Confesiones: los sueños pendientes de Fernando Marín y el amor y el sexo según Graciela Fernández Meijide

El empresario y productor y la política y referente de Derechos Humanos pertenecen a la generación que vivió y sufrió a dictadura, participó de la reconstrucción democrática y todavía lucha para dejarle un país mejor a sus nietos. En esta charla reflexionan sobre sus vidas, sus proyectos, la pareja -los tres matrimonios de él y por qué ella nunca volvió a enamorarse-, el machismo, la felicidad, los hijos y Racing, el club de sus amores

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Confesiones : Fernando Marin - Graciela Meijide #CONFESIONES

Graciela Fernández Meijide y Fernando Marín saben que comparten la pasión por Racing: hasta se cruzaron alguna vez en la cancha. Pero lo que la referente de Derechos Humanos y ex ministra de la Alianza y el empresario y productor –que fue presidente del club entre 2001 y 2006– también tienen en común, es la pertenencia a una generación que vivió y sufrió la dictadura, fue parte de la reconstrucción democrática, y todavía espera el despegue de la Argentina para sus nietos. Será la clave de una charla que comenzará por la Academia pero los hará reflexionar sobre sus vidas, sus miedos, el amor, la pareja, la política, el machismo, el sexo, la muerte y la felicidad.

Graciela Fernández Meijide: —¿Por qué fuiste de Racing vos?

Fernando Marín: —Es una cosa rara, porque nací en pleno barrio de River, en la casa de mi abuelo. Y mi abuelo, gallego, no sé por qué se hizo de Racing en ese barrio. Y mi papá fue de Racing y yo y mis hijos y mis nietos también.

GFM: —Yo soy de Avellaneda, si sos de Avellaneda o sos de Racing o sos de Independiente, no había mucho para elegir. En la familia de mi padre, Castagnola –porque a mí se me conoce como Fernández Meijide porque quedé muy marcada por mi hijo, por Pablo Fernández Meijide, que es el hijo desaparecido, pero soy Castagnola de nombre de soltera– tenía un primo que jugaba en Racing, hasta el año 26 creo, yo ni había nacido, Lolo Castagnola.

FM: —Sí, en la época de Perinetti, Ochoa, Lolo Castagnola... ¡yo me acuerdo!

GFM: —Papá no era fanático para nada y, en cambio, de la familia de mi madre eran todos de Independiente. Así que la primera vez que fui a la cancha, no fui a la de Racing: fui a la de Independiente.

Los barbijos y el saludo con los puños en el escenario del Teatro Coliseo donde el productor y empresario Fernando Marín y la política y referente de los Derechos Humanos Graciela Fernández Meijide hablarán del amor, los matrimonios, el legado que sueñan y la política (Adrián Escandar)
Los barbijos y el saludo con los puños en el escenario del Teatro Coliseo donde el productor y empresario Fernando Marín y la política y referente de los Derechos Humanos Graciela Fernández Meijide hablarán del amor, los matrimonios, el legado que sueñan y la política (Adrián Escandar)

FM: —Yo viví la niñez con mi padre yendo a la cancha donde había una rivalidad manifiesta, pero no había odio. Estuve en la cancha de Independiente cuando Racing jugó después de salir campeón y toda la platea de Independiente se paró aplaudiendo al equipo campeón del mundo de Racing. Nunca hubo odio, hasta que aparecieron las barras bravas. Como productor intervine en varios vestuarios de elite, hice la Copa Davis desde el 77 a la final que perdimos en Mar del Plata en el 2006, el turf, el polo, el boxeo... En todas hay sentimiento, pero no el sentimiento encontrado que hay en el fútbol. Con el Cholo Simeone, que lo traje como jugador desde España para que terminara su carrera en Racing, y lo hice técnico de un día para otro, justo nos tocó -cuando debutó- jugar contra Independiente y perdimos con goles del Kun Agüero. Salimos a los ladrillazos pero de la gente de Racing, ¡un disparate! Pero dejemos el fútbol porque nos invade todos los días.

GFM: —¿Sos más afectivo que racional?

FM: —Sí, a mí todo hecho emotivo me sacude. Tengo también una valorización entre lo que es el hombre y la mujer: creo que la mujer tiene dos o tres escalones por arriba del hombre, porque la mujer es madre...

GFM: —Después lo vamos a discutir.

