Crítica | ‘Extraña forma de vida’: el wéstern queer de Almodóvar que deja una sensación de vacío

El director manchego se aproxima a al género del lejano Oeste impregnándolo de su particular genio expresivo, aunque dada su escasa duración, deja con ganas de más

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Cortometraje dirigido por Pedro Almodóver y protagonizado por Ethan Hawke y Pedro Pascal
Cortometraje dirigido por Pedro Almodóver y protagonizado por Ethan Hawke y Pedro Pascal

Cada nuevo trabajo de Pedro Almodóvar se convierte en un acontecimiento internacional. Y todos sabemos por qué. Ha conseguido alcanzar un estatus dentro de la industria que rebasa nuestras fronteras gracias a su enorme talento y a la configuración de un imaginario propio que lo identifica como uno de los grandes maestros de nuestro tiempo. Almodóvar es una firma, es un autor, es un tótem, un director que durante décadas ha defendido su mirada y que ha evolucionado como un auténtico kamikaze, nunca apoltronándose en las expectativas y siempre mostrando una nueva faceta de su personalidad creativa a través de sus obras.

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En sus últimos trabajos ha continuado mostrándose de lo más inquieto, de manera que nunca para de probar nuevas fórmulas. Sin embargo, parece que siempre le queda una asignatura pendiente, la de realizar una película en inglés, alejado de su idioma y la idiosincrasia que lo identifica. Quizás, por eso tengan una razón específica de ser los dos cortometrajes que han vertebrado su obra más reciente, La voz humana y Extraña forma de vida. Ambos surgen de sendas obsesiones del director, como no podría ser de otra forma, porque toda la filmografía de Pedro Almodóvar tiende una compleja red de vasos comunicantes entre sí.

Qué significó La voz humana

La voz humana parte de un texto teatral del autor francés Jacques Cocteau que ya había aparecido en La ley del deseo (1987), en la que veíamos al personaje transexual de Tina (Carmen Maura) representarla en un escenario junto a la pequeña Ada (Manuela Velasco) mientras sonaba el Ne me quite pas en la versión de Edith Piaff. También estaba en el germen de Mujeres al borde de un ataque de nervios, ya que toda la película giraba en torno a una mujer herida que esperaba la llamada de su amante después de que la hubiera abandonado. Y la cosa no quedaba ahí. En un ejercicio de auténticas muñecas rusas, también aparecía un guiño en la pieza Chicas y maletas que se incluía en Los abrazos rotos, y después, también en Dolor y gloria, donde el protagonistas, Salvador Mallo (Antonio Banderas) intentaba adaptar el libreto.

Tilda Swinton en un fotograma de 'La voz humana', de Pedro Almodóvar
Tilda Swinton en un fotograma de 'La voz humana', de Pedro Almodóvar

El cortometraje que protagonizó Tilda Swinton constituía un delicioso artificio, en el que el director se dio el gusto de componer con su cámara auténticas virguerías tanto estilísticas como estéticas. También constituía una especie de bisagra entre el pasado y lo que estaba por venir, en especial, Madres paralelas, con la que continuaría desarrollando su amor en torno al universo femenino.

Almodóvar siempre ha sido, de alguna manera, el demiurgo de su propia obra; por eso no es de extrañar que ahora recupere un proyecto perdido el que podría haber sido su versión de Brokeback Mountain, la adaptación que hizo Ang Lee del artículo de E. Annie Proulx que estuvo a punto de dirigir. Es una de esas películas frustradas que no se materializaron en su momento, pero que, de alguna manera, se quedaron ahí incrustados dentro de la mente del cineasta.

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Regreso al universo masculino

Ahora ha sido el momento de exorcizar esos fantasmas y Almodóvar ha hecho el trabajo que ha querido conforme a su momento creativo actual. Un capricho –así podríamos denominarlo–, un wéstern en el que recupera las raíces de La ley del deseo y las mezcla con el tono crepuscular y meditativo de Dolor y gloria, su película más autobiográfica.

Su acercamiento al género no podía ser más heterodoxa e iconoclasta. Almodóvar ha creado un universo que es solo suyo, reconocible desde el primer fotograma, y sin embargo sigue siendo diferente a todo lo que ha construido hasta el momento, algo que revela su naturaleza curiosa y extremadamente singular. Se trata de un Oeste dominado por el kitsch en el que el director vuelve a mirar al pasado, a su pasado, a ese mundo de hombres marcados por la pasión, el sexo y la imposibilidad de amar, por los estigmas y los condicionamientos de una sociedad retrógrada.

José Condessa y Jason Fernández, las versiones juveniles de Pedro Pascal y Ethan Hawke en el flashback de 'Extraña forma de vida' (El Deseo)
José Condessa y Jason Fernández, las versiones juveniles de Pedro Pascal y Ethan Hawke en el flashback de 'Extraña forma de vida' (El Deseo)

Sus personajes no dejan de ser animales heridos en un mundo hostil dominado por una serie de reglas que ya no tienen sentido, ni entonces ni ahora. El director utiliza el recurso del flashback para rememorar el tiempo perdido, un pasado en el que la juventud exultante constituía un espacio de libertad y que ahora ha dado paso a la soledad y la melancolía. Mientras que el personaje de Ethan Hawke se ha conformado con su nueva vida de shérif, el de Pedro Pascal se convertirá en la fuerza motora para intentar cambiar las cosas, aunque sea en su propio beneficio, pues también busca salvar a su hijo del peso de la ley. Sus escenas juntos son sin duda lo mejor de Extraña forma de vida. Sus conversaciones, sus reflexiones, sus diferentes posiciones frente a la vida en una pequeña habitación con una cama de sábanas blancas de por medio, ya esté uno desnudo en ella u otro herido, o ambos haciéndola después de haber hecho el amor en ella.

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Si La voz humana resultaba más conceptual, Extraña forma de vida apuesta por el aspecto narrativo y su aparato formal es más tosco, más funcional, con constantes primeros planos de los personajes que prácticamente lo abarcan todo, como si en sus rostros se escondieran secretos que jamás se podrían decir en voz alta.

Ethan Hawke y Pedro Pascal, a punto de desatar la pasión en 'Extraña forma de vida', de Pedro Almodóvar (El Deseo)
Ethan Hawke y Pedro Pascal, a punto de desatar la pasión en 'Extraña forma de vida', de Pedro Almodóvar (El Deseo)

Almodóvar bascula entre el artificio y la cotidianeidad. Lo hace de manera deliberada, como si por una parte quisiera homenajear los códigos del género que está tratando y por otra quisiera romperlos y llevárselos a su terreno. Hay muchos clichés, y al mismo tiempo, al verlos, generan una sensación de juego respetuoso, de experimento autoconsciente.

Lamentablemente, su escasa duración no permite que todo aquello que se apunta tome vuelo. Quizás por eso Extraña forma de vida deja un poso de vacío, de obra inacabada, de borrador que no termina de completarse, y quizás por eso también sus imágenes no atraviesan, sus balas no quedan incrustadas, no provocan estremecimiento, ni duelen ni hacer sangrar. Le sobra carisma, pero le falta médula. Y un poco de arrebato emocional.

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