“Lo que uno es hoy debe ser por todo lo que hizo antes, o por lo que le fue ocurriendo a lo largo de la vida. Y tal vez la historia de uno empieza antes de que uno nazca”.
Darío Mischener es, ante todo, docente. Es el director del TIC, la especialidad en Tecnología en Información y Comunicaciones de la escuela ORT, donde alienta a sus alumnos a experimentar cosas, fracasar y volver intentar. Algunas de esas lecciones las aprendió en su propia vida: antes de ser docente ayudó a su padre en una fábrica, que cerró en plena crisis del 2001 y él tuvo que reinventarse.
Hoy se dedica 100% a la educación no formal, vio alumnos suyos consagrarse en concursos de innovación a lo largo del mundo, y dice que no solo ganan él y ellos sino también la sociedad, porque muchos de los inventos que desarrollan tienen impacto directo en nuestra vida. ¿Pero cómo llegó hasta aquí? Como en cada entrega del ciclo, lo cuenta él mismo en primera persona.
“Me quiero remontar a mi madre rumana ingresante a Argentina. Se nacionalizó ya de más grande y era enfermera. Mi padre era argentino y tenía una Pyme, pequeña y mediana empresa metalúrgica y luego del plástico, con lo cual la economía del hogar iba y venía. Como una Pyme argentina.
Nací en Lugano, hice la escuela primaria en Mataderos. Trabajé en la fábrica desde los 12 años y medio más o menos, me habían puesto a engrasar tornillitos, después alcanzaba herramientas, después empecé con algunas máquinas... Mi viejo no quería que use el balancín porque es peligroso y yo trataba de aprender también. Me metía por todos lados. Con lo cual la industria y los fierros eran más o menos lo mío.
Cuando llegó el momento de elegir el secundario conocí la escuela ORT y me encantó. En ese momento le dije a mi padre: ‘Mirá, si la podés pagar estaría bueno’. Y obviamente no podía. Fue a hablar y entré a la escuela. Tuve una secundaria espectacular, aprendí un montón. Y el gustito por la educación me vino por el lado de la educación no formal, por ser líder de grupos juveniles, entonces en Macabi, el club de la comunidad, empecé el curso de líderes.
Creo que marca mucho esa etapa de la vida ¿no? La etapa de la juventud es como que te marca quién vas a ser después. Yo hago mucho hincapié en esa etapa. Y la verdad que tuve una muy buena escuela.
Estudié educación no formal dos años y después lo apliqué cuando estuve a cargo de grupos juveniles. Y después seguí en la industria, pero la industria no seguía. O sea, yo seguía en la industria pero la industria no tanto. Lo veía a mi viejo muy deprimido, muy mal, y por suerte yo entré a trabajar en la docencia y en el área tecnológica. Trabajé siempre en el área de tecnología de educación y siempre innovábamos, tratábamos de hacer cosas. Nos presentábamos a concursos de innovación educativa, innovación en tecnología. Y tuvimos la suerte de ganar un concurso que me llevó a capacitar a España, de Fundación Telefónica. Me acuerdo que le dije a mi viejo: ‘Yo me llevo un par de productos en la valija, termino el curso y me quedo vendiendo allá’. Acá no se podía vender nada, vamos a vender a España. Y aparte había intentado conseguir un inversor para la industria porque ya no había capital.
Hice eso. Llegué a un comercio a vender y recuerdo que era un comercio muy pequeño, muy pequeño, en las afueras de Madrid, y vendí más de lo que mi viejo vendía acá en un mes. Después me fui a Barcelona y logré conseguir un distribuidor para toda Europa del producto. Claro, cuando volví le dije: ‘Viejo, la culpa no es tuya, estás en el lugar equivocado’. Porque esto era el 2001. De hecho cuando pasé por Migraciones yéndome de Ezeiza la chica de Migraciones me dice: ‘Se ve que te vas a laburar, no vuelvas’. O sea uno sentía que el avión despegaba y que quedaba un cráter atrás.
Pero volví. La industria empezó a despegar un poco con estas ventas, después logramos vender en Estados Unidos, qué sé yo, y yo seguía laburando de docente en la escuela porque no había forma de sacar plata en la fábrica.
