El mundo de las letras está de luto tras la muerte de Antonio Gala, fallecido este domingo 28 de mayo a los 92 años. Conocido por su larga trayectoria en la novela, poesía y ensayo, el escritor será recordado gracias a la gran cantidad de obras que publicó a lo largo de su vida y le valieron reconocimientos tales como el Premio Nacional de Literatura, el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca, el Premio Planeta de Novela, entre otros.
Discreto en lo que se refiere a su vida personal, a Antonio no se le conoció pareja,”he tenido muy mala suerte”, llegó a confesar, y fue en su biografía, Ahora hablaré de mí, donde narró detalles tan desconocidos y sorprendentes como que en su juventud ingresó en la orden de los cartujos. La suya fue una vida muy emocionante y si bien vivió grandes momentos, también tuvo que hacer frente a una época muy difícil marcada por el cáncer.
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Pese a lo complicado de la enfermedad y lo discreto que era, no dudó en hablar de ella y hacerla pública en el año 2011 en una columna que firmó en El Mundo. Según contó, se trataba de “un cáncer de difícil extirpación” por el que tuvo que recibir un tratamiento de quimioterapia y radioterapia, además de una intervención posterior.
Una etapa complicada de su vida en la que su prioridad era tener tranquilidad para hacer frente a esta dolencia que calificó como “un largo puteo”. Encontró lo que buscaba en su finca de Málaga, ‘La Baltasara’, su refugio. Ubicada a las afueras de Alhaurín el Grande, se trata de un cortijo del siglo XVIII en el que apenas dejaba entrar a nadie pues era su lugar especial, en el que además de descansar se abstraía en sus pensamientos durante los meses de verano.
Sin embargo, el paso el tiempo hizo cambiar de idea a Gala y, en octubre de 2021, decidía abrirla al público convirtiéndola en su ‘Casa Museo’, permitiendo que todo el mundo disfrutara de esos rincones que tanto le habían inspirado.
Descubrir ‘La Baltasara’ tiene un precio de 3 euros, que es lo que cuestan sus entradas. Aquellos que las adquieran podrán disfrutar de todos sus rincones, que no son pocos. La finca malagueña cuenta con una superficie de más de 30.000 metros cuadrados en los que se levantan varias edificaciones y una vivienda principal, de 290 metros cuadrados, que está rodeada de frondosos jardines y huertas. Cuando Antonio Gala la adquirió respetó la arquitectura campesina malagueña del siglo XIX y así permanece a día de hoy.
Una de las áreas que más disfrutarán los admiradores del autor de La pasión turca es la casa, pues conserva todo el mobiliario, los enseres, objetos personajes y la biblioteca que Antonio Gala acumuló a lo largo de tres décadas. Todo permanece igual, esperando a un regreso del escritor que no se va a producir. En un lugar privilegiado del jardín reposan los restos de sus perros, Mamrú, Zegri, Zahira o Negrin, que se convirtieron en sus mejores y más fieles compañeros. “Los perros han sido mis verdaderos hijos y han tenido la paciencia de vivir conmigo”, llegó a decir sobre “sus perrillos”, como le gustaba llamarlos.
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