Nada de romper el hielo. La charla entre Franco Torchia y Alberto Conejo Tarantini en el Teatro Coliseo es sin rodeos. El periodista y el ex futbolista apenas si se saludan antes de la primera confesión, y enseguida están hablando de la muerte, del miedo, de sus zonas más vulnerables, de la oscuridad de la droga y las secuelas del abuso, de sus dolores, sus éxitos, de lo que los hace felices y de los amores que los hicieron fuertes. Un contrapunto cargado de honestidad entre dos que, sin conocerse, se entregarán al juego sin esconder ninguna carta.
Conejo Tarantini: —Franco, ¿cómo andas?
Franco Torchia: —Bien, Conejo, ¿vos?
CT: —Muy bien.
FT: —¿En serio? A mí me cuesta arrancar sobre todo desde la pandemia, me cuesta a veces encontrar el sentido del día. A veces siento tanta pulsión de muerte, tanto ritmo de muerte, es un momento rarísimo.
CT: —¿Tenés miedo?
FT: —No, pero tuve mucho tiempo de mi vida ataques de pánico, o sea que tuve una especie de romance con la muerte bastante sostenido, porque el pánico es una especie de compañía repentina de la muerte, de la posibilidad de morirte. Es la sensación de que te vas a morir de un momento al otro. Yo no tuve la sensación de muerte por la pandemia, pero porque la viví antes con el pánico.
CT: —Yo lo conozco porque mi mujer, Adriana, pasó por lo mismo y me contó las angustias que vivía. Pasó por momentos muy duros. Hay situaciones, como esta pandemia, en las que uno se aferra a lo más chiquito, a buscarle la vuelta a la vida para salir adelante. Y a mi me parece, sólo porque te he visto por la televisión muchas veces, que sos un tipo que va para adelante, pero tiene ese…
FT: — Pero estoy lastimado, querés decir.
CT: —Claro, todos estamos lastimados de una manera u otra.
FT: —Vos también.
CT: —Sí, a mí me tocó desde chico estar lastimado, yo vengo de una familia con mi papá, mi mamá, mis siete hermanos.
FT: —¿Siete?
CT: —Cinco varones y dos mujeres. Los primeros dos, que uno tenía un año y medio, el otro dos, fallecen por enfermedades de la época que no tenían cura, y el tercero, a los doce años en una intervención quirúrgica. Lo operaron, salió mal, y lo dejaron ahí, fue un desastre. Pero tuve dos padres que, la verdad, yo hoy me pregunto, ¿cómo hicieron, cómo carajo hicieron para seguir?
FT: —Yo no creo que haya una pregunta más importante, esto que te decía de cuando me despierto a la mañana, bueno, a veces es esa la pregunta: ¿cómo seguir?
CT: —Yo me lo pregunté toda mi vida, no sé cómo hicieron, cómo hizo mi vieja, cómo mi viejo siguió laburando, nos siguió acompañando, aconsejando. La imagen de mi familia era mi viejo, yo lo adoraba; y mi vieja era una leona atrás de él. Tal vez tu familia fue igual, no sé.
FT: —No, mirá, mi padre es italiano y nunca se nacionalizó, como que se quedó viviendo en Italia aunque vino a la Argentina. Él estuvo súper ausente cuando yo era pibe y cuando fui adolescente también. Me vino a buscar cuando yo era grande, cuando podía ser un poco más mi amigo. Ahora que soy padre, un poco entiendo que no haya querido hacer de padre o que le haya costado mucho el rol, pero es así. Por lo que sí fui muy acompañado, por momentos para mal, por mi madre, ella era quien estaba. Y a propósito de la paternidad, sabés que, más allá de que soy gay, tu hija me parece una de las mujeres más lindas de la Argentina...
CT: —¿Bernardita?
FT: —Sí.
CT: —Porque está Agostina también, que fue la primera hija de Pata (Villanueva) con (Héctor) Cavallero, que fue mi primera relación…
FT: —No, yo me refiero a la hija que vos tuviste con Pata.
