“El síndrome de la impostora es como un dictador que se va apoderando de ti, por eso hay que plantarle cara”

La periodista Emma Vallespinós explica en su libro ‘No lo haré bien’ cómo las mujeres han aprendido a no confiar en ellas mismas

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La periodista Emma Vallespinós en
La periodista Emma Vallespinós en Madrid. (Helena Margarit Cortadellas /Infobae)

La periodista Emma Vallespinós advierte desde un inicio en su libro No lo haré bien que no es un manual de autoayuda y que tampoco ha logrado dar con la receta mágica para superar el síndrome de la impostora, esa falta de confianza o sensación de no sentirse a la altura para realizar un trabajo cuando en realidad sí lo estás. Lo que sí deja claro es que se trata de un mal común que afecta a mujeres de todas las edades y en cualquier ámbito, pero al que también se le puede plantar cara. La autora, de hecho, invita a las mujeres a que se enfaden para convertir esa rabia en un motor de cambio.

Vallespinos, que ha desarrollado toda su carrera profesional en la Cadena Ser, explica cómo las mujeres hemos aprendido a dudar de nosotras mismas a través de un recorrido cultural que pone de manifiesto lo mucho que aún queda por recorrer en materia de igualdad.

- Pregunta: Cuentas en el libro que el síndrome de la impostora te llegó en la adolescencia. ¿Mejora con la edad? ¿Has conseguido superarlo?

Respuesta: Hay muchas personas que no lo han sufrido y que creen que es algo propio de la inseguridad de la juventud, pero no es una cuestión de edad o al menos no por sí solo. Yo en aquel momento no sabía lo que me pasaba, le puse nombre mucho más tarde. Pero ahora recuerdo todas esas veces en las que no levanté la mano o no participé en clase por miedo a hacerlo mal. Siempre había una voz, una represión constante, que me impedía hacer cosas por no sentirme capaz y se fue haciendo más grande. No se pasa con la edad, pero aprendes a domesticarla porque son muchos años de convivencia, aprendes a sobrellevarlo.

También alivia mucho saber que no se trata de un problema individual, sino que le pasa a muchas mujeres, que esto tiene un nombre, que está estudiado y que hay vías para afrontarlo. Eso es liberador.

P- ¿Te ha ayudado escribir este libro?

R- Ha sido un proceso paralelo de escritura e ir empoderándome. Cuando me sentaba a escribir, seguía existiendo esa voz que me decía “no lo acabarás”, “no va a estar bien”, pero me ha ayudado mucho. Yo no doy una solución, no es un libro de autoayuda, pero ofrezco una perspectiva, voy dando pistas, cuento que nos pasa a muchas y cómo se refleja en nuestra vida cotidiana, y al final, si sabes que es algo que has ido aprendiendo y te han dicho que tu rol en la sociedad no es el de opinar o mandar, es importante verlo para abrir los ojos y que esa rabia no se quede ahí, que la rabia te dé un empujón y sirva de motor de cambio.

Desde que se publicó el libro no he parado de decir que sí a cosas que nunca hubiera aceptado antes, no porque no quisiera, sino por miedo. Un ejemplo es la propia promoción del libro, que conlleva entrevistas y charlas, y me he obligado a hacerlo, porque de otra manera nunca habría aceptado por miedo a hacerlo mal. No solo es escribirlo, sino llevarlo a la práctica y afrontarlo.

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P- Dices que el patriarcado ha sido nuestra de silencio, ¿cuánto de culpa tiene el patriarcado en todo esto?

R- Para mí toda. Me he encontrado mujeres de toda clase y edad que sienten ese síndrome de la impostora, desde la que está iniciando un trabajo a la que ocupa un puesto de responsabilidad en una empresa, independientemente de si eres introvertida o extrovertida, pero la causa que nos une a todas en este caso es el patriarcado. Vivimos en una sociedad que nos ha enseñado dese muy pequeñas que en el espacio público estamos como meras invitadas, que ese no es nuestro rol, que nuestra opinión no es tan importante como la de los hombres, que no mandamos... y lo hemos visto muchas veces.

Esa inseguridad tan frecuente, sobre todo en mujeres de 30, 40 o 50 años, que seguramente son las primeras de sus familias en estudiar una carrera o trabajar en una empresa en un puesto importante, es muy probable que ninguna haya tenido referentes [femeninos] y que les hayan dicho que no podían aspirar a eso. Siempre veíamos en televisión a hombres importantes haciendo cosas, pero también en la sociedad y en nuestra propia casa y al final hemos aprendido de eso. No teníamos un manual de instrucciones, es normal sentirse así porque no nos han enseñado como se hace todo eso, mientras que ellos han crecido sabiendo que era lo que les correspondía. Por eso es tan necesario tener referentes porque, de lo contrario, ¿cómo aspiras a algo que no sabes que existe?.

Es injusto que nosotras para llegar tengamos que ser las mejores, las más capaces, las más brillantes, que no se nos permita el error. La lupa siempre está puesta en nosotras, se nos juzga ya no solo por los que sabemos o lo que hacemos, sino por cómo vamos vestidas y qué actitud tenemos, y eso siempre genera una inseguridad. Puedes tener el mejor currículum de la historia y no será lo que explique que hayas llegado ahí, y siempre hay que luchar con esa duda, además de las nuestras propias.

P- ¿Crees que las nuevas generaciones lo harán mejor?

R- Soy optimista. Tengo una hija adolescente, pero hay que tener cuidado con ciertas cosas. Ellas sí han tenido esas mujeres referentes y han visto que se puede, aunque nos queda mucho por hacer. Pero, por otro lado, una cosa importante que he notado es que aprenden a mirarse desde la crítica y es importante que también las madres les demos el ejemplo que de que es posible y no transmitirles esos miedos, ese “qué mal lo haré”, porque también se hereda y es peligroso que normalicen ese mensaje.

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P- Hablas también de “la dictadura del perfeccionismo y la autoexigencia”, de que llevamos media vida bajo el látigo de nuestros miedos...

R- Es que es así. Si tuviera que describir el síndrome de la impostora a alguien que nunca lo ha vivido, le diría que es un dictador sin ningún ápice de empatía ni de comprensión, que siempre te señala lo que haces mal, tus puntos flacos, que te muestra todos los escenarios catastróficos posibles, que te señala tus puntos flacos y los exagera, que se va apoderando de todas tus facetas, por eso hay que atreverse y plantarle cara.

P- ¿Qué consejo darías para superar esa voz que dice “no lo harás bien”?

R- A veces decimos no porque crees que es lo más sensato, porque no quieres complicarte la vida, pero desde la experiencia digo que evitarlo no hará que se acabe nunca, sino que dejemos de tener oportunidades, porque además ese ‘no’ nos hace sentir mal, que no estás a la altura. Si todo el tiempo tratas de evitar, el monstruo se hace poderoso, porque no hay forma de hacerle frente. Al final, pese a todo el miedo o inseguridad, mi consejo es hacerlo, atreverse a decir que sí, porque también te arma de valor cuando te van saliendo las cosas.

Tenemos derecho a no hacer lo que no nos apetece, por supuesto, pero estamos capacitadas y hay perder ese miedo, aunque signifique exponernos. Ponerte palos en la rueda no lleva a ningún sitio.

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