Laura Gil (Murcia, 31 años) es la resiliencia personificada en la selección española femenina de baloncesto. Su espíritu de superación quedó más que probado tras reponerse de una lesión en el tendón de Aquiles que la dejó un año en blanco y que estuvo a nada de costarle la retirada y algo peor. Además, esa lucha y capacidad para regresar y reencontrarse con ella misma no ha podido ser mejor: el Landes francés la disfrutó a pleno rendimiento la pasada temporada, regresará al Perfumerías Avenida el próximo curso precisamente por sus méritos en el país vecino y se sabe y siente importante, como siempre, en una selección española que arranca este jueves el Eurobasket que se celebra en Tel Aviv y Liubliana del 15 al 25 de junio.
Aspirar a la perfección es algo que la jugadora murciana lleva de serie: por algo es la persona más laureada que se ha puesto la camiseta de España, con 16 medallas, entre categorías inferiores y absoluta, que ningún otro mito de la canasta nacional supera. Un dato más que anecdótico para la propia interesada. “No es algo que esté pensando. Es algo que mi padre y mi madre sí que van diciendo más por ahí”, afirma entre risas a Infobae España en el Triángulo de Oro, el polideportivo madrileño que albergó la última parada en casa de las nuestras antes de poner rumbo a Israel, donde debutarán ante Letonia (20.00 horas, Teledeporte).
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“Mi forma de juego a lo mejor no está en todos los focos, pero al final he estado en cada verano y hemos conseguido algo, excepto en 2021. Pero siempre hemos llegado a finales o a la lucha por las medallas. Y creo que también pone en valor esa faceta del baloncesto que no sólo es meter, sino hacer que tus compañeras jueguen mejor: el poder ayudar defensivamente”, reconoce Gil, todo un puntal atrás. Y bien orgullosa de serlo.
La triple campeona de Europa se siente muy cómoda “empujando al equipo para subir líneas, poder ser más agresivas y dar ese empujoncillo en momentos en los que a lo mejor se necesita un poquito más”. Consiguiéndolo, se puede “disfrutar y jugar mucho más alegres ofensivamente, porque no tienes la presión de tener que anotar porque te han metido atrás”. Esa fortaleza defensiva en la que las chicas de Miguel Méndez saben hacerse fuertes será clave para prosperar en el torneo continental que se celebra en Israel y Eslovenia. Una cita que ha traído “un cambio necesario”, en palabras de una de las veteranas con más solera del grupo.
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La gran novedad ha sido, sobre todo, “generacional”, con jugadoras como Raquel Carrera, Maite Cazorla y María Conde pidiendo paso en La Familia. De forma, además, muy positiva. “El ambiente que hay, que se respira, es muy bueno. Nos llevamos muy bien fuera, y al final eso también se refleja adentro. Creo que hay una química muy buena y poquito a poco estamos disfrutando cada vez más dentro. Eso también hace que los aficionados también disfruten con nosotras”, valora Gil, que lo tiene muy claro: “Las jóvenes ya poco tienen que aprender”.
Si acaso, pueden ayudar a las Alba Torrens, Silvia Domínguez y Laura Gil de turno a “recordar un poquito la emoción o la alegría con la que se viene al principio” a una selección en la que “siempre es especial estar”. Más si cabe en el caso de la interior con el dorsal 24 a la espalda, que vuelve a sonreír después de haber pasado la página más dura de su periplo baloncestístico: “Hace ya un año me rompía el tendón de Aquiles y no sabía si iba a poder volver a andar”.
“Tengo un límite de 15 minutos al día en las redes sociales”
Aquel problema físico de gravedad hizo más fuerte a todos los niveles a la tercera integrante más experimentada de la actual plantilla española. “El primer mes después de la lesión estaba muy dolida, enfadada con el baloncesto y con todo lo que tenía que ver con él. Y sí que tuve que desconectar, porque era necesario para mi salud mental. Luego ya empecé a ver mucho baloncesto y a analizarlo desde otra perspectiva: ‘Estoy viendo baloncesto y viendo jugadores’. Fue enriquecedor”, recuerda Gil a toro pasado.
Los términos son muy parecidos al abordar su etapa francesa. “Siempre había querido salir y era el momento, porque el reto me motivaba mucho y sabía que no era fácil salir de España: ir a un país diferente, con una liga diferente, un idioma distinto. Además, llegué en unas circunstancias en las que el equipo no había ganado todavía ningún partido y, como sabemos, las dinámicas en esos momentos no son las mejores”, apunta.
La decisión resultó más que acertada, con una Copa de Francia bajo el brazo, el cariño incondicional de la afición local (”Una de las mejores que jamás he sentido”, asegura) y, sobre todo, la posibilidad de comprobar de cerca lo mucho que se respeta también a las jugadoras españolas en el extranjero: “Si algo nos diferencia es que competimos muy bien. Estando en Francia, las compañeras me preguntaban ‘¿Pero cómo hacéis para tener esa mentalidad de, aunque vayáis perdiendo de 10 o de 15 en momentos importantes, seguir, seguir y seguir hasta...?’ No nos vale con haber ganado durante muchos años. Se trata del ahora y del competir ahora”.
Ese espíritu luchador es el que permitió a Gil superar otro momento duro de esos en los que parece estar tan curtida últimamente: un episodio atroz de críticas hacia ella tras la eliminación en los pasados Juegos Olímpicos de Tokio. Aquel verano de 2021, con dos competiciones (también un Eurobasket, de hecho), la saturó por completo. Pero, aunque confiesa que afrontaría la situación de forma diferente en nuestros días, no se arrepiente de haber pedido disculpas, al sentirse “en deuda con el equipo”: “Las opiniones siempre son buenas, siempre y cuando sean respetables. Si no la tienes respetable, mejor dila en el sofá de tu casa o guárdatela, porque no ayuda en nada”.
Aquello le enseñó a acercarse de manera distinta a las redes sociales: “Tengo como un límite de 15 minutos al día. Hay veces que me lo salto, pero sí, no me salen notificaciones ni nada”, atestigua. Así pues, Gil considera que las críticas no constructivas tienen más peso del que deberían en internet. E incluso a nivel social, lo que no ayuda a ser ejemplares de cara a los más pequeños. La confluencia en el tiempo de fenómenos como los insultos y el racismo en los estadios y el menosprecio al deporte femenino le lleva a pensar que “habría que darle una vuelta a hacia dónde estamos yendo”. A la par que a lamentar que, en las redes, “cualquiera puede dar su opinión sin que tenga ningún tipo de consecuencias”.
Por eso, desconectar, “saber tener momentos para uno mismo y sobre todo no depender de las opiniones de gente que no merece la pena”, se vuelve “necesario”. Más para deportistas de élite como Laura Gil y el resto de componentes de la selección, que se distraen con las cartas y “el típico juego del pueblo en el que hay unos traidores”, al que se ha enganchado hasta el cuerpo técnico. “Eso también está haciendo un clic dentro del equipo”, opina una Laura Gil que se despide, en busca de otra presea más para la colección, con las cosas claras: “Vamos primero a pasar la fase de grupos (contra Letonia, Montenegro y Grecia) y a clasificarnos para el Preolímpico (el objetivo principal del torneo). Y, a partir de ahí, seguir creciendo como equipo”.
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