Patricia Sosa es la definición personificada de un “ser de luz”. Diego Latorre se considera terrenal, es analítico, racional, y se pasó años juzgando sus propios errores: “Tiene que ver con la formación del futbolista”. A la cantante, en cambio, no le importa olvidarse de la letra en el escenario ni en la vida: está convencida de que “el arte es imperfecto”. Pero no tardarán en encontrar puntos en común en una conversación en la que recorrerán sus historias, sus inicios, sus momentos más oscuros, la espiritualidad, el ego, el amor y cómo sostener sus parejas de toda la vida pese a los “parches”.
Patricia Sosa: —Cuando yo empecé con La Torre no había mujeres liderando bandas. Soy la primera mujer de la historia argentina en liderar una banda de rock, eso me da por un lado un plus y, por otro… ¡loco, qué espalda tuve que tener!, porque no fue fácil.
Diego Latorre: —Me pasa cuando miro, por ejemplo, un escenario como la cancha de Boca… ¡yo jugué ante 40.000 personas! Y pienso: ¿cómo lo hice?
PS: —Y… contestámelo vos (risas).
DL: —No sé, pero estaba todo dado como para fracasar, porque si vos de pronto te ponés a pensar en un error, un mal partido y que las cosas no salgan, es fatal. Tenés que tener algo en la cabeza que te bloquee todo eso, porque el juicio es inmediato.
PS: —Soy muy irresponsable yo con eso, en el momento disfruto. Muchas veces me equivoqué en la letra y me mato de risa, el juicio crítico conmigo no lo tengo… No me digas que vos a los 17 años cuando saliste a jugar a la cancha de Boca decías: “Esto lo estoy haciendo mal”… jugabas y listo.
DL: —No a tal punto de paralizarme, pero… no sé, errás un penal, jugás mal un partido que soñaste jugar bien, y encima el fútbol tiene esto de los deportes de conjunto que jugás contra otro, y el otro te impide que vos lo hagas bien, y eso te golpea.
PS:—A mí el canto me saca de lo terrenal, me manda al espacio. Yo camino por esta tierra normalmente pero sé que cuando empiezo a cantar salto. Para mí la presión de cantar es como mi hábitat natural, ni siquiera lo pienso, es la misión, esto estaba predestinado.
DL: —El fútbol tiene mucho del día a día, muy sofocante la presión, y hay una edad en la que no llegás a percibir lo que pasa. Yo debuto con la camiseta de Boca a los 18 años, juego cuatro, cinco años en Europa… No estaba preparado para el éxito. De pronto a los 18, 19 años me sentía Dios, tenía superpoderes, salía a la calle y era todo accesible, nada me costaba, hacía goles, jugaba bien, la gente me quería o me odiaba, y tenía, no digo impunidad, pero yo creo que la popularidad cambió mi carácter . Yo divido la vida en dos: antes de ser popular y después de ser popular.
PS: —Pero porque vos venís de ser el chico del country que se fue a jugar al potrero, entonces: ¿cómo lo cambia al carácter eso?
DL: —Yo creo que el fútbol a mí me sensibilizó mucho, estaba rodeado de un ambiente y de una atmósfera que no era la real. Y cuando llegué a Boca, a los 13, me robaron la ropa en el primer entrenamiento. Eso fue lo que me despertó: hay otro mundo, hay otros chicos, estos chicos no tienen lo que yo tengo, desean lo que yo tengo.
PS: —¿Empezaste a ordenar prioridades?
DL: —Y a cambiar también, lo que pasa es que mi vida fue tan sinuosa. Porque después cuando empiezo a jugar en Primera conocí a otra gente: los amigos del campeón, los que se acercan un día y te critican al otro… ¿Tu pico de éxito llegó a qué edad?
PS: —No, el mío fue como a los 30, pero estás más plantado que a los 18. Yo cuando tenía un teatro muy exitoso, no sé, hacía cinco, seis, diez Gran Rex… me daba miedo creerme que esos aplausos eran una realidad y no una ficción pasajera. Todo eso te llena de una energía que te levanta y cuando se cierra el telón es como un salto al vacío, es feo si te creíste eso… Por eso, lo que hacía era alquilarme un hotel y me iba sola, absolutamente sola -muchos años de mi vida lo hice- a mirar una película, escuchar música, darme un buen baño, que nadie me diga que canté fantástico, que nadie más me diga “diosa, divina, bárbara”. Quiero ser la chica de Barracas y de Valentín Alsina. Fui a buscar la felicidad ahí, porque en un momento me di cuenta de que podía llegar a hacerme mal.
DL: —Qué bueno que te diste cuenta.
PS: —Porque empiezo a transitar un camino espiritual. Un día yo estaba en el Rex cantando una canción que se llama “Luz de mi vida, ¿qué será de este frágil amor?”, y tengo una revelación, vos sabés que siento que no tengo tapa en la cabeza, no tengo este hueso… No estoy loca, no te rías de mí…
DL: —¡No! (Risas).
