La agricultura intensiva está provocando estragos en los caudales mínimos de la gran mayoría de los ríos de España, lo que no solo afecta a la conservación de especies y hábitats ligados al medio fluvial, sino a la disponibilidad de agua para consumo humano, según denuncian varias organizaciones como Ecologistas en Acción.
Mantener los ríos con caudales suficientes que permitan la vida piscícola y la vegetación de la ribera “es una obligación establecida en la legislación de aguas española”, recuerdan en la organización ecologista, que pide tanto frenar “de forma inmediata” la ampliación de regadíos como revisar los actuales, pues estiman que hay que reducir aproximante un millón de hectáreas de regadíos “para restaurar un cierto equilibro hídrico”. Asimismo, recuerdan que la agricultura de regadío e industrial consume más del 80% del agua disponible en el país, mientras que los hogares utilizan casi el 13% y otro 5% se destina a las restantes actividades económicas.
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Esta situación, denuncian, se debe a la falta de responsabilidad tanto por parte “de los grandes agricultores que producen fundamentalmente para la exportación como de las confederaciones hidrográficas, debido a la falta de control incapacidad de asegurar que se está cumpliendo la normativa”, indica a Infobae España Erika González, integrante del área de agua de Ecologistas en Acción.
Respecto a la Comunidad de Madrid, la organización indica que actualmente, según la información oficial que ofrece la Confederación Hidrográfica del Tajo, al menos los ríos Jarama, Manzanares, Lozoya, Tajuña y Tajo han incumplido los caudales fijados legalmente, ya que “discurre menos agua por su curso del que sería necesario para el mantenimiento de sus poblaciones de peces y su vegetación de ribera”.
El Mediterráneo se lleva la peor parte
A excepción de la cornisa Cantábrica, una zona con precipitaciones más abundantes y una agricultura menos intensiva, el caudal de los ríos españoles ha descendido notablemente y la situación es “especialmente grave en el arco del Mediterráneo”, asegura González. “Los usos más intensivos para la agricultura se dan precisamente en las zonas donde menos recursos hídricos hay, y a esa sobreexplotación de los recursos del agua, se suma el incremento de las temperaturas por los efectos del cambio climático y la sequía, un coctel explosivo, sobre todo en el Mediterráneo”, aclara.
Según el último informe del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico sobre la reserva hídrica, publicado este martes, los embalses han bajado hasta el 47,5% de su capacidad. Las cuencas más deficitarias son las del Guadalquivir (23,8%), seguidas de la de Guadalete-Barbate (25,3%), las internas de Cataluña (25,6 %), Guadiana (31,9 %), la cuenca Mediterránea Andaluza (34,3%) y la del Segura (35%).
En el lado opuesto están las cuencas del Cantábrico; tanto el oriental (90,4%), como el occidental (87,8%), y las internas del País Vasco (81%); y a continuación, Galicia Costa, con el 80,7% de su capacidad total.
Las últimas lluvias no solucionan el problema
Por otro lado, aunque las lluvias de estos últimos días pueden aumentar la reservas de los embalses y den un respiro puntual, “la lógica en la que se está funcionando va a hacer que la escasez de agua se repita de manera más frecuente”, asegura González, porque no se trata de una situación puntual provocada por la sequía, insiste, “sino de un problema estructural, debido al sistema de producción agroindustrial” que sobrepasa las capacidades del territorio.
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