Se retiró hace mucho del cine, y quizás por esa razón su faceta como actriz no siempre ha sido lo suficientemente valorada al pasar a formar parte del imaginario colectivo casi exclusivamente por sus apariciones televisivas presentando el Telecupón y Cine de Barrio. Pero Carmen Sevilla no solo fue una de las estrellas más importantes de su generación, sino que también trabajó con algunos de los mejores directores del momento, tomó decisiones arriesgadas y su carrera está llena de rarezas y alguna que otra película que tenía poco de convencional y que la alejaba de la imagen que había construido.
Una mujer radiante allí por donde pasaba
Uno de esos directores fue Gonzalo Suárez, uno de los miembros más ilustres de la Escuela de Barcelona, renovador y experimentador en películas como Ditirambo y con una formación de lo más erudita. Contó dos veces con Carmen Sevilla, la primera en La loba y la paloma (1974), la historia de una niña que era la única persona que sabía el paradero de una estatua de oro que querrán encontrar una serie de personajes sin escrúpulos que intentarán hacerla hablar aunque sea engañándola o incluso utilizando la violencia.
“Es una pena que nunca se le tomara en serio a Carmen Sevilla como actriz, porque era muy buena”, cuenta Gonzalo Suárez a Infobae España poco después de conocer su fallecimiento. “En esa película trabajó con intérpretes de mucho prestigio, como Donald Pleanse (uno de los protagonistas de la ópera prima de George Lucas, THX 1138) o Aldo Sambrell (uno de los actores fetiche de Sergio Leone), y no solo estuvo a la altura, sino yo diría que más que eso. Tenía disponibilidad, simpatía, no puedo imaginar a nadie que pueda hablar mal de ella, porque era una mujer radiante”, cuenta el director.
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Gonzalo Suárez cree que esa película fue importante para Carmen Sevilla, porque más tarde, fue ella misma quien sugirió a los productores que estaban detrás del proyecto de Beatriz, adaptación de una serie de cuentos de Valle-Inclán, que fuera él quien se encargara de la dirección. “Le debo mucho en ese sentido, y siento por ella un cariño retrospectivo, ya que casi me impuso detrás de la cámara y después seguí trabajando con esos productores e hice otras películas, como Parranda”.
Buena actriz dramática en proyectos arriesgados
El director no sabe cómo era en otros géneros, pero reconoce que como actriz dramática y seria era estupenda y se lamenta de que no pudiera explotar esa vertiente más. Cuenta que en aquella época, era difícil romper con los estereotipos, pero no piensa que Carmen quisiera deshacer de ellos, porque siempre la vio como una mujer que estaba contenta consigo misma. “Ella conllevaba el espíritu folclórico, era consciente, formaba parte de su carácter y temperamento, era feliz en su pellejo, era una mujer pletórica”.
Dice que nunca ponía pegas, que si se tenía que revolcar por el barro, como ocurre en La loba y la paloma, lo hacía sin quejarse, aunque fuera de lo más incómodo. Antes de retirarse en 1978, Carmen Sevilla trabajó con Eloy de lglesia en dos ocasiones, en El techo de cristal, por la que ganó el Premio del Circulo de Escritores Cinematográficos y en Nadie oyó gritar, en la que incluso había algo de gore.
Carmen Sevilla practicó el destape, sí, pero también trabajó con Don Siegel, con Juan Antonio Bardem, Pedro Olea y con Nicholas Ray en la superproducción Rey de Reyes.
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