FM: —Bueno, la mujer es abuela, la mujer es ama de casa, ¿no es así? La mujer hoy es profesional y trabaja, entonces equilibra todo... A mí me decían en casa: “Cállate que papá está trabajando”, pero mamá estaba trabajando, cocinaba, la mujer siempre tiene la columna vertebral del equilibrio.

GFM:¿Sabés cuánta exigencia significa lo que estás diciendo?

FM: —Pero es que es así.

GFM: —¡No es así! Hay mujeres que son madres y no tenían ganas de serlo y ¿por qué? Porque estaba el mandato. Te preguntás por qué hay madres que tratan tan mal a los hijos, ¿para qué los tuvieron? Yo no sé si tenían ganas de tenerlos. Yo sé que lo que digo cae como una bomba, pero no puedo menos que decirlo porque, por suerte, cada vez más, las mujeres están eligiendo qué ser, y no aceptan mandatos de admiración... Perdoname, con todo el afecto, eso de que te admiren porque sos capaz de ser madre, abuela, mucama, cocinera, amante, esposa y qué sé yo qué, y la verdad que es un nivel de exigencia... ¿te lo bancarías vos?

FM: —No, por eso. Pero justamente, al no bancármelo, el nivel de exigencia de ustedes se los dio Dios... yo soy creyente. Bueno, o la vida o la sociedad…

GFM: —¡O los hombres! Que no son ni Dios, ni la vida.

FM: —Bueno, o los hombres… Hay una realidad: la mujer se vincula con el sexo con el hombre y maneja esa situación, no la maneja el hombre, el hombre es como el padrillo en un haras, está siempre dispuesto. Yo tengo para decirte algo de cómo es la vida en pareja cuando el tornillo se ajusta en la rosca y después la rosca…

Fernández Meijide se casó una sola vez, con el padre de sus hijos, Enrique. Se separaron en 1997, tras años de luchar juntos luego de la desaparición de su hijo Pablo, en 1976. Marín va por su tercer matrimonio “siempre por Registro Civil”
Fernández Meijide se casó una sola vez, con el padre de sus hijos, Enrique. Se separaron en 1997, tras años de luchar juntos luego de la desaparición de su hijo Pablo, en 1976. Marín va por su tercer matrimonio “siempre por Registro Civil”

GFM: —Después hablamos de la rosca, pero primero que nada no me vayas a decir que encima somos perversas y retorcidas. ¿Cómo que manejamos con el sexo? Tenemos sexo y nos gusta el sexo, y el buen sexo. Y no todos los hombres tienen buen sexo, ¿sabés cuánto tiempo se bancan a veces las mujeres la falta de creatividad?

FM: —Pero la mujer es la que dirige la orquesta en ese sentido, ¡el hombre es un instrumento! Disculpame, pero es que yo lo siento.

GFM: —Te disculpo, estoy peleando con el patriarcado.

FM: —No, pero a mí tener una mujer atrapante que te cautive, que te seduzca, que sepa donde tocarte, que te haga vibrar…

GFM: —¿Y el hombre qué tal?

FM: —El hombre tiene que ser creativo, pero esa creatividad por lo general es machista. El hombre que es seductor, tiene que tener una cuota de la dulzura de la mujer, lo cautivante de la mujer lo transforma en buen amante. Para mí el beso y la caricia están por arriba del sexo, desde chico. Cuando éramos chicos, vos y yo, el bailar y poner la cara cheek to cheek, ¿no? ¿Un disparate lo que dije?

GFM: — No, no, te digo que no estaría nada mal.

FM: — Peor creo que hay hombres así.

GFM: — Seguro que hay, deben disfrutar más que otros.

LA ESCUELA Y EL PRIMER BESO

Los dos fueron a escuelas públicas. Graciela al Normal de Avellaneda en la primaria, y luego a otro en Barracas “el primero mixto, el segundo solo de mujeres”. Fernando fue al colegio patrocinado por el Jockey Club (hoy Granaderos) donde llegaba primero todos los días: “Iba a caballo, porque enfrente de casa había un stud y me había hecho amigo del capataz... así que íbamos en fila india en los pura sangre por Libertador hasta Olleros y los dejábamos para entrenar allí donde me daban un paquete de galletitas Manón”. En esas escuelas vivieron su primer amor.

