Pablo Iglesias e Ione Belarra decidieron que fuera Lilith Verstrynge, la Secretaria de Organización y Formación de Podemos, la que se sentara con Sumar para intentar cerrar (seguramente) el acuerdo más trascendental en la historia de los morados. El 29 de mayo, un día después de las elecciones municipales y autonómicas, Pedro Sánchez anunciaba por sorpresa la convocatoria de generales para el 23 de julio. Los plazos, de repente, se acortaban. Cualquier coalición que quisiera presentarse a estos comicios debía registrarse antes de que acabara el 9 de junio. Diez días de margen para que los dos principales protagonistas se dieran la mano. “Sobre todo, cuando esos dos protagonistas no se soportan, como dos cuñados mal avenidos”, ejemplifica un veterano dirigente de Podemos.
Sumar quería confluir (ese verbo tan bonito) con una quincena de partidos para que el 23 de julio la izquierda a la izquierda del PSOE fuese unida a las elecciones bajo la tutela de Yolanda Díaz. La vicepresidenta eligió a su jefe de gabinete, Josep Vendrell, un tipo sereno y meticuloso, para negociar lo que todos sabían que iba a ser como un dolor de muelas: el encaje de Podemos dentro de la coalición en un nuevo contexto político: la debacle de la formación morada en la cita con las urnas del 28-M lo cambiaba todo. Para Podemos.
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Un veterano Vendrell y una inexperta Verstrynge se pusieron manos a la obra. La mayoría de los contactos se mantuvieron en la sede ministerial donde trabaja Lilith, secretaria de Estado para la Agenda 2023. La negociación solo pivotaba sobre un eje: qué representación iba a tener Podemos en el nuevo espacio político liderado por Yolanda Díaz. Traducido: cuantos puestos importantes (con visos de obtener escaño) iban a tener los de Iglesias, Montero y Belarra en las listas electorales.
Lo primero que hizo Vendrell fue deslizar que Sumar necesitaba caras nuevas que ilusionasen a un electorado que el 28-M había dado la espalda a los otroras llamados partidos del cambio. Es decir, que Podremos tendría que hacer sacrificios. En realidad, lo único que hacía Sumar era confirmar lo que ya todos sabían desde hace tiempo: no había hueco para la ministra Irene Montero en el nuevo proyecto. Tampoco gustaba Pablo Echenique (que finalmente también se ha quedado fuera).
¿Por qué estaba Montero en el centro de la diana? En primer lugar, porque su relación con Yolanda Díaz es mala. Y en política, lo personal, pesa. Y en segundo, porque había el convencimiento de que Montero no sumaba en una aventura que precisamente quiere ‘sumar’. “Ya no es un activo político, es un lastre, resta”, señala un dirigente de Más Madrid, uno de los principales aliados de Yolanda Díaz. Y Más Madrid tampoco quería a Montero. “Por mucho que se empeñe el ‘pequeño Napoleón”, el mote que han puesto a Iglesias los escindidos de Podemos.
Llegaron entonces los primeros movimientos que ayudaban a Díaz en sus postulados de renovación. Dos de las cabezas visibles del universo de la nueva izquierda, Alberto Garzón, ministro y líder de IU; y Ada Colau, alcaldesa de Barcelona derrotada en las elecciones municipales, daban un paso al lado y anunciaban que no serían candidatos de Sumar. “¿Lo veis?, hacen falta nuevos perfiles”, argumentaba Sumar a Podemos en sus conversaciones. Los morados no se tragaban el mensaje, “ya que sabíamos que Garzón, por ejemplo, ha negociado ser eurodiputado con Sumar dentro de un año”, explican fuentes de Podemos.