CT: —Bernardita es muy linda, y está muy bien. Con mis hijos tengo una relación bárbara; tengo a Agostina, que para mí es mi hija, estuvo conmigo durante los primeros 15 años de su vida y aprendí a ser padre en ese momento. Creo que nosotros tuvimos la ventaja... o yo, yo soy mayor que vos, de ver que a mis viejos les costaba decir “te quiero”, porque venían con esa educación. Mi viejo conmigo era cariñoso a su manera… Él era policía, a la única persona que metió en cana fue a mi hermano para mandarlo a vivir a Estados Unidos. Porque mi hermano terminó la colimba y salía de noche, que esto, lo otro, y mi viejo le dijo: “No, acá hay que trabajar, si seguís así, te voy a meter preso, te amenazo una vez, dos…”, y la tercera lo metió preso. Y mi hermano dijo: “Hasta acá llegué”, y sacó un pasaje para Estados Unidos. ¿Sabés cuánto tardaron en pagarlo? ¡Creo que 10 años fáciles!... Y lo mandó y le dijo: “Ahora te vas a enojar conmigo porque vas a dejar la familia, pero con el tiempo te vas a dar cuenta”. Y la verdad que mi hermano vivió 45 años allá, hizo una carrera maravillosa, estuvo en la Universidad de Carolina del Norte como entrenador de fútbol, o sea que fue todo para bien.
FT: —A tu viejo le debe haber encantado que te transformes en un astro del fútbol.
CT: —Le encantaba, no me pudo ver campeón del mundo, lamentablemente murió antes, en el 75. Yo venía de una gira con la selección juvenil y ese día fallece, un viernes. Entonces al otro día me voy a ver al presidente de Boca, donde jugaba, (Alberto J) Armando, para pedirle plata. Yo venía con 20 dólares de afuera, los viáticos que nos daban… Y él me dice: “¿Qué me dejás a cambio?”. Tenía un contrato mío firmado en blanco –de los tipos más generosos del fútbol–, pero me dijo eso y agarré el contrato, lo tiré y le dije: “Yo voy a ser tu peor castigo, me voy a ir libre de acá”. Y lo hice por una convicción de que era mi viejo, mi familia, del por qué de esa extorsión que hizo conmigo, y no me arrepiento ni me voy a arrepentir nunca.
FT: —¿Sabés que es la primera vez en mi vida que estoy hablando cara a cara con un futbolista? Porque yo crecí muy lejos de todo eso, antes los pibes como yo, los maricones, no podíamos ni acercarnos al futbol. A vos mucho hombre gay en la década del 70 y del 80 te perseguía, te veneraba, yo eso lo sé, eras una especie de icono gay.
CT: — Sí, es verdad.
FT: — El shortcito, las piernas...
CT: —Es verdad, me lo dice mi mujer: “¿Cómo es esto? Vas por la calle y te saludan, es tu target”. A mi me molesta cuando hay una persona que como no piensa como vos, te aparta; ahí pongo el freno. Creo que cada uno tiene derecho a hacer lo que quiere respetando al otro. Hoy hay más libertad, lo que te tocó vivir a vos fue mucho más duro.
FT: —Sí, a veces pienso en mí mismo como un cliché, porque no pude zafar del abuso cuando fui chico, del abuso sexual en dos oportunidades. Y durante mucho tiempo ser gay era casi sinónimo de haber sido abusado y, al mismo tiempo, de poder ser pedófilo y abusador. Se construyó ese mito violentísimo y falso, pero a mí me pasó: yo fui abusado y después me costó muchísimo poder encontrarme. Igual, últimamente no estoy muy convencido de que yo me haya encontrado o de que podamos encontrarnos. Soy más de sentir que estamos en una búsqueda perpetua, que no hay destino final que te indique “acá me quedo”; no sé, yo no me quedo en ningún lado.
CT: —Eso está bueno, porque si no sería estancarse, decir “hasta acá llegué”.
FT: —Y mismo con la sexualidad, yo tuve que decir en un momento “soy gay”, un poco para simplificar, y después dije “¿Qué estoy diciendo? Si yo también me enamoré y mucho de Verónica”, con la que viví tres años y fue, al día de hoy, uno de los amores más intensos de mi vida. También con la madre de Teresa, mi hija, con la que estuve mucho tiempo y a la que conozco desde que somos muy chicos. Simplificás para satisfacer al resto…
CT: —Pero no a vos mismo. Siempre uno va guardando, a mí me pasó cuando tuve problemas con la droga. Me sentía culpable de todo, me daba vuelta y seguía creyendo que me estaban persiguiendo…
FT: —¿Mucho tiempo consumiste?
