Mariana Genesio: la transición de género, de la prostitución como única salida laboral al arte y el amor que le cambió la vida

La actriz de “Pequeña Victoria” cuenta su vida, su proceso de transición, cómo la sociedad quiso “convertirla” a través de la religión, las ofertas para prostituirse y cómo cambió todo en su historia a partir de un café. Sus días en Hollywood, el Oscar y el regreso a Buenos Aires

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La charla completa de Mariana Genesio en Cómo llegué hasta aquí.

“Mi nombre es Mariana Genesio. Soy actriz. Nací en la ciudad de Córdoba hace muchos años”. Serán casi dos horas de charla en las que Mariana contará muchas cosas de su vida: su adolescencia en Carlos Paz, el descubrimiento de la noche, la sexualidad, la identidad, la llegada de su nombre, del nombre que eligió, la llegada del amor, el amor que eligió y que la eligió, la profesión, el arte. Todo lo que la compone será parte de esta charla en una nueva entrega de Cómo Llegué Hasta Aquí. Una charla que aquí abajo se resume, con ella hablando siempre en primera persona.

“Soy hija de padres adolescentes. Mi mamá tenía 15 años cuando me tuvo y mi papá tenía 19 o 20 años. Eran muy chiquitos. Ambos venían de familias con muchos problemas y por eso se encontraron tan pequeños. Y quedaron embarazados de mí. Y por esa misma razón mi abuela paterna tuvo una presencia muy fuerte en mi vida porque se hacía cargo de mis padres y por consecuencia también de mí.

Creo que el hecho de tener padres tan jóvenes me hizo crecer en un ambiente un poco más juvenil que me permitió desarrollar mucho la fantasía, jugar mucho. No tuve hermanos hasta los 5 años, cuando nació mi hermana que me sigue, así que yo era muy de jugar sola. A veces con mis primos. Muy de perderme en el patio de mi casa entre las plantas e imaginar que estaba en una isla, o inventar personajes. Me encantaba jugar a ser la Mujer Maravilla y esas cosas así como de heroínas.

Después empecé a jugar mucho con el espejo y con las películas. Era fanática de escenas de actrices, me quedaba hipnotizada mirando documentales o biografías como la de Marilyn Monroe, o situaciones como hollywoodenses de la época de oro, y eso me llevaba, me transportaba a otro mundo. Y tengo el recuerdo de mirar escenas de películas e ir al baño corriendo a repetirlas, robarle el rimel a mi mamá para llorar y que me caiga la lágrima. Me encantaba todo eso que tenía que ver con el drama.

También me gustaba mucho Madonna. En el patio de mi casa armaba escenarios con ladrillos, tablas, y me ponía hasta que mi mamá se levantaba de la siesta para matarme porque no hacía más que gritar como si estuviese en un recital.

"Era fanática de escenas de
"Era fanática de escenas de actrices, me quedaba hipnotizada mirando documentales o biografías como la de Marilyn Monroe", recuerda.

Mi primera experiencia como actriz fue en 1º o 2º grado. Me tocó hacer de Cristóbal Colón en un acto escolar y fue realmente traumático. Fue horrible porque me dio mucha vergüenza, me dio como un pánico escénico espantoso. Tengo el recuerdo de salir al escenario y ver a todo el colegio mirándome. Me acuerdo que mi mamá había improvisado un traje de Cristóbal Colón con una blusa y un cinturón. Me dio tanta vergüenza que dije no, esto no lo voy a hacer nunca. Así que la idea de ser actriz siempre estuvo con sentimientos encontrados. Porque tenía también la situación de ser varón, y yo me proyectaba como mujer, como actriz, entonces no me imaginaba que siendo grande iba a ser mujer, que hoy iba a ser actriz. Me parecía algo medio imposible. Por supuesto para una criatura en los años 80 era algo medio raro.