GFM: — En las provincias las escuelas eran mixtas y en la capital las chicas con las chicas, los chicos con los chicos. Era una cuestión de moral, de moralina, porque en la familia los hermanos se criaban todos juntos. Entonces hasta la primaria la hice en escuela mixta lo cual significó mi primer noviecito, que el pobrecito se caminaba no sé cuántas cuadras para demostrarme su amor y era todo lo que pasaba. Y los otros días, pensando en esto, decía “menos mal que existían los famosos asaltos,” donde te juntabas, en mi época bailábamos boogie boogie y rock and roll y después venían los lentos.

FM: —Elvis Presley. Bill Haley y sus cometas... Y los lentos, claro... Yo me crie también en escuela pública tanto el primario como el secundario, a la mañana iban los hombres y a la tarde las mujeres. Tengo recuerdos, también mi primera novia. Ella iba a la tarde, entonces yo salía tarde y la esperaba a ella que llegaba temprano porque era la abanderada... yo estaba lejos de ser abanderado (risas)

AMOR Y POLÍTICA

Fernández Meijide se casó una sola vez, con el padre de sus hijos, Enrique. Se separaron en 1997, tras años de luchar juntos luego de la desaparición de su hijo Pablo, en 1976. Marín va por su tercer matrimonio “siempre por Registro Civil”. El querrá saber si ella volvió a enamorarse. La respuesta estará en la política.

GFM:No me volví a enamorar. Me separé en un momento en que toda mi libido estaba puesta en la política, yo había ganado la provincia de Buenos Aires que era muy difícil de ganar no siendo peronista. Fue tan exigente todo eso que no me daba espacio para el enamoramiento: estaba enamorada de lo que estaba haciendo.

FM: —¿Pero nunca te tentaste? Una mujer atractiva, inteligente.

GFM: —Por ahí, sí, pero se ve que no me dio para tanto. ¿Vos sí te volviste a enamorar?

FM: Yo me casé tres veces. Me debe gustar el casamiento. Con la actual quizás fue con la única que sentí lo que es verdaderamente enamorarse; con un respeto enorme y un cariño hacia mis otras dos mujeres, que son las madres de mis hijos. Hace veintipico de años que estamos juntos y se lleva bien con todos mis hijos y mis nietos, y también con las otras dos. He pasado Navidades con las tres. Y el regalo que me hizo una hija mía fue que filmó a las dos mujeres contándome mis defectos y mis virtudes...

GFM: —¿Qué primó?

FM: Los defectos, por supuesto... Pero me llevo bien por eso que te decía antes: creo que cuando se gasta la rosca en el tornillo que no ajusta y baila adentro de la tuerca, es que la pareja se acabó. Se estira la convivencia, antes se estiraba por el qué dirán, por los hijos, otros lo estiran por lo económico, pero es cuando se empieza a estar cerca del agravio. Es mejor separarse.

GFM: —Estoy de acuerdo. En el caso nuestro, de Enrique, mi ex marido, que murió hace poco, había habido mucho desgaste, pero también hubo una circunstancia que hizo que tardáramos más en separarnos, que fue el hecho de que secuestraron a nuestro hijo. Eso fue un tajo tan fuerte, Fernando, y un cambio de vida tan radical, que te mantenía unido quisieras o no. Porque era como una empresa: primero, la empresa de encontrarlo a Pablo; después, de saber qué había pasado con Pablo; después, de conseguir Justicia para Pablo y para nosotros. Y yo creo que eso hizo que se notara menos que la rosca ya no funcionaba, y nos mantuvo más tiempo unidos.

"Con mi ex marido Enrique había habido mucho desgaste, pero también hubo una circunstancia que hizo que tardáramos más en separarnos, que fue el hecho de que secuestraron a nuestro hijo. Eso fue un tajo tan fuerte, Fernando, y un cambio de vida tan radical, que te mantenía unido quisieras o no"
"Con mi ex marido Enrique había habido mucho desgaste, pero también hubo una circunstancia que hizo que tardáramos más en separarnos, que fue el hecho de que secuestraron a nuestro hijo. Eso fue un tajo tan fuerte, Fernando, y un cambio de vida tan radical, que te mantenía unido quisieras o no"

FM: —Tu libido estaba en la política contabas...