CT: —No. Era por épocas, depende cómo estaba. Era un solitario para consumir.
FT: —Ah, ¿te gustaba tomar solo?
CT: —Sí, no era del tipo de persona…
FT: —Consumidor social.
CT: —Que también es mentira, porque estás tomando droga, y llega un momento en que te echás tantas culpas: “Si yo hice lo que pude, traté de hacer lo mejor y me hice mal y le hice mal a todos los que estuvieron al lado mío”. Vos decís hasta cuándo te querés lastimar…
FT: —A mí la droga me da mucho miedo, pienso en cocaína y, otra que ataque de pánico, me veo infartado. Por eso nunca pude consumir, ni siquiera fumar marihuana, porque alimenta mi circuito ansioso, entonces termino medicado con un ansiolítico, ¿no te daba miedo la merca?
CT: —Sí, es lo peor que podés hacer en tu vida, es la peor mierda que te puede pasar. Yo creo que a mí me pasó de terminar de jugar, estar sentado en un sillón y decir: “¿Este tipo qué hace acá? Si se iba a las 7 de la mañana y volvía a las 8 de las noche y ahora está 24 horas sobre 24 acá, terminó una carrera y ahora es un jubilado a los 35 años”. Y no sabés qué hacer, porque no estabas preparado para lo que venía.
FT: —Eso te pasó cuando terminó tu carrera.
CT: —Cuando terminó mi carrera, pero no pasó por la fama, por decir ahora no te van a reconocer. No sabía qué hacer. Desde chico mantuve a mi familia, cuando falleció mi viejo, estuve al frente de todo muy joven, y no estuve a la altura de otros jugadores para poder llevar adelante mi vida después de haber dejado el fútbol. Yo pensé que me iba a durar toda la vida, mi mundo era el fútbol y adentro de una cancha yo era feliz.
FT: —En aquel momento los volúmenes de dinero eran otros.
CT: —Sí, nada que ver. Nosotros ganamos en esa época por salir campeones del mundo un premio de 20 mil dólares, era nada.
FT: —¿Qué hiciste, qué te compraste?
CT: —Nada.
FT: —¿Te alcanzaba para un departamento?
CT: —No, ¿qué te va a alcanzar?
FT: —¿Esa fue la dictadura? ¿Te dio 20 mil dólares?
CT: —No, eso nos dio la Asociación de Fútbol Argentino, los milicos no nos dieron nada de nada, bajo ningún punto. ¿Qué es lo que hubiese pasado si no salíamos campeones del mundo? no tengo la menor idea, sinceramente.
FT: —Pará, o sea ¿pensaste en algún momento que podían terminar desaparecidos?
CT: —¿Desaparecidos? Sin lugar a dudas. Amenazados, siempre. Le tocó al Pato Fillol, que lo vinieron a amenazar; a mí me prohibieron, yo estuve prohibido… Ni bien terminó el mundial, yo me tuve que ir del país.
FT: —Sí, porque te tocaste un huevo.
CT: —Me toqué los huevos cuando le di la mano a Videla.
FT: —Algo se divulgó.
CT: —Y me peleé con el presidente de Boca. Yo juego el mundial libre, sin equipo, y termina, y en Argentina o en Europa la plata que se ganaba era igual, pero me podría haber quedado acá disfrutando esos dos años de campeón del mundo, en mi país, de donde me tuve que ir a jugar a Inglaterra. Pero era muy duro, estábamos con seguridad, cada jugador tenía su custodia, yo viví momentos muy jodidos.
FT: —Pensando en la merca, en la adicción, no sabías qué hacer con tu vida, pero además medio que no tenías dónde caer parado.
CT: —No, yo tenía ahorros, tenía mi casa, tenía todo, no tenía problemas, pero va más allá. Yo creo que cuando lo probé, lo tomé, como decís vos, social, y no me di cuenta de que se sumaba la frustración y el haber dejado el fútbol, que me dio todo lo que yo quería. Y le eché la culpa, el culpable era el fútbol de todos los errores míos. Hasta que encontré una persona que se puso al lado mío y me dijo: “Escuchame, esto no va”.