Así que mi vocación como actriz se vio un poquito empañada también por mi... no quiero llamarlo conflicto pero bueno, estas cuestiones de la identidad de género ¿no? Estas preguntas internas que se empezaron a formular en mi cabeza chiquita. Yo pensaba: bueno, cuando sea grande seguramente voy a ser un varón, me voy a casar con una mujer, y a escondidas me voy a vestir de mujer y le voy a hacer los vestidos. Y pensaba que era un juego que lo iba a tener que mantener oculto toda mi vida. Después fui creciendo y fui entendiendo un poco más. Pero tampoco fue fácil, cuando fui llegando a la adolescencia a mi padre lo trasladaron del trabajo a Tucumán. Nosotros vivíamos en la ciudad de Córdoba y teníamos una casa en Carlos Paz, una casa de fin de semana que era de mi abuela. Y cuando a mi padre lo trasladan a Tucumán en la mitad del año lectivo yo estaba recién empezando el 1er año de la secundaria. Para no interrumpir el año me quedé a vivir con mi abuela. En esos mismos meses fallece un hermano de mi papá en un accidente. Mi abuela se pone muy mal, decide dejar la casa de Córdoba e irse a Villa Carlos Paz. Y yo estaba viviendo con ella porque mis padres se habían ido a Tucumán. Entonces fue como un torbellino en mi familia. La cuestión es que terminé viviendo con mi abuela en Carlos Paz.

Nunca sufrí bullying, nunca sufrí discriminación. Una de mis grandes cualidades, de las cuales me jacto, sin humildad, es que le caigo bien a la gente. Siempre tuve esa cosa. Entonces con eso zafaba bastante en el colegio. Si alguien me decía maricón, puto, qué sé yo, es como que siempre la daba vuelta, terminaba riéndome yo más de los demás que los demás de mí. Entonces siempre tenía muchos amigos, amigas, mis compañeros me querían mucho. Así que en ese sentido no sufrí mucho la discriminación. Sí por supuesto sufría el no saber para dónde iba a ir, cómo me iba a desarrollar. A esa edad, cuando entramos en la pubertad, nuestros cuerpos se van acomodando a nuestra biología y a nuestra identidad de género: sos hombre o sos mujer, y yo en ese entonces no tenía bien claro qué es lo que iba a ser, qué es lo que se podía ser. Pero yo sabía qué quería ser: yo quería ser mujer.

Pero ser mujer implicaba, en mi situación, ser travesti. Y ser travesti en esa época era visto como algo muy marginal. Cuando se hablaba de un travesti, porque se hablaba de un travesti, era el travesti del barrio que pasaba cada tanto, que se prostituía, que vivía en una villa o que vivía en una situación muy, muy marginal. Entonces era como: pucha, ¿me espera un futuro tan feo? Tenía realmente que luchar con esos miedos. Entonces en vez de desarrollarme en la pubertad, en vez de adoptar una forma de hombre o de mujer, engordé, me tapé todas las formas.

"Cuando entramos en la pubertad,
"Cuando entramos en la pubertad, nuestros cuerpos se van acomodando a nuestra biología y a nuestra identidad de género: sos hombre o sos mujer, y yo en ese entonces no tenía bien claro qué es lo que iba a ser", relata.

Hubo un año en la secundaria que hacía todo mal, que estaba muy rebelde, no estudiaba, le contestaba mal a todo el mundo, trataba de seducir a un profesor, hacía dibujos pornográficos en los bancos, en las paredes. Estaba loca en ese momento. Hasta que un día me llamó la directora y me dijo ‘qué está pasando’. No sé. ‘Bueno, te sugiero que vayas a un psicólogo, a una psicóloga. No, te sugiero no: vas o te echamos del colegio’, me dijo en realidad.

Así que empecé a hacer terapia y en la primera sesión, apenas me senté, lo primero que le dije: mi problema es con mi sexualidad. Y de ahí empezamos a trabajar. Enseguida, bueno, repunté mis calificaciones en el colegio y empecé como a adelgazar, a aceptarme un poco más físicamente. Y de a poquito fui casi inconscientemente afinando mi manera de vestirme. Me empecé a dejar crecer el pelo, me depilaba las cejas, me delineaba los ojos. No sabía por dónde explotar la femineidad. Seguía siendo como un juego para mí a escondidas.

