Las relaciones entre madres e hijas siguen siendo un bastión para la ficción. Sus complicaciones, sus aristas, sus dinámicas. No sólo es una temática compleja a la que se intenta dar sentido entre escenas, también inunda la realidad filosófica y psicológica coyuntural. Infinidad de obras audiovisuales han buscado, recientemente, abordar todo lo anterior. Greta Gerwig y su Ladybird o Petite maman de Céline Sciamma. Elvira Lindo (Cádiz, 1962) y Daniela Fejerman (Buenos Aires, 1964) presentan su propia interpretación del vínculo materno-filial con Alguien que cuide de mí, donde tres generaciones de mujeres lidian con sus propias particularidades.
Está la abuela Magüi (Magüi Mira), su nieta Nora (Aura Garrido) y la madre de ésta, Cecilia (Emma Suárez). Un árbol genealógico cuyas ramas se sustentan en el mundo de la interpretación y del espectáculo. Entre ellas brota una relación comparativa de titulares y éxitos, de incomprensión de las necesidades de cada una. La abuela fue una gran figura del mundo teatral, la nieta acaba de ganar un Goya y la madre, la más caótica, guarda un secreto que cambiará la dinámica entre las tres.
Lindo atiende a Infobae España para profundizar sobre su primer proyecto como directora, una cinta que dirige y escribe junto a Fejerman y que no sólo aborda temáticas como la competencia entre madres e hijas, también profundiza en el tabú de las mujeres enfermas de sida o en todo aquello que se cuece en el mundo de la farándula.
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¿Por qué tres mujeres, en parte, enfrentadas?
Las historias te salen al paso, el primer punto de inspiración fue el personaje de Cecilia, con una vida muy convulsa en su juventud. Ha sido una mujer que ha pensado poco en el futuro, de repente no puede pagar el alquiler de su casa. Su hija Nora ve que es imperfecta. La indagación personal, y familiar, era lo primero que queríamos transmitir en la película.
‘Alguien que cuide de mí' aborda esa idea que repiten mucho las psicólogas, la de que no porque una madre sea nuestra madre nos tiene que querer mejor que los demás y que a los demás.
El amor no está exento de tener sentimientos contradictorios, esa era la base de la historia. Al dedicarse las tres a lo mismo, al final se están comparando. Como en cualquier trabajo creativo, es inevitable. Podemos tratar de racionalizarlo teniendo esos malos sentimientos bajo control.
¿Hay más competitividad entre mujeres o es un discurso que se intenta vender?
Es verdad que ahora hay un discurso que trata de hacer ver que las mujeres somos diferentes en todo. Como si estuviéramos negadas para los malos sentimientos. Como si sólo pudiéramos tener comprensión, bondad, capacidad de compartir... No, somos humanas como madres, como amigas, como colegas... Las jóvenes se sienten más cerca de sus abuelas porque no son competencia, están fuera de onda, pero tienen más problemas en asumir la maestría de las personas maduras, porque asumen que han de aprender.
Hablas de sentimientos malos. ¿Incluirías ahí el ego de las protagonistas de la película?
Cuando Aura Garrido está recogiendo el Goya en la primera secuencia de la película, creamos un discurso que se aleja de lo que dicen ahora todas las mujeres y hombres al ganar premios. Son discursos muy de época que copiamos y nos gustan porque los dice Meryl Streep o Cate Blanchett. La generosidad se presta cuando te va fenomenal, cuando te va peor es más difícil serlo.
Uno de los puntos clave de la cinta es el personaje de Emma, una mujer enferma de sida. No solemos ver este enfoque de dicha enfermedad.
Ese es el fundamento de la película, es emocionante pensar que alguna de ellas irá a ver la película, porque no las conocemos, no les ponemos cara, no sabemos cómo son. Es un gran olvido. Hay una frase en la película, una pandemia se comió a la otra pandemia, pero a las mujeres se las comió desde el principio.