El Festival de San Sebastián es uno de los certámenes que más se han dedicado a explorar diferentes cinematografías, en concreto la asiática, iniciando una vertiente de recuperación de géneros y cineastas que han contribuido a renovar los cimientos de su industria y que se han convertido en auténticos referentes a nivel internacional.
Asia en Donosti
Ya en 1995 se le dedicó un ciclo al gran cineasta taiwanés de la diáspora Hou Hsiao Hsien y en 1998 se recuperó la filmografía del japonés Mikio Naruse, aunque sería a partir de 2008 cuando empezaría a concretarse el interés del Festival por Asia tras la ambiciosa retrospectiva Japón en negro, en la que se reunió 43 obras del género noir o policiaco y se invitó a la ciudad donostiarra a directores como Kiyoshi Kurosawa, Masato Hamada, Roturo Mochizuki o Kaizo Hayashi. 2013 fue el año de Nagisa Oshima, el mítico cineasta que revolucionó el erotismo con El imperio de los sentidos, y en 2015 se presentó El nuevo cine independiente japonés, otro ciclo de gran formato que aglutinaba a los nuevos talentos de la cinematografía dentro del nuevo milenio. Por último, en 2021 el foco se centro en Corea con la retrospectiva Flores en el infierno. La edad de oro del cine coreano, en el que se recuperaron películas bastante imposibles de acceder a ellas.
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Ahora, esta 71ª edición el equipo que lidera José Luis Rebordinos, y en el que se encuentra uno de los mayores especialistas de las cinematografías asiáticas en nuestro país, Roberto Cueto, dedicará su nueva retrospectiva de cine clásico a la figura de Hiroshi Teshigahara (1927-2001), uno de los máximos exponentes de la llamada ‘nuberu vagu’, o lo que es lo mismo, la nueva ola japonesa de los años sesenta en Japón que se encargó de experimentar y situarse a la vanguardia gracias a su osadía disruptiva.
Su mayor hito cinematográfico fue la adaptación de la gran novela de Kōbō Abe, La mujer en la arena (Woman in the Dunes) (1964), que se centraba en la historia de un entomólogo que se encuentra buscando un nuevo espécimen de insecto y que se perderá en una aldea rodeadas de dunas. Allí será retenido por una bella viuda que le engañará para su propio benéfico. Su mezcla de erotismo y surrealismo, de imágenes repletas de poesía oscura en la que latía el mito de Sísifo la convirtió en una película de culto que sigue manteniendo intacto su aliento en nuestros días.
Amor por el cine documental
La retrospectiva donostiarra está coorganizada junto a la Filmoteca Vasca en colaboración con la Japan Fundation y Etxepare Euskal Institutua en el marco del programa Euskadi-Japan 2023. El director nació y falleció en Tokio, estudió Bellas Artes y debutó a mediados de los años 50 en el campo del cine documental. Estuvo influenciado por las corrientes occidentales, en especial por el neorrealismo italiano y el cine francés de la época.
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Su primer cortometraje data de 1953 (Hokusai) y su primer largometraje, La trampa, se estrenó en 1962. Entre estas dos fechas se desarrolló el germen de la Noberu Vagu, con directores como Nagisa Oshima, Shohei Imamura, Seijun Suzuki o Masahiro Shinoda. Puede que no tuviera el mismo impacto que sus compañeros de generación, pero con La mujer en la arena, ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes y fue nominado al Oscar al mejor director y a la mejor película internacional.
Con Kōbō Abe inició una estrecha colaboración. El célebre escritor firmó el guion de La trampa y las adaptaciones de El rostro ajeno y El hombre sin mapa, así como el episodio del filme colectivo La fleur d l’âge/ Le adolescents, en el que también participaron Jean Rouch, Michel Brault y Gian Vittorio Baldi.
Sus últimos trabajos, Rikyu y La princesa Goh, fueron películas históricas, pero nunca dejó de practicar el género documental, entre ellos uno en torno a Antonio Gaudí (1984).
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