En el medio aparece quien fue mi mejor amigo, Fernando, que nos conocimos en el colegio también. Él era gay yo decía: ‘Ay, yo soy como vos’. Yo soy gay también porque a mí me gustan los hombres. Entonces nos hicimos muy amigos. Y nos escapábamos del colegio, íbamos a dar vueltas por el shopping, a boludear. Y una tarde estábamos sentadas en la terraza de un estacionamiento de un shopping de Córdoba y yo me tiro el pelo así, mirando el sol. Y él se queda mirándome y me dice ‘vos no sos gay’. ¿Cómo, a qué te referís? Me dice: ‘vos sos una mujer’. Le digo cómo, qué decís. ‘Sí, me dice, vos sos una mujer. Cuando yo te veo a los ojos yo no veo a un gay, a un hombre, yo veo a una mujer’. Me dice: ‘Vos tenés que empezar a decir que te llamen Mariana’. Le digo estás loco, dejate de joder. Nosotros teníamos en este juego, en esta burbuja que nos hacíamos para no ser víctimas del bullying del colegio teníamos personajes. Teníamos dos personajes, hacíamos dos modelas chetas muy huecas, él era María José y yo era Mariana, y después teníamos otros dos personajes que eran dos travestis como de villa que eran la tremenda y la bárbara.

"Empecé a hacer terapia y
"Empecé a hacer terapia y en la primera sesión, apenas me senté, lo primero que le dije: mi problema es con mi sexualidad", cuenta.

Y entonces él me dijo: ‘Vos sos Mariana’. Espero no ser como el personaje porque el personaje era muy tarada, muy hueca. Nos imaginábamos que íbamos al programa de Mirtha Legrand y nos tirábamos champagne y que teníamos una representante que era Luli, que nos daba trompadas en las narices y por eso nos operábamos la nariz todo el tiempo. No sé, esas cosas a nosotros nos hacían matar de risa y a todo el curso los hacía reír.

Cerca del final de la secundaria él, que era unos años más grande que yo, descubrió los boliches gays. Y me dijo: ‘No sabés lo que es, te vas a volver loca, no sabés lo que son las travestis, son todas unas diosas, es increíble ese mundo’. Y yo no podía ir porque era menor de edad, no me dejaban entrar. Entonces a veces lo acompañaba y me quedaba en la puerta. Para mí eso ya era toda la salida, ver entrar y salir gente. Un día una travesti que era más o menos parecida a mí me presta su DNI, entré, y cuando entré fue como entrar a un mundo que yo dije ‘wow’, no lo podía creer. Eran los años 90, había como, no sé, había como un glamour en la noche. Había plata, había brillo y había una especie de comienzo de la aceptación del mundo trans.

Y bueno, empecé a ir a ese boliche, que se llamaba Hangar 18. Creo que la primera o la segunda noche que voy mis amigos me presentan al dueño del boliche, y me dice: ‘ay, qué linda que sos, ¿por qué no te presentás para la elección de la reina?’. No, no, no, porque yo no soy travesti, qué sé yo. Dale, dale. Bueno, me convencieron y fue una experiencia muy linda porque ya en ese entonces me decían ‘la de Carlos Paz’, porque el boliche quedaba en la ciudad de Córdoba.

Yo venía de Carlos Paz todos los fines de semana para ir a bailar a este boliche con mis amigos, mi nuevo grupo de amigos, que eran todos gays, mariquitas, trans. Entonces fue como volver a empezar una nueva adolescencia. Fue una época maravillosa. Y bueno, me presenté a la elección de la reina. No salí reina pero salí princesa. Pero esta sensación de entrar al escenario y que todo el boliche aplauda... Y cuando me inscribí me preguntaron cómo me llamaba, yo no decía, no tenía nombre de mujer, me gustaba jugar con este look medio andrógino, que no era ni hombre ni mujer, entonces dije bueno, Mariana, que me quedó del personaje que hacía con mi amigo Fernando. Y ahí surgió Mariana. Ese fue el bautismo.

