Isaías (Miki Esparbé) ganó un premio de arquitectura para jóvenes talentos hace unos años, pero ahora que acaba de cumplir los cuarenta, prácticamente no tiene ningún proyecto en su estudio, que comparte con Nico (Álex García). Su fracaso profesional cree que se encuentra íntimamente relacionado con el tiempo que le absorbe su paternidad. El caso es que Isasías se encuentra en crisis y no sabe muy bien cómo salir de ese bache.
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El director Félix Viscarret sufrió algo parecido. Cuando sus hijos eran pequeños, se pasaba horas en el parque empujando los columpios y en ese momento pensaba, ¿qué estoy haciendo aquí? Sin embargo, cuando se sentaba delante del ordenador para escribir, le asaltaba el pensamiento contrario: me estoy perdiendo la infancia de mis hijos.
Reírnos de nuestras miserias
Sobre esas ideas gira Una vida no tan simple, en la que el director vierte sus inquietudes en torno a la difícil tarea de compaginar vida personal y profesional y la presión que la sociedad genera a nuestro alrededor para que se tenga éxito en todas las facetas. “Creo que es algo que en algún momento nos pasa a todos y que tiene que ver con los cambios de etapa vitales en los que nos sentimos un poco perdidos”, cuenta Viscarret a Infobae España. “Y eso me daba la oportunidad de hablar de esa resistencia, esas frustraciones que conllevan, desde un punto de vista cómico para que nos pudiéramos reír de nosotros mismos y de las miserias cotidianas”.
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A Viscarret lo conocimos con Bajo las estrellas (2008), una película que ganó todos los premios posibles en el Festival de Málaga y dos Goyas, uno para su actor protagonista, Alberto San Juan, y otro para el propio Viscarret, por la adaptación de la novela de Fernando Aramburu en la que se basaba. Un debut repleto de éxitos. Después de su ópera prima, las cosas no resultaron tan fáciles. Muchos problemas para sacar adelante los siguientes proyectos y la sensación de estancamiento. Dirigió Vientos de La Habana, con Jorge Perugorría y Juana Acosta, pero pasó desapercibida, hasta que llegó Patria, y tras la salida de Pablo Trapero, asumió la dirección, de nuevo una adaptación de Aramburu creada por Aitor Gabilondo.
El éxito de la serie de HBO le abrió de nuevo las puertas y el año pasado dirigió la muy reivindicable No mires a los ojos, basada en una novela de Juan José Millás. Y ahora, por primera vez, aborda un guion totalmente propio y original que, de alguna manera, no resulta difícil identificar con sus propias inquietudes como creador durante todo el espacio de tiempo en el que su figura parecía haber caído en el olvido dentro del competitivo universo audiovisual de nuestro país. “Hay momentos en los que parece que te estás hundiendo y no nos damos cuenta de que en realidad estamos aprendiendo. Luego cuando lo ves con distancia piensas, pues no era para tanto”
Crisis generacionales, profesionales y personales
El deseo también forma una parte fundamental de Una vida no tan simple. Isaías comenzará a sentirse atraído por una mamá del parque (que interpreta Ana Polvorosa), al mismo tiempo que su matrimonio parece estancado por la rutina. ¿Un cliché? “Supongo que el deseo siempre está ahí, a veces como una válvula de escape de otras frustraciones. Y bueno, lo nuevo al principio parece estimulante, aunque con el tiempo deje de serlo”.
Viscarret no quería en realidad ceñirse a cacareada la crisis de los cuarenta, sino más bien a las crisis generacionales. La de los 20, los 30, los 50, los 60... como puntos clave a la hora de reconstruir y replantear nuestras vidas. De repente, te proyectas en el futuro y piensas, ¿era esto lo que me había imaginado? Y, entonces, llega el batacazo. “Siempre estamos adaptándonos a las reglas del juego, porque la vida es un cambio constante y ahí entra, por supuesto, la insatisfacción”. Como él mismo dice, la clave es encontrar un equilibrio, con lo que se tiene y se quiere. Encontrar, en definitiva, nuestro lugar en el mundo.
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