Jhumpa Lahiri nació en Reino Unido, sus padres eran bengalíes y se crió en Estados Unidos. Para ella, la identidad es una cuestión de mezclas. Habla muchos idiomas, pero en especial se enamoró de uno, del italiano. Ella misma no sabe describir por qué, pero empezó a estudiarlo y sintió una especie de revelación, como si fuera su lengua materna. Así que se trasladó a vivir a Roma, donde ha pasado los últimos diez años de su vida. No cree que nadie sea de ningún sitio, sino de aquel donde se sienta realmente a gusto consigo mismo.
Ese sentimiento se encuentra plasmado en su último libro de relatos, Cuentos romanos (Lumen), en el que regresa al género del cuento gracias al que ganó el premio Pulitzer en 1999 con El intérprete del dolor. En esta ocasión, quería homenajear a Alberto Moravia, autor con el que empezó a aprender el idioma, y emprender la difícil tarea de dibujar un mosaico de la capital italiana a partir de su mirada como extranjera. “Quería hablar de la ciudad a través de sus gentes, pero no desde un punto de vista asociado a los clichés. El sentimiento de desarraigo está presente en todo mi trabajo y en mi pensamiento y, en esta ocasión, quería hablar específicamente sobre él”, cuenta la escritora a Infobae España durante su visita a Madrid.
Una ciudad, muchos mundos
Su experiencia personal le ha llevado a acercarse a la ciudad de una manera diferente a la que estamos acostumbrados, quizás porque detesta la mirada del turista. Entre las páginas de Cuentos romanos encontramos parejas que van de visita, que están de paso, pero también otros personajes autóctonos que se sienten encerrados y asfixiados en su entorno. De alguna manera, la soledad anida en todos ellos. Pero también encontramos algunos fragmentos que nos hablan de manera específica de lo que significa ser extranjero en un país que puede convertirse una cárcel de hostilidad, sobre todo si perteneces a una etnia o una religión diferente. En ese sentido, La escalinata, aglutina una serie de historias contadas desde diferentes perspectivas que únicamente tienen en común un barrio degradado repleto de inmigrantes y una escalinata donde se acumulan los sueños perdidos de la ciudad. En ella se sientan los jóvenes después del instituto, también los delincuentes, sirve para escapar, o para hundirse en sus profundidades, para señalar, para juzgar y para ejercer el racismo indiscriminado.
“Evidentemente hay un elemento político en muchas de las historias, pero nunca he querido abordar estos temas desde una perspectiva polémica, ni siquiera a través de la crítica social. Simplemente se trata de cuestiones que nos rodean, que vemos todos los días, solo que a veces evitamos mirarlas de frente porque nos incomodan. Lo que ocurre es que, cuando vienes de fuera, te sientes de alguna forma parte de todo eso, de ese rechazo sistémico”.
Los relatos de Jhumpa Lahiri, en tan solo unas pocas páginas, tienen la capacidad de sumergirte en un universo muy particular que abarca el paisaje externo y el interno, como si los personajes miraran a la ciudad y el lector lo hiciera dentro de sus sentimientos e inseguridades. Hay historias que transcurren en un solo día y otras que lo hacen a través de años, incluso que abarcan toda una vida, como es el caso del magistral relato que cierra el volumen, titulado Dante Alighieri, sobre una mujer que, como la propia autora, se enamoró del arte y la literatura italiana a partir de la obra célebre del autor de la Divina comedia y se traslada a vivir a su tierra para estudiar el idioma original. Toda una existencia puede caber en 20 páginas, qué terrible vértigo.
“Creo que una de las cosas que más amo de las historias cortas es su ductilidad. Mucha gente puede pensar que son sencillas de escribir, pero requieren mucho trabajo, porque todo está increíblemente concentrado y puede ser muy denso”, dice la autora, que reconoce admirar en ese sentido a Alice Munro. “Es una forma de capturar el tiempo”.
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