FT: —Que es tu mujer.
CT: —Que es mi mujer. “Esto no te sirve, pero si vos no me ayudás, yo no te puedo ayudar”. Entonces, te mirás al espejo, y decís: ‘Me estoy matando, me estoy muriendo, y no quiero morirme’”.
FT: —Te escucho y no me da la sensación de que hayas sido, quizás sí, muy –voy a usar una palabra de ese momento– fiestero. ¿Eras de estar con muchas minas?
CT: —No, no. He estado con mujeres, sí. Pero no en el sentido de buscar y estar rodeado de minas constantemente, ni nada por el estilo, nunca fue una actitud mía. Había gente que me seguía, no necesitaba hablar mucho, entonces tenía… Y a vos, ¿cómo fue?
FT: —Sí, bueno, cada tanto me gusta estar con más de una persona, pero no es que mi trabajo alguna vez haya seducido a alguien, no es como estar en un estadio de fútbol. A mí me cuesta pensar que alguien pueda fijarse en mí. Me pongo en la vereda de enfrente, y digo: “No, éste es un denso, es muy espeso”, porque por momentos soy muy serio, por momentos no tanto. Si no fuese yo, ni loco me fijaría en mí.
CT: —Yo te he visto en los programas, y veo un tipo seguro de sí mismo, no sé. O sea, que lo que yo veo de vos en la televisión o escuchándote por radio o ahora…
FT: —Sí, pero no soy tan seguro, y no me parece un plan estar conmigo. Y esa es un poco una secuela del abuso, la sensación de inseguridad.
CT: —¿Qué edad tenías?
FT: —Yo tenía 7 primero y 9 después. Era realmente muy chico, y luego de que ya había tenido todo el sexo que podía tener en mi vida, a los 11 años, cuando entré a la adolescencia, y compañeros, compañeras empezaban a tener relaciones sexuales o por lo menos a preguntarse por ellas, yo sentía y sentí muchas veces que no iba a tener más vida sexual. Iba por la vida con un secreto que era éste, que lo conté muchas décadas después.
CT: —Pero fuiste uno de los primeros.
FT: —Sí, yo escribí una crónica para contar esto; para mí todo si está escrito mejor. Prefería escribir antes que usar un micrófono de la radio o lo que sea. Fue en agosto del 2015, o sea, yo ya era un señor de 39 años en ese momento, y claro, en junio del 2015 fue el primer #NiUnaMenos. Es evidente que hay momentos en la historia que despiertan posibilidad, porque con el primer #NiUnaMenos, ¿cuántas mujeres pudieron empezar a decir tantas cosas que habían sufrido? Salvando las distancias, que son muchas, por supuesto, no soy una mujer, pero al no ser heterosexual estoy de algún modo asociado. Lo pude decir en un momento en que también se estaban diciendo muchas cosas por primera vez.
CT: —¿Y te hizo bien?
FT: —Muy bien. Lo que más orgulloso me hizo sentir en ese punto fue que me llame Rufino Varela, un ex alumno del Cardenal Newman, que es un colegio de clase alta, de zona norte. Rufino ahora tiene 60 y pico, y cuando fue alumno padeció abusos sexuales por parte de dos curas, el primero lo abusó, y el segundo, a quién él le fue a pedir ayuda, la ayuda fue abusarlo también. Y Rufino es un padre de familia, tiene dos hijos, es heterosexual, es la persona más diferente a mí, mucho más que vos, lo más diferente a mí que puedas imaginar, porque además es muy católico y yo no lo soy. Rufino pudo contar lo que le pasó, pudo articular una denuncia internacional ante las autoridades del Newman en Irlanda, y además escribir un libro que salió publicado finalmente hace dos años a partir de lo que yo conté. Y te cuento esto como un ejemplo. Me pasaron cosas aún más poderosas, pero la historia de Rufino para mí siempre fue muy importante sobre todo por la vida diferente que tuvo a la mía y, sin embargo, con esa conexión que terminamos teniendo los que padecimos algo semejante.
CT: —¿Y después vos pudiste denunciar?
