Primero fue Carla Simón con Verano 1993, después Elena Trapé con Las distancias, a la que le siguió Pilar Palomero con Las niñas y Alauda Ruiz de Azúa con Cinco lobitos. Ahora es el turno de Estibaliz Urresola con 20.000 especies de abejas, la gran triunfadora del pasado Festival de Málaga donde consiguió la Biznaga de Oro y el premio a la mejor interpretación femenina de reparto para Patricia López Aranáiz. El certamen se ha encargado de auspiciar el relevo generacional de una nueva hornada de directoras que están ayudando a cambiar, en la mayor parte de los casos con sus óperas primas, la cinematografía nacional gracias a sus poderosas historias repletas de una sensibilidad muy especial a la hora de abordar temas como la infancia, la maternidad o, en este caso la transexualidad. La película es una de las grandes favoritas en los premios Goya.
Una niña en busca de su identidad
20.000 especies de abejas ya hizo historia en la Berlinale, donde se presentó a concurso y ganó el Oso de Plata a la mejor interpretación femenina para Sofía Otero, de tan solo 9 años, convirtiéndose en la actriz más joven en conseguirlo, un premio que recibió de manos de la actriz y presidenta del jurado Kristen Stewart. Es un premio que no será posible en los Goya, pues el certamen español contempla en sus bases que los premiados no pueden tener menos de 16 años. Todo lo contrario ocurre con López Arnáiz, que es una de las grandes favoritas para hacerse con el premio en interpretación femenina.
La pequeña interpreta en la película a Cocó, que no se identifica con el sexo con el que nació, pero no sabe cómo expresar lo que siente en su interior a aquellos que la rodean. Su madre Ane (Patricia López Arnaiz) se encuentra en proceso de separación y quiere retomar la faceta artística que abandonó en su juventud, por eso se trasladará a la casa de su infancia, en el entorno rural vasco, para tomar distancia, mientras Cocó iniciará su paulatino proceso de cambio y reivindicación de su propia identidad. Por una parte, su abuela, Lita (Itziar Lazcano), se mostrará más reacia por su carácter conservador, mientras que su tía, Lourdes (Ane Gabarain) enseguida conectará con las frustraciones secretas de la niña. Juntas entablarán una relación muy especial en ese espacio telúrico, entre panales de abejas que trabajan para la fabricación de miel durante un verano en el que tendrá lugar una trasformación para toda la familia a través de la ruptura de sus prejuicios y el abrazo a la diversidad y la libertad íntima de expresión.
“Su primera pregunta fue: ¿Cómo pueden saber que no se identifican con su género de nacimiento tan solo con tres años? Y sin embargo, lo expresaban con total rotundidad”
Cuenta Estíbaliz Urresola que la historia parte de una noticia que le impresionó mucho, la de un niño trans que se quitó la vida y que escribió una carta de despedida diciendo que tomaba esa decisión para facilitar el camino a los que vinieran después. “Me conmovió profundamente, así que me acerqué a una de las asociaciones de menores, al principio tan solo con la intención de escuchar y aprender de los diferentes casos y realidades. La primera pregunta que me vino a la cabeza fue: ¿Cómo pueden saber que no se identifican con su género de nacimiento desde tan pequeños, incluso con tres años? Y, sin embargo, todos ellos lo expresaban con total rotundidad. Finalmente llegué a la conclusión de que, en realidad, el tránsito no lo emprendían ellos, sino la gente a su alrededor. Los niños y niñas trans siempre habían tenido clara su identidad, pero era la mirada ‘de los otros’ la que tenía que cambiar”, cuenta la directora.
¿Qué significa ser mujer?
¿Cómo nos creamos y nos constituimos a través de esa mirada ajena? Es una de las cuestiones fundamentales que palpitan en 20.000 especies de abejas. ¿Cómo el propio sistema se encarga de determinar los roles de género a través de un rígido sistema binario?
La metáfora de la colmena se encuentra presente en todo momento. En la película se ofrece un crisol de diferentes miradas femeninas, en su mayor parte contrapuestas, en las que se encontramos todas las posiciones, las más intolerantes, las que simplemente nacen de la confusión o las más comprensivas. También late otro concepto: ¿qué es en realidad ser mujer? “Quería cuestionarme eso, porque en el fondo, hay miles y diversas formas de ser mujer. De ahí, en efecto, la idea del panal, donde la mayor parte de las abejas son hembras y por eso planteé este choque entre diferentes mujeres pertenecientes a una misma familia y los distintos enfoques de la maternidad”.
La película llega precisamente tras un año convulso con la aprobación de la Ley Trans el pasado 22 de diciembre, en la que se establecía que se podía realizar el trámite administrativo de cambio de sexo y de nombre en el DNI y en el registro civil sin necesidad de un aval médico ni tratamiento hormonal previo a partir de los 16 años y entre los 14 y los 16 mediante una solicitud asistida por sus representantes legales. Sin embargo, son muchos los sectores, incluso dentro del feminismo, que se han mostrado especialmente combativos con esta ley provocando una enfebrecida polémica. “No sé cómo se va a acercar el público a la película, espero que, sin prejuicios, porque para mí era una oportunidad de crear un espacio de reflexión sobre el tema. Y si la película sirve como herramienta para acercarnos a esa realidad, ya me parece un logro”.
La identidad sexual como tabú
Para la directora, la realidad trans pone en jaque el sistema binario y heteronormativo, razón por la que parte de la sociedad se muestra reacia, porque todo lo que desestabiliza, genera incertidumbre. Precisamente por eso, le parece tan necesario. “No hay espacio para el a favor o en contra, solo para el acompañamiento y la comprensión”.
“No sé cómo va a acercarse el público a la película, espero que sin prejuicios, porque para mí era una oportunidad de crear un espacio de reflexión sobre el tema”
En ese sentido, se menosprecia las cuestiones identitarias cuando se trata de la infancia, precisamente porque se supone que los niños no saben lo que quieren y Urresola quería romper también ese tabú situando la cámara a la altura de la protagonista para captar cada uno de sus sentimientos, miedos y frustraciones. “Creo que asistiéndoles en su camino nos acercamos a su vivencia mucho más”. El tema, complejo, ha sido tratado con mucho éxito por la película, que ha recibido una gran acogida por la crítica.
La directora conoció a Sofía Otero en la asociación vasca Naizén, que agrupa a las familias de menores transexuales de varias provincias, no solo para asesorar, ayudar y educar, sino también para visibilizar y reivindicar la identidad sexual dentro de la diversidad. Precisamente, una parte fundamental de la película se centra en la aceptación por parte de la familia de esta realidad y de qué forma se pasa del rechazo o la incomprensión a la aceptación.