camiseta.
La empresa de postres continuó apostando por el español en los años posteriores. Se firmaron acuerdos informales, sin especificar cantidades, para que esta compañía murciana siguiera apoyando los primeros pasos del jugador y entremedias se rechazaba a grandes marcas deportivas, que ofrecían mucho más dinero, por dos razones: no dejaban colocar el parche de Reina en la camiseta y había un gran aprecio hacia Reina por ayudar a Carlitos en sus inicios.
Esa es la razón por la que Alcaraz vistió, en sus primeros pasos, ropa de Lotto, que sí permitió el parche y mantener la relación con Reina. La unión con Alfonso López Rueda y sus postres duró hasta que Alcaraz cumplió 16 años, cuando firmó con Nike y no pudo continuar con Reina. Los que mejor conocen a López Rueda aseguran que esto estaba asumido por el empresario, que desde el primer momento lo dejó claro: “El día que llegue una marca importante o lo que sea, yo doy un paso al lado y no hay problema. Yo ayudo al crío en sus inicios, que es cuando me necesitáis, y ojalá llegue el día que tenga que echarme a un lado”, aseguran.
A partir de ahí, la historia es de sobra conocida, Alcaraz ganó el Masters sub14 de Londres, fue campeón de Europa sub16, se alzó con la Copa Davis Júnior en 2018, consiguió sus primeros puntos ese mismo año, en 2020 ganó su primer partido ATP, en 2021 su primer título, y en 2022 llegó su primer Grand Slam y el número uno más precoz del tenis. Un ascenso que comenzó hace ahora diez años, cuando Alcaraz salió por primera vez de España rumbo a Trieste. En su pechera, lucía el parche de Reina. En su mano, estaba ya el talento con el que conquistaría el mundo unos años después.
Una información de Manuel Sánchez Gómez (EFE)
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