Juan Carlos I siempre ha sido un rey coqueto. Toda su vida le ha gustado cuidarse y parecer más joven de lo que era (actualmente tiene 85 años). El emérito español usó durante años su ‘caja B’, la inmensa fortuna que amasó y ocultó a la sociedad pública y a la Agencia Tributaria, para someterse a continuos tratamientos de rejuvenecimiento.
El lugar elegido era la Clínica Planas de Barcelona, una de las más elitistas de la Ciudad Condal. Fundada en 1971, el centro ha sido durante años punto de peregrinación de importantes clientes que podían permitirse pagar una rinoplastia, un tratamiento contra las varices, retocarse los glúteos o quitarse la papada. El catálogo de servicios es amplio, y Juan Carlos I fue durante décadas uno de sus mejores pacientes.
El rey llegó a acudir hasta dos veces al mes a esta clínica para someterse a operaciones de cirugía estética. Desde la eliminación de manchas en la piel a inyecciones de bótox y ácido hialurónico, pasando por liftings y drenajes linfáticos mediante presoterapia. Para este último tratamiento, le ponían una especie de pantalones hinchables que le llegaban por encima de la cintura y que se llenaban y vaciaban de aire repetidamente con el objetivo de estimular su sistema circulatorio y favorecer la eliminación de los líquidos, grasas y toxinas que ocasionan la celulitis, las varices y los edemas.
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Juan Carlos I también salía de Planas con recomendaciones nutricionales: dietas ricas en aminoácidos, minerales y suplementos alimenticios y se realizaba chequeos periódicos para comprobar el efecto que esas nuevas comidas habían tenido en su organismo. El rey no se sometía a grandes cambios físicos, sino a pequeñas variaciones que resultaban casi indetectables en sus apariciones públicas, pero que eran suficientes para mejorar su aspecto sin dar una imagen frívola ni abrir peligrosos debates sobre el origen de los fondos con los que pagaba esas intervenciones.
El monarca convirtió la Clínica Planas en su centro de referencia. Acudía con tanta frecuencia que terminó convirtiendo a uno de sus especialistas, el doctor Manuel Sánchez, responsable del Departamento de Nutrición y Antiaging, en su médico personal. En 2017, Sánchez dejó el centro médico y montó su propia clínica, DeSánchez, pero siguió siendo el médico de confianza del rey. El monarca está tan ligado a Sánchez que este ha viajado varias veces a Abu Dabi para seguir monitorizando su salud durante su estancia en el emirato.
El médico, investigado
Como adelanta el libro ‘King Corp. El imperio nunca contado de Juan Carlos I’ (editorial Libros del K.O.), el médico Manuel Sánchez se ha convertido en una de las personas más próximas al monarca. Demasiado cercana. Tanto, que actualmente el Juzgado de Instrucción número 29 de Barcelona investiga una ampliación de capital de 1,3 millones de euros del nuevo centro médico que ha abierto Sánchez.
La justicia está intentando esclarecer si esta ampliación de capital, presuntamente ficticia, sirvió realmente para regular pagos procedentes de tratamientos disfrutados por clientes de “alto poder adquisitivo”. El médico del rey y su mujer están imputados en la causa. El dinero procedía de otro de los grandes amigos de Juan Carlos I y uno de sus testaferros, el exbanquero mexicano Allen Sanginés-Krause.
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