Andrea Frigerio: de la biología a ser modelo y desilusionar a su padre, la pasión por actuar y por qué nunca se hará cirugías estéticas

Por qué estudió biología, cómo llegó a hacerse conocida después de más de un año de castings sin suerte, el miedo de su padre cuando le dijo que iba a ser modelo, la vez que fue doble de las Trillizas de Oro, el día que descubrió su vocación por actuar y por qué nunca se sacó el apellido de su ex marido

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La charla completa de Andrea Frigerio en el ciclo Cómo llegué hasta aquí.

“Bueno, acá estoy”.

Calla unos segundos después de sentarse. El auditorio la contempla y comparte el silencio, atónitos aún de verla atravesar la sala con su altura y sofisticación característica. Es que Andrea Frigerio no pasa desapercibida cuando llega, y a lo largo de una hora contará cómo fue llegando a los distintos lugares que la vida le tenía reservados. Del modelaje a la conducción, de la conducción a la actuación, al rol de empresaria, y a su regreso al primer amor: la biología. En primera persona, con cada una de sus palabras, esta es su historia.

“Soy Andrea Frigerio. Para los que no me conocen, soy una mujer de casi 60 años (este año cumplo 60) y estoy casada con Lucas Bocchino, con quien estamos hace casi 30 años juntos. Antes estuve casada con Eduardo, el papá de mi hijo mayor, que se llama Tomás; y con Lucas tengo una hija que se llama Josefina y le decimos Fini. También soy la abuela de tres niños muy lindos: Olivia, Ramón y Jacinta”, comienza.

“Empecé mi carrera como modelo, pasé por la televisión como conductora de programas de entretenimientos y de a poquito me fui dando cuenta de que tenía que darle paso a la actriz, en la que me siento muy cómoda y con la sensación de haber llegado al lugar donde quería estar desde siempre. No me había dado cuenta antes de que éste era mi lugar, mi pasión, mi vocación; me costó muchísimo darme cuenta”, continúa.

“Soy la hija de Enrique, ingeniero civil que murió hace tres años; de Marta, una maestra rural que empezó su carrera docente a los 18 años, una mujer muy delicada, muy suave pero muy fuerte, que defendía mucho su libertad y su ser mujer desde la fortaleza. Mi papá, además, fue un gran deportista: fue Puma y quiso hacer de mí una gran deportista... y no lo logró, yo no juego ni a la bolita y no soy nada competitiva. No me gusta la competencia con los demás, sí me gusta la competencia conmigo y mejorar, ser mejor que la Andrea de ayer y mejor todavía que la de antes de ayer. Pero en el terreno social y profesional no soy una persona competitiva”.

“Cuando terminé el colegio había muchas carreras pero no tantas como ahora que cada vez es más difícil elegir. Había un libro que se llamaba el Manual de Eudeba, donde estaban todas las carreras, y yo dije bueno, voy a estudiar Biología en la Universidad de Buenos Aires. Ya decirlo me llenaba la boca, yo voy a ser bióloga, voy a estudiar en Ciudad Universitaria y después me voy a dedicar a la genética. Y di el examen y entré, que fue una cosa rarísima, para mí fue mágico, algo pasó ahí porque yo no era tan buena alumna ni entendía todo tan rápido, sin embargo estudié mucho y entré a la universidad, había muy pocas vacantes, había como 50 vacantes y había como 1.200 postulantes y entré, fue increíble. Yo cuando vi esas planillas en Ciudad Universitaria y me vi creo que estaba 49, no es que era la 1, estaba ahí y no lo podía creer”.

“Empecé mi carrera como modelo,
“Empecé mi carrera como modelo, pasé por la televisión como conductora de programas de entretenimientos y de a poquito me fui dando cuenta de que tenía que darle paso a la actriz", resume Andrea al comienzo de su charla.

Y entré a estudiar biología y ahí me llenaron de dedos la cara. Todo mal, todos los exámenes venían con 2, 3, 4, tenía que darlos de vuelta. Tanto es así que me acuerdo que me junté con una compañera para estudiar el primer parcial de Introducción a la botánica el día anterior, porque pensé que era como en el colegio que estudiabas la prueba el día anterior, y bueno, creo que me saqué un 1. Y así arranqué la carrera de Biología”.

