Para José María Muscari, Pepe Cibrián es un referente que abrió camino, que dio y da trabajo y ayudó “a pensar y a dimensionar la lucha del diferente, de la sexualidad”. Para el creador de Drácula, Muscari es “un muy futuro exponente de lo que es la lucha del teatro”. Con mucho más en común que el oficio de directores y dramaturgos, compartirán una charla íntima sobre la vocación, el éxito, el sexo y el amor en la era de Tinder, la pareja, y la difícil búsqueda de ser padres.
José María Muscari: —Vos te criaste en los teatros. Y pensaba en mi niñez tan diferente, pero en un punto tan parecida. Yo no tenía padres en el teatro: mi papá era verdulero y carnicero, y mi mamá limpiaba casas. Pero tuvieron de esa inteligencia de no coartar lo que quería y potenciarme desde muy chico.
Pepe Cibrián: —¿Y qué querías?
JMM: —Yo era hijo único y mi compañía cuando terminaba de jugar en la vereda era la televisión. Y la televisión de cuando yo era chico no era la de hoy, era de ficción: vos no sabías nada de la vida de los actores, solo los personajes que actuaban. Yo quería algo de eso, de la ficción. Creo que por eso una vez leí un cartelito que decía: “Clases de teatro gratis”, y fui.
PC: —Yo tuve una infancia muy solitaria. Nací en el 48 en La Habana, de casualidad, y llegamos a la Argentina en el 50 después de una gira de tres años. Papá y mamá llegan y eran dos figuras… Vivir toda esa época de oro de los teatros en sus últimos coletazos... Los estrenos eran con centenares de canastos con flores, de actores, de gente. Yo terminé mi secundaria y sabía que quería ser protagonista. Tener mucho éxito.
JMM: —¿Qué es el éxito para vos?
PC: —Poder hacer todo lo que tu cabeza pergeña. Empecé con que quería ser actor. Hice dos bolos con Alberto Migré. No le gustó nada a nadie. Entonces dije: “Quiero hacer teatro musical”, porque de chiquito había visto Mi Bella Dama. Otra de Estados Unidos, Kiss Me, Kate. Me quedó algo de eso que era distinto a lo que hacían mamá y papá. No existía ese género. Me lancé a la vorágine de sentir que en ese medio yo iba a poder… no superarlos, porque eso es lo que ellos deseaban. Siendo ellos mágicos, yo estaba muy solo.
JMM: —También tengo esa sensación de soledad y melancolía que pocos niños tienen. De alguna manera, eso tiñe mi trabajo o mi mirada del mundo hasta hoy. Tengo una extraña melancolía de cosas no vividas, como por esa época de oro del mundo del espectáculo.
PC: —Pero vos y yo generamos espectáculos con todo eso. Todo eso que falta, nosotros tratamos de agregarlo. En un momento en que es muy difícil, donde ya no se puede. O sea, no se puede hacer un musical con ciento veinte personas porque con veinte ya estamos casi en offside. Y vos armaste Bollywood y fue maravilloso.
JMM: —Yo siento que me es muy difícil encontrar un amor a la altura de la pasión y de la libido que tengo con lo laboral. Nunca encuentro un hombre que lo supere, ¿vos has encontrado a un hombre que esté a la altura de eso?
PC: —Santiago. Era veinticinco años menor que yo, un hombre muy luchador, muy ambicioso, muy cálido, muy compañero. Pero hoy está muy difícil. Y eso que entro en Tinder para ver si puedo encontrar alguien en quien apoyarme y que me apoye, pero es todo como de ácido lisérgico, porque te llaman, hablamos una semana maravilloso, y vos decís: “Mirá qué agradable es esta persona”, y de pronto no te hablan más. Es horrible lo de las redes. Hay gente que se ha casado por las redes, no ha sido mi caso.
JMM: —Bueno, pero ya estuviste casado.
PC: —Sí. 18 años, bueno 10 y pico desde la ley, pero 18 años juntos.
