Tras el pequeño susto de Red Bull en Mónaco (muy pequeño, puesto que sólo se trató del descalabro de Checo Pérez), llegó la calma chicha, otra vez, en Barcelona. Max Verstappen sigue empeñado en hacer de este Mundial de Fórmula 1 un paseo militar, sin que nadie sea capaz de acabar con su hegemonía Gran Premio tras Gran Premio. Se presumía que España no iba a ser una excepción, con el regreso del campeonato a los circuitos más tradicionales, y el vigente campeón del mundo lo confirmó de principio a fin. En otra carrera sin emoción alguna en la lucha por la victoria, para variar (24 segundos de margen, y subiendo), la gran noticia estuvo en el resurgir de Mercedes: la escudería alemana por fin fue capaz de mostrarse competitiva al cien por cien en una prueba de este curso, para chasco tanto de Carlos Sainz como de Fernando Alonso.
El asturiano pudo recomponerse en un tramo final de carrera más decente de un domingo muy distinto en lucidez a lo que acostumbra en este 2023. Su Aston Martin no mostró el brillo de anteriores citas, con problemas durante demasiadas vueltas para superar a coches teóricamente inferiores como los Alpine o los Alfa Romeo. A pesar de que ganó dos posiciones en la salida (de octavo a sexto), el podio nunca pareció una posibilidad real, sin llegar ni siquiera a acariciarlo en un fin de semana marcado, finalmente, por los problemas con la grava que le lastraron en la clasificación.
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Tampoco Sainz pudo aguantar su segunda posición inicial, diluyéndose poco a poco mientras Lewis Hamilton y George Russell crecían a pasos agigantados. Ha costado, pero al fin ha llegado una prueba en la que se ha visto con hechuras a los dos británicos, segundo y tercero respectivamente con un coche que parece haber sido potenciado por las mejoras recientes y unos neumáticos que se adaptaron de lujo a la pista de Montmeló. Precisamente las gomas tuvieron buena culpa de que el Ferrari del madrileño no acabase de cuajar, sobre todo las de tipo medio.
Los Mercedes y Pérez, intratables
Tal y como venían los Mercedes, Sainz no tuvo ni una opción de contenerles cuando se presentó la oportunidad de que los coches de las flechas plateadas le adelantasen. Otro al que pareció que se le abría un auténtico pasillo cuando se podía ganar posiciones fue Checo Pérez. Una vez más, la facilidad del Red Bull para remontar en circuitos veloces como lo es ahora el de Cataluña en mayor medida resultó superlativa: los coches del equipo austríaco son tan potentes que llega a parecer irrelevante, si el trazado lo permite, en qué posición salen (la undécima en el caso del mexicano).
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Sainz no pudo con Checo. Tampoco Alonso, que se contentó con superar a Guanyu Zhou, Yuki Tsunoda y Esteban Ocon en las últimas plazas puntuables: ni siquiera quiso adelantar a su compañero, un Lance Stroll que llegó a rodar tercero tras una gran salida y que volvió a ser objeto de la mayor consideración por parte del bicampeón del mundo cuando se encontraba en la sexta plaza, justo delante de él. “Decidle a Lance que no se preocupe, no le voy a atacar, sólo quiero abrir un gap con los de atrás y tener los dos coches juntos”, dejó claro Magic por radio.
Por una vez, el doblete en las primeras posiciones no fue de Red Bull, sino de Mercedes. Por mucho que apretó, Pérez no pudo subirse al último cajón del podio, aunque sí le fue más que perdonado el 0 de Montecarlo. Los españoles, en un día para nada llamativo en ambos casos, se contentaron con cuestiones internas. Por un lado, Alonso encontró mayor apoyo por parte de Stroll en la lucha por la segunda plaza del Mundial de constructores, ahora perdida gracias a los méritos de Hamilton y Russell. Por otro, Sainz pudo, por fin, ser mejor que su compañero Charles Leclerc, undécimo y a quien hasta ahora le había sonreído la suerte mucho más esta temporada. En el aire, la incógnita de si el éxito de Mercedes en Barcelona será pasajero o se prolongará, para pesar de Aston Martin y Ferrari, dentro de dos semanas en Canadá.
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