“La economía española no va bien, va como una moto”. No es la primera vez que el presidente del Gobierno alardea de buen rumbo que está tomando España, en un contexto marcado por la elevada incertidumbre como consecuencia de la guerra de Ucrania. Pero, ¿es tal el comportamiento de nuestra economía? La respuesta es que el escenario no es tan bueno como dice Pedro Sánchez, pero ni mucho menos tan negro como lo pinta el Partido Popular. Lo cierto es que la economía española está teniendo un comportamiento mejor que el de algunos de sus homólogos europeos, aunque es también hay algunos indicadores algo menos halagüeños.
Para empezar, qué mejor que el Producto Interior Bruto (PIB). La OCDE mejoraba sus previsiones de crecimiento de España hasta el 2,1% para este 2023, cuatro décimas más que en su anterior predicción, en línea con lo anunciado por el Gobierno. Y no ha sido el único organismo en añadir optimismo a sus estimaciones: el Banco de España ha anticipado una nueva revisión al alza de sus previsiones para el PIB español este año, desde el 1,6% estimado en marzo hasta cerca del 2%. Asimismo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) –una de las instituciones que preveía un menor avance– también ha anunciado su intención de elevar sus previsiones desde el 1,5% estimado para este año.
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España resiste mejor de lo esperado. Ese es el denominador común de todos los organismos. A diferencia de la crisis sanitaria del covid-19, la invasión rusa de Ucrania ha generado un mayor perjuicio a la industria, por lo que nuestro país, mucho más dependiente del sector servicios, ha conseguido mantener su crecimiento. Asimismo, la llegada de los fondos europeos ha conseguido dar oxígeno a la economía, siendo España uno de los mayores receptores de este mecanismo de ayuda que puso en marcha la Comisión Europea durante la pandemia.
El efecto arrastre
Sin embargo, no todo son buenas noticias. Muchos organismos han avisado de que este alza en sus estimaciones se debe al efecto arrastre. Pero, ¿que significa el efecto arrastre? Este fenómeno estadístico se produce cuando el crecimiento es más intenso al final que al principio del año. Se puede decir que es la inercia con la que la economía inicia el nuevo año impulsada por el crecimiento del PIB registrado en el tramo final del año anterior.
En 2023, tras la última revisión al alza del crecimiento del cuarto trimestre del año anterior –al 0,4%– la economía partirá con un crecimiento superior al 1%. Es decir, aunque la economía se estancase durante los cuatro trimestres de este año, a cierre de 2023 avanzaría más de un punto porcentual, como consecuencia de esta inercia.
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Esto supone que la mitad del crecimiento previsto para este año se debe al avance de años anteriores, lo que implica un crecimiento real mucho menor. Los síntomas de este freno en el crecimiento también empiezan a vislumbrarse: el consumo interno ha caído de forma importante, dando mayor protagonismo a las exportaciones y al turismo a la hora de empujar el crecimiento del PIB.
A la cabeza del crecimiento
Pese a ello, la economía no solo se mantiene en línea con las previsiones del Gobierno socialista, sino que, además, se comporta mejor que otros países vecinos, al menos en lo que al inicio de este año respecta. Según los datos de Eurostat, la eurozona entraba en recesión técnica, al contraer su crecimiento un 0,1% entre enero y marzo, encadenando dos trimestres seguidos de descensos. Sin embargo, nuestro país se ha situado a la cabeza del crecimiento, con un aumento interanual del 3,8% en el primer trimestre de este año, una cifra que casi cuadruplica a la media de los países de la Unión Europea y que se mantiene lejos del crecimiento de otras grandes economías como de Italia (1,9%), Francia (0,9%) o Alemania (-0,5%) –perjudicada enormemente por el impacto de la guerra en su tejido industrial–.
Pero la alegría de encabezar el ranking de crecimiento en Europa se ve ensombrecida cuando se echa la vista atrás. Y es que si en vez de comparar con el crecimiento interanual se observa el avance económico desde el último trimestre de 2019 –periodo previo a la pandemia– España pasa a la parte baja de la tabla. Por ejemplo, desde el último trimestre precovid, Irlanda ha crecido un 27,4%, Grecia un 5,9%, Portugal 4,4%, Italia un 2,5% y Francia un 1,2%. Sin embargo, España se mantiene un 0,2% por debajo del PIB de 2019, convirtiéndose en la última economía en recuperar el nivel económico anterior a la pandemia.
El empleo y la inflación como respaldo
En otros indicadores, las cifras respaldan la gestión del Gobierno. El empleo, por ejemplo, ha registrado en el mes de mayo la cifra histórica de 20,7 millones de ocupados. El Ejecutivo, como parte del compromiso con Bruselas, acometió la reforma del mercado laboral, que tenía como objetivo reducir los contratos temporales, algo que ya se refleja en el quinto mes del año, cuando ha registrado su mínimo de contratación temporal con un 14%.
La inflación ha sido otra de las materias más complicadas para el Gobierno durante esta legislatura. Tras el estallido de la guerra de Ucrania, España fue uno de los países que registró un mayor aumento de precios, primeramente de los carburantes y más tarde de los alimentos. Sin embargo, las medidas del Gobierno para frenar el alza de precios comienzan a tener efecto, como es el caso de la rebaja del IVA, que ha impedido que los alimentos básicos incrementen su escalada. En la misma línea, los productos de primera necesidad que gozan de esta exención fiscal ya se encarecen menos que en otras regiones europeas.
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