Sergio Llull le da al Real Madrid su undécima Euroliga con otra canasta decisiva más para la colección ante el Olympiacos

Una ‘mandarina’ marca de la casa del menorquín a falta de tres segundos dinamita una final marcada por la igualdad extrema y en la que los blancos perdían de seis a falta de dos minutos (78-79)

Sergio Llull levanta la undécima Euroliga del Real Madrid (REUTERS/Ints Kalnins)

Sergio Llull lo ha vuelto a hacer. Apenas anotó 2 puntos en esta final de la Euroliga, pero qué dos puntos. La canasta del partido le correspondió al menorquín, que se sacó de la manga una de sus ‘mandarinas’ sinónimo de victoria para regalarle al Real Madrid su undécima Copa de Europa de baloncesto. Un deporte encumbrado por finales de infarto y acciones decisivas al borde del bocinazo como la de este domingo: a falta de tres segundos, la corona de la canasta continental se le cayó de la cabeza al Olympiacos gracias a la enésima remontada madridista (78-79).

Los cimientos de la casa blanca temblaron sobremanera en un último cuarto en el que los griegos acariciaron muy peligrosamente el título europeo. Y, de paso, romper la maldición que dictamina (y ha vuelto a cumplirse) que el primer clasificado de la liga regular no acaba levantando la Euroliga. Pero Olympiacos estuvo muy cerca de lograrlo, con rentas de 6-7 puntos que llegaron a oler a triunfo. Sin embargo, el Madrid hizo honor a lo que se esperaba del duelo cumbre de la canasta europea y volvió, con una traca final que queda ya para el recuerdo.

Un Isaiah Canaan prácticamente intachable colocaba el 78-72 favorable a los suyos a falta de 2 minutos y 13 segundos para la conclusión. Parecía que Olympiacos iba a ser capaz de sobreponerse a la hora de los valientes en el Madrid, los de siempre en esta recta final de campaña: un Walter Tavares MVP de justicia de la Final Four y un Sergio Rodríguez otra vez desatado cuando la pelota ardía. Pero el base canario, en otro último cuarto de aúpa, se negó a ver pasar de largo la copa. Primero, con una canasta para el 78-74. Después, tras más de un minuto de suspense, con un triple oportuno como él solo: 78-77.

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Sergio Rodríguez volvió a ser decisivo para el Real Madrid en la final de la Euroliga (REUTERS/Ints Kalnins)

Ahí empezó a irse la final del lado del Madrid. El remate lo puso Llull, el hombre más afín al clutch time del madridismo cestista desde tiempos inmemoriales. Su tiro legendario encuentra parangón con aquel que convirtió para llevarse la Copa del Rey de Málaga 2014, aunque dominar el Viejo Continente lo puede todo: estamos, a buen seguro, ante la canasta de la vida del ‘23′ merengue.

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Una final de ida y vuelta

Se presumía una batalla de altos vuelos para hacerse con la Euroliga. Y más con dos contendientes tan dados a las remontadas y a los imposibles como Real Madrid y Olympiacos. Ninguno defraudó, ofreciendo un espectáculo digno de la igualdad desorbitada que ha caracterizado el año en el baloncesto europeo. El pundonor iba a ser un valor añadido en una batalla sin cuartel como esta, y el Madrid lo tuvo en mayor medida a la hora de la verdad.

Aun así, Olympiacos vivió instalado en los sueños de grandeza durante, literal, los 40 minutos del partido. Sólo se le escapó el trofeo con el aldabonazo de Llull, ni mucho menos antes. De hecho, los hombres de Georgios Bartzokas llegaron a mandar por 12 en los primeros compases del partido (24-12), en un guiño a lo sucedido en la final de 2013 pero a la inversa (aquel +17 para el Madrid al final del primer cuarto). 5 triples cayeron a favor de los helenos en apenas 10 minutos y 3 llevaron la firma de Canaan, con su puntería casi infalible resultando clave para los suyos desde bien pronto. En cuanto Sasha Vezenkov entró en calor, se convirtió en el dueño y señor de los designios de los de El Pireo, reivindicando por qué ha sido el mejor jugador de Europa esta campaña: selló su acta particular con 29 puntos, 9 rebotes y 4 asistencias.

Sasha Vezenkov celebra una canasta durante la final de la Euroliga (REUTERS/Ints Kalnins)

Al otro lado de la pista, al Madrid, mejor en la parcela reboteadora, le faltaba el acierto que sobraba en el Olympiacos, pero Chus Mateo sabía lo que hacía: el Barça también abusó del tiro exterior en un momento dado de las semifinales y los fallos llegaron antes o después. Lo mismo ocurrió 48 horas más tarde, con una vuelta a la tortilla añadida: un triple anotado por los blancos en el primer cuarto, 6 cuando se produjo el descanso. Todavía en el primer periodo, un dos más uno de Rudy Fernández despertó a sus compañeros. Una llamada a la acción de un veterano otra vez correspondida por uno de los jóvenes: Mario Hezonja, convertido en principal ejecutor madridista durante varios minutos.

Las operaciones las dirigía otro integrante de la guardia pretoriana: el Chacho, quién si no. Con 5 puntos y 6 asistencias en el segundo cuarto (15 y 9 finales, más 4 rebotes: valoró 12 en ese segundo periodo y terminó con 23 de PIR), el tinerfeño volvía a darse un baño de juventud de esos a los que nos tiene tan acostumbrados últimamente. Tavares andaba más centrado en la intendencia, pero también sumaba lo suyo para compensar lo imparable que resultó Vezenkov. Sin olvidar la inmensa labor como ‘microondas’ de Shaquielle McKissic saliendo desde el banquillo: tan de ida y vuelta estaba el encuentro que los 5 de máxima de los que gozó el Madrid (40-45) pasaron desapercibidos, pues no tardó en llegar el empate.

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La emoción siguió marcándolo absolutamente todo en el tercer cuarto, aunque Olympiacos parecía tener mayor claridad de ideas. Ni Vezenkov ni Canaan estaban por la labor de abonarse al fallo, aunque el Madrid no dejaba de agarrarse al partido como podía. El Chacho nunca dejó de creer y Nigel Williams-Goss volvió a dejar otra explosión anotadora loable, con 5 puntos seguidos para impedir la escapatoria helena. Esta ya no volvió a ser igual o mayor a la decena de puntos. No obstante, y como costaba un mundo conseguir cada nueva cifra en el electrónico, la renta de la que gozaron los de rojo al empezar el último cuarto (63-59) y durante el mismo, aún mayor, bien pudo generar el espejismo de ser sinónimo de victoria.

Tavares fue elegido MVP de la Final Four de la Euroliga (REUTERS/Ints Kalnins)

Pero nadie estaba dispuesto a tirar la toalla en el Madrid. No después de las exhibiciones de coraje ante el Partizan en playoffs y contra el Barça en semifinales. ¿Que OIympiacos siempre vuelve? Pues los blancos también. Tavares sacó sus mejores galas cuando peor dadas venían, Fabien Causeur se sumó a la reacción a golpe de triple y el Chacho volvió a disfrutar como ninguno. Solo así se pudo contener lo incontenible de la dupla Vezenkov-Canaan. Fue esa querencia a creer hasta las últimas consecuencias la que dio alas a Llull para tocarla otra vez en forma de ‘mandarina’. La Undécima sucedió en Kaunas y nunca un 0 de valoración (el que se marcó el de Mahón) supo mejor.

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