PS: —Entonces siento como que me sale una luz y que se funde con el infinito. Y medio que me asusto, abro los ojos, y veo que todo está normal y empiezo a mirar a la gente y veo algunas personas más brillosas que otras. Después supe que les estaba mirando el aura. Entonces me empecé a tranquilizar, cerré los ojos y seguí cantando… “Será como nacer...”, y de repente, tuve la revelación más importante de mi vida: la luz no salía, la luz llegaba, entraba, me tocaba las cuerdas vocales, salía por la boca e iluminaba a algunas personas. Ahí supe por primera vez que soy un canal de expresión, que no es mío, mía es la responsabilidad de cuidar, de hacerle honor. El don es otorgado, tu don también es otorgado. Este es mi punto de vista, el tuyo es más terrenal.
DL: —Es más terrenal, no llegue a ese grado de espiritualidad. Me hice unos planteos porque vos seguís siendo artista hasta que envejezcas… Yo siento que soy jugador de fútbol todavía, pero a los 36 años dije basta, me tuve que reinventar, hacer otra cosa que no estaba en mis planes. Lo que yo quería era estar ligado al fútbol, no tenía ni idea de cómo se hacía, y ahí tuve un vacío. Yo me retiré en México, tuve unos dos o tres meses hasta que enganché con el periodismo…
PS: —¿Y no sabías qué hacer?
DL: —Hice una especie de balance y me pasó que me sentí nada, sentí que lo mejor de mi vida ya había pasado. Es un sentimiento feo: a los 36 años todo lo que viví, la euforia, el éxito y demás no lo voy a poder igualar nunca… ¡36 años! El sentimiento de que las cosas no van a volver a ser como antes es terrible.
EL EGO Y EL AMOR
Diego Latorre dirá que nunca se psicoanalizó, pero que, de hacerlo, su primera consulta sería por qué nunca se perdonó nada: “Jugaba mal un partido y me quedaba mortificado 24 horas, 36 horas. Me ha pasado, incluso cuando dejé de jugar al fútbol. Le daba muchas vueltas al error, le buscaba la explicación y me quedaba merodeando”. Patricia Sosa es distinta, dice que se divierte con los errores. En el amor, sin embargo, los dos tuvieron la valentía de perdonar, perdonarse y seguir adelante: los dos siguen en pareja con sus novios de los veinte pese a las crisis públicas, “los parches” como los llamará el hoy comentarista de ESPN.
PS: —¿Ahora sos tan autoexigente como antes?
DL: —No, pero por la formación futbolística estás educado en el no error. Ahora creo que soy un poquito más tolerante conmigo y me disculpo, pero tuve momentos en mi vida en donde no me perdonaba nada.
PS: —¿Y con tus chicos como sos?
DL: —Soy muy poco exigente. Los entiendo, en algún punto los consiento cuando se equivocan. No está bien quizás, pero la vida la tienen que vivir ellos, y los errores también. Yo no quiero que ellos pasen por lo que pasé yo, no quiero que estén permanentemente pendientes de si ese paso que tienen que dar está bien o mal. De hecho, Lola es una chica que tiene una personalidad arrolladora y no le importa, canta, baila, no le tiene miedo al ridículo, a la exposición, tiene una cosa de atrevimiento que a los 19 años quizá yo la tenía pero en algún momento me olvidé.
PS: —¿Hace mucho tiempo estás con tu mujer? ¿Dónde se conocieron?
DL: —Y… desde el año 93. Nos conocimos en la cama solar. Yo era amigo de las chicas que atendían en el solarium, ella también, y coincidimos ahí. Ella llegó con la hermana, Maite, que era divina, muy linda, y las chicas querían engancharme con Maite, pensaron que me iba a gustar, y sin embargo yo cuando la vi a Yanina me quedé…
PS: —Pasó el huracán Yanina y se llevó todo.
DL: —Siempre tuvo una personalidad fuerte, siempre fue ella, con mucha iniciativa, mucho ímpetu, te dice las cosas en la cara y demás, pero en ese momento estaba terminando una relación, o empezando… tenía un impasse pero no estaba muy claro, y la conocí y me gustó mucho. La invite a salir, se me negó un par de veces… Porque además yo estaba jugando en España, entonces venía de vacaciones un mes a Argentina, ahí la conocí… Pasé todo ese año en España, empezamos a hablar por teléfono y al año vuelvo con la idea de salir y ahí empezamos a afianzar la relación. Y llegó el momento de tener que hablar con los padres sobre qué hacíamos. La relación no estaba lo suficientemente madura como para decirle “Venite conmigo a España”…
PS: —¿Qué edad tenían?
DL: —Teníamos 23, nos llevamos cuatro meses de diferencia. Nos arriesgamos, fui a hablar con los padres, les dije que la relación prometía, yo la quería y que íbamos a probar. Llegó a Tenerife, yo vivía en las Islas Canarias, y los primeros días fueron desopilantes, te lo cuenta Yanina y te morís, porque intentó hacer unos huevos fritos, una tortilla y quemó toda la casa (risas).