FT: —No, esto nunca… El primer abuso fue de un vecino que hace mucho tiempo no vive en la Argentina, él era menor de edad, pero era más grande que yo. No era un juego de niños, porque todos sabemos que las infancias tienen su sexualidad, y sus recursos y espacios lúdicos en ese sentido, es decir, juegan; pero no fue el caso. Nunca más súper de él. En Milán con mi esposo en un viaje, me acordé que él vive ahí, agarré Internet, me acuerdo que era la noche de Navidad, y me puse a buscar. Estaba la RAI de fondo y estaba Bergoglio, el Papa, me acuerdo perfecto la escena. Y no dí con ningún rastro. Y el segundo abuso fue… bueno, mi madre manejó todo súper mal.
CT: —Como pudo.
FT: —Podríamos decir que lo manejó como pudo, yo no hice ni siquiera en ese momento terapia. Fue alguien que iba al mismo club al que me llevaba mi madre en verano, y lo único que supe muchísimos años después, porque me lo dijo mi madre, fue: “¿Sabés que ese chico con el que vos tuviste ese problema se hizo travesti?” Ahora me río, pero durante mucho tiempo no me pude reír. De todas maneras no sé qué me pasaría hoy si me los topara. Nunca en mi vida le pude pegar a nadie, y no les pegaría. A veces pienso que hay posibilidades de reconexión desde otro lugar que no sea punitivista, de castigo físico. Lo que pasa es que por ahí no te sale y te dan ganas de matarlos. ¿A vos nunca te pasó algo así?
CT: —No. Nunca. En el ambiente del fútbol estás con hombres constantemente y nunca me tocó pasar por un problema así. Me ha pasado, por ejemplo, una vez en el Carnaval de Río un hombre me vino a ofrecer plata para estar conmigo.
FT: —¿Y qué le dijiste?
CT: —Que no, gracias.
FT: —¿Tampoco te tentó la plata?
CT: —Tampoco, y tenía plata, era importante.
FT: —Esas cosas sólo pasan en el Carnaval de Río.
CT: —Pasé por momentos en que sabés que te están tirando onda. Pero la única vez que me dijeron para tener sexo fue en Brasil, después nunca más.
FT: —Yo te escuché y estás muy enamorado todavía hoy de tu mujer.
CT: —Muy enamorado, es el amor de mi vida.
FT: —¿Cuánto hace que están?
CT: —20 años van a ser. Dos de novios y 17 de casados. Es que, ¿cómo te explico? Me levanto todas las mañanas y sonrío.
FT: —Porque está ella.
CT: —Sí, antes era con cara de culo, y ahora voy y hago el desayuno, y le llevo el desayuno a la cama todos los días hace 16 años, y me gusta hacerlo. Yo soy una persona que es muy difícil hablar conmigo.
FT: —A mí me está resultando muy fácil.
CT: —Pero soy muy difícil. Vos hablás, a mí me cuesta arrancar, soy muy sintético. Pero ponemos una película, o me dice “¿querés hablar?” Entonces a veces digo: “No, no quiero”, pero después voy y digo: “Está bien, te quiero contar que me pasa esto”. Y soy muy duro para decir lo que siento.
FT: —¿Antes de ella estuviste solo?
CT: —Sí, ni bien terminé con Pata, pasé 8 o 9 años solo. La conocí a Adriana y llegó el momento en que dije: “Bueno, esto va para adelante o terminamos”, y fuimos para adelante. ¿Sabés qué es lo bueno? Cuando creen en vos. Yo era un tipo adentro de la cancha que no me importaba quién esté delante mío, no me importaba nada, iba y me la jugaba. Y fuera de ahí era todo lo contrario. Ahora cambié muchísimo, ahora soy un charlatán, antes decía: “Sí, no, bueno, está bien”. Es el amor de mi vida.
FT: —¿No estás con otras minas, no tienen una relación abierta?
CT: —No, no me la bancaría jamás.
FT: —O sea que hace 20 años que estás con ella y nada más.
CT: —Totalmente, no sé cómo me aguanta.
FT: —Cuando estabas con Pata sí iban y venían.
CT: —Tuvimos muchas idas y vueltas, hasta que llegó un momento, en el 90, que se terminó y se terminó. Yo me fui y nunca más hablé de ella, jamás me metí después en la vida de ella y no me interesó para nada. Soy una persona que termina y se terminó, puedo sufrir a mi manera, hacer mi duelo, todo lo que vos quieras, pero para mí se terminó.
