En mitad de una tormenta política que no cesa, en un vuelo privado y sin pasar por Madrid, Juan Carlos I, de 84 años, ha pisado suelo español por primera vez tras 655 días de autoexilio en Emiratos Árabes Unidos.
A las 19:13 horas (hora local), el vuelo privado BFY747R procedente de Abu Dabi ha aterrizado en el aeropuerto de Vigo. Ocho minutos después, el emérito ha descendido solo, sin ayuda, por las escalerillas del avión Gulfstream G450 en el que ha volado durante ocho horas. Iba vestido con un pantalón marrón claro, una camisa celeste y un blazer azul.
A pie de pista ha sido recibido por su hija la Infanta Elena -que lo ha abrazado y lo ha honrado con una genuflexión- y por su íntimo amigo Pedro Campos, en cuya casa se hospedará hasta el lunes. Ese día se trasladará a Madrid para reunirse con su hijo, Felipe VI.
Juan Carlos I se ha subido en el coche de Campos y ha abandonado el aeropuerto de la ciudad de Vigo saludando a los medios de comunicación, ante los que podría comparecer mañana al mediodía.
Juan Carlos I participará a partir de este viernes y hasta el domingo en una regata en su barco, de nombre Bribón. Dice el diccionario, y así se han encargado de recordarlo las redes sociales, que bribón significa haragán, pícaro, bellaco.
El viaje desde el aeropuerto de Vigo a la localidad pontevedresa de Sanxenxo ha durado 45 minutos. En las puertas de la casa de su amigo Pedro Campos había algunas personas con banderas, que han coreado consignas a su favor y los han vitoreado.
El regreso se ha interpretado como un claro mensaje a su hijo y al Gobierno, a los que responsabiliza de su vida fuera de España. A Felipe VI apenas le dedicará unas horas el lunes, porque Juan Carlos I ha decidido dar prioridad a su regata en aguas del Atlántico gallego.
El autoexilio del emérito tiene su origen en los sucesivos escándalos que desde hace una década rodean su figura. Escándalos personales y escándalos económicos que han puesto en riesgo a la Corona.
Los escándalos
Su relación íntima con Corinna Larsen y las sospechas sobre el cobro de comisiones han minado la figura del monarca, al que se considera constructor y pilar fundamental del proceso democrático que se puso en marcha en España tras la muerte de Francisco Franco (el 20 de noviembre de 1975) y sus casi 40 años de dictadura.
Una figura nunca cuestionada, siempre respetada, popular y querida, se vio especialmente deteriorada a partir de 2012. Entonces un accidente en Botswana empezó a poner el foco sobre su comportamiento.
Sin avisar, Juan Carlos I había viajado a África a cazar elefantes. Se desplazó junto a Corinna Larsen y el hijo de esta. Pero sufrió un accidente que obligó a su inmediato traslado a Madrid y una intervención quirúrgica de urgencia. Lo que era un secreto a voces se convirtió en un hecho informativo relevante: el rey había viajado con una ‘amiga íntima’ -como se ha definido la propia Corinna- en un viaje privado del que no había dado cuenta ni al Gobierno.
La presión sobre el hoy emérito fue tal que en julio de 2014, bajo el Gobierno de Mariano Rajoy (Partido Popular) y con el respaldo del entonces jefe de la oposición, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, Juan Carlos I abdicó en su hijo Felipe.
Un hecho histórico que no ponía fin, sin embargo, a la presión sobre el ya emérito y la Monarquía. La Justicia decidió investigar al monarca por tres presuntos delitos: el supuesto cobro de comisiones por la presunta intercesión en la adjudicación a empresas españolas de las obras del Tren de Alta Velocidad -AVE, coloquialmente- a La Meca; el uso de tarjetas de crédito opacas tanto por parte de Juan Carlos I como de algunos familiares próximos con cargo a cuentas en las que no figuraban como titulares; y, finalmente, una cuenta en el paraíso fiscal de Jersey que está a nombre del emérito y en la que hay 10 millones de euros.
El pasado 2 de marzo, la Fiscalía del Tribunal Supremo decidió archivar todas las investigaciones abiertas. ¿Por qué? Porque el rey emérito había hecho dos regularizaciones fiscales, porque su actividad previa a la abdicación quedaba protegida por el carácter inviolable del monarca y por las ausencia de pruebas concretas y precisas en algunos otros casos.
Pese a eso la Justicia dejó por escrito graves reproches a Juan Carlos I: “Se han identificado cuotas defraudadas a la Hacienda Pública en el IRPF de los ejercicios 2008 a 2012 que superan con creces el importe de 120.000 euros que el artículo 305 del Código Penal establece como umbral del delito”, se dice, por ejemplo, en el documento que firmó el jefe de la Fiscalía Anticorrupción, Alejandro Luzón.
Las izquierda del arco político español ha condenado en las últimas horas que el rey emérito vuelva al país sin dar explicaciones, sin pedir disculpas. El centro ha dado por zanjado el tema toda vez que la Justicia no presentó una querella contra él tras años de investigación, y la derecha ha puesto en valor su figura y ha denunciado al Gobierno y a sus socios -Podemos, nacionalistas…- de lanzar una campaña de acoso y derribo contra Juan Carlos.
El Gobierno, a través de varios ministros, ha insistido en la necesidad de unas disculpas públicas por parte de Juan Carlos I, pero, al tiempo, han puesto en valor que Felipe VI ha hecho un ejercicio de transparencia, publicando sus cuentas públicas. Es decir, han contrapuesto la figura del emérito a la del actual monarca.
El lunes, reunión en Palacio
El lunes el emérito acudirá al Palacio de la Zarzuela, residencia oficial de los Reyes de España, donde mantendrá una reunión con su hijo, Felipe VI. En ese encuentro, según han informado periodistas próximos a Juan Carlos I, estará también la reina Sofía, que este fin de semana se encuentra en Miami (EEUU) y que, por tanto, no estará con su marido en su regreso al país. En la reunión estarán presentes, asimismo, la reina Letizia y quizá alguna de las dos hijas.
Las informaciones iniciales indican que será un encuentro privado y que, en el mejor de los casos, la Casa Real difundirá una foto oficial.
Una de las polémicas más fuertes se centra en el hospedaje del emérito. El Palacio de la Zarzuela es propiedad del Estado y hay voces que consideran que Juan Carlos I no debe hospedarse allí. Este es uno de los asuntos que queda pendiente resolver de cara un más que probable regreso definitivo del rey emérito a España. Su entorno da por hecho que viajará de forma regular a España para que el debate y la polémica disminuya y pueda regresar de forma definitiva.
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