JMM: —Yo nunca aguanté más de 4. A los 4 me aburro. Siempre termino las relaciones. ¿Sufriste mucho por amor?
PC: —Sí, a mi siempre me han dejado. Sufrí, pero tuve dos relaciones muy bellas. Una con Manuel, que es un gran escultor, seis años, y luego vivió nueve años más en casa con su pareja.
JMM: —Ah, poliamor al mil.
PC: —Sí. Ahí apareció Santiago antes de que apareciera Damián, que se lo presenté yo a Manuel. Vivíamos en la casa de Pilar, pero es tan grande que no nos veíamos en días. Está bien, es mi familia. Y tengo esa casa maravillosa con palmeras, plantas, cascadas...
JMM: —¡Cascadas! Siempre fuiste así... muy poco sobrio (Risas)
PC: — Siempre. Yo de chiquito quería estudiar para Papa. No para cura.
JMM: — Esa declaración es genial (Risas)
PC: — Para Papa. Directamente a Papa. ¡Yo quería triunfar! A mi ser cura no me importaba nada.
JMM: — Claro. Vos querías algo enorme.
PC: — Papa... Pero no se me dio.
DRÁCULA, EL SEXO Y LA SALIDA DEL CLÓSET
En 1991 Pepe Cibrián estrenó en el Luna Park con producción de Tito Lectoure uno de los musicales más importantes de la historia argentina, en un país que, como él mismo dirá, “no tiene una tradición en el género”. Un Muscari todavía adolescente vio por primera vez la obra en ese estadio lleno y se preguntó qué sentirían las personas que estaban actuando ahí.
PC: —Imaginate: Juan Rodó, Cecilia Milone, Paola Krum, que tenían 19, 21 y 24 y se abrieron esas cortinas del Luna Park y Juan Rodó no se desmayó porque estaba muy seguro… Yo no pensé que iba a ser en el Luna Park. Fui a ofrecerle un espectáculo a Tito, pero cuando pedí la entrevista y me dijo: “Mañana”, dije: “Ahora no sé qué coño le llevo”. No tenía la idea de Drácula.
JMM: —A mí me pasa mucho eso. Sobre todo cuando tengo una idea dando vueltas. A veces llamo a la persona para sentirme comprometido y ahí me pongo a escribir, es como una obligación a partir de la concreción con el otro. Quizás te pasó eso con Tito.
PC: —Me pasó que era una inconsciencia. Con Ángel Mahler componiendo, escribiendo, al mismo tiempo tomando las pruebas, empezando a ensayar con la obra escrita. Cuando comenzó estaba pendiente de cuánta gente iba. Entonces, le preguntaba al boletero: “¿Cómo va?”... Y un día me dice: “Mirá, Pepe: vos preguntame todos los días y yo dudo que te lo diga, pero si algún día te digo que sonrías es porque llenaste el Luna Park”. Cuando me dijo: “Sonreí”, yo sentí que me moría. Diez mil personas. Pero al mismo tiempo pensaba: “Esto se va a terminar y voy a tener que volver a mi lucha”.
JMM: —Me identifica tanto, Pepe. Las veces que hago una obra de teatro que va bien, cuando se llena siempre pienso: “Ay, pero mañana no”. ¿A vos qué cosas te hicieron sufrir de esta profesión?
PC: —Los críticos. Porque en el género musical, José María, no hay críticos. De comedia musical no saben nada, cuando te hacen la crítica, la hacen desde un lugar muy subjetivo. Me gustó, no me gustó. Cuando se estrenó Drácula, un crítico que murió -en paz descanse-, escribió: “¿Por qué no llamaron a Narciso Ibáñez Menta para que venga a dirigir esta obra?”. Porque Narciso era especialista en películas de terror. Con ese tipo de cosas me destrozaron.