“Después me repuse un poco, porque me acomodé, me di cuenta de que todo era responsabilidad mía, pero me costó un montón. Aprendí muchísimo, llegué hasta dos tercios de la carrera, tuve un solo 10, en Física, con una tesis que presenté, y después me quedé embarazada de mi primer novio, de Eduardo Frigerio, y nos casaron”.

“No sé qué decirles pero me pusieron el vestido blanco, me metieron en la Iglesia, en esa época si te quedabas embarazada te tenías que casar, y nos casaron. No es que me casaron, nos casaron y éramos dos niños: yo tenía 19 y Eduardo tenía 22, 23. A los 6 meses nació Tomy, dejé la carrera de Biología porque tenía que empezar a trabajar y no tenía ni idea qué hacer, ni idea, y una amiga me dijo: ‘Ofrecete en las agencias como extra de publicidad’. Y así fue”.

“Me anoté en una agencia como extra de publicidad y no me llamaron nunca. Hasta que me empezaron a llamar para hacer castings de publicidades de productos, chocolates, desodorantes y todo eso, pero tampoco quedaba. Hasta que le dije al señor de la agencia: ‘Mire, no me llame más porque no tengo cómo dejar a mi hijo, para mí es un lío, tengo que tomar un taxi y no tengo plata, tengo que ir hacerme las uñas a la peluquería y no puedo’. Yo no iba a la peluquería porque no tenía plata, tenía que pedirle a mi mamá, a mi papá, que me prestaran... y le di tanta lástima al tipo que me mandó directamente a hacer una publicidad, sin casting, sin que me elijan”.

“¿A dónde me mandó? A una productora. Llegué, me senté, había un montón de gente, era un galpón enorme, pasaron las Trillizas de Oro, que en ese momento eran tres megaestrellas, con un montón de niños rubios... Y para mí eran como Madonna, no lo podía creer. Y a la media hora, cuarenta minutos, salió una mujer de adentro con una carpeta en la mano y dijo: ‘¿La doble de manos?’. Yo estaba sentada. ‘A ver -me dice y viene así como caminando entre la gente-, a ver vos mostrame las manos. Sos vos, vení’, me dijo. Y me metió para adentro y así empezó mi carrera como modelo, haciendo de doble de manos de las Trillizas de oro. ¿Y qué hacía? Me habían puesto un pañal arriba de una mesa con un croma verde y con esta mano tiraba una jarra de líquido azul y mientras tiraba el líquido apretaba el pañal y después la canción cuando terminaba la publicidad decía: ‘Absorción’. Y yo me reía porque pensaba que estaba en cámara. O sea, era mi dedo nada más”.

Si bien cuenta que no
Si bien cuenta que no tenía una vocación definida, Andrea se anotó en la carrera de Biología en la UBA. Su primer trabajo sin embargo fue en una publicidad, como doble de manos de las Trillizas de Oro.

Así empezó mi carrera. Yo no tenía una vocación definida, sí me gustaba la biología, me gusta hoy, soy apasionada de los procesos metabólicos, estoy siempre atenta a las cuestiones científicas, genéticas que aparecen, lo leo, lo entiendo, me gusta, me divierte, pero no era mi vocación. Sin embargo, esa niña que jugaba a ser Blancanieves que había sido yo se fue dando lugar a los codazos, para finalmente llegar muchos años después a crecer como la que soy hoy, y a presentarse como la que soy hoy, que me costó mucho”.

“Tengo casi 60 años y hace 15 o 20 años que estoy haciendo exactamente lo que quiero hacer y que me hace muy feliz. Y todavía siento que tengo mucho por dar, mucho por crecer profesionalmente y personalmente, porque si bien no es lo mismo, va muy de la mano. Yo siento que a medida que voy avanzando en mi conocimiento personal va además creciendo mi oferta de emociones como actriz”.

Nosotros los actores necesitamos entrenar nuestras emociones para tenerlas a mano como si fuese un cajoncito donde digo: de acá saco la alegría, de acá saco la tristeza, de acá saco un poquito y hago una mezcla, un blend, un tuco de todas esas emociones, y presento ese personaje. Y cuántas más emociones yo vaya consiguiendo, más vaya conociéndome a mí misma, más tengo para dar”.

