Dora Barrancos: la niña que disfrutaba “ganando discusiones a los varones”, su juventud peronista, el exilio y la llegada del feminismo

La sociólogoa, investigadora y referente feminista cuenta su camino de vida en Cómo Llegué Hasta Aquí. Hija de un maestro de escuela, dice que en su casa siempre había libros y desde chica sintió un destino de conocimiento. Su militancia y su búsqueda de justicia le valieron persecuciones, golpes, y hasta el exilio. La última revolución que conoció, dice, es la revolución feminista

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El video completo de Dora Barrancos en el ciclo Como Llegué Hasta Aquí.

“Bueno, muchísimas gracias por esta reunión. Yo soy Dora Barrancos”. El auditorio, con cierta timidez, ríe. Les causa gracia que Dora diga lo obvio, quién es, cuando todos los presentes lo saben perfectamente, y muchos de ellos están en la Usina del Arte especialmente para escucharla.

Así, la socióloga, investigadora del CONICET (y en su momento una de sus directoras), historiadora y militante feminista comienza la charla emocionada de antemano. Hablará más de una hora, de sus inicios en la carrera académica, de la noche negra en que la policía quiso tomar por la fuerza la autonomía de la Universidad pública (hecho recordado como La Noche de los Bastones Largos), de su exilio durante la dictadura, del regreso, de la resistencia, del feminismo, de su paso por el peronismo, y de su eterno amor al saber, que es un camino -como ella definirá- del saber al no saber.

“Nací hace muchísimos años, el 15 de agosto de 1940, en una pequeña localidad de lo que es hoy la provincia de La Pampa, Jacinto Arauz, y quiero decir rápidamente que mi papá era director de escuela, escuela rural, y mi mamá era hija de unos agricultores cuyo origen religioso se inscribe en el protestantismo”, comienza.

Y sigue: “Cuando yo era chica mi mamá tenía un cultivo de deber ser conmigo, era muy exigente. Hay una tradición que dice que el calvinismo es muy imperativo, categórico respecto de ciertas conductas, esto es más o menos para que tengan ustedes idea de cierta concurrencia valorativa, normativa, respecto del deber ser, de ciertas obligaciones con los prójimos y un ascetismo muy grande”.

“Ese ascetismo tiene mucho que ver con cierta fundación de sentidos morales, esto es lo que quiero decir: mucha frugalidad, mucha economía en la casa. En cambio mi papá era exactamente lo contrario, en el sentido de su enorme capacidad de dispendio de lo poco que se tenía. Mi padre además fue una de esas figuras magistrales, también en torno de su adhesión a conceptualizaciones ideológicas y políticas que lo ubicaron en una dirección liberal socialista. Eso era mi papá, y entonces también por ese lado había una suerte de iniciación respecto de la fraternidad, la solidaridad”.

Nació en Jacinto Arauz, La
Nació en Jacinto Arauz, La Pampa. Su padre era director de escuela y su madre hija de agricultores protestantes.

“Cuando era adolescente yo leía muchísimo porque en la casa de un director de escuela hay muchos libros. Debo decir que el olor a los libros para mí era una celebración, los olores recuerdo. Ustedes saben que el sistema del olfato es muy antiguo en la especie, lo vamos perdiendo pero es muy arquetípico. Si nos preguntamos ¿de qué cosas nos acordamos cuando muy niños? Yo estoy segura que se acuerdan más de olores que de gustos, entonces esos olores de los libros eran para mí una especie de éxtasis. Y aprendí a leer de muy niña”.

“Yo era muy cocorita respecto de lo que sabía, como ustedes pueden imaginar entonces era una especie de capital simbólico que yo tenía, y a mí me producía enorme satisfacción ganarle discusiones a los varones. Era lo que más producía en mí una extraña sensación de triunfo. Todo esto es pre figurativo de lo que puede hacer más tarde el espíritu, encontrándose con la subjetiva feminista ¿no? Eso ocurrió mucho más tarde, entonces era adolescente y debo decir que tenía un espíritu muy influído ese mundo, esa subjetividad que yo había adquirido tempranamente respecto de la justicia básica. Entonces si me preguntan cuál es la síntesis de eso que avizoro como un panorama de mi adolescencia a la justiciera, allí donde había injusticia me encantaba meterme”.

