Lograr una jornada laboral de ocho horas o tener derecho a vacaciones pagadas y días festivos parecía algo inalcanzable hace más de un siglo. También quedaba lejos la posibilidad de tener protección en caso de enfermedad, una ayuda por desempleo o una indemnización en caso de despido y, sin embargo, el movimiento obrero lo logró, a base de movilizaciones, huelgas y lucha. Por eso, aunque ahora también pueda parecer una utopía la semana laboral de cuatro días en España, lo cierto es que ya hay países como Islandia –o más recientemente Reino Unido– donde se ha llevado a cabo un gran proyecto piloto para reducir la jornada sin recortar el salario con resultados tan positivos que muchas empresas han decidido mantenerlo tras ese periodo de prueba.
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En España también hay ejemplos exitosos de empresas donde desde hace tiempo llevan a cabo la reducción de la jornada laboral sin tocar el salario, pero ha sido Valencia la primera ciudad en ensayar la semana de cuatro días, aprovechando que en abril tuvo cuatro lunes festivos consecutivos. Aunque aún es pronto para saber el impacto real, por el momento “la recepción ha sido muy positiva”, cuenta a Infobae en esta entrevista Joan Sanchis, profesor de Economía aplicada de la Universidad de Valencia y asesor de la Secretaría Económica y de Empleo de la Generalitat Valenciana.
Pregunta: ¿Cómo ha sido la recepción de esta iniciativa en Valencia?
Respuesta: “Ha sido muy positiva, más de lo que se pensaba en un principio, y cuando analicemos la macroencuesta que se ha hecho podremos tener más datos, pero mi percepción es positiva porque las ventajas son obvias. El informe ayudará a saber cómo influye la semana laboral de cuatro días en más ámbitos y en cómo utiliza la gente su tiempo libre, por ejemplo”.
P: ¿En qué beneficia la semana laboral de cuatro días a los trabajadores? ¿Cómo impacta?
R: “Un informe reciente del Ministerio de Trabajo constata cómo la precariedad laboral es uno de los principales detonantes de los problemas de salud mental como la depresión, la ansiedad o el estrés, y es que alrededor de un tercio de las bajas laborales en España tienen que ver precisamente con la salud mental. Los beneficios son sobre todo en términos de salud. En Reino Unido, por ejemplo, disminuyó el síndrome del burnout [del trabajador quemado], que está reconocido por la OMS como una enfermedad profesional, así como la ansiedad y el estrés, problemas que sufren el 70% de los españoles en el trabajo, según datos del INE.
También hay beneficios en las posibilidades de conciliar, porque no solo se trata de que tengas tiempo para ir a recoger a tus hijos al colegio, sino también de exista una conciliación personal, que tengas tiempo libre para el ocio. En ese sentido, en Valencia se va a evaluar precisamente qué impacto ha tenido en el ocio, si la gente ha ido más a los museos o se ha involucrado más en asociaciones en ese tiempo”.
P: ¿Se trata de una medida que perjudica la productividad de las empresas?
R: “Decir que trabajar menos horas perjudica la productividad de las empresas es básicamente ir contra toda la evidencia histórica de los últimos 150 años. Desde que comenzó la primera Revolución Industrial hasta ahora, el tiempo de trabajo se ha ido reduciendo de una manera muy importante y no existe una correlación entre más horas trabajadas y mayor productividad, más bien lo contrario. A día de hoy vemos cómo los países que trabajan menos horas son los más productivos, como pueden ser los nórdicos o Alemania, donde se trabajan unas 1.300 horas al año frente a las 1.600 de España.
Se trata de la especialización sectorial, es decir, si los sectores son productivos o no. Y ahí tenemos un problema por la especialización sectorial terciaria tan agudizada en España y la organización de las propias empresas. De todas formas, lo de reducir la jornada ya lo hizo en 1926 Henry Ford con sus trabajadores y les subió el salario, básicamente porque estos necesitaban disponer de tiempo libre para poderse ir y tenían que poder pagar ese coche. La jornada de cuatro días implica un cambio organizativo y, en el caso de la Ford, se introduce la cadena de montaje, que fue una revolución técnica y sobre todo organizativa –la de pensar cómo se hacen las cosas– e incrementó la productividad.
