Puede que si hay alguien que ha venerado como el que más el legado en el mundo del fútbol ese haya sido Pep Guardiola. Quiso dejar poso como entrenador del FC Barcelona y mostrarse como gran sucesor de Cruyff en el banquillo azulgrana tras ser uno de sus discípulos más privilegiados en el campo. Lo consiguió: nada ni nadie ha igualado el aura de aquella era en Can Barça por el momento. Más tarde, buscó exportar su modelo a Alemania y marcar una época también en el Bayern de Múnich. Otro éxito: en el conjunto bávaro no han vuelto a encontrar tanta estabilidad en su dirección técnica. Después, tocó afrontar el más difícil todavía de ser profeta en Inglaterra, la cuna de la pelota. En el territorio de la mejor liga del mundo, el de Santpedor amenaza con hacerlo de nuevo, aunque aún más a lo grande: volver a levantar la Champions parece lo más sensato que cabe esperar gracias a una obra, la del Manchester City, ya al borde de la culminación.
Han sido seis años de pasárselo “teta”, “de puta madre”. De ganarse “que te recuerden, como un buen libro” en el territorio doméstico, ya más que holladas las cimas de la Premier (4), la FA Cup, la Community Shield (2) y la Copa de la Liga (4). No obstante, a la casa citizen le faltaba algo para que la arquitectura fuese de vanguardia. Y Pep tenía claro qué: “Quizás en Europa, si no ganamos, no se verá esto”. Conquistar el Viejo Continente era su obsesión para que lo “excepcional” del trabajo realizado llegase al mundo entero y no quedase limitado a una ciudad inglesa.
Sucedió en el Barça, con dos Orejonas (2009 y 2011). Fue su único debe en el Bayern (tres semifinales europeas consecutivas). Y es una espinita clavada en su periplo en el City, por la final de 2021 que se perdió ante el Chelsea. Cuadrar el círculo va a estar más al alcance que nunca después de resignarse a ver de lejos, salvo en una ocasión, el máximo trofeo al que aspira un club de fútbol. Tras años de caer en octavos, cuartos de final (tres veces) y semifinales, el cuero está curtido y la mente preparada. No había mejor rival para demostrar que la Copa de Europa puede ser de justicia para este City que la personificación misma del torneo en el campo: el Real Madrid.
Te puede interesar: El Manchester City desdibuja al Real Madrid
¿Una venganza antesala de otra?
Por mucho que lo negase, Guardiola necesitaba quitarse de encima la losa de la eliminación ante los blancos en 2022. Fue otra víctima más del tornado con el que el Madrid se llevó por delante a todos en cada cruce de aquella Champions. Quizá la más afectada de todas, por el qué y por el cómo. Un año después, prefirió que fuesen sus jugadores los encargados de verbalizar el sentimiento de venganza. Aunque también anidaba en él: había que devolver el golpe, y de la forma más abusiva posible. Con un 4-0 inapelable en el Etihad está claro que el dolor ha quedado más que sacado.
Era la noche más propicia para ganarse una credibilidad que parecía perdida en los grandes escenarios. Durante mucho tiempo, ha reinado en el ambiente la sensación de que Guardiola no sabía llegar a lo más alto sin Messi a su lado. De igual manera, se ha dudado y mucho de su modelo, minusvalorando la posesión que siempre ha sido santo y seña del libreto de Pep. Ni siquiera la irrupción de un killer ofensivo como Haaland en el esquema de juego del City, en clara evolución de una temporada a otra, daba pie a una mayor convicción: la incertidumbre persistía y la ida de estas semifinales no ayudó a disiparla.
Te puede interesar: Guardiola: “Hemos sacado todo el dolor que teníamos”
Eso sí, el trato con la pelota que se vislumbró en la primera parte del Bernabéu ya permitía barruntarse algo: el City, si quería, asustaba. Solo que prefirió descubrirse por completo en Mánchester, con los suyos. Allí donde Haaland sí pudo ser decisivo, Kevin De Bruyne y Bernardo Silva se asociaron a la perfección y Rodri puso su mejor fútbol al servicio de la vendetta. Pocas veces se vio a un Guardiola tan pródigo en gestos mientras dirigía: había que hacer historia.
Y su City la hizo, aunque todavía haya que rematar la faena en Estambul ante el Inter para que la jugada maestra lo sea en plenitud. Ahí, como en todas las finales, imperará más lo efectivo que lo preciosista: ganar. El catalán ya lo ha conseguido 100 veces en Champions, tercer preparador con esos números tras Alex Ferguson y Carlo Ancelotti: 47 victorias, techo desde que entrena, llegaron defendiendo los colores de Manchester. Un síntoma más de la importancia que puede concederle a trascender como citizen, al borde de conseguir un triplete cuya guinda sería la Orejona.
Entonces, ya no habría discusión posible: el mejor legado para el mejor equipo –algo que se piensa cada vez con mayor fuerza del City en territorio british y fuera de él– le pertenecería, en un déjà vu que nunca es suficiente, a Guardiola. Si la versión más sobresaliente de sus pupilos en el escenario europeo ha llegado con una afrenta que vengar, ¿qué cabe esperar del duelo por un título que ya se escapó? Dos años después, puede ser el momento de superarlo. Y con argumentos.
Seguir leyendo: