Hace cuatro años, Begoña Villacís (Madrid, 1977) rozó la gloria con los dedos de la mano. Pero el destino es caprichoso, sobre todo en política. Una legislatura después, Villacís baja a los infiernos tras el batacazo de Ciudadanos en la capital tras las elecciones de este domingo. La formación ‘naranja’ no ha llegado ni al 3% de los votos y se queda, por tanto, sin representación en el Ayuntamiento de Madrid. De los 312.500 ciudadanos que la votaron hace cuatro años, ahora apenas han sido 46.600.
Villacís se ha visto arrastrada por la deriva derrotista de su partido, que no levanta cabeza desde que su otrora único líder, Albert Rivera, dimitiera a finales de 2019. Desde entonces, los malos resultados se han ido sucediendo elección tras elección hasta convertir a Ciudadanos en un partido insignificante. Villacís estaba convencida de que ella, el último bastión del centro liberal español, podría sobrevivir a la marca. Pero no ha sido así. “Voy a entrar y seré decisiva”, aseguraba hace pocos días en una entrevista que concedió a ‘Infobae España’.
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La historia política de Villacís se empezó a escribir en 2015, cuando una joven abogada que trabajaba en Legálitas se hizo asidua de algunas tertulias televisivas. Villacís estudió Derecho después de que una película, ‘Doce hombres sin piedad’, de Sidney Lumet, le marcara durante su adolescencia. Ciudadanos, un partido que empezaba a implantarse en todo el territorio nacional, se fijó en ella y Fran Hervías, entonces secretario de Organización, decidió llamarla para intentar convencerla de que sumara al proyecto ‘naranja’.
“Quedamos para vernos en el restaurante de Rodilla de Moncloa, donde estuvimos un par de horas hablando sobre temas de actualidad política y otras cuestiones”, señala Hervías en su libro ‘Ciudadanos, la historia jamás contada’ (Península). Hervías le dijo entonces a Rivera que había encontrado una candidata idónea “para Madrid. Esa misma semana se vieron y el fichaje quedó cerrado”.
Fran Hervías habló a Rivera de una joven abogada que despuntaba en algunas tertulias televisivas
“No hay por qué ocultarlo. Villacís es una mujer muy atractiva, guapa, con un pelazo impresionante, una piel color caoba que impresiona. El partido también buscaba caras bonitas, impactantes, y Villacís cumplía todos los requisitos, porque su experiencia política era nula”, señala un ex importante dirigente de Ciudadanos en Madrid. “Su aspecto físico impactaba. Y eso jugó también a su favor”.
El partido la eligió como candidata al Ayuntamiento de Madrid y la velocidad de crucero que en esa época empezaba a coger Ciudadanos la ayudó para conseguir siete concejales. Aunque esas elecciones las ganó el PP, Esperanza Aguirre no pudo gobernar porque la izquierda sumó más y Manuela Carmena consiguió la Alcaldía con el apoyo del PSOE.
Esos cuatro años de oposición le sirvieron para bregarse en la vida pública, convertirse en un rostro muy conocido y acrecentar su poder dentro del partido. De pequeña jugó al fútbol en el Liceo Zuloaga hasta los 13 años y como ella misma ha señalado, era una “defensa de las que entraban fuerte”. Con fuerza (y buenos sondeos) comenzó la campaña electoral de 2019, que la cogió con un tercer embarazo muy avanzado (es madre de tres hijas) y una separación matrimonial en ciernes. Pero aunque su vida personal se complicó, se consolidó como referente político.
Villacís obtuvo once concejales, cuatro más que en 2015, y Ciudadanos se hizo imprescindible para que el PP, con José Luis Martínez-Almeida, se hiciese con el bastón de mando de la Alcaldía de Madrid. Fue durante esa negociación cuando Villacís pudo ser alcaldesa de Madrid. La izquierda la tiró los tejos para que el PP no volviera a retomar el poder. Ella sería alcaldesa de Madrid si Ciudadanos apoyaba al socialista Ángel Gabilondo en la Comunidad de Madrid. Pero Ciudadanos ya había decidido que su socio preferente vestía de azul.
Reparto de la Alcaldía
La negociación para formar Gobierno con el PP tuvo dos fases. En la primera, Villacís quería demostrar una posición de fuerza y presentó una oferta osada: que la alcaldía se repartiera durante los cuatro años de mandato: dos años para Almeida y otros dos años para ella. Al fin y al cabo Ciudadanos se había quedado a 83.000 votos del PP. Villacís quería ser alcaldesa, aunque Ciudadanos sabía que el PP no aceptaría. Los populares tacharon la propuesta de “ocurrencia. Lo siguiente será gobernar los días impares o pares”.
Villacís tampoco obtuvo un gran apoyo de su partido para sacar adelante esta propuesta, ya que algunas fuentes destacan que Rivera no quería ‘barones’ o ‘baronesas’ que empezaran a coger fuerza y le hicieran sombra. En esos momentos Villacís ya era considerada uno de los mayores activos de Ciudadanos.