En España hace falta innovación organizacional, cambiar la manera en la que trabajamos, ya que todos sabemos que no es productivo, como por ejemplo el ‘presencialismo’. Pero, en definitiva, trabajar menos y ser más productivo es una evidencia histórica”.
P: ¿Se podría llevar a cabo en todos los sectores o es imposible en algunos?
R: Creo que es posible en todos los sectores, pero tiene diferentes implicaciones. Hay sectores donde es más sencillo hacerlo porque es una cuestión de reorganizar el tiempo y los procesos para ser más eficiente, mientras que en otros servicios, sobre todo aquellos de atención presencial, se va a necesitar incrementar la contratación de personal. Pero es que es algo que acabamos de ver con la convocatoria de plazas MIR, en la que han quedado vacantes 202 en Medicina Familiar porque el trabajo y las guardias son muy intensas y hemos asumido ese modelo, cuando en realidad hace falta contratar a más profesionales sanitarios para poder dar un servicio en condiciones.
En sectores donde precisamente parece difícil implantar la semana laboral de cuatro días es porque hace falta un cambio de paradigma aún más grande. Pero creo que es posible en todos los sectores, también en la hostelería, y ya hay experiencias que funcionan, como es el caso de los restaurantes La Francachela en Madrid, que lo implementaron a partir de la pandemia. Lo han hecho tanto modernizando procesos –han cambiado la forma de atender y han eliminado de la carta platos que requerían mucha elaboración– como contratado a algunas personas más.
P: ¿Se corre el peligro de trabajar menos pero más intensamente?
R: “Este es uno de los riesgos que está encima de la mesa y que hay que tener en cuenta, vigilar y analizar, porque así se identificó en la experiencia francesa de las 35 horas, donde la gente declaró que había una mayor intensidad del trabajo. [Pero por otro lado], las empresas implementan la semana laboral de cuatro días porque quieren, porque son conscientes de la salud de sus trabajadores y quieren mejorar la productividad, nadie las obliga, por lo que tampoco tiene mucho sentido que acaben agobiando o explotando más a sus trabajadores, es contraproductivo.
Los estudios que se han hecho en países nórdicos o más recientemente en Islandia indican que, por lo general, los resultados son positivos y que los trabajadores están satisfechos y no quieren volver atrás, pero sí hay casos donde se detecta esa intensificación del trabajo y hay que tenerlo en cuenta”.
P: ¿Cree que la semana laboral de cuatro días será el siguiente gran hito en lucha por los derechos laborales?
R: “Creo que es uno de los grandes temas que ha aparecido en el debate público de los últimos años. En 2018 la gente lo veía como algo raro, una utopía, y ahora el debate ha cambiado mucho. Los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, lo están debatiendo y lo contemplan en sus programas, así como el Ministerio de Trabajo. En la actualidad nuestra vida personal se adapta a la vida laboral y debería ser al revés, la vida laboral debería ser compatible con nuestra vida personal. Hay mucho trabajo por hacer para revertir esa relación. Además, cuando se empieza a hablar de reducir el tiempo de trabajo, se ponen también sobre la mesa otros muchos temas fundamentales como la igualdad de género, el reparto de los cuidados o el cambio climático. Es uno de los vectores de cambio más importantes ahora mismo y creo que se irá avanzando en esta dirección.
No sé cómo serán de rápidos los cambios, pero el debate está y los agentes sociales lo están llevando adelante, y estoy convencido de que habrá reducciones de tiempo. Ahora estamos en una etapa de proyectos piloto, donde se hacen iniciativas en base a la voluntariedad, pero llegará también un momento en el que el Estado tenga que legislar”.
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