Semana Santa es una de las festividades religiosas más representativas del catolicismo, al tiempo en que es un momento del año en que se aprovecha para viajar y salir de vacaciones.
Uno de los destinos del mundo en donde están más arraigadas estas costumbres de celebración es el Perú. La Semana Santa es una fecha que está marcada de un color diferente en el calendario, con cada ciudad y pueblo tiñéndola con su propia esencia. Llenas de ritos y simbolismos heredados de un pasado indígena y colonial que lograron unirse con el paso del tiempo.
Ayacucho, ciudad ubicada en la sierra sur del Perú, es sinónimo de Semana Santa. Su celebración de estas fechas es ampliamente conocida, convirtiéndose en el núcleo turístico durante estas fechas.
Las calles se llenan de velas y flores, mientras miles de fieles participan de las distintas procesiones de las imágenes más representativas de la festividad como el Santo Sepulcro, la Virgen Dolorosa y Jesús Resucitado en su impresionante anda de 10 metros de altura, adornada de pies a cabeza con cirios blancos y detalles en plata.
En Cusco, una de las tradiciones más importantes de la Semana Santa ocurre el lunes. Ese día, el Señor de los Temblores sale en procesión, frente a los miles de personas que llegan a acompañarlo en su recorrido por la Plaza de Armas de la ciudad.
Cuenta la historia que la imagen, donada por el rey Felipe II en el siglo XVII, aplacó la ira de la naturaleza en 1650 cuando Cusco fue azotada por un terremoto desolador. Los fieles sacaron la imagen de la Catedral a la plaza y la tierra dejó de temblar; desde entonces, la devoción a este peculiar Cristo lo ha llevado a convertirse en "el Patrono Jurado" de la ciudad.
El Señor de los Temblores no es como las demás imágenes de la crucifixión que se encuentran en las iglesias. Su piel ennegrecida por el humo de los cirios le dan un aspecto oscuro; sus facciones duras y grotescas se distinguen. Una especie de Jesucristo hecho para los "indios", para que lo identifiquen como suyo y que, hoy por hoy, es venerado por personas en todo el mundo, sin importar clases sociales.
Y, por supuesto, está la capital del Perú, Lima. Para conocer más sobre el pasado colonial del país, sólo hace falta un paseo por el centro histórico de la ciudad, nombrado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Una de las costumbres más arraigadas de los limeños en Semana Santa es el recorrido por las siete iglesias en Jueves Santo.
El centro de Lima tiene decenas de templos construidos a partir del siglo XVI, con una maravillosa arquitectura que va de la renacentista hasta la neoclásica, inspirada en las grandes iglesias europeas. Algunas de las más visitadas son la Catedral en la Plaza de Armas, el templo de Santo Domingo, la iglesia de San Francisco y la iglesia de La Merced.
Son estas fiestas de tanto arraigo popular en Perú cuando se da la oportunidad perfecta para experimentar el destino como un local. Y que mejor ocasión que la Semana Santa para probar las delicias que ofrece su mundialmente reconocida gastronomía. Se puede endulzar el paladar con tradicionales picarones, hechos con zapallo y bañados en miel de abeja. También están los característicos anticuchos de puro corazón de res o un ceviche de pescado fresco de sabor intenso. O disfrutar de una exquisita pachamanca, cocinada bajo tierra desde épocas incas. Por último, se puede terminar brindando con la bebida de bandera: el pisco.
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