A las 20.45 horas del 29 de junio de 2008, España entera se paralizó por completo. Los ojos de todo el país estaban puestos en el Estadio Ernst Happel de Viena. Allí, a más de 2.000 kilómetros de distancia, la selección dirigida por Luis Aragonés tenía una cita con la historia. La Roja había llegado a su primera final en 22 años. Pero a Aragonés, fallecido en 2014, no le valía. Discutido hasta el extremo antes de llegar a Austria, el técnico sentía que su equipo lo tenía todo para ganar. “Del subcampeón no se acuerda nadie”, les dijo a sus jugadores sobre el césped del Ernst Happel 24 horas antes de enfrentarse a Alemania. Luis tenía muy claro cuál era el plan a seguir para frenar el ataque germano: sacar del partido a Bastian Schweinsteiger y Michael Ballack, o como él les apodaba, al “rubio” y a “Wallace”. Lo consiguió. A las 22.30 horas de aquel día, las calles de todo el país eran una fiesta. España era campeona de Europa 44 años después.
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“Lo que primero me viene a la mente es nuestra llegada al hotel en Innsbruck. El recibimiento de los trabajadores fue espectacular y la ubicación con los Alpes de fondo excelente. Tal y como había programado Aragonés, los días pasaron volando. No nos dejaba aburrirnos. Ni durante los entrenamientos ni durante las concentraciones”, explica Marcos Senna, pieza clave en la selección y el estilo que forjó Luis. El centrocampista de origen brasileño, incluido en el mejor once del torneo que encumbró a España, compartió centro del campo con Xavi e Iniesta, relegando al banquillo a Xabi Alonso. “Luis me decía que jugara como lo estaba haciendo en mi equipo, no me pedía más de lo que sabía que yo podía ofrecer. Trabajo, salida de balón, orden táctico… Fui clave para tener ese balance entre defensa y ataque”, revela el exjugador del Villarreal. “Mi función era muy importante. Debía mandar el balón en las mejores condiciones posibles hacia mis compañeros más adelantados”, añade sobre su rol.
“Alemania nos confundió al iniciar la final”
España se plantó en aquella final tras un torneo prácticamente perfecto, con un juego basado en la posesión que impresionó al mundo, el famoso tiki-taka: tres victorias en la fase de grupos, una agónica tanda de penaltis ante Italia para mandar al traste la eterna maldición de cuartos y unas plácidas semifinales ante Rusia. El último escollo para tocar la gloria era Alemania. Joachim Löw, el preparador germano, preparó un partido duro, físico. Para ganar había que bajar al barro y luchar contra una selección con más fuerza y envergadura. A Löw le funcionó el plan por momentos, especialmente al inicio. España, marcada también por los nervios y la presión de la cita, empezó atenazada e incómoda.
“El primer cuarto de hora sufrimos bastante, no encontrábamos nuestra manera de jugar. Recuerdo perfectamente que por un lado entraba Ballack, por otro Schweinsteiger y Frings también se sumaba al ataque. Nos confundían”, reconoce Senna. “Alemania llegó muy bien al partido. Era un equipo con jugadores en un gran estado de forma, sabíamos que iba a ser muy difícil. Nos costó entrar en el encuentro, quizás por nuestra inexperiencia en ese tipo de choques”, se suma Andrés Palop, tercer portero de la Roja de Aragonés.
Pero el rumbo de la final cambió en un detalle, las marcas. Cuando España fue capaz de ajustarlas, se adueñó de la pelota y del partido. “En el momento en el que encajamos la forma de marcarles, nos hicimos con el control del balón. Les quitamos la posesión y nos reencontramos con nuestra manera de jugar. Volvimos a ser la España del principio de campeonato. Les costaba mucho robarnos el balón y cuando lo filtrábamos a nuestros delanteros, ellos tenían problemas para defender”, explica el centrocampista.
Y entonces, en el minuto 33, llegó el éxtasis con el gol de Fernando Torres. Un momento que forma parte del imaginario colectivo de los aficionados españoles y que arrancó en las botas de Senna. El ex del Villarreal recibió de Capdevilla, se giró y encontró a Xavi entre líneas. “En cuanto recibí, me giré y ya tenía en mente el hueco por el que mandar al balón a Xavi. Lo hice mucho en el Villarreal con Riquelme y sabía por donde atacar”, rememora Senna.
El resto de la jugada ya es historia: el catalán le filtra un pase a Torres quien, tras superar a Lahm en el cuerpeo, llega con lo justo para picarla sutilmente y batir Lehmann. “El gol de Fernando en la primera parte nos dio la tranquilidad suficiente para asumir el rol competitivo y comenzar a ganar los duelos individuales. Fue una Eurocopa merecida y rompió el maleficio de la selección”, atestigua Palop.