JMM: —Yo me tengo que poner creativo... Ahora va a volver Sex presencial. Un espectáculo de sexo sin contacto físico. Vamos a jugar con el morbo. Sentí que tenía que hacer algo que le diera protagonismo al sexo. Un amigo me habló de Sleep No More, un espectáculo que estaba en Nueva York. Viajamos a verlo. La obra nada que ver, pero me gustó el dispositivo de que la gente pudiera circular. Eso combustionado con mi idea de generar un espectáculo de sexo y habiendo encontrado el lugar en donde el público veía una parte en el escenario y otra parte en cuartos. Uno decidía en qué cuarto se metía. Ahí aparecía lo que te digo del morbo. Entrás a un cuarto y de golpe está Diego Ramos desnudo, o en otro cuarto está Gloria Carrá masturbándose y cantando. ¿Vos nunca hiciste un espectáculo de sexo?
PC: —Lo que más logré es que en Calígula, la última vez en el Konex, se le viera el culo al elenco. Ahora voy a hacer en abril, mayo –depende de cómo esté todo esto– un musical que se llama Infierno Blanco. Tiene que ver con la droga. Con el capo máximo del cártel que se enamora de otro hombre. Que es un arquitecto, un hombre joven. Y es una historia de amor entre dos hombres.
JMM: —¿Fue difícil para vos enamorarte de hombres? ¿Lo viviste siempre con naturalidad?
PC: —Yo no sabía. O sea, yo de chiquito quería tener novias pero...
JMM: —Estuviste casado incluso, ¿no?
PC: —Sí. Era un encanto de mujer. Ana María, estupenda. Y lo hice con muchísima convicción. Pero me di cuenta, con el tiempo, de que yo tenía novias, pero lo que yo quería ver era a Tarzán. Soy un tarzanero.
JMM: —¿Y ahí no se te produjo ningún conflicto?
PC: —No. Mi padre era un hombre muy introvertido, que había peleado en la Guerra Civil Española, y yo sufría mucho porque no se lo podía decir. Hasta que a los 18 años le dije llorando: “Mirá papá, te quiero contar algo porque no me lo puedo guardar más”. “Dime qué es”, y le digo que soy homosexual. Se hizo un silencio, y me dijo: “¿Y cuál es tu problema? Se es un hombre en la vida, no en la cama”. Eso realmente me dio la libertad.
JMM: —Yo a los 19 años me puse de novio por primera vez con un hombre. También, hasta los 18 salía con mujeres. No me conflictuaba porque la sensación que yo tenía es: “Yo no soy gay, yo me enamoré de este hombre, cuando termine de estar con él, volveré a estar con mujeres”. Y tenía una foto con él, abrazado, en una agenda. Un día estaba ordenando la agenda y se me cae la foto delante de mi mamá. Mi mamá agarra la foto y la ve y me pregunta qué significaba eso. Entonces, yo le dije que era la persona de la que estaba enamorada. Mi mamá se puso a llorar, me abrazó y me dijo: “Vos sos mi hijo, siempre te voy a amar y con tu padre hace mucho tiempo que no tengo relaciones sexuales”. Es como que se ve que la confesión que aparecía de mi parte, le dio el ímpetu de decirme: “Con tu padre hace mucho que no tenemos sexo”.
PC: — Además es la empatía ¿No? ¿Y tu padre cómo lo tomó?
JMM: — Mirá, la verdad es que con mi papá nunca hablé del tema. Mi papá era un tipo más grande, le llevaba casi veinte años a mi mamá, y me parecía que si él no lo preguntaba era muy violento que yo le fuera a decir. Yo no tenía la necesidad concreta de decirle. Tampoco lo inventaba. Después estuve casi cuatro años en pareja con un médico y lo conoció y él sabía que yo me iba a dormir a la casa del médico. Pero no preguntaba nada.
PC: —Vos estás en pareja, ¿no?
JMM: —No.
PC: —Podríamos charlar un rato de esto...
JMM: —Claro. Cuando termina (risas). ¿Vos estuviste casado, no?