"Todos los fines de semana
"Todos los fines de semana iba a bailar a un boliche con mis amigos, con mi nuevo grupo de amigos, que eran todos gays, mariquitas, trans. Entonces fue como volver a empezar una nueva adolescencia", relata.

Y bueno, por supuesto que eso era algo de los fines de semana. Llegaba el lunes, el domingo a la noche volvía a mi casa con mi abuela. Después mis padres volvieron de Tucumán y yo volví a vivir con ellos. Y ahí la cosa se empezó a complicar, sobre todo con mi papá cada vez que manifestaba mi elección. Ni siquiera sé si llamarlo una elección, es mi naturaleza. Y bueno, para mi papá era bastante fuerte… Ya le costaba el hecho de imaginar tener un hijo gay, ni hablemos de un hijo travesti, era como muy fuerte. Entonces terminaba el fin de semana y la carroza se convertía en calabaza. Llegaba el lunes me ataba el pelo, me ponía ropa normal. A veces sonaba el teléfono y atendían, acá no vive ninguna Mariana. Entonces me di cuenta de que de repente estaba viviendo dos vidas, era una persona para mi familia y otra para el mundo.

Empecé a estudiar psicología, porque todavía la idea de ser actriz no estaba en mi cabeza, era como una fantasía, era un sueño, pero no lo veía posible. Dejé psicología a mitad de año porque mi amigo Fernando falleció. Fue como un cachetazo que me dio la vida porque yo estaba estudiando mucho y Fernando empezó a tener muchos dolores de cabeza y nunca le presté atención. Yo estaba muy metida en la Facultad, y un día me llama la madre y me dice Fernando está mal, no sabemos qué tiene, estamos haciendo estudios todo el tiempo. Y bueno, fui a verlo y cuando entré a su cuarto, que fue la última vez que lo vi, era otra persona. Estaba todo flaquito, con otra mirada, tenía como un semblante distinto. Y a los pocos días me llamaron por teléfono para avisarme que había fallecido. Así que bueno, fue otro golpe”.

Los primeros trabajos

“Dejé la Facultad, la mandé a la mierda. Dije: ‘lo mío es la noche’. Empecé a hacer shows, a subirme al escenario todos los fines de semana. Empecé a tomar clases de teatro. De chica tomaba clases de danza pero siempre eran frustradas porque mi papá me sacaba por ser cosa de maricones, cómo vas a ir a tomar clases de danza.

Pero bueno, empecé a hacer shows y a estar en escenarios, Todavía no tenía la idea de ser actriz. Yo pensaba que iba a ser como Cris Miró o como Flor de la V, que eran vedettes. En el mundo del espectáculo hay un lugar para las mujeres trans pero como vedettes, en el mundo revisteril o en teatro más de comedia picaresca.

“Dejé la Facultad, la mandé
“Dejé la Facultad, la mandé a la mierda. Dije lo mío es la noche. Empecé a hacer shows, a subirme al escenario todos los fines de semana", cuenta.

De alguna manera empecé a hacerme conocida en el circuito nocturno de Córdoba. Después estuve en un programa de televisión con un artista que se llama Luiso Vega, que ahora vive en París, que fue uno de los que me descubrió, empezamos a hacer como intervenciones urbanas. Hacíamos cosas muy artísticas.

Al tiempo me vine a Buenos Aires. Estaba distanciada de mi familia, con muy, muy poco dinero, no sabía dónde venir. Le dije a una tía que vivía en Buenos Aires que tenía un trabajo en un call center, y me instalé en su casa.

Yo había conocido a alguien que me había conseguido un trabajo pero no era en un call center sino haciendo video chat. Me dijo: ‘vos te ponés frente a una cámara y hablás con personas de otras partes del mundo y tenés una conversación erótica’. Podés mostrar cosas si querés. Podés hacer cosas si querés también. Y yo la verdad que era la única opción que tenía para poder venirme a Buenos Aires. Dije bueno. Entonces me quedé con esa idea.

Llegué a este lugar, me explicaron la dinámica. Había como unos boxes donde entrabas, era un cuartito donde había una cama y una computadora con una cámara. ‘Bueno, vos te sentás acá, empieza el chat y cada persona que habla te paga. Mientras más personas hablás…' Y yo no pude hacer nada porque me tentaba, me causaba gracia. Ese es otro de mis grandes talentos. Todo lo que es dramático, bizarro, absurdo, me causa gracia.

Entonces en un momento salgo del cuartito, me asomo y empiezo a espiar las otras piecitas. Y había chicas, no sé, tomando mate. Yo dije ‘qué es esto, yo estoy loca’. Así que me fui. Salí de ahí súper angustiada, llorando. Llamé a un amigo: ‘qué hago, no puedo hacer esto, qué vergüenza’.

Llego a la casa de mi tía, le miento que no existía la empresa al final pero no me creyó nada. Me dijo: ‘mirá, acá te mandó Dios seguramente, así que el domingo vamos a ir a la iglesia, ya le hablamos al pastor de vos y para mí Dios tiene grandes cambios para ofrecerte’. Me querían cambiar. Así que bueno, agarré mis cosas y me fui.

Me voy a América, un boliche gay, pensaba que ahí iba a conocer a alguien, algo iba a pasar. Estaba en el baño del boliche, se me acercan unas travestis y una de ellas me dice ‘ay, vos sos la Mariam, la de Córdoba’. Y me dice ‘por qué no venís a trabajar con nosotras al privado’. Le digo qué es un privado. ‘Un privado loca, es un departamento donde laburamos’. Ah, y cómo es. ‘Bueno, el dueño del departamento nos paga el book de fotos que se suben a internet con los teléfonos y llaman por teléfono y vienen a tomar el servicio en el privado. Es un departamento en Recoleta y vivimos todas ahí'. Ah, le digo, no sé, no creo, no puedo. ‘Bueno, me dice, pensalo’. Me deja la tarjeta con un número de teléfono.

A la semana o el fin de semana lo pensé todo el domingo, el lunes la llamé y le dije bueno, voy. Voy a ver qué onda también. El dueño me recibe. Un chico amoroso. Me cuenta la dinámica, están en la cocina atendiendo los teléfonos, se divierten, toman mate, suena el teléfono, viene un cliente, van y lo atienden en la habitación.

Bueno, yo me quedé ahí en la cocinita con las chicas un rato y las escuchaba hablar y escuchaba de las cosas que hablaban, y cómo atendían el teléfono, y cómo iba una, volvía la otra. Y a mí la verdad es que me entristeció mucho el mundo. Me dio mucha angustia cómo la mayoría de las chicas trans naturalizaban esa realidad. No por elección sino porque no queda otra. Porque no conseguís trabajo de otra cosa.

Y de nuevo, dije no, no voy a poder. Y salí de ahí llorando.

Cuando iba a alguna entrevista de trabajo me sentía horrible, me daba vergüenza de mí misma entrar porque sabía que ya me iban a mirar raro y que no me iban a tomar. Por eso entiendo muchas veces a las chicas trans cuando se autodiscriminan antes de ir a pedir un trabajo. Por eso es tan importante el cupo laboral trans. Porque es muy difícil. Ya pedir un trabajo te pone en una situación a veces de estar pidiendo algo cuando no debería ser así. Y cuando ya sabés que te van a discriminar y te van a mirar mal, más vergüenza te da, entonces más te inhibís. Y bueno, la pasaba pésimo. Nunca conseguí un trabajo.

"Cuando ya sabés que te
"Cuando ya sabés que te van a discriminar y te van a mirar mal, más vergüenza te da, entonces más te inhibís", dice sobre las entrevistas de trabajo que tuvo.

Empecé a tomar clases de teatro, de comedia musical, conocí actores. Me empecé como a vincular con el mundo del teatro independiente. Y me empezaron a dar cierta sensación de contención, de familiaridad. Ya el mundo de la fama o de la tele no me seducía tanto, no me deslumbraba.

