La del Sevilla y la Europa League es una historia interminable. Gana, gana y vuelve ganar, sin importar las circunstancias. Este jueves, tras una temporada en la que coqueteó con el descenso, se plantó contra todo pronóstico en su séptima final y abrochó su séptima Europa League. El rey de la competición prolongó el pleno de victorias tras derrotar en los penaltis de un partido eterno –más de 144 minutos– e igualado a Mourinho y a su Roma, que se quedó a las puertas de levantar el trofeo por segunda vez en su historia. Para prolongar su idilio con la segunda competición continental, el equipo que ha levantado en tiempo récord José Luis Mendilibar tuvo que levantar el tanto inicial de Dybala. Los penaltis, tras un gol en propia puerta de Mancini, llevaron la gloria al cuadro hispalense.
Mendilibar, novato en ese tipo de partidos, se mantuvo fiel a lo que llevó hasta su primera final europea. Con la excepción de Acuña por sanción, alineó a los mismos jugadores que dejaron a la Juventus por el camino. Enfrente, todo un veterano de guerra, Mourinho, experto en este tipo de partidos. El portugués empezó a jugar la final antes de que comenzara, escondiendo sus cartas con Dybala. En la previa, el técnico aseguró que el argentino, que llegaba entre algodones, solo podría “jugar 20 o 30 minutos”. La realidad es que estaba para más y Mourinho alineó a su estrella de inicio en el Puskas Arena. La jugada le salió de maravilla.
Desde el inicio, Dybala comandó el ataque de la Roma. Sus compañeros, conscientes de su importancia en el juego, no pararon de buscarle. Él, cómodo en ese rol, se ofrecía y buscaba desequilibrar y generar espacios entre Gudelj y Telles. Sin embargo, el entramado defensivo que había preparado Mendilibar no le permitía gozar de la movilidad que tanto le gusta. El partido, bronco, disputado, con jugadas embarulladas, se desniveló con los de Mourinho reinando en el caos. Se arriesgó más de la cuenta Rakitic intentando proteger un balón en el medio del campo y Cristante, agresivo, pero sin cometer falta, le birló la pelota. En ese instante, con la zaga hispalense descolocada y abierta, Mancini encontró a Dybala con un gran pase al espacio y el argentino la cruzó de maravilla ante la salida de Bono. El primer golpe lo asestaron Mourinho y su carta secreta.
Mancini, héroe y villano
Pese al mazazo, el Sevilla se mantuvo en pie y reaccionó de inmediato, hasta el punto de rozar el empate, primero con un desacertado cabezazo de Fernando y posteriormente con un disparo de Rakitic que repelió la madera. No renunció el equipo andaluz a lo que le había llevado hasta Budapest. Presionaron más la salida de balón romanista, buscaron segundas jugadas con un En-Nesyri entregado para la causa y tuvieron más presencia en campo rival. Mientras tanto, la Roma, muy cerca de la meta de Rui Patricio, achicaba espacios y se estiraba cuando podía. Mucha culpa del oxígeno que ganaba el equipo italiano la tenía Matic, un soldado fiel a Mourinho.
El paso por vestuarios parecía llegar en el peor momento para los sevillistas, que estaban gozando de sus mejores minutos. Pero la pausa no les cortó el ritmo. Mendilibar agitó aún más a los suyos, que continuaron con la presión agresiva, jugando en campo contrario y encontrando la profundidad de Telles y Navas. En una de sus tantas internadas, el canterano hispalense armó el centro y Mancini, en su intento por evitar el remate de En-Nesyri, remató el balón a su portería. Con el duelo en tablas, apretó la Roma, que rozó el segundo por medio de Tammy Abraham en una jugada de infarto que repelió Bono. Vida extra para un Sevilla inmortal en esta competición.
Del lío de las áreas… a los penaltis
En ese momento, Mendilibar ya había dado entrada a un Suso, que agitaba el ataque sevillista a su gusto. El movimiento del técnico vasco provocó la respuesta de su homólogo, que reaccionó con Wijnaldum. En la banda, Mourinho y los suyos jugaban su propia guerra, menos deportiva. El lío en la zona técnica se trasladó a las áreas, con dos penaltis, uno para cada equipo, que terminaría anulando la tecnología del VAR. El partido parecía ya abocado al tiempo extra, más aún cuando Bono evitó el gol de Belloti primero y la zaga romanista hizo lo propio después ante un disparo de Ocampos. Ya al final de una prórroga interminable que se fue a los 130 minutos el larguero apareció para salvar al Sevilla al repeler un cabezazo de Smalling.
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El título estaba ya en el punto de penalti. Y ahí, en los 11 metros, emergió la figura de Bono, todo un especialista. El marroquí detuvo penalti de Mancini y acarició el balón en el lanzamiento de Roger Íbañez, que acabó topándose en la madera. Montiel, en el cuarto penalti para los de Mendilibar, se encargó de prolongar la historia entre el Sevilla y la Europa League. Una más, la séptima, para coronar una temporada que parecía abocada al desastre y que rescató Mendilibar. Permanencia, título y billete para la Champions. El rey se levantó a tiempo para coronarse en Hungría por séptima vez.
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