FT: —Pero ahí sufriste, me doy cuenta.
CT: —¿Con lo de Pata? La pasé mal, pero no cuando el amor se terminó, porque después uno se va enterando de cosas que a mí no me pareció que estaba bueno que las saliera a contar. No creo que se pueda traicionar a otra persona cuando tuvo una vida. Cada uno se maneja como quiere, yo sé que terminó para mí, y jamás dije nada de ella, hasta cuando me hinchó las pelotas cuando se metió en mi vida o en mi familia, ahí ya no dejo, hasta acá llegamos.
FT: —Lo que te molestó sobre todo es lo que ella quizás decía públicamente.
CT: —Totalmente, no tenía por qué. Yo no soy así, entonces se terminó. Y qué iba a hacer yo, ¿salir a decir “¿qué hiciste, qué no hiciste?”. Está bien, es tu vida, hacé lo que quieras.
FT: —Imagino que también un poco para cuidar a tus hijos.
CT: —Los únicos perjudicados fueron ellos, que la pasaron mal. Es lo que más me dolió, más allá de lo que ella haya dicho de mí o de lo que haya hecho, creo que es un corte ahí, hasta ahí.
FT: —Tu hijo también es lindo, tu hijo también me parece lindo.
CT: —Es simpático, es un personaje. Aparte, lo bueno de ellos es que cada uno hace lo que quiere, lo que siente, y mal o bien saben que tienen las posibilidades de manejarse en la vida con toda naturalidad.
FT: —Te siento muy recto, ese es tu padre policía, ¿no?
CT: —Mi viejo no era ese policía que te decía: “Vení acá a las cinco de la tarde”, nada que ver. Lo de mi hermano fue un acto de decir: “De acá tenés que salir, porque sino vas a terminar mal”. Era re compañero… Pero soy medio chapado a la antigua. Una vez uno de mis hijos me dijo “Pá, no seas boludo”, me agarró un ataque de locura, “¿Cómo me vas a decir así a mí? ¿boludo?”, como si me hubiese dicho un insulto. Me agarró el ataque y es un modismo, pero con mi viejo yo no lo hubiera hecho.
FT: —¿Sabés qué me pasa a veces mirando escenas del fútbol hoy, no de aquellas…?
CT: —¿Ves fútbol?
FT: —No, ¡nada! Escenas, fotos, cosas con las que me cruzo que tienen que ver con el fútbol. Y mucho no les creo tanto compañerismo. Por ejemplo, ahora que Argentina ganó la Copa América, hay algo que me parece un poco falso, siendo quiénes son, astros, multimillonarios. Capaz es un prejuicio.
CT: —Cambió muchísimo, nosotros en el Mundial 78 estuvimos seis meses concentrados, todos los días mirándonos la cara, y te puteas, hay cosas que te gustan, cosas que no. Cuando tenés un equipo no podés estar bien con todos. A veces es más importante que colgarse una medalla llevarla en el alma. Yo no volví a ver nunca más el mundial, vi la final hace dos años por el trabajo, porque me acuerdo de todo, viví todo lo que me dio la gente.
FT: —¿Te pone mal?
CT: —Verlo me saca la fantasía y la locura que yo viví en ese mundial, nos pasaron cosas maravillosas. Mi hijo venía con el video para verlo y le dije: “No quiero ver esto, si querés te lo cuento”. Yo lo disfruté así, hay imágenes mías, hay una foto que es “el abrazo del alma” con un chico sin brazos que nos está abrazando a Fillol y a mí. Ese chico iba siempre a la cancha de Boca, y esa foto la veo cuando sale El Gráfico, porque yo no me acordaba de nada, no me acordaba que había abrazado al Pato.
FT: —Cuando estás tan en la cima, después, no hay más nada.
CT: —Pasé meses después de ganar la Copa del Mundo que decía: “Esto es poco para mí, si yo llegué a lo más alto”. Pero después te golpeás, decís, “jugaste contra los mejores, ganaste el mundial, pero ahora éste que está ahí tiene más hambre que vos y te va a comer el hígado”. Entonces tenés que volver a la realidad, porque el puesto tuyo te lo ganas vos, como entrás, también te sacan; a mí no me tocó en toda mi carrera, porque quería ganar siempre.