En un momento dije voy a tirar la toalla porque es agotador. Y me iba a ir a Córdoba. Y esa mañana que empecé a planear mi retorno bajo a un café clásico que se llamaba La Giralda, que lo cerraron hace poquito, y me senté ahí. Me siento a leer, qué sé yo, y ahí sucede la historia que conté muchas veces: cómo conocí a Nicolás (Giacobone).

Él entra al lugar. Nos miramos, hubo flechazo. Sale del lugar, él había entrado a preguntar una dirección, sale, vuelve a entrar al ratito y se pide una mesa en la otra punta del bar. Y bueno, nos mirábamos, nos mirábamos y nos mirábamos. Yo digo qué raro, qué querrá este tipo. Porque yo estaba en cero intención de levante. Estaba hecha una bruja. Y en un momento se levanta con un libro en la mano, se me acerca, ay, yo dije la puta, es un testigo de Jehová que me quiere convertir de nuevo. Y se me acerca, me dice ¿estás nerviosa? Bueno, sí, ahora sí le digo, ¿por qué, qué pasa? No, no, me dice, nada, nos estábamos mirando, qué sé yo, ¿podemos tomar un café? Sí, dale, tomemos un café, dale.

No podíamos dejar de hablar, viste cuando conectás con alguien y no sabés por qué. Y bueno, salimos del bar y yo lo invité a mi departamento. Bueno, cuando nos abrazamos yo sentí como un olor raro, como familiar, como de estar en casa, que nunca me había pasado en la vida. Yo siempre pensaba que nunca me iba a enamorar, porque nunca me enamoraba, nadie se enamoraba de mí ni yo me enamoraba de nadie. Me podía metejonear con alguien pero no. Yo decía bueno, se ve que el amor no es para mí porque mi amiga hasta la más monstrua se enamora, todas tienen novia, novio, yo nada. Entonces como que renuncié a la idea de estar de estar en pareja. Y cuando me pasó esto, esa sensación sensorial con Nicolás dije ay, qué es esto. Y bueno, no podíamos separarnos.

Y bueno, fue así, al otro día fuimos a tomar algo. Al otro día fuimos al cine, y cuando salimos del cine estábamos de novios. Y dije uy, me tengo que volver a Córdoba, estábamos en su casa, y me dice bueno, yo lloraba, digo qué voy a hacer, estamos enamorados y voy a vivir en Córdoba ahora... Bueno, me dice, venite unos días a casa y vemos qué pasa. Vamos viendo. Y me instalé en su departamento en Belgrano y de repente mi vida cambió. De repente me convertí en una chica de Belgrano que va al gimnasio, que va a la peluquería. Y bueno, me puse el delantal, dije ahora soy ama de casa. Así que como que la vida artística medio la dejé un poco dormida porque realmente estaba feliz.

Cuando conoció a Nicolás Giacobone,
Cuando conoció a Nicolás Giacobone, su pareja, estaba a punto de volverse a vivir a Córdoba. El amor la hizo quedarse.

Hasta que pasaron un par de años y dije no, tengo que volver a mi esencia, a lo que soy yo. Volví a mis clases de teatro. Volví a vincularme con la gente. Empecé a trabajar, si bien no necesitaba trabajar porque Nico en ese momento estaba despegando su carrera como guionista, estaba trabajando muy bien, yo dije tengo que trabajar.

Estudié maquillaje, fui maquilladora. Creo que maquillé una sola vez a alguien porque me tocó maquillar a una chica muy bonita y dije no, a mí me maquillan, yo no voy a maquillar. Y después empecé a trabajar como camarera en un bar de Palermo, en una casa teatro. Y empecé a hacer obritas. Una vez hice un unipersonal. Y bueno, al poquito tiempo a Nicolás lo contratan de Estados Unidos para escribir una serie así que nos mudamos a Nueva York. Antes de mudarnos, por una cuestión de Visa, nos casamos.