GFM: —Uno tiene cosas que aprende o que no aprende. Yo siempre intenté no volver a pegarle a la misma piedra dos veces, distinguir dónde estaba y por qué había metido la pata. Cuando fue el fracaso de la Alianza, la única que escribió un libro con autocrítica fui yo, porque me dolió tanto, me costó una depresión de aquellas, pero había que ver qué cosas se habían hecho mal. En la vida si te consideras infalible, no hay cómo aprender. Si no te consideras infalible, podés ver en qué te equivocaste y hasta pedir perdón si corresponde.

FM: —Yo trabajo desde muy chico, pero tuve mi apogeo profesional entre los 70 y el 2006, y ahí agarré de todo. Tengo un gran dolor de no reconocimiento a un montón de cosas que yo seguí realizando y produciendo. Tuve el honor de trabajar con Andrés Percivalle, con Cacho Fontana, con Juana Molina, con Juan Carlos Calabró, con el gordo Mesa, con Minguito, gente que ha marcado un hito en la historia del humor, del periodismo, de la comunicación. Descubrí de alguna manera a (Marcelo) Longobardi, lo hice conductor de un día para el otro; a Nelson Castro; tuve que esconder con un seudónimo a Pepe Eliaschev porque el coronel que estaba dijo: “Saquen a ese ruso de mierda del aire porque si no, ve esto que tengo atrás”, y tenía una caja fuerte con una ametralladora. Pero a mí, que fui un pluralista, me tocó vivir esa etapa, y después a esa etapa no la contaban porque si no habías sido exiliado era como no haberte doctorado, y yo no vi que se exiliara todo el mundo: yo trabajaba con gente, hay mucho careteo.

GFM: —Es cierto, pero lo que hiciste está hecho, y quienes lo vivieron lo aprecian y lo saben. Si fuiste protagonista de algo es bueno que lo escribas; yo escribí cuatro libros, y no soy escritora. Es así como se va construyendo la historia de un país, con los testimonios de la gente que hizo cosas.

FM: —Cuando me dicen “¿Qué cosas cambiarías de tu juventud?”, haciendo una retrospectiva, nada. Yo estoy feliz con lo que hice. Me fui de valet parking a Estados Unidos en la época que ir a Uruguay era una odisea ¿no? para la gente de mi nivel. Éramos clase media... Mi viejo era empleado de un banco que llegó a su máxima jerarquía laburando. Mamá de San Telmo ama de casa, cantaba tangos como los dioses. Mamá era mi amiga, papá era bastante distante, había que callarse cuando traía carpetas del banco. Yo me destaqué en un momento en salto a caballo, y papá nunca me venía a ver. Y un día en la Rural en la final del campeonato, me faltaban tres o cuatro vallas, miro y veo en la muchedumbre la cara de mi padre: fue un hecho de una felicidad asombrosa. Yo dije: “Voy a voltear”. Y hay una técnica de mirar siempre entre las orejas, el caballo paraba las orejas y yo bajé las manos, y saltó. Salí campeón nacional en el 68.

GFM: —Tenías que ser campeón. Necesitabas la aprobación de tu papá.

"Yo me destaqué en un momento en salto a caballo, y papá nunca me venía a ver. Y un día en la Rural en la final del campeonato, me faltaban tres o cuatro vallas, miro y veo en la muchedumbre la cara de mi padre: fue un hecho de una felicidad asombrosa"
"Yo me destaqué en un momento en salto a caballo, y papá nunca me venía a ver. Y un día en la Rural en la final del campeonato, me faltaban tres o cuatro vallas, miro y veo en la muchedumbre la cara de mi padre: fue un hecho de una felicidad asombrosa"

FM: —Sí, yo lo invité por primera vez a Europa. Él se jubiló del banco porque le dijeron: “Marín, tiene que hacer seguros”, y dijo que no. Conoció Europa jubilado con mamá porque a mí me iba bien. Son los ratos de felicidad que a veces uno tiene. Yo sueño despierto y me hago mis historias, que no están de acuerdo a mi edad ni a mis posibilidades. Eso me permite tener el mañana; todos los días me despierto con un nuevo proyecto, una nueva idea. Esto para mí también es la felicidad: el proyecto, llamar a un amigo. Tengo multitarget en los amigos. El deporte te da la intimidad de los vestuarios, que ves miserabilidades y grandeza. Y lo peor, que es el resentimiento, contra el resentimiento no podés luchar.

