Los diarios, ese género a través del que nos acercamos a los autores desde una perspectiva tanto literaria como mundana. En ellos los escritores a veces se desnudan, otras nos ofrecen su mirada hacia el mundo que les rodea, nos descubren curiosidades, nos abren la mirada desde lo imperceptible a lo universal, desde lo minúsculo y particular a los miedos atávicos colectivos. La muerte, el tedio, el amor, el deseo, la frustración, la indignación. Sentimientos humanos a través de los que nos reconocemos los unos frente a los otros y que nos revelan nuestras conexiones más allá de nuestras diferencias.
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A Bob Pop siempre le había gustado leer diarios. Él mismo mantuvo activo uno online hace veinte años que se llamaba ¡Qué trabajo nos manda el Señor! y, de algún modo, quería experimentar con el formato para convertirlo no solo en una forma de adentrarse en sí mismo en el pasado y el presente, sino para jugar con las convenciones literarias y darles una mirada personal.
Un diario a modo de collage
Así surge Días simétricos (Alfaguara), que en palabras del propio autor podría considerarse como un collage de Días ajenos, en el que se mezclaban las voces de grandes autores con la suya propia y que se convirtió en una obra teatral dirigida por Andrés Lima. En esta ocasión se añade una capa más, la del presente, para, de alguna forma cerrar un círculo. “Me resultó muy interesante darme cuenta dónde estaba y dónde estoy ahora. No es tanto que haya cambiado yo, sino que lo que ha cambiado es el lugar desde el que miro y cuento las cosas”, cuenta Bob Pop en una conversación con Infobae España.
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Reconoce que en al principio de los 2000 era mucho más pesimista, “más oscuro y despiadado, sí. y me he dado cuenta de que he adquirido con el tiempo una mayor compasión y muchísima más luz. Es como si se hubieran abierto las persianas y ventilado”.
En efecto, Bob Pop desprende vitalidad. Desde hace más de veinte años sufre de esclerosis múltiple, pero la enfermedad no puede con su espíritu constructivo y también reivindicativo, tanto dentro del colectivo LGTBIQ+, en el que es un referente, como a la hora de defender los derechos de la clase trabajadora y las minorías desfavorecidas.
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A Bob Pop le interesa la política, pero sobre todo como contrapoder. “Los buenos políticos deberían ser los que nos protegen del auténtico poder”. Así que lo que más le aterroriza es que el estado actual sea tan despiadado. “No se puede exigir que la gente tenga empatía, pero se podría empezar por la piedad. Me sorprende mucho esa capacidad para no pensar a medio o largo plazo en un sistema que nos machaque menos que este. Creo que tenemos que encontrar esos referentes y la posibilidad de cambiar lo que está mal, que son demasiadas cosas. Pero es una conversación muy difícil de mantener, porque parece que todo se mueva por el rencor y no por la supervivencia digna”.
En busca de la propia voz
En Días simétricos encontramos un buen cúmulo de reflexiones en torno al proceso creativo, al placer de la lectura, al miedo a no encontrar una voz propia literaria. También habla sobre la fama, sobre el éxito y el fracaso, sobre la necesidad de incorporar el humor a nuestras vidas y sobre la enfermedad y cómo te cambia la perspectiva de las cosas.
Durante su primera época en el programa de Andreu Buenfafuente #LateMotiv sufrió una especie de crisis de identidad. “Sentía que estado ocupando un lugar privilegiado y que no lo estaba aprovechando. No estaba siendo yo y eso, combinado con la búsqueda de mi propio talento, me frustraba. Porque una cosa que he aprendido escribiendo este libro, es que identifico la identidad con el talento, o sea, quién soy yo y qué sé hacer bien. Pero estoy muy contento de haber encontrado ese punto y ser mucho más magnánimo y, sobre todo, de haber dejado de querer sacar la cabeza como solista y haber asumido que soy corista, que es muy guay, porque en el coro hay gente súper interesante a tu alrededor”.
Buena parte de la obra de Bob Pop ha girado en torno a la construcción y a la aceptación de la identidad. Su primera novela, Mansos, sus monólogos teatrales, su serie para Movistar+, Maricón perdido. “Me he pasado años intentando crear un personaje para ser querido y cuando empecé a ser yo sin imposturas, fue como una especie de Epifanía”.
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