Y nos fuimos a vivir a Nueva York. Para mí ir a vivir a Nueva York era como una fantasía, un sueño impensado. Fue hermoso, era como vivir en un set de televisión. Y justo se estrenó la película que había escrito Nico, Birdman, dirigida por Alejandro González Iñárritu, y le va bien, y después empieza a tener nominaciones a premios. Y finalmente ganó el Oscar a mejor película.

Así que los primeros dos años en Nueva York fueron así, mucho viaje, mucho glamour, una vida, avión de acá, primera clase allá. Y mientras tanto yo estudiaba teatro, porque no podía hacer otra cosa porque mi Visa no me permitía trabajar. Nico tenía plata, así que me anotaba en las mejores escuelas. Así que esa fue para mí una experiencia totalmente inesperada.

Bueno, estábamos viviendo en Nueva York y el contrato de Nicolás que era por tres años se termina. Él por supuesto después de haber ganado un Oscar se le abrieron muchísimas puertas y muchas propuestas para quedarse en Estados Unidos. Pero se nos hizo como una especie de sándwich en el año de tres meses o cuatro entonces dijimos vamos a Buenos Aires a pasar estos meses. Y volvimos y cuando llegamos nos reencontramos con nuestros amigos, nuestros lugares. Yo extrañaba muchísimo vivir en Buenos Aires, muchísimo. Todo el mundo me dice cómo no extrañas Nueva York. No, no, no, no volvería a vivir en Nueva York ni loca. Es una ciudad maravillosa, es impresionante, pero a mí me gusta mucho estar en contacto con mis amigos actores, estar en mi país. Me gusta mucho viajar, estar en otros lugares, pero me gusta Buenos Aires. Así que vinimos y nos reencontramos con nuestra vida.

Lo primero que hice fue empezar a entrenar con Javier Daulte y ahí volví a hablar, a armar como una red de contactos y gente linda donde surgen obras de teatro, te llaman para hacer esto, para hacer lo otro. Lo primero que hice fue una obra de microteatro con Inés Palombo y Flor Berton. Empecé a audicionar. Y nos fuimos quedando, así que nos terminamos quedando con Nicolás. Porque él al ser escritor puede trabajar desde acá, no necesariamente teníamos que vivir allá. Así que nos instalamos acá en Buenos Aires.

Cuando volvió a la Argentina
Cuando volvió a la Argentina después de vivir en Nueva York, Mariana empezó a audicionar y trabajar de actriz en papeles cada vez más importantes.

Lo primero que enganché fue en la película Animal de Armando Bó, el guion lo escribió Nicolás junto a Armando, y había un papel de una prostituta, una travesti prostituta, que Nicolás lo había escrito pensando en mí, para que yo lo audicione. Después hice un comercial que se llama “Juana” para ZonaJobs. Creo que con esas dos cosas como que me gané la consideración de los directores y productores argentinos como actriz hacia mí, como que me empezaron a ver no solamente como la novia trans del ganador del Oscar.

Y bueno, yo iba a audicionar. Siempre fui muy de pedir que me dejen audicionar. Y lo de Pequeña Victoria llegó. Mi amiga Erika Halvorsen, que es una de las creadoras, un día me llama por teléfono cuando ya estaba decidido, me dice mirá, venimos hablando con la producción, con los directores, con Daniel Burman, que es el otro creador, y era productor general, con el canal, y todos unánimemente decidieron que seas vos la que interprete a Ema.

Igual yo no sabía quién era Ema y qué iba a ser el personaje. Cuando me llama Erika me dice vas a estar en una tira en Telefé en el prime time, o sea en el horario más familiar. Yo empecé a saltar de los gritos, no lo podía creer, era una felicidad total. Pero pensé que iba a hacer de la amiga peluquera de la protagonista, porque son los papeles que siempre nos dan a las actrices trans. O la prostituta marginal que asesinan en el callejón o la amiga peluquera de la protagonista linda y exitosa que se enamora. No, esta vez iba a ser yo la linda y exitosa que se enamora. Y nada menos que de Facundo Arana, que no solamente es un súper galán y un súper actor sino que tiene como una imagen muy blanca, digo blanca, no sé si es un adjetivo feliz, pero digo, viene de hacer Chiquititas, la novela con Natalia Oreiro, Muñeca brava. Entonces también, como muy familiar. Entonces que haga de pareja de una chica trans era bastante revolucionario”.

