La historia de los todoterrenos Aníbal del Ejército de Tierra español estuvo, desde el principio, marcada por la polémica. Estos vehículos, fabricados por la desaparecida automotriz andaluza Santana Motors, nunca llegaron a cumplir con las expectativas y dieron más de un dolor de cabeza a la fuerza, que incluso llegó a restringir su uso únicamente dentro de las bases militares. Recientemente, y más tarde de lo que los jefes del Ejército hubiesen deseado, el Ministerio de Defensa ha aprobado un presupuesto de 315 millones de euros para buscarle un sustituto a este infame vehículo.
Y es que los Aníbal, a lo largo de sus casi dos décadas de servicio, han sido noticia no por su despliegue allí donde han sido necesarios, sino por la serie de accidentes que han protagonizado y los desperfectos que han presentado a lo largo de estos años. Particularmente sonado fue el incidente, en 2010, en el que a uno de estos carros se le desprendió la transmisión trasera en plena marcha, lo que llevó a la Jefatura de Ingeniería del Ejército a realizar una investigación exhaustiva sobre lo sucedido.
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El informe resultante fue demoledor para Santana Motors, ya que apuntaba a una falta de calidad en las reparaciones y mantenimiento sobre las unidades, que eran responsabilidad de la empresa andaluza, cuya sede se encontraba en la localidad jienense de Linares. Esta no era la primera vez que el Aníbal acusaba problemas con sus ruedas y, supuestamente, la compañía ya había solucionado la avería.
Ya en 2008, ante la gravedad de los defectos, el jefe del Ejército ordenó la suspensión total de los movimientos de estos vehículos fuera de las bases y se estableció que la velocidad con ellos no podía superar los 20 km/h. El fallo que se había detectado era que se aflojaban las tuercas de auto frenado de la transmisión con el consecuente perjuicio para la estabilidad de la conducción. La solución que ideó entonces la firma de Linares, que cerró definitivamente en 2011, fue adherir las tuercas con un pegamento especial, remiendo que con los años demostró ser insuficiente.
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La lista de defectos que han registrado estos vehículos es extensa y va más allá del aflojamiento de sus tuercas: fallos de conexión en el sistema eléctrico, roturas del chasis y falta de cinturones de seguridad para los pasajeros, entre otros. Todo esto ha puesto en entredicho, en los últimos 20 años, la integridad de los soldados que han utilizado el Aníbal.
Una elección polémica
Siempre existió la sospecha que la elección del Aníbal Santana como todoterreno del Ejército había respondido más a cuestiones políticas que técnicas. La misma fue concretada, en 2004, con el inicio del gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero y con José Bono al frente del Ministerio de Defensa, mientras que Manuel Chaves estaba al frente de la Junta de Andalucía. Por aquel tiempo, Santana Motors, con pérdidas multimillonarias y sostenida por la financiación autonómica, precisaba desesperadamente un jugoso contrato para sobrevivir. El PSOE no podía permitir el cierre de una industria de importancia mayúscula para la región.
De esta manera, a pesar de que el vehículo mejor valorado por el Ejército era el de la empresa Urovesa, oriunda de Galicia -histórico bastión del Partido Popular, en aquel tiempo con Manuel Fraga en la Xunta-, la compañía andaluza recibió un pedido inicial por 750 unidades de su modelo Land Rover Santana. No importó que este vehículo estuviera concebido para uso civil y no militar.
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