Cuando Carolina Castro entra a la sala, parece que es tímida. Sin embargo, dos segundos después de sacarse el barbijo, la empresaria -la “industrial”, dirá más tarde- está hablando con toda la firmeza imaginable.
Durante una hora contará por qué eligió meterse en el mundo de las autopartes, por qué es una defensora de la industria (y de la industria nacional en particular), y por qué -o cómo, más bien-, llegó a ser la única mujer en la Unión Industrial Argentina (UIA).
En esta nueva entrega del ciclo Cómo Llegué Hasta Aquí, organizado por Infobae en la Usina del Arte, Carolina Castro, que se presenta a sí misma y cuenta desde el comienzo cómo fue que empezó todo para ella.
“Soy Carolina Castro, soy empresaria industrial del sector autopartista, soy además mamá de dos chiquitos, una tiene 11 y el otro tiene 14. Ahora estoy un poco complicada con los horarios, como muchísimas mamás y papás, con todo esto de la presencialidad y de la virtualidad. Me dedico todos los días, gran parte del día, a dos cosas principalmente: una tiene que ver con mi empresa (soy directora de Recursos Humanos de la empresa familiar en la cual trabajo), y otra parte importante del día la dedico a los asuntos gremiales, lo que se llama la Gremial Empresaria. Soy prosecretaria en la Unión Industrial Argentina, me convertí con ese cargo y esa función la primera mujer en integrar la mesa de conducción de Unión Industrial”.
“Soy además secretaria PyME de mi Cámara que es la Cámara Autopartista, la que reúne a la cadena de valor de las terminales automotrices y del mercado de reposición. Y además soy vicepresidenta en la Unión Industrial de Almirante Brown, porque una de nuestras plantas está en ese parque industrial, y allí tomamos los temas más locales del desarrollo industrial. Así que mi vida está dividida en esos dos planos: lo particular y personal, y lo gremial y colectivo”.
“En los últimos años además desarrollé ganas de acercarme a todo lo que tiene que ver con las temáticas de género y de inclusión. Venía de muchos años de estudiar sobre desarrollo industrial, que son los temas que me apasionan”.
“Voy a ir un poco más atrás. En los últimos años, probablemente por el movimiento del Ni Una Menos y por esa ola verde que apareció en la Argentina, y encontrándome yo misma como mujer en espacios tradicionalmente masculinos no habitados por mujeres en general, comencé a reflexionar sobre el tema y empecé a indagar. Eso me llevó hace un año y pico a hacer un libro que se llama Rompimos el cristal, en el cual entrevisto a 18 mujeres que se destacan en distintos ámbitos de la vida argentina: la política, las empresas, el mundo científico. Y un poco ese libro tuvo que ver con una pregunta que es la pregunta que yo me hacía de cómo yo había llegado a estos espacios. Y yo quería preguntarle eso mismo a otras mujeres que ocupan espacios en lugares también tradicionalmente masculinos: ¿Cómo llegaste? ¿Cuál fue tu recorrido? Arrancando desde la infancia de esas mujeres hasta el día de hoy. Y la verdad es que aprendí un montón en ese proceso, creo que lo que más me gustó fue ir a los lugares donde ellas trabajan o donde se desempeñan y extraer desde su infancia ciertas experiencias, ciertos relatos, ciertas cosas que creo que son útiles para un montón de mujeres”.
“En mi caso, yo soy una privilegiada. Mamé de muy chiquita la historia de una mujer empresaria en un mundo masculino (la industria automotriz). Mi madre es la que lidera la empresa, una empresa que hoy emplea a 500 personas. Empresa fundada por mi abuelo que a su vez, en la década del ’60 y los ’70, fue un habilitador hacia mi madre. Entre sus hijos había varones y había una mujer. Y planteó: ‘No hay distinción y cualquiera de ustedes puede tomar responsabilidad en esta empresa y puede liderarla’. Eso para alguien de la década del ’70 me parece que es muy innovador. Mi abuelo estaba convencido de que las mujeres tienen todas las capacidades, las mismas capacidades y el mismo potencial que cualquier varón y eso habilitó muchísimo a mi madre para, como se dice hoy, empoderarse”.