GFM: —Sí podés luchar. Podés si no querés quedarte anclado en una situación que te va a chupar y te va a dejar preso. Cuando vivís en el resentimiento y para la venganza, aunque sea imaginándola, estás anclado en un sentimiento que no te sirve para nada, lo único que hace es tenerte agarrado. Si hay algo que te destruye es el odio, porque no te lleva a ninguna parte.

EL MIEDO Y LA FE

“Estamos hablando dos personas grandes, y hablando con lucidez y de cosas antiguas y de cosas modernas”, dirá Meijide en un momento de la conversación. Ella tiene 89 años, Marín 81. Los dos confesarán entonces sus temores frente a la muerte, aunque con distintas “excusas”. Aparecerá entonces la religión: él, “de oración diaria”, lleva una foto junto a Juan Pablo II en la billetera desde 1982, cuando un encuentro en Roma le cambió la vida: “Lo que tenga que pedir, todas las mañanas se lo pido a él con un Gloria”.

GFM: —Nosotras somos tres hermanas, yo soy la mayor. Y mi viejo era médico, una figura importante en la casa. El ser médico siempre daba un cierto poder. Mucho tiempo después descubrí que yo hubiera querido ser médica, vaya a saber por qué no me animé. Mis dos hermanas fueron médicas. Mi hija es médica, sobrinos médicos, cuñados médicos. Está llena de médicos la familia. ¿A vos te hubiera gustado ser alguna otra cosa?

FM: —Yo tengo un hijo médico, Fernando, el mayor, que cuando le di la mano el primer día de clases, me dice: “Cuando sea grande, ¿en serio podré ser médico?”. Yo, que veo una curita y miro para otro lado. Pero a mí me hubiera gustado realmente ser un deportista destacado. Probé varias disciplinas. No tuve la constancia de agarrar una. Creo que hay algo de talento y motricidad, lo que se llama el swing. Al que tiene swing todo le cuesta menos. Yo tenía buen ritmo bailando rock: bailaba Presley y me sentía Gardel con la amiguita del barrio.

GFM: —Cuando uno bailaba tenía 15, 16 años, y a esa edad, no sé qué te pasaba a vos, pero si a mí me decían “Se murió Fulano”, y yo decía “¿Qué edad tenía?”, “60”. “Ah bueno, ya vivió bastante, ¿no?”. Y hoy sigo viviendo, la peleo. Me asusto mucho si me pongo mal. Le tengo miedo a la muerte. Y sobre todo al sufrimiento. O al oscurecimiento de la cabeza, más que nada. Me parece bastante lógico tener miedos. Cuando se atravesaba la dictadura, mucha gente me preguntaba si no tenía miedo. Y yo decía: “Solo un loco no tiene miedo”. Otra cosa es tener pánico y quedarse paralizado. Yo tengo miedos, ¿vos?

Confesaron sus miedos, la felicidad que le da la relación con sus hijos, su rol como abuelos y los sueños que aun tienen por cumplir
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FM: —Yo tengo miedo, el miedo a la muerte no lo tengo como tal. Le pido a Dios que si me lleva, me lleve lúcido. Pero tengo un miedo controlador. Y el miedo controlador es: yo tengo una familia heterogénea y maravillosa, tengo miedo del día que no esté, porque soy la locomotora; se muere el abuelo, son grandes, eh, ¿pero se las arreglaran? Es un miedo fanfarrón me parece.

GFM: —Es una buena excusa (risas).

FM: —Hay otra cosa aparte de los miedos, que es el rating de la vida. Yo lo hago de formación profesional. Yo digo, si el rating es 1 de promedio, sos un fracaso. Si el rating es 20, sos mentiroso. Lo que importa es el promedio, de apertura a cierre. Si yo de apertura a cierre en lugar de tener 30, o de tener 1, tengo 6 puntos, es un rating promedio maravilloso, tu vida fue eficiente. ¿Tu rating promedio te da felicidad?

GFM: —No sé si felicidad, pero me da tranquilidad. Si yo pienso en todo lo que hice en la vida, me fue razonablemente bien. Y las macanas que me mandé las pude reparar. Sobre todo con mis hijos, a mí me importa mucho si metí la pata con mis hijos y pude reparar y pedir disculpas. Ahí mi rating se pone bastante estable. Ahora, la felicidad, admito que aprendí que son momentos y que uno después los puede recordar, pero duran lo que duran y se acaban.

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