Y bueno, los gobiernos trabajaron tan bien para que la industria desaparezca, que lo lograron. Se hizo lo que se pudo, hasta que mi viejo murió la industria quedó y después ya está, no se pudo más”.
Su vida de docente
“En la escuela yo entré como profesor de enseñanzas prácticas dando electricidad muy pocas horas, después fui profesor en electrónica, después en área de tecnologías de ciclo básico en tecnologías integradas, después en tecnologías de procesos productivos y un buen día la escuela dice ‘bueno, tenemos dos especialidades que son informática y electrónica en la sede Belgrano, y en el mundo ya se viene una integración’... o ya se veía una integración muy fuerte. Y la escuela decide generar una nueva especialidad llamada Tecnología en Información y Comunicaciones (TIC), y me convocan para desarrollarla.
Y ahí planteamos la especialidad como una especialidad basada en aprendizaje por proyectos. El aprendizaje por proyectos es magnífico porque en el centro del aprendizaje está el alumno, y su deseo y su interés. Entonces lo genial es que no es el docente el que empuja el carro si no que es el alumno el que te demanda que le enseñes para poder desarrollar eso que él quiere desarrollar. Y si a eso uno le suma que eso que hace el alumno puede tener un impacto positivo en la sociedad, por ejemplo hace un proyecto vinculado a discapacidad, a la tercera edad o a algún sector en el que el aporte de tecnología haga un cambio profundo, aparte de hacer un proyecto escolar uno tiene una satisfacción personal.
El adolescente que quiere cambiar el mundo, y que naturalmente tiene mucha energía, tiene un arma muy poderosa si es bien canalizada esa energía. El impacto positivo en la vida de un chico, que a su vez cambia la vida a otra persona, es enorme. Entonces somos ahora un equipo de docentes que llevamos adelante una especialidad que empezó muy chiquita hace 17 años y hoy es una de las especialidades más grandes, con mayor cantidad de alumnos.
Creemos que el alumno se siente realizado al hacer lo que quiere hacer y elegir su propio camino. O sea, ellos pueden querer hacer, integrando tecnologías, pueden querer desarrollar un videojuego por ejemplo, pero aparte cada uno de los alumnos va a elegir si se involucra desde el software, desde el arte digital, desde dónde se va a involucrar en ese proyecto, y él es el responsable de llevarlo adelante. Ahora, si ese videojuego en lugar de ser un videojuego simplemente recreativo es un videojuego que apunta a la difusión de deporte adaptado y nos juntamos con CILSA, una ONG que nos trae personas que hacen básquet sobre silla de ruedas y atletas, mucho mejor porque le falta difusión al deporte y el lugar del videojuego es un buen lugar para entrar a la difusión. Ahí logramos un proyectazo. Y es un videojuego y es lo que los chicos quieren desarrollar.
Ahora hay unos chicos que están haciendo un proyecto para detección temprana de incendios con tecnología satelital para cualquier lugar del mundo. Entonces vos tomás imágenes satelitales en tiempo real, las analizás y avisás en tal lugar hay un incendio, a tantos kilómetros del puesto de bomberos que está en tal otro lado. Y podés hacer una prevención o atacar ese foco de incendio cuando todavía es fácil atacarlo. Y lo hacen pibes de 17 años. Entonces yo creo que ahí es donde uno se siente realizado, cuando el chico aprende y en el proceso colabora y ayuda a otro.
A mí el trabajo me dio muchas satisfacciones. Yo pude viajar a un montón de lugares y aprender un montón de cosas. Estuve en un evento en Londres sobre ciencia; ganamos un concurso de TIC Américas con un grupo presentándonos en Lima, Perú; me invitaron de una universidad de Japón porque necesitaban más diversidad en la universidad y buscaban alumnos de distintos lugares del mundo y dijeron vení a ver qué te parece la universidad allá. Viajé a una fábrica de satélites a ver cómo se fabrica un satélite en Uruguay; fui a Israel con un concurso que ganaron alumnos nuestros, también ganaron un concurso de Albert Einstein, y Einstein era un ídolo mío de la juventud, yo en ese momento leía un montón de cosas de Einstein y nunca imaginé que iba a ganar un concurso Albert Einstein tutoriando a un alumno de repente.