“Mi madre fue siempre una mujer que sentía que ella podía tomar las riendas de la empresa y así lo hizo. Y a mí me crió con esa impronta de mujer empresaria que sale todos los días a trabajar, que se reúne en una empresa con varones. Y yo siento que es un privilegio porque tengo naturalizado algo que capaz amigas mías, con madres con otros perfiles, no tienen incorporado. O tienen un mandato familiar más hacia el cuidado del otro y menos hacia el desarrollo profesional o laboral. En mi casa eso no pasó y fue una de las cosas que me marcó muy fuertemente”.
“Por eso cuando a mí me preguntan qué se siente estar en una mesa de 25 varones siendo la única mujer (que espero que eso cambie en breve, aclaro), para mí es una cosa que de alguna manera naturalizo porque mi madre también estuvo siempre sentada en mesas de varones. Y entonces lo veo como posible”.
“El problema que tenemos con estos temas es que hoy no hay suficientes modelos de rol para nuestras niñas. A veces es más difícil, si no tenés a alguien cercano, entender que esos desarrollos son posibles también. O sea, parte de la agenda es visibilizar esos roles, darlos a conocer y que sean cada vez más”.
Qué piensa de la industria
“Yo entiendo a la industria desde el concepto innovador tecnológico de futuro. La industria siempre es vanguardia hacia el futuro, la industria no es únicamente una fábrica con una chimenea contaminante o esa clásica imagen de la fábrica industria. De hecho adentro de la Unión Industrial Argentina nosotros tenemos por ejemplo al sector del cine. Digo, todo lo que es industria audiovisual ¿No? Que en algunos países tiene un aporte en su producto increíble y ahí no está transformando un material como transformo yo el acero, está haciendo otro tipo de cosas. Eso sigue siendo industria para mí y para todos los que pensamos que industria es este sentido de vanguardia innovador y tecnológico”.
“Lo mismo en software por ejemplo, algo absolutamente intangible, un servicio, que es una parte importante del entramado industrial”.
“Tengo una anécdota. Mis padres siempre miraban dónde se producían los productos que ellos compraban en el supermercado. Entonces tengo recuerdos de mis padres mirando la letra chiquita buscando dónde se había fabricado. Eso no quería decir que nunca se compraba nada importado en mi casa, por supuesto que no: una economía está hecha de cosas que entran y salen, se supone que es así, que importamos y exportamos y ese debiera ser en un balance razonable. Pero sin embargo había mucha conciencia de lo que se estaba comprando. Mi padre no compraba jamás frutas o verduras que vinieran de afuera, él creía fuertemente en esto de lo local, de lo nacional. Así que a mí me quedó eso”.
Cuando recuerda su etapa universitaria, comienza con una anécdota: “Entré a la universidad con mi mejor amiga y fuimos a comprar cuadernos el primer día del CBC. Y claro, para mí fue algo natural ver dónde estaba hecho el cuaderno. No había siquiera reflexionado sobre el tema y le digo: ‘No, ese no, mejor compremos este’. Y mi amiga me miró como extrañadísima, ella es hija además de profesionales médicos, de otro mundo totalmente. Y dice ¿Por qué? ‘Porque ese no es industria nacional ¿Por qué no comprás este que es industria nacional y más o menos es igual?’. Le llamó la atención y me lo remarcó. Y ahí tomé conciencia de que para mí era algo muy habitual mirar dónde se producían las cosas. Insisto, sin tener una visión demoníaca sobre lo importado, simplemente ser conscientes de que cuando compramos cosas que se hacen acá, es empleo de gente de acá y eso es una visión muy del industrial argentino y del industrial en cualquier lado del mundo. Que no es lo mismo una cosa hecha afuera que una cosa hecha acá, que aporta un montón de valor”.