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Descartado todo esto, la segunda fase de la negociación se centró en un reparto equitativo de concejalías. No era discutible la vicealcaldía, que sería para Begoña Villacís. Ciudadanos también quería Hacienda, pero era un área que el PP no quería perder. Al final se dividió: Hacienda para los populares y Economía para los ‘naranjas’. La portavocía se la quedó el PP, aunque Ciudadanos luchó por ella hasta el final, sin suerte.
Desde Ciudadanos reconocen que pecaron un poco de novatos. Porque el PP se quedó con aquellas concejalías que manejaban mayor presupuesto: Seguridad y Emergencias; Obras y Equipamientos; y Medio Ambiente y Movilidad (la joya de la corona). Ciudadanos se conformó con Servicios Sociales, Economía, Urbanismo (sin Vivienda) y Deportes. Villacís insistió en controlar esta última área porque soñaba con conseguir la candidatura olímpica para la capital.
Al final ambos partidos firmaron un pacto de 80 medidas y se repartieron las concejalías. El PP dirigiría cinco áreas de Gobierno y Ciudadanos, cuatro (incluyendo la vicealcaldía). También surgieron las áreas delegadas (se crearon seis), que iban a depender de las nueve áreas de Gobierno. Almedia y Villacís empezaron a gobernar con cierto entendimiento. La llegada del coronavirus y después la tormenta ‘Filomena’ sirvieron de ‘pegamento’ para que la relación política y personal se consolidara.
Y eso que Villacís tuvo motivos para romper el pacto de gobierno. Primero, por el supuesto caso de espionaje al hermano de Isabel Díaz Ayuso fraguado desde algunos cargos municipales que dependían de Almeida y que desembocó en una guerra civil en el PP nacional que acabó con la traumática salida de Pablo Casado. Y segundo, cuando se hizo público que al Ayuntamiento le habían estafado en un contrato de mascarillas, una operación en la que intermedió de alguna manera un primo del alcalde.
Malas encuestas, peor futuro
Pero Villacís fue leal con su socio, aunque se sintió “traicionada”. Muchos se preguntan el porqué. “2021 fue un año de inflexión en Ciudadanos. Perdimos el Gobierno de la Comunidad de Madrid y el partido empezó su deriva autodestructiva. Luego llegó nuestra salida del Gobierno de Andalucía y del de Castilla y León en 2022. Derrota tras derrota. Y Villacís vio las orejas al lobo”, explica un importante exdirigente de Ciudadanos. La oposición la tiró de nuevo los tejos para fraguar una moción de censura, pero Villacís decidió quedarse donde estaba, como vicealcaldesa.
Ciudadanos ya nunca se recuperaría. Solo quedaba su bastión de Madrid capital. Pero poco a poco las encuestas también empezaron a ser malas y Villacís quería seguir en política. Fue entonces cuando empezó a ‘coquetar’ con el PP. Se reunió con dirigentes populares para hablar del futuro. Todo coincidió además con la ruptura que se fraguó dentro de su grupo municipal, que se empezó a dividir en varias facciones enfrentadas entre sí.
Desde 2021 las encuestas de Ciudadanos empezaron a ser muy malas en Madrid capital y Villacís quería seguir en política.
‘El País’ publicó entonces que Villacís sopesaba ser una especie de corriente dentro del PP. La marca de Ciudadanos estaba en descomposición, pero ella creía que su marca personal podría sobrevivir y que el PP la recibiría con los brazos abiertos. Se equivocó. Ayuso, que ya mandaba con mano de hierro en el PP de Madrid, no la quería. Ahí acabaron sus escarceos con los populares.
Se montó tal lío que tuvo que improvisar una rueda de prensa asegurando que su sitio siempre había sido Ciudadanos y que se presentaría a las elecciones con la papeleta ‘naranja’. En Ciudadanos la consideraban el único activo que había sobrevivido al ascenso y caída de la formación, y de las pocas esperanzas a las que agarrarse para reflotar el proyecto. Pero la crisis que provocó fracturó aún más a un partido roto.
El daño ya estaba hecho. Son muchos en el partido los que no la perdonaron el “espectáculo” que dio con sus amagos de abandonar Ciudadanos. Todo ello, además, a espaldas de la nueva dirección y cuando el partido acababa de salir de su Asamblea General extraordinaria, la de la “refundación”, un proceso que ella misma pilotó. Ella siempre se defendió que su malinterpretaron sus intenciones y que ciertos enemigos se movilizaron contra ella. Asegura que nunca tuvo ambición, que pudo dar el salto a la política nacional y no quiso. Que pudo liderar su partido y también renunció.
Así llegó la campaña de 2023. Solo necesitaba 80.000 votos para obtener representación y ser decisiva de nuevo en la ciudad de Madrid. Su supervivencia conllevaba que Almeida no sacara la mayoría absoluta, y volviera a necesitar a Vox y a Ciudadanos, como en 2019. Pero la realidad manda. Solo 46.600 madrileños le han dado su confianza. Insuficientes. ¿Ahora qué? Ella recalca que vino del sector privado y que no tiene ningún problema en volver a él. “Será la política la que me deje a mí”, explicó en la entrevista a Infobae. Pero quizás este no sea su final. El futuro no está escrito.
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