‘Renfield’ y las mil y una caras de Nicolas Cage

Repasamos la trayectoria de uno de los actores más escurridizos de Hollywood y que se ha convertido casi en un icono pop a través de una filmografía de lo más marciana que nos lleva por todos los registros imaginables. Casi un género en sí mismo

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(Universal Pictures)
(Universal Pictures)

La trayectoria de Nicolas Cage es digna de estudio. Ahora se mete en la piel de Drácula en Renfield, una comedia de terror que sigue los pasos de su fiel asistente, al que interpreta Nicholas Hoult, pero resulta inevitable que el nuevo conde de los vampiros acapare todas las miradas, sobre todo porque difiere de la imagen aristocrática y elegante que había estado asociada al personaje creado por Bram Stoker, añadiéndole un toque psicótico y perturbado marca de la casa.

Hacía tiempo que el actor no participaba en una producción de un gran estudio. En los últimos años se había refugiado en títulos de bajo presupuesto después de una serie de fracasos en taquilla y películas menores, apostando por el género de terror a través de propuestas de autor que lo han convertido en un intérprete de culto, sobre todo a partir de Mandy, de Patos Cosmatos, a la que seguiría la lovecraftiana Colour Out of Space o Prisioneros en Ghostland, a las órdenes del japonés Sion Sono.

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Lo cierto es que ya sea como icono trash o como presencia escurridiza de Hollywood, la figura de Nicolas Cage incluso ha dado para parodias sobre sí mismo, como ocurrió en El insoportable peso de un talento descomunal, en la que interpretaba a una especie de alter ego, es decir, el de un actor venido a menos llamado Nicolas Cage que, después de una época gloriosa, se verá envuelto en una trama criminal en la que tendrá que estar a la altura de su propia leyenda.

Pedro Pascal como Javi y
Pedro Pascal como Javi y Nicolas Cage como Nic Cage en 'El insoportable peso de un talento descomunal'. Photo Credit: Katalin Vermes/Lionsgate

Siempre se le ha acusado de histriónico, pero en realidad tiene papeles de lo más contenidos en los que ha podido demostrar sus capacidades interpretativas, como ocurrió en Joe, de David Gordon Green, en la que encarnaba a un exconvicto que, de alguna manera, se redimía a través de los ojos de un niño y en la que su presencia áspera y cruda constituía una especie de pozo de sabiduría vital, la de alguien que ha vivido en carne propia las luces y las sombras de los excesos y el constante cuestionamiento.

Nicolas Cage ha tenido mil caras. La del macarra de La ley de la calle, de su tío Francis Ford Coppola, que lo marcaría como uno de los nuevos rostros de la generación de los ochenta, junto a Matt Dillon o Mickey Rourke; la del chico romántico en Hechizo de Luna que enamoraba a Cher, la del héroe de acción en tantos títulos a partir de La roca que marcarían toda una época catapultándolo al éxito comercial en una faceta que terminó por fagocitarlo. Incluso ha sido amigo de una cerda en Pig, y por supuesto, el inclasificable Sailor de Corazón salvaje.

Es difícil condensar su carrera en diez títulos, porque ha trabajado con grandes directores como Martin Scorsese, Paul Schrader, Oliver Stone o Brian de Palma, pero a través de estas películas podemos rastrear las pulsiones de un intérprete que, a su manera, siempre ha sido una rara avis dentro de la industria del cine norteamericano.

Arizona Baby, de los hermanos Coen (1987)

Pocos se acuerdan de la que fuera la segunda película firmada por los hermanos Coen después de Sangre fácil, pero en ella de alguna forma practicaron muchos de los rasgos que los caracterizarían más tarde, como las situaciones surrealistas o su afilado humor negro, pero en este caso a través de una comedia de lo más alocada, absurda y deliciosa. Cage formaba junto a Holly Hunter una pareja que no podía tener hijos, por lo que deciden secuestrar un bebé de una familia que había tenido quintillizos. A partir de ahí, nos introduciremos en una road movie en la que los Coen comenzaron a perfilar su galería de personajes estrambóticos y memorables.

Corazón salvaje, de David Lynch (1990)

Continúa siendo uno de los títulos clave dentro de la filmografía del director, que consiguió una polémica Palma de Oro en el Festival de Cannes. Marcó una época, e instauró, tras Terciopelo azul, el estilo surrealista y repleto de distorsiones entre la realidad y la fantasmagoría del director, que compuso un universo propio repleto de violencia esquizoide a partir de la novela de Barry Gifford. Cage es Sailor y Laura Dern es Lula. Sailor y Lula decidirán huir a California en un viaje sin freno escapando de las garras de un mafioso mientras se encuentran con personajes de lo más sórdido. Está repleta de erotismo, energía kamikaze y de referencias a la cultura popular en un cóctel que nos lleva desde El mago de Oz a Elvis Presley, con una nómina de secundarios apabullante e instantes que forman ya parte de la historia del cine.

