Ya anticipó Jordi Évole días atrás, en plena promoción del programa emitido este domingo, que Yolanda Díaz había comenzado la entrevista “con esa sonrisa que ella intenta exhibir siempre”, pero que con el paso de las preguntas “la fue perdiendo”. Con el paso de las preguntas y sobre todo de sus protagonistas, que para desvelo de la vicepresidenta segunda del Gobierno, ministra de Trabajo y líder de Sumar no son rivales sino aliados políticos. O deberían serlo.
Cómo abstraerse del principal reclamo del Díaz-Évole del prime time, que no era otro que aquello que la dirigente comunista pudiera decir sobre Podemos, y más en concreto sobre Pablo Iglesias, al que ve fuera de las instituciones pero no del tablero, no del partido que fundó. La gallega imaginaba que Iglesias mantendría un rol de liderazgo incluso fuera de las instituciones “pero no tan agudizado”, admite, y lamenta: “Hay que dejar volar a la gente en política”.
Solo dos domingos atrás, Díaz reunió en el polideportivo Antonio Magariños a la práctica totalidad de la llamada ‘izquierda a la izquierda del PSOE’, pero el titular, además de que aspiraba a ser la primera presidenta de España, fue la ausencia de Ione Belarra, de Irene Montero o de cualquier otro rostro ‘morado’ relevante, excusándose éstos en que nadie les asegura primarias abiertas en caso de integración. “No entiendo que yo te invite a un acto en el que no acaba nada y no vengas”, se queja Díaz.
“Cuando uno quiere estar, está”
Lo hace porque sabe, o dice saber, que el problema no son las primarias, que es más hondo. “¿Tú te crees –a Évole– que si le firmamos un documento a Podemos, a su secretaria general diciendo eso, están dentro de Sumar? Yo te digo que no. Ahora: el diablo está en los detalles y de verdad, vamos a negociarlo todo. Yo sé lo que quieren los partidos. Hablan de cuánto dinero, cuántas listas y poquito de programa. Es una tristeza esto, Jordi. Pero vamos, tengo clarísimo que cuando uno quiere estar, está”.
Podemos no está y para Díaz la culpable no es esa secretaria general, Belarra, sino Iglesias. “Está archipresente, es evidente”, sostiene la aspirante de Sumar, que a lo largo de la conversación con Évole suelta frases que el periodista detecta pudieran ser dardos como “sé perder y saber perder es muy importante” o “nunca me quejo de lo que hacen los periodistas”. Sí reconoce a Iglesias “valentía”, como la noche –mayo de 2021– que, derrotado en Madrid, anunció que dejaba la política.
Preguntada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el discurso cambia. Antepone Díaz, eso sí: “No soy del PSOE ni lo voy a ser jamás”. Tras esta puntualización –que responde a más que insinuaciones desde Podemos– dice no ser “amiga” de Sánchez pero sí tenerle “cariño”. “Es un gran político –ha añadido Díaz– y del espacio del que provengo y desde su propio partido se le ha minusvalorado. (...) Se colocó frente a un partido con 140 años de historia y ganó él”.
“Marruecos es una dictadura”
Pero Sánchez “es machista”. Y Pablo Iglesias, según la vicepresidenta. “Entre los dos se entienden bien. La que seguramente distorsiona ahí soy yo”, opina Díaz, que no se atreve a definir a uno y otro como “machos alfa” pero sí les reconoce “una forma de hacer masculina” que no le “gusta”. “Esto de dar golpes en la mesa en las negociaciones... Estoy rodeada”, zanja la entrevistada, que termina matizando esos golpes en la mesa como “metafóricos” y opta por no poner más ejemplos.
Interrogada por asuntos espinosos que conciernen a la acción del Gobierno del que forma parte, la dirigente no se pronuncia de forma explícita sobre si Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior, debió ser destituido por el salto a la valla de Melilla del 24 de junio de 2022, pero sí considera que “en política uno tiene que asumir responsabilidades”. Más rotunda se ha pronunciado sobre el Sáhara (”mi posición es clarísima”) y sobre Marruecos: “Es una dictadura”. Sobre la guerra, toma distancia de Podemos defendiendo que “la invasión de Rusia es ilegal y Ucrania tiene derecho a defenderse”.
La entrevista también ha tenido momentos más distendidos, como en el que Évole ha llamado por teléfono y puesto en contacto con Díaz a Alberto Casero, el diputado del PP cuyo error obró la aprobación de la reforma laboral, o en el que se ha abordado la monarquía. A la candidata a ser la primera presidenta le “gusta” Felipe VI, “respeta la institución” y ve “la reflexión sobre la república “no para la siguiente legislatura, sino para la próxima década”. “Me gustaría que mi país, imagínate Jordi, pudiera tener un jefe de Estado como Iñaki Gabilondo. Que lo pudiéramos votar”.