“Su entrada fue muy importante, porque empezó a gritar como un veterano de verdad. Hay que escuchar más a gente así: por su voz, su experiencia. Primero, me levantó a mí. Y luego, a todo el equipo. Exactamente, me dijo que si agachaba la cabeza, me la iba a levantar. Nos ha levantado a todos”. Esta es la veneración que puede generar en un recién llegado al Real Madrid de baloncesto, Mario Hezonja, uno de los custodios del tarro de las esencias del equipo blanco, Sergio Rodríguez. Alguien que, como también Sergio Llull y Rudy Fernández, conoce a la perfección qué significa dejarse la piel en la cancha con esa camiseta. La sabiduría personificada ante el quinto partido para los anales que espera este miércoles contra el Partizan de Belgrado en los playoffs de la Euroliga. Un duelo mayestático en el que, por encima de todo lo demás, imperará el alma. Se gane o se pierda, cómo se compita es lo que trascenderá: dejar el trapío impoluto.
El Madrid es un club abonado por naturaleza a los imposibles, sobre todo continentales. Lo que espera en el WiZink Center es otro más para una colección que empezó con los fascículos de Di Stéfano y Emiliano y se ha extendido, entrega a entrega, hasta Benzema y Tavares. Sin olvidar a Amancio, Luyk, Juanito, Corbalán, Butragueño, Sabonis, Cristiano Ronaldo y Doncic, entre tantos y tantos madridistas de leyenda: nadie en la historia de la máxima competición europea de la canasta ha logrado remontar un 0-2 en contra en las eliminatorias previas a la Final Four. Tampoco ninguna serie de cuartos de final había dejado cuatro triunfos visitantes y ni uno solo local hasta esta. Por último, y no menos importante, las victorias a domicilio brillan por su ausencia en un quinto encuentro de la Euroliga, escenario que el Madrid ha conocido tres veces a lo largo de los tiempos. Como tres son los componentes de su plantilla con más experiencia en estas lides: caprichos del destino (o no), Llull, el Chacho y Rudy.
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En 2011, Valencia Basket cayó 66-58, cuando todavía se jugaba a baloncesto en la Caja Mágica, para que su verdugo regresase a una semifinal europea por primera vez en 15 años. Allí estaba uno de los Sergios, Llull: el otro, Rodríguez, se quedó fuera de aquel partido por lesión. Tres años después, fue Olympiacos el conjunto que sucumbió ante los blancos a última hora, por 83-69 y ya en plena era Laso: en 2014, Llull, el Chacho y Rudy Fernández, merengue a todos los efectos desde 2012, fueron de la partida en el Palacio. Hubo que esperar hasta 2021 para asistir a otro quinto partido europeo madridista, en esta ocasión frente al Efes. Entonces, tocó derrota en Estambul por 88-83, a pesar de que el Madrid forzó el desempate al ganar los dos duelos de la calle Goya: Llull (como en todos) y Rudy lo vivieron.
Eso sí, el mejor récord en cuanto a quintos partidos lo tiene el Chacho: 2-0, puesto que ganó el que afrontó con Armani Milan también en 2021, como local, para acceder a la Final Four. Llull y Rudy sí han conocido la derrota en una tesitura así: 2-1 y 1-1 de balance, respectivamente. No obstante, aquí lo que importa es el cómo, y los tres representan el Real Madrid en estado puro: esos valores que no dejan de ensalzarse generación tras generación cuando se habla del club de Concha Espina. Son la guardia pretoriana a la que recurrir siempre ante la duda, más si cabe ante un desafío de la envergadura del que se afronta ahora. Un Big Three de la casta que, plenamente consciente de lo que debe proteger en el fragor de la batalla, se revaloriza en momentos así.
Corazón, pero también cabeza
“Hay que darlo todo. El escudo es lo que nos representa y lo que tenemos que representar. Hay que dejar el escudo lo más arriba posible”. Esta frase de Rudy Fernández horas antes del todo por el todo bien podrían haberla firmado los Sergios, porque no podrán estar más de acuerdo con ella. Sí, el Partizan también tiene experiencia en quintos partidos: Obradovic (la duda ofende) con Panathinaikos en 2012, el ya de nuevo disponible Punter y LeDay junto al Chacho en Milán, Exum con el Barça en 2022 y Andjusic con el Mónaco también el año pasado. Sin embargo, el logo les pesa menos, mucho menos, a los serbios.
Primero, porque estar aquí, cuando se venía de ser equipo Eurocup (segunda competición europea), ya es todo un premio. Segundo, y lo más importante, porque una Copa de Europa pesa mucho menos en la mochila que 10. Cierto es que en el banquillo visitante se sienta el entrenador que más veces la ha ganado (9), pero puede (aún) más el aura del club más laureado del Viejo Continente también en el baloncesto. Es lo que te obliga a buscar la ovación del público incluso cuando pierdes 3-0, precisamente contra Obradovic y en la última Euroliga con grupos y Top 16. Algo que permite ganar a todo un CSKA de Moscú con 10 bajas: en el acta, 6 jugadores del primer equipo y 3 canteranos debutantes. Un legado tan apabullante como para estar a punto de evitar las dos Euroligas consecutivas del Efes, en playoffs primero y en la gran final un año después.
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Escenas colectivas como esas tienen su contrapunto más personal, y esta eliminatoria contra el Partizan lo demuestra. Ese abrazo entre Rudy y Obradovic después de la tormenta de una pelea que nunca debió suceder y que nadie quiere recordar. Ese resurgir de Sergio Rodríguez en Belgrado, oda a la asistencia y a la dirección de juego mediante. Ese tiempo muerto, en la boca del lobo serbio, en el que Sergio Llull no podía contenerse e indicaba a sus compañeros qué debían hacer en la última posesión.
Por eso, Chus Mateo verbaliza cómo habrá que librar la última de las guerras ante el Partizan así: “Con cabeza, para combatir la ansiedad, que la vamos a tener los dos equipos, y también con corazón, para suplir las carencias”. Es esto último que señala el entrenador del Real Madrid lo que más ha permitido subsistir a los suyos hasta la fecha. Subidos a hombros de Tavares y con la guía espiritual de los más veteranos del lugar, las penas se han sobrellevado. Y hay unas cuantas: no tener un líder claro más allá del gigante africano, la intermitencia de Musa y Hezonja, las bajas en el juego interior (Yabusele, Poirier, que sigue entre algodones, y ahora también Deck), las carencias en el puesto de base...
Queda el más difícil todavía. Que a buen seguro lo será. En el Partizan, vuelve Punter. O lo que es lo mismo: el triple mortal del primer partido; el enganchón con Llull sinónimo de trifulca en el segundo; la baja forzosa en el tercero y cuarto: 20 puntos por partido menos. Prosiguen Lessort, LeDay y todos los demás menos Avramovic. ¿El plan de Zeljko? Cortar de raíz la Tavaresdependencia. ¿El del Madrid? Cabeza y corazón. Pero, sobre todo, corazón: el escudo no se toca.
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