LA MUERTE Y EL DESEO DE SER PADRES
Cibrián superó dos veces el cáncer y está convencido de que hay que amigarse con el dolor. De esa experiencia, recuerda entrar al Hospital Alemán y besar hasta a la máquina de rayos “con alegría, porque sabía que me iba a salvar o no”. Muscari vivió en 2014 la muerte repentina de Norma Pons, que en ese momento encabezaba el éxito La casa de Bernarda Alba. Entonces, pensó en su propia muerte.
PC: —¿Cómo te gustaría que fuese tu final? ¿Qué querrías que recuerden de vos?
JMM: —¡Uy, qué difícil! Tipo, si me muero mañana está bien, porque hasta acá estuvo bárbaro. Como que no tengo la sensación de que debería pasar mucho más como para que uno muera. Por el otro lado, la sensación más cercana que tengo a la muerte y al teatro, obviamente es Norma Pons. Para mí fue muy conmocionante estar trabajando con ella, guiándola en eso tan especial que fue Bernarda y que en el medio de ese éxito, muera. La noche anterior a que falleciera Norma, yo fui a cenar con ella a Edelweiss. Era el año que ella iba a estar en Showmatch. Estaba nerviosa por la previa. Y fuimos a cenar solos, y me dijo: “¿Podemos ensayar la previa de Tinelli? Yo hago de mí y vos hacé de Tinelli, a ver cómo me comporto”. Imaginate lo que fue: yo haciéndole de Tinelli, incomodándola para que ella supiera cómo iba a contestar. Y al otro día se murió. Yo puedo asegurar que Norma no veía venir su muerte. Creo que por eso murió tan en paz. O sea, mayor paz que esa, con una semana de localidades agotadas... Murió el día de descanso, Pepe. Más simbólico que eso no hay. Ojalá que mi muerte pueda tener un poquito de esa magia.
PC: —A mí lo que me asusta mucho es la decadencia, porque la he vivido en mis padres, ahora en mi tía. La muerte no me asusta. Si yo estuviese realmente mal, ya saben que yo me quiero ir. No quiero sufrir la decadencia.
JMM: —¿Extrañas a tus papás?
PC: —Mucho, mucho. Infinitamente. En este momento de mi vida, muchísimo.
JMM: —Siempre te escucho que las joyas y todo lo que te ponés tiene mucho que ver con eso.
PC: —Sí porque mamá (Ana María Campoy) se ponía de todo. Era muy despelotada con los gastos. Yo también gasto. Soy un delirante. Todo lo que he ganado, y muy bien, casi todo lo he gastado en viajes, en cosas, y es la vida que he hecho. Tengo una casa maravillosa, un parque inmenso y miles de palmeras. No soy muy sobrio y mi casa no es muy sobria. Y a los 72 años, si mirás para atrás, decís: “No está tan mal”. Escribo. Tengo alumnos por Zoom, privados. Estoy mucho en mi escritorio, muchas veces sin saber qué hacer. Entonces, juego al Age of Empires. Me encanta. Porque siempre pongo el mapa que sé que voy a ganar.
JMM: —Y cuando algo no funciona, cuando es fracaso, ¿te ponés mal?
PC: —Sí, muy mal. Vos te das cuenta. Es toda una historia de siete generaciones de actores. ¿Cómo fue para vos hasta lograr tu primer éxito?
