Irene Montero, del adalid del feminismo a escollo “insalvable” para la unidad de la izquierda

El principal activo político de Podemos acusa el desgaste al que se ha visto sometido desde sus inicios en el duro campo de la política

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La ministra de Igualdad, Irene Montero, durante una sesión de control al Gobierno. (Eduardo Parra / Europa Press)
La ministra de Igualdad, Irene Montero, durante una sesión de control al Gobierno. (Eduardo Parra / Europa Press)

La ministra de Igualdad y número dos de Podemos ha sido sin duda la gran sacrificada en el acuerdo con Sumar ante la presión (también) a su izquierda para que este espectro ideológico “sume” y no “reste” de cara a la importante cita con las urnas del próximo 23 de julio. El bloque de la izquierda parte con desventaja frente a una derecha que se ve victoriosa y amenaza, entre otras cosas, con volver a meter el Ministerio de Igualdad en un saco.

Cuando su nombre copó las recientes informaciones sobre las negociaciones entre Podemos y Sumar en forma de veto (”un obstáculo insalvable para la unidad”), militantes y dirigentes morados, así como activistas, han traducido este rechazo hacia la ministra en un intento de frenar al movimiento feminista ante los avances logrados en esta materia en los últimos años.

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En su haber, entre otras importantes medidas, destacan sin duda la nueva ley del aborto, que devuelve a las jóvenes de 16 y 17 años el derecho a interrumpir su embarazo sin tutelas; la ley trans y LGTBI, que reconoce la autodeterminación de género; y la ley de libertad sexual, conocida como ley del sólo sí es sí, concebida para poner el consentimiento en el centro al recoger el testigo del lema “hermana, yo sí te creo”.

Pese a haber llevado “las transformaciones feministas más lejos que nadie antes en nuestro país”, como resumió el viernes su amiga y compañera, la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, esta última norma ha provocado un indiscutible efecto indeseado que marcará la trayectoria política de Montero.

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Las rebajas de condena y la excarcelación de agresores sexuales al calor de la ley del solo sí es sí han impedido poner en valor otras de las muchas medidas contenidas en una norma que aborda la violencia sexual de manera integral. Más allá de los efectos negativos, el foco sobre la ministra por esta cuestión no ha conseguido arrancar un perdón en primera persona a las víctimas, ya que lo ha hecho, pero “en nombre del Estado”.

Víctima de la “violencia política”

Llamada en un principio a ser el relevo de Pablo Iglesias antes de que el secretario general de la formación dejara su cargo en 2021, el principal activo político de Podemos acusa el desgaste al que se ha visto sometido desde sus inicios en el duro campo de la política.

Licenciada en Psicología, con 16 años militó en las Juventudes Sociales de España y participó en el impulso de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Madrid. Entró en Podemos tras el triunfo en las elecciones europeas de 2014 y comenzó a trabajar como asesora del entonces europarlamentario Pablo Iglesias, dejando a un lado el doctorado y una beca concedida en una residencia en Harvard.

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Primero por su relación con Pablo Iglesias y después por su gestión al frente del Ministerio de Igualdad, la historia de Irene Montero desde que dio el salto a la primera línea política, allá por 2015, es una historia marcada por el ninguneo y los ataques personales revestidos con bulos y medias verdades.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, se defiende de las acusaciones machistas lanzadas por Vox. (Fernando Sánchez / Europa Press)
La ministra de Igualdad, Irene Montero, se defiende de las acusaciones machistas lanzadas por Vox. (Fernando Sánchez / Europa Press)

Irene Montero fue la primera portavoz en el Congreso de un partido, pero sobre todo se hizo un hueco en los medios por su intervención en la moción de censura fallida a Mariano Rajoy en 2018. Desde ese momento y hasta que llegó al Ministerio de Igualdad, los ataques machistas inundaron cualquier referencia a su persona por parte de la derecha política.

La llegada al número 37 de la calle Alcalá, donde se ubica el Ministerio de Igualdad, no calmó su situación, al revés. Durante un año, Irene Montero y Pablo Iglesias sufrieron un fuerte acoso por parte de grupos de extrema derecha frente a su vivienda en la zona de Galapagar, en el noroeste de la Comunidad de Madrid.

Dentro de esos episodios de “violencia política” sufridos destaca el ataque de una diputada de Vox en el Congreso a mediados de noviembre, cuando señaló que su “único mérito es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”. Estas palabras provocaron una reacción instantánea de la mayoría de parlamentarios que estaban en el hemiciclo en forma de respaldo a la ministra.

Esta acción, como muchas otras, no la amedrentó. “Pido que se incorpore al diario de sesiones la violencia política que se está ejerciendo en este momento en la sede de la soberanía popular para que no se borre, para que después de mí no venga ninguna, para que todo el mundo pueda recordar la violencia política y a quienes la ejercen. Y también para que se pueda saber que las feministas y las demócratas somos más y le vamos a parar los pies a esta banda de fascistas [señalando a los diputados de Vox] con más derechos”.

Hay quien ve el veto a Montero como un logro de la derecha y la extrema derecha al encarnar la figura de adalid del feminismo. Está por ver el hueco que tendrá en la vida política después del 23-J, ya que de momento se queda fuera de las listas de Sumar. Lo que sí está claro es que tendrá reservado un lugar en la historia del feminismo y de los derechos LGTBI en España.

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