La universidad, la vocación y La Noche de los Bastones Largos

“Era tan justiciera que cuando hice la escuela secundaria pensaba que mi destino era ser abogada. Entonces había una suerte de ilusión o de cosmovisión que tenía fijeza en la idea de que quienes se ocupaban de la justicia eran los abogados, entonces yo tenía que ser abogada, y así fue. Cuando terminé la escuela secundaria fui a estudiar Derecho, a hacer el curso de ingreso”.

“Bueno, terminó ese curso, comencé el primer año y me di cuenta de que me aburría muchísimo con la norma, y se produce un cierto desencanto: por acá no voy a encontrar la justicia básica... porque eran todas las proximidades con la norma”.

“Era tan justiciera que cuando
“Era tan justiciera que cuando hice la escuela secundaria pensaba que mi destino era ser abogada", recordó. Finalmente, dejó la carrera de Derecho y estudió Sociología.

“Se imaginan que en la época éramos jóvenes muy rebeldes, queríamos transformar el mundo y sus alrededores y queríamos transformarlo de manera radical, nada que pudiera ser una maquillaje. Entonces mis adhesiones a el propósito de una sociedad absolutamente justa fue una de las inspiraciones totales de mi juventud, que por otra parte no solo por lo que corresponde a mi experiencia sino a la experiencia de los grupos juveniles de la época, estoy hablando de los años ’60 ¿no?”.

“Se había creado recientemente nada menos que la carrera de Sociología, y así fue cómo hice el curso de ingreso y finalmente me recibí como socióloga. Fue una experiencia notable porque en aquellos años a mí me tocó vivir el duro momento de La Noche de los Bastones Largos”.

Fue muy estremecedor, todo, porque yo ya tenía una protomilitancia pero no había visto tan de cerca la represión. Voy a contar cómo fue: estábamos en Filosofía y Letras, en el nuevo predio, en un patio grande de entrada. Esa noche nos habíamos convocado sabiendo que los acontecimientos se habían precipitado. Era la tardecita y sabíamos que seguramente iba a venir toda una represión. Yo estaba muy vestida, con una completa inconveniente indumentaria: un sacón rutilante, color esmeralda o algo así, de cuerina, porque iba abrigada, y con unos zapatitos que tenía algún taco... completamente inconveniente para una resistencia”.

“Éramos muchos, muchas, y se habían puesto en el medio de ese patio unas mesas, que funcionaban como tarimas donde diferentes líderes estudiantiles nos arengaba. Para mí fue conmovedor escuchar a un querido compañero desaparecido, Daniel Hopen, que subido a la tarima y con una voz fuerte pero pausada y completamente encabritada nos dijo: ‘Compañeros’ (ya habían comenzado ciertos golpes de la policía sobre la puerta que estaba cerrada), ‘compañeros, en cuanto se proceda, si entran, por favor, en cuanto los vayan deteniendo, griten sus nombres y si pueden sus documentos de identidad’. Esto fue una de las últimas cuestiones que dijo Daniel, y algo así como ‘no tengan miedo, griten sus nombres y documentos de identidad’”.

Visiblemente emocionada, Dora relató a
Visiblemente emocionada, Dora relató a los jóvenes como fue la violenta noche de los bastones largos, en la que estuvo presente.