“Mi madre era la que insistía más con que yo desarrollara mi cuestión artística, así que las reacciones de mi padre y de mi madre fueron diametralmente opuestas. Mi mamá era mi fan número uno. Yo terminaba una entrevista y decía unas burradas tremendas y la llamaba y le decía: ¿mamá, qué tal estuve? ‘Espectacular’, me decía, ‘la más linda, la más buena, la más inteligente’. Para mi mamá yo era todo. Mi papá creo que se murió sin entender por qué me llamaban a mí para hacer una entrevista. No se dio cuenta nunca, al final por ahí sí, pero para él fue como una decepción cuando yo le dije que iba a dejar la carrera y que me iba dedicar a ser modelo. No me voy a olvidar nunca su cara. ‘¿Modelo?’, me dijo, ‘No, pero yo no te crié para eso’. Y bueno, pero yo tengo que hacer eso porque voy a empezar a trabajar”.

“Hay que pensar que en la generación de mi papá la palabra modelo tenía otras connotaciones. Él no se dio cuenta de que yo iba a ser una modelo de moda, de alta costura y aledaños, a él modelo le sonaba más a una cuestión medio peyorativa, entonces le pareció horrible. Después se dio cuenta de que no, que no pasaba nada, que era mi modo de vida, y que yo era la misma chica de siempre, que no había cambiado los valores, pero le dio miedo. Yo me doy cuenta de que le dio miedo a mi papá”.

“Tengo casi 60 años y
“Tengo casi 60 años y hace 15 o 20 años que estoy haciendo exactamente lo que quiero hacer y que me hace muy feliz. Y todavía siento que tengo mucho por dar", dice, en relación a su rol de actriz.

“Obviamente esa publicidad de manos no fue la que lanzó mi carrera, pero ese mismo tipo que me mandó a hacerla (que se llama Roberto Visaggio), después de hacer eso me dijo: ‘Te voy a mandar a hacer un casting que están buscando una chica igual’. Y en ese momento yo creo que se alinearon los planetas, de golpe como que se dieron cuenta de que yo existía”.

“Yo pasé un año u ocho meses haciendo casting, casting, casting, y de ahí que me llamo Andrea Frigerio, porque me ponían en la plaqueta Andrea Mitchelstein de Frigerio, y todos me decían: ‘¿Te puedo decir Andrea Frigerio? porque no me sale’. Sí, dale, decime Andrea Frigerio, y desde ahí me quedé con ese apellido. Ya hoy digamos que es una marca registrada. Lo quise cambiar cuando me separé de Eduardo y me acuerdo que Carlos Montero, que era el gerente de programación de América, me dijo ‘no, porque nadie sabe quién es Andrea Mitchelstein’. Así que ahí me quedé con ese apellido”.

“Cuestión, a partir de ahí me empezaron a llamar de todos lados al mismo tiempo, quedaba para dos chocolates que eran competencia, y yo tenía que elegir uno... De golpe me descubrieron y me convertí en una chica de moda para las publicidades. Y ahí me vio Ricardo Piñeiro, que fue mi representante en el mundo de la moda, y me llamó, me dijo que me quería conocer. Y ese mismo día que fui a su agencia me mandó a Editorial Atlántida e hice mis primeras fotos para Para Ti. Ahí empezó mi carrera como modelo en el mundo de la moda y fui abandonando de a poco la publicidad”.

“Cuando empecé en el mundo de la moda no era lo que más me gustaba, me parecía aburrido, no sé, yo trataba de comunicar cosas con el cuerpo, con la cara, pero no era un trabajo que cuando llegaba a casa decía ‘qué bueno lo que hice hoy’. No. Era bastante aburrido. Pero me pasó que la gente de la moda me recibió muy bien y entré en un mundo donde me sentí muy cómoda, mis compañeras, las productoras, los fotógrafos, me gustó ser parte de eso, entonces me divertía en la previa de un desfile y no en el desfile”.

“Éramos famosas pero en el mundo de la moda, para el que estaba interesado en las revistas y todo eso por ahí, pero después la gente no sabía ni quién eras, a pesar de que éramos muy pocas. Hoy hay muchas más modelos y son más anónimas, pero en ese momento éramos 12, como mucho, y todo el mundo sabía quién era Andrea Frigerio, quién era Mariana Arias, esta es Teté, Mora, no sé... Pero éramos conocidas en un mundito, no éramos famosas”.

“Cuando empecé en el mundo
“Cuando empecé en el mundo de la moda no era lo que más me gustaba, me parecía aburrido", cuenta Andrea.