FT: —A mí no me interesa nada ganar. No me interesa que el programa de radio que hago esté primero, ni formar parte de un proyecto de televisión que mida 30 puntos de rating. Si mide, que mida, pero sino, no. Sí capaz últimamente me interesa mucho que me lean, porque escribo y si soy más leído me siento mejor, pero tampoco a un nivel atómico. Cuando era muy chico hice un programa de unión de parejas que se llamaba Cupido en un canal de cable, y fue muy exitoso en el 2001, en una Argentina muy diezmada. Cuando terminó yo tenía 27, en el 2003, y no tuve ni un contrato, ni nada que hacer. Empecé a ensayar proyectos, pero viví un largo período a los tumbos. No era padre, estaba solo, me podía arreglar. Pero recuerdo días sin nada de dinero, habiendo tenido; no por haber malgastado, porque me pasó algo en muy poco tiempo y todo el mundo cree que vas a estar ganando más o menos bien, y de repente, no.
CT: —Yo perdí todo, me quedé sin nada, pero sin nada, dormía en un colchón…
FT: —¿Por la droga?
CT: —Fue por error mío también, no fue la droga que me hizo gastar la plata. Fue una equivocación mía, que administré mal y gasté lo que no tenía que gastar también.
FT: — ¿Pero eras propietario, tenías una casa?
CT: —Sí, tenía una casa en Punta del Este, una en San Isidro, y perdí todo, todo. Hice mal las cosas, sí; yo gasté guita que no tenía que haber gastado, sí; no la supe administrar, sí; estaba solo, no escuché a algunas personas… Hoy estoy bien, con un proyecto para meterme en la política, también con mi mujer, ella va como diputada por la provincia de Buenos Aires, yo como concejal en Ezeiza, donde nací. Ese es el proyecto que me mueve ahora, que nos mueve, vamos juntos en esto. Yo veo en vos a una persona que no cree todo lo que puede dar, no a nivel profesional, como hombre; me decís: “Yo con este tipo no estaría”, y estoy hablando con vos, y cuando escuches esto vas a decir que vos no fuiste.
FT: —Es verdad, me cuesta. Hace poco recibí una invitación laboral y me vi una vez más agradeciéndola como si me estuviesen dando una ofrenda, como si hubiese estado en uno de esos días donde no tenía guita. Vos me decías “dormí en un colchón sin nada”; yo, salvando las distancias, me recuerdo algunos meses de 2004 gastando a cuenta, con la tarjeta de crédito, en situaciones muy apremiantes. Y hoy mi situación es otra, pero, a veces, termino agradeciendo como si fuese una limosna, y eso también es el abuso, que te erosiona, y mucho, algo del orden del pode. Te destroza en un plano que tiene que ver con la sumisión, o con cuestiones muy profundas que te hacen sentir, por lo menos a mí, que no me merezco nada. Tengo amigos y amigas muy geniales, que por suerte me devuelven al centro, pero has dado en la tecla, Conejo.
CT: —Es una de las discusiones que tengo con Adriana, me dice: “Vos fuiste campeón del mundo, no. Vos sos campeón del mundo”. Hay cosas que vivimos muy parecidas, el deber de hacer por los demás y, cuando necesitás que hagan por vos, por ejemplo: me ha tocado pedir trabajo con gente del fútbol, que yo había ayudado muchísimo, y algunos te recibían, y otros ni eso. Y te vas cayendo, a mí me pasaba, me pasa, por eso estar tan bien contenido es… ¡ya parezco baboso!
FT: —No, te creo, porque yo también estoy bien contenido. Estoy casado y más allá del “casado”, que es una tontería, estoy muy amparado y sostenido por Tomás. Ni estaría sentado acá si no fuera por Tomás, en el sentido de que no sé si hubiese sido convocado; mucho de mi presente es por él. O sea, yo no le hago el desayuno todas las mañanas, ni mucho menos, pero sí le agradezco un montón.
CT: —Es que hay es ser agradecido con los que te hacen bien ahora, los amigos del campeón antes te abrazaban y después desaparecieron todos.