“Se imaginan los topetazos dados a las puertas significaron que la puerta se rompiera, que se quebrara, y la policía entró. Entonces nosotros hicimos algo bastante equivocado que fue correr hacia arriba, porque no había otro modo. Y fui impulsada por la marejada y en ese frenesí fui atropellada, me caí al suelo, pero me salvó mi cuerina, que era muy inadecuada, pero la cuerina me salvó porque pude ponerme algo encima. Se imaginan, pasaban más o menos por arriba de la cabeza compañeros y compañeras que huían de esta arremetida. Ahí me quedé en el suelo, un zapato fue a parar no sé dónde, y me quedé medio estrujada y un policía vino y me dio dos palazos. Debo decir que los palazos no fueron letales para nada, fueron dos palazos fuertes. A mí me había quedado la marca y mostraba con mucho honor el moretón en mi pierna. Y yo creí que me detenían, lo digo francamente, tenía documentos y tal, pero fue muy interesante lo que ocurrió porque nos hicieron pasar en una doble fila larga de policías y nos dejaron salir. Cuando llegué a la calle estaba lleno de policías, pero también había muchos compañeros, algunos fueron detenidos ahí. En fin, fue una noche de enorme adrenalina”.

Fue una experiencia que me marcó mucho, que resultó mayor convencimiento de toda esa generación respecto de que había que seguir adelante. Esa es la historia de Los Bastones Largos para mí”.

“Siempre fui un ser muy politizada, muy comprometida en lo que pudiera, sí hubo una etapa en la que hice una cierta clausura de lo intelectual, y voy a decir exactamente: ahí en los años ’70, al inicio. Yo ya estaba formada como socióloga, pero hice una cierta clausura más convencida todavía de que era la acción política fundamental más que la teorización. Era como: basta de ilustración teórica, acá lo que necesitamos es una acción política decisiva. Y bueno, fueron los años donde de alguna manera tuve más militancia. Fui parte de la Juventud Peronista. Yo creo que hice una militancia muy 69, 70, 71, 72, 73, una cierta, no digo una clausura total, pero un segundo término a lo que sería la experiencia intelectual. Entiendo que había una híper politización de los términos vitales en los que nos movíamos, con la expectativa de los grandes cambios que sobrevendrían. Eso nos ocupó mucho, y después vino la tragedia del terrorismo de Estado”.

Los tiempos de la dictadura, la amenaza, el exilio

“El terrorismo de Estado obviamente fue una tragedia particularmente intensa para los estados generacionales que me competía. Ser joven en 1976 era correr todos los riesgos, ni siquiera importaba el enunciado que podía provenir de ese sujeto joven… Solamente ser joven”.

“La eclosión de la dictadura no era un rayo en un día de sol ardiente, era algo que se estaba gestando a propósito de las energúmenas circunstancias del interregno Isabel Martínez de Perón, eso es evidente. Recuerdo que entendía lo que vendría con el golpe militar, que había cálculos en un sentido o en otro, recuerdo haber dicho: ‘Preocupémonos porque vamos a parar todos a la zanja’, pero lo dije de una manera tan temeraria, como del pronóstico, porque era una metáfora que se produjo como metáfora ¿no?, y apenas daba cuenta de lo que venía”.

"Ser joven en 1976 era
"Ser joven en 1976 era correr todos los riesgos, ni siquiera importaba el enunciado que podía provenir de ese sujeto joven… Solamente ser joven”, cuenta.

“Yo tenía un cargo alto en el PAMI, y ahí nos exoneraron unos días después del golpe, nos exoneraron en un acto de prevención subversiva. Yo estaba en tercer lugar entre los que tenían que dejar el edificio en cuanto nos comunicaron la exoneración, y cometimos un acto muy temerario porque estábamos lejos de adivinar la dimensión del espanto. Ocurrió el 16 de abril nuestra exoneración, y nos obligaron a dejar inmediatamente el lugar de trabajo. Y ocurrió algo temerario: hubo una espontanea manifestación por la que bajamos los tres pisos de ese edificio cantando la marcha peronista. Era un estado de riesgo total, y nos fuimos a comer a un restaurante grande que había ahí en frente en Avenida de Mayo. Fuimos a comer unas 40 personas que habíamos hecho esta exhibición y a todo riesgo ¿qué quieren que les diga? Absolutamente sin cálculo de ese riesgo”.