“Luego pasó que Juan Alberto Badía recibió en su programa a Eduardo (que entonces seguía siendo mi marido), y ahí me conoció a mí y ahí me ofreció ser co-conductora con él de un programa de entretenimientos. Ahí empezó mi carrera en la televisión y dije: esto me gusta más que ser modelo, me divierte más. Y casi que dejé abruptamente el mundo de la moda”.

“Y me fue bien, empecé a trabajar y cuando terminaba un programa me llamaban y empezaba otro, hasta que me convertí en una conductora. El programa donde yo me consagré (todo entre comillas, porque estamos hablando de un programa en Argentina, nada más), fue un programa que se llamaba Viva la diferencia. Era de entretenimientos, casi los orígenes del Bailando, porque ahí la gente bailaba y cantaba, y nos reíamos. Y teníamos una marca de rating muy importante para un canal que tenía una pantalla fría, y ahí entonces me llamaron para hacer otros programas, pero quiero pasar a la actriz”.

“Tengo otro mentor, que en realidad fue influenciado por su mujer, que es Francella. Él me llama para hacer Poné a Francella porque su mujer, María Inés, le dice a Guillermo: ‘¿Sabés a quién tenés que llamar para este nuevo ciclo de Poné a Francella? A Andrea Frigerio’. Guillermo me había visto en una cámara oculta del programa de Tinelli, le había gustado lo que yo había hecho, entonces me llamó y me confesó: ‘Mirá, mi mujer me insiste con que quiere que vos estés en el programa ¿qué te parece?’. ‘Me parece mejor que me invites a hacer un sketch y veamos si te parece, porque vos sos el que sabe acá', le dije. Y bueno, me invitó, fui a un sketch, y le gustó”.

“Después me dijo: ‘Te voy a poner en dos o tres fijos durante el año por semana’, y después terminé haciendo todos los sketch y un montón de comedias dentro del programa. Y a partir de ahí como que me descubrieron como actriz”.

“Hasta que en un momento apareció el cine en mi vida. Eso lo pedí muchísimo, venían con una cámara y me decían: ‘Andrea ¿alguna asignatura pendiente?’ Quiero hacer cine, decía yo. Y un día me llamaron para hacer cine, hice primero un personaje muy chiquito en una película que se llama Pasaje de vida, de Diego Corsini, y después hice El ciudadano ilustre, y a partir de esa película no paré de hacer cine y de darme cuenta cuán feliz soy haciendo lo que estoy haciendo”.

Los jóvenes presentes en el
Los jóvenes presentes en el auditorio pudieron hacerle preguntas a Andrea al respecto de su carrera, su vida y sus ideas sobre los cambios en el mundo de la moda.

Preguntas para Andrea

Como en cada encuentro, los presentes en la Usina del Arte pudieron conversar con la protagonista al término de la charla. Las preguntas para Andrea fueron muchísimas, y respondió a todas ellas con entusiasmo. Algunas de ellas las compartimos aquí.

—¿Y cómo te llevaste siempre con algo que es clave en tu oficio que es con la mirada del otro, ser siempre mirada por otros, la mirada de otros cómo fue en tu vida?

—Desde muy chica tengo bastante poco registro de la mirada del otro, pero no lo ejercité, la verdad que es algo que me vino, cuando me dieron las cartas me vino eso. No quiere decir que no tenga conciencia del otro, al contrario, estoy bastante pendiente de que el otro esté bien, de cuidarle la alegría al otro. Estoy pendiente de que el otro esté bien, pero mi mirada sobre lo que opine sobre mí desde que soy muy chica nunca me importó nada. Siento que no soy una moneda de oro que le gusto a todo el mundo, y entonces no me preocupo por gustarle a todo el mundo. No me preocupo por ser querida por todos. Es lindo que te quieran, por supuesto que es lindo, pero para mí no es lo más importante. Parece una postura o una cosa superficial, pero realmente no me importa lo que opine el otro.

—¿Cómo vivís el paso del tiempo, tanto en el espíritu como en el cuerpo?

