Sonido de videojuego japonés mezclado con trompetas artificiales que resuenan un domingo cualquiera en una feria de pueblo. Mario Bros. y La Húngara. Camela y el universo kawaii, todo junto. Bizcochito, la séptima canción de Motomami, el álbum que ha encumbrado a Rosalía en la categoría de estrella global, es el ejemplo perfecto para hablar de la evolución de la artista en lo que a danza se refiere... aunque también a nivel sonoro, siendo una de las apuestas más arriesgadas de su tercer álbum de estudio. Sus más de 160 millones de reproducciones en Spotify certifican el fenómeno.
Chicle imaginario en la boca y gestos extremos de desagrado. Una cara que bien vale un meme. Un ejercicio perfecto de cómo ser viral sin quererlo. Desde Almería, primera parada de su Motomami World Tour, hasta París, su última, la catalana ha convertido la performance en un elemento clave. Los bailes que la cantante ha presentado en su tour ya forman parte de su universo. Una cascada de vídeos de Rosalía inundaban las redes sociales después de cada concierto. Copiados, calcados, reproducidos hasta su muerte y posterior renacimiento. El crecimiento exponencial de su último disco se debe, en parte, a la exposición que su gira ha tenido a nivel global. Y aquí, las coreografías tienen un papel trascendental.
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Rosalía ha sacado rédito de TikTok. Y TikTok de ella. Es una creadora de contenido natural, capaz de ver la ventana de oportunidad que internet le ofrece. Presentó Motomami con un directo de 15 minutos en dicha plataforma, creó un baile acomodado a la red social –movimientos precisos, fáciles de imitar– para Chicken Teriyaki y los adelantos de sus canciones suelen aparecer ahí. Pasó con Hentai, también con LLYLM, la banda sonora de su colaboración con Coca-Cola. La plataforma de la generación Z ha sido lienzo –aunque no en blanco– para la catalana y también punto de partida de su transformación coreográfica.
De TikTok para el mundo
Rosalía es sinónimo de espectáculo, con puestas en escena que han cautivado hasta a sus detractores. En los Premios Goya de 2019, versionando Me quedo contigo de Los Chunguitos. En los European Music Awards (EMA) de la MTV de 2018, con un público en Bilbao entregado a su Malamente y a sus Rosalía dancers, 24 bailarinas que convirtieron el escenario en una fiesta. Por aquel entonces, la coreógrafa neoyorquina Charm La’Donna –que bailó para Madonna a los 17 años y ha trabajado para Selena Gomez, Pharrell Williams o Meghan Trainor– era la encargada de hacer que Rosalía convirtiera el movimiento en un aliado. Fue la encargada de ponerle ritmo al tour de El Mal Querer y ha participado en numerosos videoclips de la intérprete, como su canción con J. Balvin, Con Altura.
Al inicio de su carrera, Rosalía, más enfocada a la intimidad del flamenco, aparecía en sus actuaciones sentada en algún escenario o de pie junto al micro. Ella y sus letras. Su voz como conductor principal de la emoción. Sin embargo, el eco mundial del El Mal Querer llevó a la catalana a buscar una forma de presentar un producto más redondo. Ahí apareció Charm La’Donna, que conoció a la artista por Instagram en 2018. En su primera gira, el baile –con tintes más flamencos– fue un elemento secundario a su música. Ahora, la danza también forma parte del sonido. El nivel técnico que Rosalía ha alcanzado con sus bailes en el Motomami World Tour tiene dos nombres: Mecnun Giasar y Natalia Palomares.
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Giasar ha sido el coreógrafo del primer tour mundial de la intérprete. Suyos son los pasos de La Combi Versace, de Bizcochito, de Saoko, de Bulerías y todos los movimientos que la artista presenta en el escenario. Natalia Palomares, bailarina del programa Tu Cara Me Suena, fue la encargada de dar vida al eléctrico –y viral– baile de Chicken Teriyaki: movimientos de muñecas y de manos precisos que acompañan a un tema perfecto para TikTok. ¿Quién se pudo resistir a calcar sus pasos en la red social? El juego y la diversión han sido claves en la última era musical de Rosalía, y ese sentimiento de descaro y despreocupación se ha plasmado, también, en la danza.
Más allá de las coreografías profesionales, TikTok también ha ayudado a la catalana a ver cómo los usuarios interpretaban sus éxitos musicales. No en vano, tras el lanzamiento de Despechá, infinidad de bailes aparecieron en la plataforma. Rosalía decidió grabarse bailando uno de ellos, el de Aleksander Chentsov, de 41 años, y su hija Arina, de 12, dos ucranianos residentes en Huelva que tardaron un cuarto de hora en crearla.
La cantante se encuentra ahora en su gira de festivales, su foco en este 2023 después de lanzamiento de RR, el EP que ha firmado junto con Rauw Alejandro, su pareja sentimental –y ahora también musical–. Los rumores apuntan a que Rosalía ya estaría componiendo su próximo álbum. Hasta entonces, queda Motomami para rato.