Los de Iglesias y Belarra empezaron entonces a filtrar que el veto a Irene Montero estaba ya sobre la mesa y era una línea roja para Sumar. Yolanda Díaz no la quería en ninguna lista. Y si había que ceder en algo, se planteó que encabezara la circunscripción de Vizcaya. Nada de Madrid. Podemos no aceptó. Los morados intentaban explicar a sus interlocutores que el veto a Irene Montero suponía un triunfo para la derecha, para sus aparatos mediáticos, y una derrota para la izquierda feminista. Pero desde Sumar su veto era inamovible. Montero es el miembro del Gobierno peor valorado y la polémica ley del Solo sí es sí sería tema recurrente en la campaña. Esta ley convirtió a Montero en una ‘apestada’
Otros pactos
Mientras Sumar y Podemos se enfangaban en un callejón sin salida, los de Yolanda Díaz cerraban poco a poco acuerdos con el resto de formaciones: primero con Proyecto Drago de Canarias, la Chunta Aragonesista, Verdes Equo, los navarros de Batzarre y los baleares de AraMés. Estas últimas horas se unían Izquierda Asturiana, IU, Compromís, los comunes y Más Madrid. Podemos se quedaba solo. Más Madrid, por ejemplo, pactaba los puestos 3, 4, 7 y 10 de la lista por Madrid (Íñigo Errejón será el 4).
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Y es que la lista de Madrid es la joya de la corona. Podemos seguía reclamando un trato “justo” y siguió denunciando el menosprecio injustificado de Yolanda Díaz. Llegó el momento del primer órdago: Podemos planteó concurrir por separado en la Comunidad valenciana porque Compromís también estaba copando los mejores puestos. Sumar se negó. Yolanda Díaz no quiere reinos de taifas antes de empezar.
El jueves, según Podemos, la oferta de Sumar les “humillaba”, ya que les podía dejar con muy pocos representantes en el Congreso si el 23 de julio los resultados no son buenos. Les ofrecían ser cabeza de lista en Navarra, Guipúzcoa, Álava, Cádiz, Murcia, Las Palmas, Ávila, Badajoz, Cáceres, Granada, Guadalajara, Palencia, Segovia y Teruel, y ocupar el 4 por Barcelona y el 5 en Madrid. Desde Sumar veían con buenos ojos para este último puesto a Alejandra Jacinto, la candidata de Unidas Podemos en la Comunidad que no ha conseguido representación en el Parlamento madrileño. Finalmente será Ione Belarra. Verstrynge será la 4 por Barcelona.
El acuerdo también le otorgaba a Podemos un 23% de los recursos económicos y representantes en comisiones. O lo tomas o lo dejas. Podemos intentó ganar tiempo convocando una consulta entre sus bases que muchos vieron como un plebiscito para que la cúpula de Podemos tuviera manos libres para romper la baraja. “El problema es que Podemos sabe que está solo. Muchos de sus territorios pedían a la dirección un acuerdo a cualquier precio y si este no se alcanzaba, Podemos se rompía en mil pedazos”, explica un diputado de Más Madrid.
Así llegó este viernes. La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, hizo público un comunicado confirmando el verdadero problema del acuerdo: “Desde el equipo negociador de Yolanda Díaz se nos ha trasladado que la presencia de Irene Montero en el equipo que concurra a las próximas elecciones generales es un obstáculo insalvable para alcanzar un acuerdo de unidad. Como secretaria general quiero deciros que me entristece profundamente que Yolanda, a través de su equipo, proponga que el acuerdo electoral de coalición entre Podemos y Sumar se construya sobre la exclusión a una compañera que ha llevado las transformaciones feministas más lejos nadie antes en nuestro país”.
Belarra dejaba claro que, a pesar de este veto, firmarían la coalición. Lo hicieron este viernes por la tarde. Podemos cree que puede hacer esta semana un último esfuerzo para levantar el castigo a Montero. De hecho, los nombres de las candidaturas se pueden completar hasta el día 19 de junio. Pura ilusión. Pablo Iglesias, ‘el pequeño Napoleón’, reaccionó con una de sus famosas y enigmáticas soflamas tras conocer el resultado de su derrota: “Me voy a callar hoy para que no se me caigan las lágrimas, eso sí, de orgullo”.
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