Y ese día uno de los compañeros dijo: ‘¿Se acuerdan del flaco tal? Lo levantaron en la costanera y la familia no sabe nada’. Y otro dijo: ‘Uh, entonces… porque mi hermana vive en una casa de departamentos ahí en Almagro y se llevaron a unos chicos hace cuatro días y está desesperada porque no los encuentran en ningún lugar, no están’. Esa fue la primera noticia que yo tuve”.

“Desde luego hubo un incremento de esta fatídica novedad a medida que pasaban los días. Yo no tenía ninguna militancia en ninguna organización armada, pero debe saberse que eso era un aspecto grave pero que en realidad entre las 30 mil personas desaparecidas o más hay muchísima gente que tenía militancia sindical, que tenía militancia barrial, que tenía compromisos diferentes desde ya con la idea de transformación, pero no precisamente había adherido a la propuesta de la lucha armada. Entonces fueron momentos muy tremendos, cada semana que pasaba creo que aumentaba el terror, aumentaba el terror”.

“Yo tenía dos niñas pequeñas de un matrimonio anterior y tenía una niña muy pequeña de mi compañero, que es mi marido actualmente. Y tenía que pedir permiso para salir del país, y el padre de las niñas no me autorizó. Era imposible salir en esas circunstancias, esto era todavía 76. Y esperamos hasta abril del ’77 en que ahí sí las circunstancias fueron decisivas. En primer lugar desapareció mi íntimo amigo, y después gente amiga me vino a avisar que habían llevado por varios días a una persona muy allegada y en la que ella pedía por favor que me avisaran que el interrogatorio había sido sobre mí. Así que se imaginan ustedes que salimos a dar una vuelta en el viejo Citroën que teníamos y ahí debo agradecer muchísimo a mi queridísimo compañero Eduardo que dijo: “Negra te tenés que ir, porque es preferible que tus hijas te lloren porque estás circunstancialmente ausente que porque estés muerta”.

“Y fue ahí que tomamos una decisión firme. Eso fue en abril y en mayo tuve que irme. Me quedé en Brasil, donde nos acogieron con una solidaridad extraordinaria. Para mí Brasil es mi segunda patria”.

Durante la dictadura un conocido
Durante la dictadura un conocido le advirtió que habían realizado un interrogatorio íntegramente sobre ella. Fue entonces cuando decidió exiliarse en Brasil.

“Yo me fui en mayo y en diciembre sí hubo una autorización de salida para mis dos queridas criaturas mayores. Fue muy duro, pero ¿qué quieren que les diga? pocas veces narro esto porque yo al final he tenido la fortuna extraordinaria de sobrevivir, de encontrarme con mis hijas, de haber hecho un camino notable en Brasil donde pude hacer mi posgrado, donde fui tan bien acogida, tan bien tratada, tan protegida, de modo que he sido afortunada, completamente afortunada”.

El feminismo en su vida

“Cuando yo era joven nuestra militancia no había hecho el primer cálculo ominoso de sometimiento, el sometimiento patriarcal. Teníamos intuiciones, siempre éramos muy cocoritas, envalentonadas, tremendamente, pero nos faltaba otro registro fundamental epistemológico ¿no? Y además, como la segunda ola feminista se produce exactamente en el momento de la convulsión de otros países, también nos perdimos”.

En la Argentina había varios grupos feministas en esos años pero todos tuvieron una expresión bastante esmirriada porque el cálculo, la honda mayor era la transformación social, la transformación de clases, entonces esa asignatura se demoró en nuestras vidas. Pero así como a mí me ocurrió ese despertar y he quedado muy apegada a los motivos de la justicia social, ahí hay un vertedero que dialoga fuertemente: la justicia de género”.