Leaving Las Vegas, de Mike Figgis (1995)

Gracias a este papel, Nicolas Cage consiguió el Oscar al mejor actor y casi todos los premios de la temporada. Interpretaba a un hombre que simplemente quería morir bebiendo. Es decir, la autodestrucción máxima a través del alcohol. Había sido un guionista de éxito en Hollywood hasta que fue despedido por sus problemas de adicción. Así que se refugiará en Las Vegas para llevar a cabo su propósito, donde conocerá a una mujer que ejerce la prostitución (Elizabeth Shue) y entre ellos surgirá una relación marcada por un destino escrito de antemano. Dos almas perdidas, socialmente marginadas, perdedores rotos por el dolor que de alguna manera representaban el fin del sueño americano en la ciudad de las luces de neón.

Cara a cara, de John Woo (1997)

Después de revolucionar el género de acción en Hong Kong, Hollywood se apropió del talento de John Woo hasta que dejó de interesarles. Antes de firmar la segunda entrega de Mission: Impossible, la menos valorada y también la más chiflada, se apuntó un tanto dentro de la industria con esta película que se convirtió en un éxito de taquilla y, cuyo estilo, sería copiado hasta la extenuación. Nicolas Cage y John Travolta mantienen un tour de force interpretativo. Uno es un policía, otro es un terrorista que ha colocado un arma biológica en Los Angeles. A través de una operación, se intercambiarán las caras, y por lo tanto las identidades, hasta que el criminal despierte del coma en el que se encontraba y se dé cuenta de lo que ha pasado. Un majestuoso film de acción repleto de personalidad.

Adaptation. El ladrón de orquídeas, de Spike Jonze (2002)

Después de debutar en Cómo ser John Malkovich, el director Spike Jonze y el guionista Charlie Kaufman volvieron a formar el tándem más marciano del nuevo Hollywood a través de la historia de dos hermanos gemelos a los que daba vida Nicolas Cage. Uno de ellos es en realidad el propio Charlie Kaufman, guionista en plena crisis creativa que se encuentra adaptando un libro titulado El ladrón de orquídeas. Cine dentro del cine con su discurso meta y una alambicada reflexión en torno a los propios demonios internos dentro de los procesos artísticos, en este caso, dominados por psicosis y la paranoia.

Ghost Rider. El motorista fantasma, de Mark Steven Johnson (2007)

Es cierto que Nicolas Cage estuvo nominado al Razzie por este papel y también es cierto que iniciaría su etapa de películas de derribo, pero precisamente el espíritu de serie B le sentaba muy bien a esta adaptación chalada de un cómic de Marvel en el que una estrella de las acrobacias en moto hace un pacto con el diablo y de noche se convierte en un cazarrecompensas del submundo de los malos espíritus. Una película macarra en la que el actor no tiene miedo alguno a hacer el ridículo, demostrando que estaba preparado para afrontar cualquier personaje desvergonzado que se le pusiera por delante.

Señales del futuro, de Alex Proyas (2009)

Una de las mejores películas del género de catástrofes de su época, quizás porque no pretendía serlo de manera explícita, sino que, de alguna manera respondía a ese desconcierto que inundó Hollywood después de los atentados del 11-S . A finales de los años 50, una profesora propone a sus alumnos que entierren una máquina del tiempo donde se guardarán una serie dibujos sobre su ‘visión del futuro’. Una niña, solo escribirá una lista de números. Muchos años después, el hijo de un profesor (interpretado por Cage) encontrará esa lista y comenzarán a pasar cosas inexplicables. ¿Qué significan esos números? Una intriga de ciencia ficción fascinante en el que las matemáticas nos indican la llegada del Apocalipsis.

Furia ciega, de Patrick Lussier (2011)

Siguiendo los pasos de El motorista fantasma, el actor se introduce en otra trepidante película sin sentido. Efectivamente, fue de nuevo nominado al Razzie, pero en este caso, la película no lo merecía, ya que supone un vehículo de entretenimiento de lo más loco que se disfruta a modo de guilty pleasure. Coches, velocidad, descaro a raudales y una trama en la que se mezcla el género fantástico y el cine de acción marrullero con persecuciones en 3D. Nicolas Cage con peluca, sectas satánicas, pirotecnia canalla y escenas realmente hilarantes.

Joe, de David Gordon Green (2013)

Efectivamente, Nicolas Cage era capaz de pasar de lo peor a lo mejor. Esta película pasó por el Festival de Venecia y su joven compañero de reparto, Ty Sheridan, ganó la Copa Volpi a la mejor actuación masculina. Un drama rural en el que el actor interpreta al Joe del título, ex presidiario que lleva una vida miserable hasta que se cruza en su camino un joven que huye de un hogar marcado por la violencia de su padre alcohólico. Entre los dos surgirá la amistad y emprenderán un camino de redención por una América repleta de despojos.

Mandy, de Panos Cosmatos (2018)

Obra de culto inmediata, impregnada de una potente imaginería visual a través de un cóctel explosivo entre fuego, sangre, locura, oscuridad cósmica, heavy metal y psicodelia. Una pesadilla insana creada a través de un conjunto de texturas lisérgicas tanto sonoras como cromáticas que nos adentra en un espacio mental a través del camino de venganza que inicia el personaje de Nicolas Cage después del asesinato de su prometida. Un cuento macabro febril y desquiciado, repleto de ideas y de una brutalidad sofisticada.

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