Patricia Aguilar estaba estudiando el Bachillerato de arte cuando cumplió 18 años. Le gustaba el anime japonés y el grupo de rock Rammstein. No tenía muchos amigos y pasaba la mayor parte del tiempo en su habitación. Sus padres jamás sospecharon que tuviera una doble vida, solo estaban preocupados porque se aislaba demasiado, pero le dejaban su espacio. Un día, dijo que iba al cumpleaños de un amigo y ya no volvió a casa. Ahí empezaría la pesadilla para sus padres, Alberto y Rosa, que comenzaron a buscarla sin descanso y no cejaron en su empeño por mucho que la situación se complicara más de lo que jamás hubieran imaginado.
Vulnerabilidad de los menores en la red
Así empieza 548 días: Captada por una secta, una miniserie documental de tres episodios que ya se puede ver en Disney+ y que parte del trabajo de investigación que han llevado a cabo Olmo Figueredo González-Quevedo y José F. Ortuño, ambos especializados en este campo y que ya colaboraron juntos en El Estado contra Pablo Ibar.
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A partir de los primeros compases nos introduciremos en toda una red de oscuras implicaciones que tendrán que ir resolviendo los progenitores de Marta, a modo de detectives desesperados, en compañía de allegados, como su tía Noelia, que formó parte activa del proceso. Buscando en la habitación de la joven, encontraron cosas que hasta el momento les habían pasado desapercibidas, como símbolos esotéricos y religiosos, rezos y ritos funerarios, así como las instrucciones para un viaje y, por último, los trámites para contraer matrimonio en Perú. Ahí fue cuando se dieron cuenta de que su hija había sido captada por una secta.
Pero nadie les hizo mucho caso. Patricia hacía 15 días que había cumplido la mayoría de edad, y la policía no podía hacer nada si había decidido, por voluntad propia, irse de casa. ¿Pero se había ido por voluntad propia? Así es como tomaron conciencia, después de buscar mucho en las redes sociales, de a su hija la había captado un gurú por Internet, al principio de forma muy sutil, para terminar lavándole el cerebro con toda una serie de palabrería y supersticiones que tenían que ver con la gnosis y la salvación frente al Apocalipsis, que por supuesto, solo le podía ofrecer él si se convertía en su esclava sexual.
Los directores ponen de manifiesto a través del recorrido del documental la vulnerabilidad de los menores en los tiempos de la era digital, y de qué manera se encuentran expuestos a sufrir todo tipo de abusos a través de la red. Nadie se da cuenta de la manipulación hasta que se encuentran totalmente atrapados, y entonces no hay marcha atrás.
Violencia y sexo... ¿a cambio de la salvación?
Así, Patricia se introdujo en un mundo terrible marcado por la violencia, el uso de drogas lisérgicas para anular la voluntad y la dictadura de un hombre que la obligó a ella y a las demás mujeres que tenía bajo su yugo a someterse y a obedecer todo lo que les dijera. El proceso cada vez fue más tortuoso, sobre todo a partir del momento en que el caso se hizo mediático gracias a la insistencia de los padres a la hora de visibilizarlo para que tuviera una resonancia en la opinión público. Espejo Público se hizo eco, pero lo único que consiguieron es que Patricia les atacara en directo, que vertiera mentiras sobre ellos para que la dejaron en paz.
Impresiona ver en el documental a la propia Patricia hablando de todo aquello que le pasó sentada delante de la cámara de los directores, que contrasta con la imagen de aquella niña inocente que un día salió de viaje a Perú, totalmente engañada y volvió desnutrida y con un bebé en brazos después de haber asistido a escenas de una violencia y una degradación máxima.
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