—El paso del tiempo... Que el tiempo pase y que yo no lo aproveche sería el peor de los castigos. Y cuando digo no lo aproveche digo no crezca, no aprenda, no esté con las antenas paradas y no esté entusiasmada, siento que yo soy joven y no me importa la edad que tengo porque mi entusiasmo me define como una persona joven, tanto tiempo te dure el entusiasmo tanto tiempo te va a durar la juventud. Entonces, si me decís ¿te gustaría tener la piel como la tenías a los 23 años? Sí, pero si la tengo que cambiar por mi experiencia o por lo que aprendí no, te agradezco, quedate con la piel, yo me quedo con lo que tengo.

—¿Nunca te hiciste o pensaste en hacerte alguna cirugía?

—Yo no me hice ninguna cirugía ni me voy a hacer, es una decisión que tomé a los 40 años, hace casi 20. A los 40 es el momento en el cual uno, si quiere hacerse cirugías se tienen que hacer muy de a poquito, porque si no después quedas con cara de asustada, te ponés unas mariposas acá atrás y empezás a dar vueltas y te convertís en un monstruo. Entonces en ese momento dije: ‘Bueno, se me va a empezar a caer un poco, ¿qué voy a hacer? Me la voy a bancar’. Al principio no pasaba nada, todo estaba en su lugar y no veía grandes cambios. Después, cuando empezaron a haber algunos cambios, se murió mi mamá. Mi mamá era bastante parecida a mí, y yo la encontraba en el espejo a mi mamá. Me miro hoy y la veo, veo sus ojos, veo su boca, su expresión. Y dije: ‘¿Yo me la voy a ir a sacar a un quirófano a mi mamá? ¿Se la voy a regalar a un cirujano? No, entonces decidí ahí tajantemente decir esto no lo voy a hacer jamás, y eso también se agradece mucho en el cine, porque una cara muy tocada, muy operada, es como un pianista con los dedos atados, que cuando quiere interpretar le cuesta mucho porque necesita la agilidad para poder tocar las teclas, y para nosotros esto es nuestro instrumento, es nuestro don más preciado. Entonces yo no me lo puedo atar, sujetar o modificar, porque estoy colaborando para mal en mi carrera.

Andrea Frigerio en la Usina
Andrea Frigerio en la Usina del Arte tras la charla para el ciclo Cómo Llegué Hasta Aquí,

—Actualmente es visible una crítica hacia los parámetros de belleza, los que suele o solía haber en el mundo de la moda. ¿A vos te tocó sufrir eso?, ¿tuviste situaciones en que te sentiste mal o incómoda?

—Bueno, celebro que haya evolucionado el mundo y creo que estamos en vía de desarrollo respecto al tema de las individualidades. Cuando era chica yo era muy flaquita, la primera en la fila, tenía las patitas muy finitas entonces se usaba el uniforme hasta las rodillas y las medias hasta las rodillas y no se me veían las patitas. Me sentía que era muy flaca y me gustaban las chicas que eran más formadas, que tenían las piernas más musculosas, que eran más bajitas, me gustaban. Yo las veía y decía “ay, cómo me gustaría ser así”. Y yo no era así, entonces lo sufría. Después resultó que eso fue lo que me dio el trabajo: haber sido flaca y tener esas características fue lo que años más tarde resultaba dentro de los cánones de belleza, era lo más atractivo para estar en las tapas de las revistas y todo eso. Lo viví y lo sufrí, pero tampoco era que yo tenía un trauma, no era que yo lloraba, para nada, lo veía, objetivamente lo veía, y decía cómo me gustaría ser como Margarita Ruiz, que era mi compañera, que era más redondita y qué sé yo... Y después me pasó que lo disfruté, pero volviendo a lo que te decía antes, siento que todo ese paso del tiempo hizo ganar respecto a la aceptación de unos y otros, y eso me encanta: que nos aceptemos. No estoy diciendo algo políticamente correcto, estoy diciendo lo que realmente siento, que está bueno que nos aceptemos diferentes, porque en la diversidad está el aprendizaje, poder intercambiar las diferencias. Estoy totalmente en contra de las etiquetas, de las cajas, de las clasificaciones, casi te diría que estamos en vías de que todo eso desaparezca. ¿Difícil? Sí, pero no imposible. Yo celebro las diferencias.

Por: Joaquín Sánchez Mariño. Fotos: Gustavo Gavotti

Agradecimiento: Usina del Arte y Susana Mitchell, Coordinadora Laboratorio de Comunicación y Medios-FCS-UCA y Fontenla (Furniture Design)

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