Hablaban de Tavares-sistema. Una realidad existente e innegable en el actual Real Madrid de baloncesto, como volvió a quedar ratificado en otro partido para el recuerdo del caboverdiano. Pero empieza a ser costumbre, en este momento decisivo de la temporada, sacar a colación otro momentum tan o más crucial para los blancos: el Chacho-sistema. No contento con su ejercicio de raza en el reciente duelo a vida o muerte contra el Partizan, Sergio Rodríguez volvió a ponerse sus mejores galas en Kaunas, con motivo de toda una Final Four de la Euroliga y en todo un Clásico contra el Barça. 9 puntos suyos en el último cuarto (12 totales) empezaron a cimentar la victoria madridista, de menos a más y en un déjà vu de fatales consecuencias para los azulgranas: una nueva remontada del Madrid en una semifinal europea, una nueva derrota que apunta a ser fatal para el proyecto de Jasikevicius (66-78).
Por segunda temporada consecutiva, el Barcelona volvió a quedar apeado de Europa ante su eterno rival. Además, en un partido cuyo guion se asemejó mucho al de 2022: primera parte azulgrana y segunda blanca, en una progresión que, poco a poco, fue minando la moral del equipo que en teoría mejor llegaba al duelo. La pesadilla en las filas catalanas la ejemplificó mejor que nadie Nikola Mirotic: -2 de valoración en una de las actuaciones más irrelevantes en un gran escenario que se le recuerdan.
Por contraposición, el Madrid se agarró a la presencia mastodóntica del de siempre: un gigante superlativo una vez más, ancla de los suyos cuando peor vinieron dadas y también en el momento en el que pudo dejar de ser omnipresente, a golpe de su talla insuperable. Frente a la pobreza de números de Mirotic, la riqueza estadística que exhibió Tavares: 20 puntos, 15 rebotes y 4 tapones como dueño y señor bajo tableros para unos apabullantes 39 créditos de PIR.
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Un nuevo ejercicio de supervivencia en la zona merecedor del sobresaliente, puesto que los hombres altos del Barça tampoco tuvieron una noche para el recuerdo. Ni Sanli (-7: si ya parecía sentenciado antes de este encuentro, ahora más todavía) ni Vesely (quizá todavía mermado por su lesión) ni Nnaji fueron capaces de estar a la altura de Tavares. Quien, además, contó con un sustituto de garantías en la figura de Anthony Randolph: el hecho de que el juego interior del Madrid estuviese bajo mínimos pudo caer en el olvido.
El Barça lo fió todo al triple
A posteriori, en el Madrid tampoco tuvieron que lamentar la falta de acierto exterior. Fueron precisamente los triples los que llevaron en volandas al Barça durante una primera mitad en la que lo raro era que los pupilos de Saras no sumasen de tres en tres. Abrines fue quien más se hinchó a convertir ‘bingos’, aunque Kuric fue otro gran ejecutor. La principal vía para construir una máxima de hasta 9 puntos al borde del descanso (42-33) fue esa: un porcentaje de ensueño desde el 6,75 que se tradujo en un escandaloso 9/14 tras dos cuartos.
Ese momento dulce en el perímetro fue acompañado de una variedad de recursos mayor, aunque momentánea. El factor Jokubaitis en el segundo cuarto (con dos dientes perdidos por el camino) y el talento de Satoransky para hacer de todo y todo bien sirvieron de mucho a la causa azulgrana. Enfrente, un Madrid en el que Tavares estaba muy solo, con Musa cargado de faltas muy temprano. Aun así, la eficacia en el tiro, en el caso madridista de dos, permitió no perder la cara a la semifinal en ningún momento, aunque las sensaciones pareciesen corresponder más al Barça.
El Madrid esperó su momento sin pausa pero sin prisa y acabó encontrándolo cuando realmente se decide todo: en el tercer cuarto y en el último. Fue en los 20 últimos minutos cuando las muñecas empezaron a temblar más en las filas del Barça y la defensa blanca pudo salir a colación. Todo lo que sube tiene que bajar, y eso ocurrió con el acierto y el movimiento de balón azulgranas. Por si fuera poco, las alternativas a Tavares en el esquema de juego madridista aparecieron. Entonces, se vio la garra de Musa y Hezonja. También con mucha intendencia por parte del croata, la misma que demostró Sergio Llull en el arte del pase. A la par que una nueva racha anotadora en momentos calientes de Nigel Williams-Goss y, sobre todo, la casta del Chacho, capaz de dinamitar el partido en un visto y no visto.
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La igualdad volvió poco a poco al marcador para que este empezase a sonreír al Madrid al final del tercer cuarto. A la hora de decidir el partido, el ‘13′ madridista volvió a sacarse de la chistera otra lección de sangre fría cuando la pelota más quema. En el Barça, Laprovittola parecía el único que aguantaba el chaparrón, que terminó en su punto álgido con el +12 de renta madridista al bocinazo. La desconexión azulgrana en cuanto el fondo de armario del Madrid ganó hechuras resultó clarividente.
No hubo manera de que Mirotic se enganchase al partido en ningún momento. Tampoco se supo mucho de Kalinic más allá del primer cuarto. A Jokubaitis se le fue la fuerza por los dientes. Abrines y Kuric dejaron de enchufarlas a placer. Los interiores no pudieron ensombrecer a Tavares en ningún momento. Y así murieron las posibilidades del Barça de ganar la tan ansiada Euroliga: a la tercera tampoco fue la vencida y las consecuencias se presumen contundentes. Al otro lado de la cancha, el Madrid se cita en la final del domingo con otro conjunto que siempre vuelve, y más en estas citas: Olympiacos, capaz de sobreponerse a dos cuartos horrendos para endosar después un 27-2 de parcial sinónimo de lona para un Mónaco que fue, en última instancia, la escuadra horripilante (76-62).
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