El 19 de abril de 2016, la afición del Real Madrid de baloncesto ovacionó a su equipo en el WiZink Center como si este acabase de ganar la Euroliga. Lo cierto es que no había levantado ningún título. Todo lo contrario. Acababa de ser eliminado de la máxima competición europea. El equipo blanco, dirigido entonces por Pablo Laso, cayó 3-0 en los playoffs contra el Fenerbahçe de, precisamente , Zeljko Obradovic, técnico al que se mide ahora. Sin embargo, la plantilla todavía comandada por el vitoriano compitió. Como también lo hizo en 2021, en otra serie de cuartos de nuevo frente a un club turco, en este caso el a la postre campeón Efes. Entonces, se llevó la eliminatoria hasta un quinto partido, después de ir 2-0 abajo. En aquel momento, el alma de los blancos estaba disparada, y se dio la cara incluso con lo puesto: cómo olvidar aquel quinteto inicial formado por Alocén, Carroll, Abalde, Garuba y Tyus. Sí, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Sin ir más lejos, hace tan sólo unos meses, el Madrid, otra vez con el Efes delante, se quedó a apenas un punto de ser campeón de Europa (57-58) cuando casi nadie contemplaba esa posibilidad no mucho antes de la Final Four. Una vez más, la competitividad (dos títulos y cuatro finales de cuatro posibles en 2022). Esa que parece haber abandonado el conjunto de Chus Mateo esta temporada. La peor de las demostraciones de esa total carencia de punch llegó con una ecuación que fue, simplemente, desastrosa: una pelea con el segundo partido de los playoffs europeos ante el Partizan de Belgrado más que perdido y que, para aún mayor deshonra, tuvo el Palacio de los Deportes madrileño como escenario.
A falta de 01:40 para el bocinazo final, ya no había por dónde coger el norte. Sin embargo, la batalla campal desencadenada por la falta de Sergio Llull sobre Kevin Punter (”Lo de anoche no debe ocurrir nunca en una cancha de baloncesto. Asumo mi responsabilidad por hacer esa dura falta que desencadenó el desastre posterior. Mis disculpas a todos los aficionados al baloncesto”, ha reconocido el menorquín) dejó el carácter a años luz de distancia. Una vez que la tormenta se desató, ya no hubo marcha atrás.
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Fue un ejercicio de desquicio total, del que también participó el Partizan, aunque sabiéndose ganador del encuentro. Sin embargo, la sensación de que el Madrid sale mucho peor parado de lo ocurrido es patente: su cariz ganador está por los suelos en estos momentos y la frustración por ello explotó de la peor manera posible. La impotencia más desbordada, en medio de una tangana en la que volaron empujones, golpes y puñetazos varios, resultó la de Guerschon Yabusele.
Esa acción suya más propia de la lucha libre, que dejó a Dante Exum en muletas (el tendón del segundo dedo de uno de sus pies está roto, según el médico del Partizan), fue la fotografía del desbarajuste total. Las caras de los jugadores en general eran un poema una vez pacificados los ánimos, pero ese pesar se palpaba aún más en las de los componentes del Madrid en particular. ‘¿Cómo hemos llegado hasta esto?’, parecían decir con una mirada de esas con las que sobran las palabras.
En total, 10 jugadores quedaron descalificados en las filas blancas: Yabusele, Hezonja, Musa, Deck, Williams-Goss, Randolph, Rudy Fernández, Abalde, Hanga y Sergio Rodríguez. Fueron 11 en el Partizan, pero poco importa. Los que más pierden en el imaginario colectivo son Chus Mateo y sus hombres, que ahora mismo no saben qué esperar del curso europeo. Por delante, dos partidos en Belgrado o incluso uno, porque sólo vale ganar para no despedirse del Viejo Continente el próximo martes. Una fecha en la que todavía está por ver quién puede ser de la partida en ambos bandos.
Unos demonios preocupantes
Mientras se dirimen las sanciones a consecuencia de la trifulca más importante que ha conocido el baloncesto europeo en años (una vez conocidas, el propio Madrid también tomará cartas en el asunto), lo evidente es que algo no funciona como antaño con la pelota naranja en Concha Espina. Se vio claro hace unas horas, cuando el nivel aceptable del equipo blanco se limitó a unos pocos minutos del tercer cuarto. Salvo el arrebato de casta de la vieja guardia comandada por Rudy Fernández y el Chacho, la nada más absoluta: el Partizan fue dueño y señor de principio a fin.
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El Madrid de Chus Mateo nada para morir en alta mar. A diferencia del Madrid de Pablo Laso, que, en derrotas señaladas, nadaba para morir en la orilla. No es el primer partido de este curso en el que la sensación generalizada es que el tropiezo, pase lo que pase, es inevitable. Ocurrió contra el Unicaja campeón de Copa en las semifinales de ese torneo. También con el eterno rival, el Barça, en el último Clásico en el marco de la ACB.
El rumbo es insondable, con un timón que nadie coge con determinación. Quizá sólo se atreve a ello un Tavares cuya ausencia en buena parte de lo que va de esta serie contra el Partizan amenaza con marcar un antes y un después. Por lo demás, chispazos sin demasiada continuidad y carencias: por dentro, por fuera, en la dirección de juego, en la banda...
El Madrid de Chus Mateo nada para morir en alta mar; el Madrid de Pablo Laso nadaba para morir en la orilla
Los síntomas ya eran preocupantes de antemano. El gran error estuvo en, a diferencia de otras ocasiones, dejarse llevar por los demonios sin remedio. El peor mensaje posible en el peor momento posible, con un escarnio público que ha roto fronteras como durísimo castigo. No se veía nada igual en el Madrid desde los mandobles entre Juanma Iturriaga y Mark Davis, con un Fernando Martín que también pasaba por allí, en la final liguera contra el Barça de 1984.
El baloncesto y la vida han cambiado mucho, pero aquello de que la violencia nunca es la solución sigue muy presente. Olvidar y hacer olvidar es el ‘debe’ del Madrid a partir de su próximo compromiso. Eso sí, la cuesta es pronunciada, y la parroquia madridista sabe que algo no va nada bien: se ha pasado de los aplausos prolongados de 2016 a la huida antes de tiempo del pabellón, incluso antes de la pelea, en este 2023. ¿Aún se está a tiempo de arreglar aquello que a todas luces se rompió en añicos una vez destituido Laso?