La historia del Titanic español: el barco que salió de Barcelona y nunca llegó a Buenos Aires

Un siglo después de la tragedia siguen sin conocerse las causas reales del naufragio que se llevó más de 400 vidas

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De Maclure, MacDonald & Co.
De Maclure, MacDonald & Co. - Glasgow (author unknown) - SILVARES, José Carlos; MOURA, Luiz Felipe Heide Aranha. “Principe de Asturias. O Misterio das Profundezas”.

La tragedia del Titanic vuelve a estar de actualidad, por desgracia. Un siglo después de terminar en el fondo del mar, cinco personas a bordo de un submarino de la empresa OceanGate Expeditions que iban a visitar el buque hundido, están desaparecidas. El sumergible inició el descenso en la mañana del pasado domingo, pero tras una hora y 45 minutos, se perdió el contacto con la tripulación. En estos momentos, las autoridades estadounidenses tratan de encontrar contra reloj a los tripulantes, y aumenta la esperanza tras haberse detectado ruidos en la zona de búsqueda.

El hundimiento del Titanic el 15 de abril de 1912 dio la vuelta al mundo. Sin embargo, poca gente conoce la historia del ‘Titanic español’, otro transatlántico que se fue al fondo del mar solo cuatro años después. Nos referimos al naufragio del transatlántico “Príncipe de Asturias”, una de las peores catástrofes marítimas ocurridas en la historia de la marina mercante española. El barco de la naviera Pinillos, Izquierdo y Cía., se hundió en la madrugada del 5 de marzo de 1916. Había zarpado de Barcelona el 17 de febrero del mismo año y su destino final era Buenos Aires. A día de hoy, siguen sin conocerse las causas reales del hundimiento y tampoco se sabe el número exacto de personas que murieron a bordo.

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Stockton Rush, fundador y consejero delegado de la empresa OceanGate, aseguraba que su prioridad era la seguridad de las expediciones.

La catástrofe sucedió muy cerca de tierra y los restos del buque quedaron sumergidos a poca profundidad; y a pesar de las muertes, que se estiman más de 400, también hubo muchos supervivientes, aunque no hay una cifra exacta, algunos escritos recogen que fueron 143, otros 156 y otros 243. Es por ello que a muchos expertos les parece incomprensible no hayan podido averiguar las causas de la tragedia. Aunque algunos admiten lo complicado de las circunstancias de momento en el contexto de la Primera Guerra Mundial.

A falta de una versión oficial, se desataron muchos rumores y conjeturas: una desviación de la aguja de la brújula, escasa visibilidad del faro del puerto, el alcance de un torpedo de un buque de la armada inglesa, e incluso, la celebración a bordo de la fiesta de carnaval con capitán y su plana mayor perjudicados por el alcohol, tal y como señala la web Puente de Mando, especializada en actualidad marítima.

Así fue el naufragio del ‘Titanic español’

El tiempo ha hecho que se construya una versión consensuada y verosímil de lo que ocurrió aquella madrugada. El 4 de marzo de 1916, el “Príncipe de Asturias” se aproximaba a Santos (Brasil), con fuerte marejada y navegando por estima, la tempestad no dejaba ver el horizonte y los oficiales no atisbaban a ver la luz del Faro do Boi para entrar al puerto. Ante la incapacidad de llegar a tierra, el capitán ordenó moderar la marcha y cambiar el rumbo, con la esperanza de conseguir un ángulo con el que ver la luz del faro, pero las condiciones seguían siendo adversas y no se podía distinguir nada entre la niebla y la lluvia.

En la madrugada y tras varias horas de incertidumbre, la niebla empezó a dispersarse y los rayos de luz del faro ya pudieron verse, pero no fue una buena noticia. La proa del buque estaba a menos de una milla y si seguían aproximándose, iban a chocar contra los acantilados. El capitán y oficiales se dieron cuenta del inminente peligro y ordenaron ir todo a babor, pero ya era tarde y su destino estaba sellado. El barco no colisionó contra los acantilados, pero sí contra los arrecifes, que abrieron el casco a la altura de la sala de máquinas. La sala de calderas se inundó y el “Príncipe de Asturias” comenzó a hundirse llevándose cientos de vidas con él.

Los supervivientes se quedaron en el mar, agarrados a trozos de madera para no hundirse. No fue hasta el medio día cuando apareció el carguero francés “Vega”, que encontró a los supervivientes por casualidad. Dio la voz de alarma y la odisea se acabó para los que no terminaron en el fondo del mar.

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