Entonces creo que hay un montón de cosas que a uno le van pasando que después se ven con el tiempo. O visitar campos de concentración y exterminio acompañando alumnos en Polonia. Ese ida y vuelta, cuando nos enriquecemos todos, el alumno, el equipo de trabajo y uno, es lo más importante, y en el proceso enriquecer a la sociedad. Eso es un poquito lo que queremos lograr”.
Preguntas para Darío
Como en cada encuentro de Cómo Llegué Hasta Aquí, los presentes pudieron conversar con el protagonista al término de la charla. Las preguntas para Darío fueron muchas alrededor de su método de enseñanza y sobre qué análisis hace de la educación en pandemia.
—¿Cómo fue ese momento en que resignaste lo que tenías, la fábrica de tu viejo, y decidiste seguir tu camino por otro lado?
—Cuando las cosas no andan bien yo busco qué falló, qué anduvo mal. Y un poco esto de poder demostrar que no era el producto, que no era el precio, que no era la calidad, que no era el mercado sino que eran las condiciones del país,... yo entiendo que mal de muchos es consuelo de tontos, pero cuando se desmoronan todas las Pymes del país es difícil sobrevivir a eso. Y fue lo que ocurrió en Argentina en un momento dado en la historia, y espero que no vuelva a ocurrir. Pero ahí, cuando determinás que no sos vos el que tuvo la culpa, o que no fue tu estrategia comercial, ahí decís bueno, lo otro no lo puedo operar. Y si sobre eso no puedo actuar, voy a buscar otro camino. Si por acá no se puede se debe ir por otro lado. Yo leí mucho a Einstein. El tipo nació siendo judío en Alemania en el peor momento para nacer, el peor momento histórico. Y bueno, en un momento dijo ‘yo no quiero esta ciudadanía’ y fue ciudadano del mundo. Y en un momento le mandaba cartas a Mussolini diciendo no le haga esto a su gente. O sea un tipo que la tuvo difícil y que fue encontrando su camino, y fue esquivando feas feas y cambiando la historia de la humanidad en algún punto. Entonces si tenés esos referentes... Bueno, me tocó este momento, vamos para adelante igual, y vamos para adelante cambiando la historia.
—¿Cómo le transmitís esto a tus alumnos?
—Tenemos una frase que le repetimos mucho que es: “Fallar temprano es un éxito”. O sea, del error uno tiene que aprender, si vos aprendés del error es un éxito. Ya sabés que así no, sabés cómo no, no sabés cómo sí, pero así no. Bueno, ahora probemos así. Así no. Bueno… Cuanto más temprano pruebes soluciones, más soluciones podés probar y más chances de encontrar el camino correcto tenés. Mi generación fue una generación donde el error era un fracaso y el fracaso era castigado. Y me parece que está mal, el error es parte del aprendizaje y tiene que fomentarse el cometer errores para crear aprendizaje. Cuantos más errores cometés, más aprendés. Nosotros las primeras prácticas que hacen los chicos no tienen nota, primero porque creo que la nota no sirve para mucho, pero por otro lado si yo estoy generando que vos tires ideas, que tires soluciones, que propongas, que hagas, y cuando te equivocás te voy a castigar... no vas a intentar nunca más nada. La idea es probá, probá, probá y fijate vos si fallaste o no, busca la autonomía también en descubrir cuándo fallás y cuándo acertás, y no esperés al docente, o esperarlo desde otro lado. Yo la verdad no espero que otro me diga: “Che, que bien lo hiciste”. Trato de saber yo si lo hice bien. Tener alguna variable, algún tablero de comando, decir bueno, si subió esto y bajó aquello es porque el camino viene bien, si no pasó esto va a haber que ajustar por acá.
La educación de mi época era: si un docente pregunta algo no contestes hasta no estar seguro de que la respuesta es correcta, porque sino la vas a pasar mal. O sea, si no vas a dar la respuesta que espera el otro, la vas a pasar mal. Y yo trato de que eso no ocurra de ninguna manera. Tirá tu propuesta y vos mismo tenés que evaluarla, y si no busca ayuda para evaluar si es la correcta. Puede ser correcta y no la mejor, o puede estar bien y no ser el mejor camino también. Pero bueno, va a haber que transitarlo para ver eso. Entonces un poco lo que uno trata de hacer es eso: si te equivocás, volvés a intentar, no es nada terrible eso. El mejor lugar para equivocarse es la escuela, es donde los chicos se tienen que equivocar.