“No vamos a tener aún sociedad democrática y más igualitaria y más equitativa si no tenemos obviamente una justicia de género, una paridad fundamental en nuestras vidas, en nuestras oportunidades, en nuestras existencias. Y no es un panfleto, es una circunstancia que me parece que hoy es una de las nutrientes fundamentales de las grandes transformaciones que espera la humanidad. Necesitamos esa potencia de las mujeres insurgiéndose, y luego por ahí eso se caratule como feminismo, pero eso es lo de menos para mí, lo que importa es salirse de las circunstancias de sometimiento”.

“No vamos a tener aún
“No vamos a tener aún sociedad democrática y más igualitaria y más equitativa si no tenemos obviamente una justicia de género", dijo, en relación a su lucha feminista.

Preguntas para Dora

Como en cada encuentro del ciclo, al final de la charla los y las jóvenes pudieron hacerle preguntas a Dora, que se muestra feliz siempre de dialogar con la juventud.

—Hola Dora, ¿cómo está? Yo quiero preguntarle cómo empezó la relación con la política partidaria, por qué decidió distanciarse y cómo decidió candidatearse a Senadora?

—Bueno, ¡qué pregunta! Obviamente fui Juventud Peronista, estoy en esa integración fundamental de haber contestado el anti peronismo de nuestros padres, y efectivamente yo pasé un tiempito por el Socialismo de vanguardia y luego cuando iba a militar a la villa me decían: “Pero eso es lo que quiere el peronismo”. Por lo tanto el trazado fue muy económico. Eso le pasó a muchísima gente de mis años. Después sí hubo apartamientos. Para mi generación fue muy doloroso algunas metáforas que no eran tales, era un lenguaje político muy autoritario, como aquella cuestión de Herminio Iglesias y su cajón quemado, y una necesidad de solicitar cierta transformación del peronismo. En fin, una se puede ir del peronismo pero el peronismo no se va de una, esta es la cuestión. Entonces no fue nada difícil que en este vertedero notable del Frente de Todos, todas, todes, pensaran en mi nombre para integrar la lista de candidaturas al senado, y lo hice con enorme gusto porque efectivamente ahí hay una confluencia notable que significa toda la promesa de articulación de justicia social y justicia de género.

Durante más de una hora
Durante más de una hora varios jovenes (tantos como permitió el protocolo sanitario), pudieron escuchar a Dora y hacerle preguntas.

—Dora, cuando usted era adolescente, ¿qué soñaba ser?

—Creía que tenía un destino de saber, de mucho compromiso con el saber y de mucho compromiso con el hacer para modificar la sociedad, creía que ahí tenía en esa coyuntura entre el saber y el hacer. Estaba muy embebida en la acción, una acción transformadora. Estaba completamente identificada con el desafío de saber, para mí aquello daba enorme satisfacción y ahí me doy cuenta que un queridísimo profesor que tuve después en post grado, cuando estaba en Brasil, tenía una máxima epistemológica que siempre la uso: “El camino del saber va del saber al no saber”. No es del no saber al saber, no, es lo contrario, y es lo que a una le ha pasado.

—¿Qué le pasa hoy al ver a las niñas de 17, 16 años que están atravesadas por el feminismo?

—Me produce una profunda emoción. Estas construcciones que tienen que ver con lo sensible, con el cuadro emocional y existencial. Esas jóvenes no leen seguramente una sola página feminista, pero entienden perfectamente de qué se trata, entonces esto me parece muy conmovedor. Y soy una completa articuladora de todos los empujes, de todas las convalidaciones de esfuerzo y de energía que pudiéramos transmitir la gente de tanta edad como yo, para que sigan en esa construcción extraordinaria de lo colectivo, en esas empatías de sororidad que son fundamentales para transformar el mundo.

Por: Joaquín Sánchez Mariño. Fotos: Gustavo Gavotti

Agradecimiento: Usina del Arte y Susana Mitchell, Coordinadora Laboratorio de Comunicación y Medios-FCS-UCA y Fontenla (Furniture Design)

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