La tanda de penaltis contra Italia cambió el chip
Pero antes de lograrlo, España tuvo que luchar contra su propia historia: los fatídicos cuartos de final. La selección tan solo había superado esta fase en la Eurocopa en dos ocasiones y llevaba 22 años sin lograrlo. Hasta el 22 de junio de 2008, cuando Iker Casillas y el lanzamiento decisivo de Cesc Fàbregas en una agónica tanda de penaltis ante Italia enterraron, por fin, el maleficio.
Senna fue uno de los elegidos para lanzar la pena máxima. Fue el único de todos los lanzadores que decidió golpear por alto, el restó tiró raso. “Desde que supe que era uno de los lanzadores, tenía claro cómo iba a tirar. En ese momento no se puede dudar, y no lo hice. Había entrenado los penaltis el día anterior y me encontré más cómodo tirando por arriba que raso a uno de los lados. En el Villarreal también asumía esa responsabilidad. Por suerte salió bien”, expone.
“A Iker no le gustaba que le diéramos información. Se sentía cómodo pensando y ejecutando en ese momento”, desvela Palop. “El entrenador de porteros tenía todos los datos sobre los lanzadores, pero Casillas dijo que no quería saber nada, que prefería guiarse por su instinto”, añade. La estrategia no le salió mal: el madrileño detuvo dos penaltis, primero a De Rossi –en el segundo lanzamiento– y después a Di Natale –en el cuarto–, y le ganó la batalla a Buffon. El exmadridista, eso sí, había preparado los penaltis con Reina y Palop. “Solíamos practicar los penaltis entre nosotros tres, haciendo campeonatos en los entrenamientos. Nos apostábamos un almuerzo. Gané yo y ellos tuvieron que pagarme la comida”, recuerda, entre risas, el meta valenciano.
Aquella noche, España no ganó la Eurocopa, pero fue el momento en el que empezaron a creer que podían hacerlo. “Nos dimos cuenta de que podíamos hacer algo grande”, asegura Palop. “Es uno de los momentos más significativos de aquel torneo”, corrobora Senna.
Contra la historia y las críticas
Y es que España se plantó en aquella Eurocopa con en muchas dudas y envuelta en unas críticas feroces al seleccionador. Los motivos, una fase de clasificación irregular y una decisión de Luis Aragonés: no convocar a Raúl González Blanco, el delantero del Real Madrid, uno de los mejores jugadores de la historia de España. La opinión pública se echó contra el técnico. “Luis se pone gallito”, “¿En qué mundo vive?”, “Luis pierde el control” o “Hasta Maradona pide a Raúl” fueron algunas de las portadas de los medios españoles en los meses previos al torneo.
El ambiente estaba al límite e incluso se llegó a dudar sobre su continuidad. Que Luis no estuviese en la Eurocopa fue una posibilidad real. De hecho, él mismo intentó dimitir, pero la Federación lo impidió. El clima, lejos de afectar al vestuario, lo unió más que nunca. El equipo entero, empezando por los pesos pesados, como Puyol o Casillas, arropó a Aragonés. “El grupo que formamos fue increíble, aunque sinceramente debo decir que durante la Eurocopa no se mencionó ni una vez lo ocurrido con Raúl. Aragonés se centró en lo suyo. En preparar los partidos, entrenamientos, analizar al rival... si se hubiera metido en esa guerra no hubiera estado centrado. Luis lo gestionó bien”, asegura Senna.
“Llegamos con dudas por todo lo que había ocurrido. El entorno era negativo, pero el seleccionador nos inculcó su manera de creer que podíamos ser campeones y poco a poco nos los fuimos creyendo. No se habló nunca de llegar a la final, pero Aragonés creía en ello desde el primer momento. Nos transmitió su carácter, personalidad y motivación”, apunta Palop.
Las paradas de Casillas ante Italia, el gol de Torres frente a Alemania y el control del juego de los Xavi, Iniesta, Senna y compañía marcaron el rumbo hacia la segunda Eurocopa de España. Pero lo cierto es que la historia la cambió Luis Aragonés, el artífice de la mejora selección española de siempre, de una Roja que acaparó todas las miradas y elogios del mundo del fútbol. De la Eurocopa de 2008, al Mundial de 2010 y otro título continental en 2012, estos dos ya con Vicente del Bosque en el banquillo. Aquel torneo conquistado hace hoy 15 años marcó un antes y después en el fútbol español. “Fue el arranque de lo que vino más tarde. Un ciclo que recordaremos todas nuestras vidas”, cierra Palop.
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