“Buenos días, nenes. El nombre con el que me presento es Blue y el pronombre que uso es Elle”. Con ese mensaje en un grupo de WhatsApp de la universidad daba a conocer a sus compañeros su nueva identidad, una que siempre había rumiado y que en segundo de carrera ya hizo oficial del todo. Al recordarlo, sonríe con una mezcla de nostalgia y pereza. Sus gestos son muy expresivos, sus manos se mueven al son de sus palabras y el grueso eyeliner da fuerza a su mirada. “Llevar la contraria me sale innato”, advierte.
Con diez años salió del primer armario, el de sus gustos sexuales. La culpa, asegura, fue de Física o Química, que marcó a una generación como antes hizo Al salir de clase o Compañeros. “Me di cuenta de que esperaba todo el rato que apareciera Fer. Tiendo a analizarme mucho y me di cuenta de si Fer (interpretado por Javier Calvo) salía y se daba un beso con algún chico, yo sentía cosas”, rememora mientras toma un tinto de verano para compensar el calor abrasador. Blue puede presumir de haber tenido referentes en televisión y YouTube pese a la escasez de iconos del colectivo LGTBI. Tan solo el 7,14% de los personajes de películas de todas las cintas españolas estrenadas durante 2022 pertenecen al colectivo, según el último informe del Observatorio de la diversidad en los medios audiovisuales (ODA).
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Tras su despertar sexual, cuando cursaba la ESO en su isla natal de La Palma, en Bachillerato entendió que había otro par de puertas que cruzar: fue entonces cuando relegó su rol masculino para asumirse no binario (no binarie, si se usa el lenguaje neutro). Ya en la universidad fue cuando abandonó de forma oficiosa su nombre de nacimiento, Aaron, para adjudicarse un sustantivo neutro: Blue. “El colegio fue un gran infierno y en el instituto fue complicado, no sé si por homofobia interna o porque el entorno tampoco lo favorecía”. Blue salía por la puerta de atrás para darle un beso a la jefa de estudios, que se refería a elle como “mi niño”. “Ella y otros profesores me cogieron de la manita”, recuerda con sonrisa.
“Una amiga me dijo ‘tía’ y me pidió perdón por tratarme en femenino, pero cortocircuité porque no me molestó”
Blue siempre albergó algo de feminidad en su carácter y movimientos, algo que le hizo “odiarse a sí misme”. “Yo he sido muy plumófobe, lo reconozco”. Cuando me decían que era “su amiga marica” lo llevaba falta, llevaba fatal tener el estereotipo de marica de pueblo y tener que responder a ciertos estereotipos. Sin embargo, hubo un día que algo hizo click: “Una amiga me dijo ‘tía’ y me pidió perdón por tratarme en femenino, pero cortocircuité porque no me molestó. Entonces pensé en el significado de aquello”, relata. Reconocerse como una persona no binarie fue el siguiente paso.
Un orgullo LGTBI militante
Tal vez hubo una tercera salida del armario, la de toma de conciencia y entrada en el activismo, pero “el activismo empieza desde que naces”, corrige Blue. El Día del Orgullo se celebra este 2023 a las puertas de unas elecciones generales y resulta imposible desligar la festividad de los comicios. “El activismo asociativo me sale en 2019, cuando llega Vox y empezamos a ver discursos nazis y falangistas en recintos muy grandes. Del miedo nace mi necesidad de asociarme”, asegura. Desde que arrancó su militancia en organizaciones como COGAM o la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales, ha detectado un cambio en las calles. “Antes, lo políticamente correcto era no ser homófobo, pero desde que se han normalizado ciertos discursos en el Congreso de los Diputados, pueden serlo abiertamente”, apunta.
“La psicóloga era una mierda, me dijo que si tenía pene, yo era un hombre”
Bruscos cambios de humor, de amanecer feliz y atardecer con ganas de pelea, llevaron a sus padres a buscar ayuda psicológica. Una irascibilidad que encontró algo de paz cuando le diagnosticaron crisis de identidad. ”De todos modos, la psicóloga era una mierda, me dijo que si tenía pene, yo era un hombre”. Frases tan beligerantes, esa violencia más evidente y las agresiones físicas son, hasta cierto punto, más fáciles de llevar. Al menos, esa es la tesis que sostiene Blue: “No me importa que me miren por la calle, pero sé que me miran. Soy incapaz de recordar la cantidad de barbaridades que me ha dicho el alumnado en las clases con COGAM. Que a qué baño voy, si me gustan mis genitales... La violencia sutil es el verdadero problema”. Desde que terminó sus estudios, al contrario que sus compañeros, solo ha realizado una entrevista de trabajo. “El insulto o la agresión es solo un día, la violencia sutil es constante”.
Blue divide su entorno familiar en dos: el primero, la sanguínea, delimitado por su padre y su madre (a los que se refiere en plural como adres) y su hermana pequeña, la primera en normalizar sus cambios de look, tan provocadores a otros ojos. Pero luego hay otra familia, la elegida, a la que conoció en el coro de la Iglesia. Tiene ganas de volver a Canarias para volver a verlos, abrazarlos y reconocerse en sus ojos.
— “En todas las iglesias hay algún maricón”, zanja.
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