FT: —¿No te quedaron amigos del fútbol?
CT: —Tengo. El Pato Fillol es uno. Otro muy amigo mío es (Osvaldo) Potente, que jugó conmigo en Boca. Tengo el grupo de los campeones del mundo, que nos chateamos, recuperé a la gente de Ezeiza. No tengo muchos, pero los que tengo... No necesito gente a mi alrededor para ser feliz, mi mujer y yo podemos estar solos mirando la televisión o irnos a tomar un café, con nuestra perra, que es como nuestra hija, no necesitamos público que nos apoye.
FT: —Pero ahora que estás pensando en dedicarte a la política, vas a depender un poco más del público de vuelta, no solamente del público votante, sino también de la mirada, del juicio del público.
CT: —Sí, y no tengo nada que ocultar, voy a tratar de hacer bien las cosas, de ayudar a la gente, no vengo con el piripipí de “yo voy a hacer”, voy a tratar de dar soluciones. No voy por la guita porque no la necesito, gracias a Dios. Voy a probar, no creo que me vaya tan mal, hay tantos políticos que han estudiado y han hecho cagadas constantemente en este país, yo creo que no, no voy a hacer muchas, espero no hacer ninguna.
FT: —Te escuchaba hablando de tu perra y de tu relación, y obviamente a mi me hace muy feliz Teresa, que tiene 12 años. Incluso soy feliz cuando ni siquiera tengo ganas de verla. ¿Por qué no tengo ganas de verla? Porque está entrando en la pubertad y eso me distancia por momentos, a veces me cansa, pero aprendí a negociar el cansancio conmigo y decir: sí, hay momentos en que prefiero que esté en su otra casa o con su abuela, y que nos reencontremos. Teresa es la base de mi felicidad. Yo nunca me imaginé ser padre, y está buenísimo que me haya tocado ella como hija y no otra. Cuando su mamá estaba embarazada yo decía: “Ay, si llega a ser varón, ¿cómo voy a hacer para ir a la plaza a patear una pelota, que es una cosa que no hice nunca en mi vida?”. Y me enteré que iba a ser ella, y me acuerdo de haber respirado hondo y haber dicho “¡Menos mal!”. Después me di cuenta de que era una ridiculez eso también, porque ser padre es improvisar, es probar.
CT: —Es aprender. ¿Qué otras cosas te hacen feliz?
FT: —Tomás me hace muy feliz, y escribir también, y leer, ¿y sabes qué más, Conejo? Hablar con las personas, por eso ahora estoy muy encantado con nuestro intercambio, porque yo trabajo de periodista, no estudié periodismo, en algún momento de mi vida empecé a desarrollar una capacidad de charla, aprendí a hablar con las personas, que es lo único que hago cuando hago periodismo. Cuando hago una nota en la radio a un intelectual o a un artista o a un político, por supuesto eso tiene un atractivo, ahora, no soy ni por asomo tan feliz como cuando va a salir al aire una persona que no sé quién es, que va a compartir parte de su vida. Esa situación me coloca en una especie de abismo, esa curiosidad que me puede despertar cualquiera, de todas las prácticas periodísticas, es la que más feliz me hace. Hoy soy mucho más feliz que nunca, estoy súper contento con mi edad, con mi presente, estoy bastante de acuerdo conmigo mismo, te podría decir “llegó el momento”.
CT: —Me pasaba hoy cuando me estaba cambiando para venir acá a hablar con vos, y venía pensando “¿qué voy a decir?”, porque no condice conmigo estar frente a una persona y contarle las cosas que viví. Aparte no lo conozco, ¿por qué le voy a contar? Y te he contado y he recibido cosas tuyas que me llegan y me gustan, que me emocionan. Veo a un tipo que la luchó, que la pasó bien y la pasó mal, y que sigue adelante.
FT: —Tengo 45 años, creo que hace más de 25 que no hablo tanto con un hombre heterosexual. Y futbolista, campeón del mundo, todo eso, nunca en mi vida, por lo que es una situación totalmente inédita, y podría quedarme hablando con vos tres horas más, lo vamos a repetir me parece.
CT: —Me encantó, y ojalá que nos podamos juntar en otro momento.
FT:—Creo que va a ser así.
CT: —La verdad que fue un placer enorme.
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