Eurovisión 2023 y el complicado reto de homenajear a Ucrania en un festival apolítico

El Festival celebra su 67ª edición en Liverpool dando un protagonismo especial a la ganadora del año pasado, Ucrania

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Kalush Orchestra, ganadores de Eurovisión
Kalush Orchestra, ganadores de Eurovisión 2022 representando a Ucrania. (UER)

Eurovisión 2023 ya está en marcha. El Festival celebra su XLVII edición en la ciudad británica de Liverpool, donde este martes 9 de mayo ha tenido lugar su primera semifinal, una gala en la que ha habido guiños constantes a la ganadora del año pasado, Ucrania, que por la complicada situación que atraviesa tras la invasión de Rusia no pudo cumplir con la tradición de albergar esta edición en su territorio.

De esta manera, Ucrania y Reino Unido se reparten el protagonismo en un certamen que afronta el importante reto de homenajear a un país en guerra pese a ser un certamen apolítico. Y es que no cabe duda de que la celebración en Reino Unido estará cargada de simbolismo y mensajes por la paz envueltos bajo el lema de esta edición: united by music (unidos por la música).

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Este dilema no es nuevo para el histórico concurso europeo. Son muchas las veces en que la política ha impregnado la competición pese al empeño de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) por mantener Eurovisión al margen de aspectos políticos. De hecho, la organización ya se tuvo que enfrentar el año pasado a un asunto espinoso con la invasión rusa a Ucrania, ya que optó por vetar a Rusia del concurso mientras permitió la participación del país invadido. Además, el público mostró su respaldo a esa nación otorgándole el televoto más alto de la historia, 439 puntos que dieron el micrófono de cristal a Ucrania pese a que había obtenido el cuarto lugar en las votaciones del jurado profesional.

Tras su victoria en Turín, el grupo Kalush Orchestra no dudó en subastar el micrófono de cristal y donar lo recaudado para comprar armamento para el ejército de Zelenski, un movimiento que la UER respaldó regalando otro trofeo al grupo ucraniano. Todo ello, recordemos, con Rusia apartada del tablero.

Eurovisión, una ventana al mundo

Jamala, ganadora de Eurovisión 2016.
Jamala, ganadora de Eurovisión 2016. (REUTERS)

La banda ganadora ya expresó en una entrevista para El País la importancia de que Ucrania estuviera presente en Eurovisión para “seguir siendo vista en el resto del mundo”, una tarea de propaganda internacional que volverán a ejercer este año desde la privilegiada postura de coanfitriones.

Ya en 2016, la victoria de la también ucraniana Jamala tuvo un gran contenido político. Su tema, ‘1944′, hacía referencia a la deportación del pueblo tártaro de Crimea por parte de la Unión Soviética en los años 40, un himno que en plena escalada de tensión con Rusia se interpretó como símbolo de la paz y que, tras la invasión de las tropas de Putin, Jamala ha cantado alrededor del mundo para clamar por el fin de la guerra en su país.

En este contexto, la gran pregunta ahora es cómo va a conseguir la UER mantener su discurso apolítico mientras Liverpool se convierte en la sede de una de las ediciones más cargadas de significación política de los últimos años. Por otra parte, resulta difícil de justificar la decisión de apartar a Rusia mientras se mantiene la presencia de naciones envueltas en polémicos conflictos bélicos como Israel, Azebaiyán o Armenia.

De lo que no cabe duda es de que Ucrania tendrá una valiosa oportunidad el próximo 13 de mayo para mostrarse al mundo como una nación fuerte, cohesionada con Europa y afín a los valores que el Festival pretende transmitir, que no son distintos de aquellos con los que en su día nació la Unión Europea. La cuestión, entonces, es hasta cuándo se seguirá intentando mostrar Eurovisión como un simple concurso de canciones y no como lo que es: un certamen que reúne a un continente –y a sus circunstancias– en torno a la música.

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