Preguntas para Mariana

Como en cada encuentro del ciclo Cómo Llegué Hasta Aquí, al final de la charla los jóvenes pudieron hacerle preguntas a Mariana, que respondió encantada a todas ellas.

—¿Pensás que el mundo de la tele hoy en día está más abierto a integrar personas trans que en el momento que vos empezaste con la actuación y la danza, el baile?

—Sí, sí, sí, muchísimo. Y cada año más. Cada año más por suerte. Me parece que cada año siempre se va destacando una persona trans en los medios. Bueno, en distintos rubros, en la medicina, la ciencia. Y se va como naturalizando. No es que antes no existían, sino que se tapaban. Hoy en día las personas se pueden tomar la libertad de manifestarse como se sienten y creo que eso es gracias a, bueno, que estamos contenidos por leyes. A mí con la Ley de Identidad de Género fue como que me sacaron el tapón de la boca, empecé a respirar. Y eso ayuda muchísimo a generar confianza a la hora de ir a buscar trabajo. Cuando una iba a buscar trabajo tenía un nombre de varón y una imagen de mujer. Y el poder cambiar tu nombre, el que los homosexuales se puedan casar, eso ayuda a tener confianza y cuando vos tenés confianza te podés mostrar y desarrollar tus habilidades en el área en la que te desenvuelvas. Y cuando vos tenés confianza la confianza hace que te contraten, así que… Yo soy un claro ejemplo, el hecho de estar protagonizando una novela en Telefé habla de una gran apertura.

"A mí con la Ley
"A mí con la Ley de Identidad de Género fue como que me sacaron el tapón de la boca, empecé a respirar", cuenta.

—Te quería preguntar qué opinás del lenguaje inclusivo.

—Me parece fantástico que exista. Me parece necesario porque, bueno, justamente, habla de inclusión. En cuanto al uso me cuesta. Lo uso cada vez más, algunas palabras, chiques, niñes, todes. Pero me cuesta un montón. Y tampoco siento que, no siento el deber. Me parece que no es una obligación usar el lenguaje inclusivo. No estoy ni a favor ni en contra, me parece genial, me parece que tiene que existir, pero no tiene que ser una imposición, eso no está bueno para mí. No hay por qué obligar a nadie a que hable en lenguaje inclusivo. Pero me parece genial que exista.

—¿Y qué opinás del cupo trans?

—Me parece que es un sector de la sociedad muy bastardeado el de las personas trans. Y la sociedad tiene una deuda gigante con, no solamente con las trans, sino con las mujeres, con la mujer en realidad. O sea por eso se está luchando por los derechos y la igualdad de sueldos, la igualdad de derechos laborales. Y las personas trans imaginate que durante décadas ni siquiera tuvieron nada, nada, ni familia, ni recursos para ir a un hospital, ni contención, ni respeto. Tan básico como el respeto. Entrar a un hospital y que te traten por lo que sos. Que te traten como una persona y no como un perro. Entonces me parece que el cupo laboral trans, si bien para algunas personas puede ser injusto que se le dé un trabajo solamente por ser trans, que en realidad no es así, se le da porque, bueno, porque cumple con los requisitos y las cualidades para ocupar ese puesto de trabajo, pero sí me parece importante que en cada empresa o en cada institución se les dé más lugar a las personas trans. Lo mismo que en la ficción. En la ficción por qué tiene que haber una sola travesti en una historia. Si vos hoy en día, no sé, me parece que todos los que estamos acá conocemos a una trans. Entonces, digamos, existimos. Entonces por qué en una ficción no existen. O existe una sola. Entonces me parece importante el cupo laboral trans.

Por: Joaquín Sánchez Mariño. Fotos: Gustavo Gavotti

Agradecimiento: Usina del Arte y Susana Mitchell, Coordinadora Laboratorio de Comunicación y Medios-FCS-UCA y Fontenla (Furniture Design)

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