JMM: —Yo empecé a estudiar a los 8 años y no paré. Cuando terminé la secundaria, me anoté en la Escuela Municipal de Arte Dramático, de donde soy egresado como actor. Después estudié dirección. Pero empecé a dirigir medio por un reto, porque en primer año de actuación, una docente extraordinaria, un día en una escena me dijo: “Muscari, usted se tiene que ir a dirigir porque mientras está actuando está mirando lo que hacen los demás. Eso es dirigir, no es actuar”. Yo me quedé. Y cuando terminó la clase, me dijo: “Yo te lo dije mal, pero vos tendrías que probar dirigir”. Entonces junté a las actrices que más me gustaban de los diferentes cursos e hice uno de mis primeros espectáculos: era a la gorra y la gente hacía cola para conseguir entrada. Tuve un lugar muy bien ganado en el under. Pero tenía una frustración muy grande porque mis primeros espectáculos comerciales eran fracasos. El primero que hice, que fue un fracaso rotundo, se llamó Desangradas en glamour, me lo produjo el genio de Palito Ortega. Yo junté un grupo de actrices, un elencazo: Florencia Peña, Julieta Ortega, Carola Reyna, Marta Bianchi, Ana Acosta y Sandra Ballesteros.
PC: —Wow, ¡qué elenco! ¿Sabés qué me pasa a mí cuando estreno? Es como un parto, y siento un vacío posparto que es una angustia espantosa. ¿A vos?
JMM: —Antes, después de los estrenos me enfermaba. Me agarraba fiebre. Ya no, pero sí me pasa ese vacío medio existencial. ¿Qué hacés cuando te ponés mal? ¿Llorás?
PC: —No. Me pongo con cara de mal. Y lo cuento, lo hablo. Hay gente que ante la angustia se calla. Yo no me callo nada. Yo le jodo la vida a mis amigos porque no paro de contar lo mal que estoy. No paro. Me odian. Con fervor. Pero me quieren porque también hago cosas lindas para que me quieran.
JMM: —¿Está bueno tener un hijo, Pepe?
PC: —Es fantástico. Era la única asignatura pendiente que yo tenía. Encontré en Luis un hijo. Es un ser mágico. Es un hombre muy comprometido con la profesión. Estudia muchísimo, lee muchísimo. Me da mucho cariño y una gran compañía.
JMM: —¿Te dice papá?
PC: —Me dice PP, no papá: a San José, como no era el padre biológico, le pusieron Pater Putativus, por eso los José somos Pepe. Entonces, como él papá ya tenía, me puso PP. Es cariñoso y al mismo tiempo es muy jodón y muy mujeriego. Es muy tierno. ¿Vos tenés hijos?
JMM: —No. Me gustaría tener. En un momento comencé los trámites de adopción.
PC: —Ah, quince años estuve yo, y no.
JMM: —Bueno. Fui al RUAGA, el ente regulador de la adopción en la Argentina. En su momento, hace varios años, me terminó decepcionando mucho la situación, porque son muy pocos los niños en verdadera situación de adoptabilidad legal. Hay un montón de niños que no tienen familia, pero no están legalmente para adoptar. Porque hay un período ventana, en donde la Justicia tiene que determinar si nadie los reclama… Por supuesto, un hombre gay tabula muy abajo porque primero viene la pareja heterosexual, después la pareja gay y a lo último un hombre y gay. Porque incluso antes va a venir una mujer sola. ¿Vos siempre quisiste adoptar?
PC: —Sí. Siempre. Y no me importaba dos, tres hermanitos. Siempre que iba a hablar decían que era un honor y que ya… Cuando a los 65 años me llamó un juez, yo estaba en Cafayate descansando. Yo me puse a llorar porque dije: “Sé lo que me va a decir, lo sé”. Y lo llamé a Santi que estaba en Buenos Aires. No paraba de llorar. Le dije: “Santi no puedo ya, tengo 65 años”. El tenía 40 más o menos. “Si a mí me pasa algo, es lo lógico que me pase, pero si te pasa a vos, ¿qué hago yo con tres hijos de 17 años? ¿Cómo los educo? Ya no estoy en momento de eso”. Entonces surgió Luis que me cubre esa expectativa profundamente.
JMM: —¿Qué va a pasar en nuestras vidas, Pepe?
PC: —¿Entre vos y yo? A mi me gustaría que un día me contrataras. Me encanta vivir experiencias nuevas y me han dirigido muy poco a mí en la vida.
JMM: —¿Qué te dirija yo? ¡Me encantaría!
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