El estudio, el trabajo, el gremio
“Cuando terminé la secundaria, como cualquier joven, empecé a pensar en carreras. Tenía clarísimo que iba a ir a la Universidad de Buenos Aires, yo venía de una escuela privada bilingüe de muy alto nivel tanto académico como socio-económico y me parecía que era importante para mí ir a la universidad pública. Entonces decidí que era a la UBA y como me interesaban los temas de política en general, más política internacional, encontré la carrera de Ciencia Política y vi que había un poquito de la cosa de historia, había un poquito de la cosa institucional, democrática, más política, había economía también. Pensé que era una carrera muy formadora y la verdad, probablemente por mi entorno de privilegio, pude tomar la decisión sin pensar demasiado mi futuro laboral, pensando más bien en una carrera que me formara. La empecé a cursar y me gustó muchísimo y pensé que podía encontrar un ámbito de desempeño profesional que estuviera ligado a mi carrera, pero me tocó salir de la universidad en el 2002 y la cosa no estaba bien. Era un desastre el mercado laboral, ibas a cualquier lado a pedir trabajo y era dificilísimo”.
“Además muchas veces me entrevistaban y ni bien hacían dos o tres preguntas, teniendo mi background familiar empresarial, como que no apostaban por mí. Decían: ‘No, va a estar acá un rato pero tiene lo suyo’. No me era sencillo que alguien me tomara en serio viniendo de una familia empresaria”.
“Y ahí le dije a mi madre: ‘Che, tengo ganas de ir a la fábrica a aprender un poco de ahí. Capaz puedo ser útil’. La situación era muy fea, teníamos gente suspendida, trabajábamos menos días de la semana... recuerdo en el año 2003 todavía no empezaba el crecimiento, a partir de ahí sí. Después fue todo como en subida para la industria automotriz hasta el 2011, luego empezamos a caer otra vez. Así que empecé a ir todos los días y hacía de todo: un día estaba en el área contable, otro día estaba ayudando a la parte de comercio exterior y fui haciendo distintas cosas, buscando financiamiento cuando hubo que buscar financiamiento, y me fui desarrollando”.
“A los pocos años de estar ahí me convocan de mi cámara, de la Cámara Autopartista, que estaban armando un departamento de jóvenes empresarios del sector. Ya hace 10 años se empezaba a escuchar la idea de que la gremial empresaria tenía que fomentar espacios jóvenes para que haya cierta renovación. Y ahí entré yo a la Cámara Autopartista como joven”.
“Y me encantó porque sentí que desde la gremial empresaria yo podía conjugar una pasión que tenía por el desarrollo económico del país a través de una visión que tenía que ver con lo industrial y al mismo tiempo, toda mi carrera de Ciencia Política, que tenía que ver con la articulación público-privada. Así que fue como una combinación muy interesante”.
Preguntas para Carolina
Al final de cada charla del ciclo, los presentes le hicieron preguntas a la figura destacada invitada por Infobae. Los interrogantes para Carolina fueron en parte sobre su vida y su camino en la industria, pero muchos de los jóvenes universitarios se interesaron en su mirada del país.
-¿Cómo era esa dinámica entre tu madre y tu padre? ¿Cómo era la mesa familiar?
-Bueno, mi madre tiene una impronta de mujer con ideas y con convicciones de la misma manera que mi padre, se llevaban muy bien. La sobremesa familiar era muy interesante, se hablaba de política y se hablaba de economía. No lo mencioné, pero mi padre era productor agropecuario, entonces en mi mesa se sentaban el campo y la industria. Estas dos grandes antinomias de la Argentina, en mi mesa estaban sentados los dos desde una posición de empresarios de esos sectores. Y esto es interesante porque también mamé una visión por parte de mi viejo del mundo agropecuario que es una visión bastante desarrollista, porque mi padre era una persona que creía que tener un cierto nivel de retenciones era algo razonable cuando los precios de los commodities se dispararan. O sea, tenía una visión bastante afín a la visión del desarrollismo, en donde cada sector te viene a aportar cosas distintas. Creo que tuve algo que capaz no tienen muchos jóvenes: que en la mesa se esté hablando de impuestos, de la carga tributaria de tal, de algún papeleo administrativo que tenés para exportar, todas cuestiones que siguen existiendo pero que yo las vivía en la diaria en una conversación entre ellos.