—Mi consulta era sobre el tema de la educación en pandemia. ¿Qué errores tuvieron y desde la perspectiva docente en qué enfoques ajustarían?
—Mirá, errores en la educación en pandemia te diría que en los primeros tiempos todos. Todo lo que hicimos fueron todos errores. Porque lo primero fue intentar replicar la presencialidad en la pandemia. Eso fue lo que tratamos de hacer naturalmente y por supuesto fue un fracaso estrepitoso. Después empezamos a entender un poquito y a encontrar algunas ventajas. Por ejemplo, nosotros solemos traer muchos expertos y especialistas a hablar con los alumnos, que no sea solo el docente, que sea gente de la industria, de la academia, algún referente que venga y hable con los alumnos. Resultó ser que era mucho más fácil traerlos haciendo dos clicks que estacionando el auto en la puerta de la escuela. Y empezamos a poder tener muchas más charlas. Nosotros hacemos eventos donde los chicos muestran sus proyectos y los hacíamos presenciales durante tres días y venía toda la comunidad, fue declarado de interés público, científico, tecnológico. Y viene mucha gente de los medios de comunicación, de las universidades, de la industria. Mucha. Creíamos que era mucha. Y en pandemia dijimos la tenemos que hacer igual, nuestros chicos tienen que poder mostrar lo que hacen, porque aparte es un aprendizaje, o sea se ponen en juego otras habilidades, no solo las del hacer el producto sino las de exponer, presentar la exposición, hay un montón de habilidades interpersonales que se ponen en juego. Entonces la tenemos que hacer igual. Y lo hicimos en la virtualidad y nos encontramos con que vino muchísima más gente, casi el triple de público, pero no solo eso, de distintos países. Entonces dijimos che, estuvimos haciendo esto mal. ¿Por qué no lo hicimos antes? ¿Por qué lo hicimos siempre presencial pudiéndolo haberlo hecho mixto en todo caso? Entonces ahora lo haríamos mixto.
—¿Ayuda la virtualidad?
—Me parece que la virtualidad en algunos aspectos ayuda y en otros perjudica. Nosotros pudimos desarrollar un altísimo porcentaje de los contenidos. Lógicamente la materia mía por ejemplo de hardware, donde en la escuela desarmamos computadoras y vemos por dentro y la volvemos a armar y qué sé yo, no te puedo decir desarmá la de tu casa. Eso no se pudo hacer. Enchufamos cosas a 220 voltios, yo sin la supervisión de un docente no te voy a pedir que enchufes algo en tu casa. O sea, hay cosas para las cuales la presencialidad es imposible de sustituir. Para la cuestión vincular; es muy difícil trasmitir afecto, conmover a través de una pantalla, los actores lo saben hacer, nosotros no tanto. Pero hay otros contenidos que se ven facilitados. O sea el dividir a los chicos en equipos y poder recorrer las salas en un click… Tardamos mucho menos, podemos estar mucho más tiempo con los chicos que en registros, y tránsitos y cosas raras que tenemos que hacer cuando estamos en la presencialidad. Entonces me parece que tendríamos que ir a una cuestión mixta. Pero no mixta caprichosa mañana tarde, digamos, es mixta pensada.
Qué cosas debieran quedar en un formato, qué cosas debieran quedar en otro, y rearmar la escuela en función de lo mejor para un formato y lo mejor para el otro. Pero creo que la presencialidad 100% nos hace perder un montón de posibilidades y la virtualidad 100% también. Entonces seguramente en el medio, el medio no es el 50%, posiblemente sea el 70, pero hay que agarrar lo mejor de los mundos y creo que tendríamos que ir a eso.
Por: Joaquín Sánchez Mariño. Fotos: Gustavo Gavotti
Agradecimiento: Usina del Arte y Susana Mitchell, Coordinadora Laboratorio de Comunicación y Medios-FCS-UCA y Fontenla (Furniture Design)
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