-Alguna vez contaste que cuando llegaste como dirigente a la Unión Industrial Argentina (UIA) no encontrabas el baño de mujeres porque no había en dirección. ¿Cómo fue ese desembarco en la UIA?
-Eso es una anécdota de color porque sí hay baño de mujeres en ese piso, pero es cierto que en el área de presidencia el baño es masculino y cuando entré había solo mingitorios. En ese piso había baño de mujeres, pero no estaba al lado de la oficina de poder de la UIA. Y eso es lo simbólico. La realidad es que mi llegada a la UIA fue con mucho respeto. Todos mis compañeros me habían visto antes. O sea, no llegó solamente algo diverso que no conocían. Llegó algo diverso por ser mujer, pero era una persona conocida por todos. Puede parecer medio un discurso antigrieta pero no lo es porque de verdad sentí que apreciaron mi llegada. Ahora, cuando llegué pasaron cositas como que apareció una nota en algún momento donde alguien mencionaba que yo era muy ambiciosa ¿no? Y estas cosas no me pasaron solo a mí, le pasan a muchísimas mujeres cuando llegan a ciertos lugares. La ambición, la vehemencia, el carácter, la fortaleza para tratar un tema, el plantarte con una idea, está asociado a lo masculino. Lo femenino se nos pretende más cuidadoras, más de un perfil de debilidad. Yo creo que tiene que ver con estereotipos, no apunto el dedo a nadie, porque toda una generación fue criada en un entorno en donde lo natural era que la mujer cuidara y el varón proveyera, y es muy difícil desandar ese camino. Ese camino se desanda en el cambio cultural de crianza de nuevas generaciones en donde esa distinción no esté más.
-¿Qué soñas para el sector industrial y empresarial y qué soñas para la Argentina?
-Sueño con una Argentina que no sea tan desigual. Capaz por mi formación siento que es un problema y que es un problema al que no le estamos dando la suficiente relevancia, porque hay generaciones que se nos están perdiendo en la pobreza y si no tomamos en cuenta esto rápidamente y hacemos algo en el mediano y largo plazo… Tengo esperanza, pero siento que estamos en un momento bisagra... No sé por qué me emocioné... pero bueno, capaz por eso me dedico a estos temas ¿no? Entonces creo que la política toda tiene que dejar de lado mezquindades y tiene que ponerse de acuerdo en un camino a transitar de mediano y largo plazo porque tenemos muchísimas capacidades. El falso mito de nuestros recursos naturales... para que sepan: si medimos nuestros recursos naturales en términos de población per cápita digamos, la Argentina no está tan bien posicionada. O sea, nuestro país no puede vivir solamente de los recursos naturales con cuarenta y cinco millones de habitantes, cincuenta millones de habitantes. Necesitamos hacer que esos recursos naturales se transformen en productos de mayor valor agregado y exportarlos al mundo. Y además necesitamos que haya servicios y tenemos un montón de talento y capacidad para generar, desde industria audiovisual hasta software y exportarlo al mundo. Con toda esa capacidad, con todo ese talento, con todos esos recursos humanos, con todos los recursos naturales, todo ese capital que tenemos, no poder ponernos de acuerdo en un tránsito hacia el desarrollo para que nuestra gente no siga cayendo en la pobreza a mí me parece que es de lo más triste de la política argentina desde el retorno de la Democracia. Entonces mi sueño para la Argentina es que haya acuerdos de mediano y largo plazo, que la política deje de ser tan mezquina y de pensar en lo personal y empiece a pensar en la construcción colectiva. Y que dentro de esos acuerdos haya un valor en lo que es la actividad privada, el sector privado, la creación de empleo. Todo eso no es sencillo de hacer en ningún país del mundo y el mundo es muy competitivo. Va a ser cada día más competitivo.
Por: Joaquín Sánchez Mariño. Fotos: Gustavo Gavotti
Agradecimiento: Usina del Arte y Susana Mitchell, Coordinadora Laboratorio de Comunicación y Medios-FCS-UCA y Fontenla (Furniture Design)
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