PS: —Yo estaba de novia con Oscar, tendría 18 años, y nos salió un contrato en Bolivia por cinco meses, y le tuve que decir a mi mamá: “Me voy con Oscar cinco meses a Bolivia”. Imaginate la cara… Y no me paró nadie, me fui con una banda de músicos a tocar cinco meses a una discoteca en Bolivia, y a los tres meses apareció mi mamá de sorpresa con la madre de Oscar... se quedaron como veinte días...
DL: —¿Existe el amor a primera vista? Hay un poco de admiración al principio, ¿no?
PS: —Existe el enamoramiento. Y el amor se hace más grande con los años. A mí me parece que no se puede estar con una persona que uno no admira en nada, en algo lo tenés que admirar… Lo que me asombra es Yanina perteneciendo a todo lo mediático y vos con otro perfil, ¿cómo te adaptás a eso?
DL: —Creo que respetando el espacio del otro sin que el otro perturbe el tuyo. Yo la veo realizada, feliz en lo que hace. Más allá de todo el quilombo mediático, veo que ella disfruta y aprendió a hacerlo. Más allá del personaje frívolo que se ve en la televisión, Yanina es una chica que tiene mucho estudio encima, tiene un nivel intelectual muy alto, tiene inquietudes, mucha fuerza… Quizás lo que más admiro es eso: la fuerza.
PS: —Cuando me estabas hablando del fútbol eras una persona y ahora se fue el rol de futbolista y está el hombre ahí, con el amor que pudo ir forjando…
DL: —Con parches…
PS: —Claro, todos tenemos parches, pero con la admiración esa después de tantos años. Si me pusiera a hablar de Oscar me pasaría lo mismo, yo lo admiro mucho y es un terremoto. Me ve meditar y pasa en puntas de pie porque si no lo mato, pero él estaría todo el tiempo en acción las 24 horas y más, cosa que no es lo que yo necesito. Sin embargo vos dijiste una cosa: respetar los lugares del otro sin invadirse y disfrutar de lo del otro, de lo que está haciendo. Muchos rajaron porque no soportan el éxito del otro.
DL: —Es difícil eso, porque de pronto cuando dos personas mediáticas coinciden hay una especie de tirantez, competencia de “yo soy más que vos”, “a vos te reconocen”… Yo salgo a la calle hoy, más allá del reconocimiento que tengo por mi trabajo, y mucha gente me dice: “Vos sos el marido de Yanina”... Yo tengo el ego domado, como vos, no me afectan esas cosas, al contrario; ojalá mi hijo juegue mejor al fútbol que yo…
PS: —Cuando Oscar era jurado viajaban por toda Latinoamérica buscando talentos, entonces la que había ganado el concurso era una chica de República Dominicana... Cuando llegamos allá yo fui a cantar, estábamos en el VIP del aeropuerto y las puertas se abrían y se cerraban llevando valijas, y se escuchaban gritos, y Oscar me dice: “Debe llegar Ricky Martin, porque vive acá”. Se abren las puertas, otra vez gritos, hasta que en un momento escucho: “Mediavilla, Mediavilla”. Claro, Oscar era muy famoso en Dominicana… A mí no me daban ni bola, nada. Yo estaba tomando sol y Oscar con Martita, mi hija, estaban caminando por la playa, y me dicen: “Señora Mediavilla”, abro los ojos… “¿Si?”; “¿Le podría decir al señor Mediavilla si quiere tomar algo?”. Le digo: “¿Y por qué no le dice usted?”. Y me dice: “Porque no quiero molestarlo”, Bueno, ¡pero me está molestando a mi…!
DL: —(Risas) Ahí bajaste a lo terrenal. Pero tenés que tener el ego bien puesto para aceptar correrte a un segundo plano cuando hay otro que ocupa un lugar y lo reconocen… Lo más difícil, por lo menos a mí me pasó cuando jugaba al fútbol, y a veces cuando me enojo… no sé si se lo recrimino, pero lo pienso… digo: “Dejá el personaje de la puerta para afuera”.
PS: —Cuando nosotros nos divorciamos en el año 96 nos llevábamos muy mal, discutíamos mucho, nunca de nosotros, discutíamos de laburo. Yo me había convertido en una cantante exitosa de la mano de Oscar, un productor exitoso, y hablábamos de productor a producida. Siempre eran bajadas de línea de lo que hice mal y de lo que él tendría que haber hecho. Estaba muy triste porque el éxito me había quitado la familia con la que había soñado tanto tiempo. Y decidimos divorciarnos, con todo el dolor del mundo, eh. Y yo creo que el divorcio salvo mi matrimonio…
DL: —¡Guau!
PS: —Nosotros estuvimos tres años separados. Un primer año de una batalla de pase de facturas y que se cortó el teléfono, “no te quiero ver más”, con la nena chiquita; un segundo año de no hablarnos, sale el divorcio, porque además pusimos cualquier cantidad de plata para que los abogados lo sacaran rápido, nos odiábamos. Bueno, llega Oscar al divorcio, yo cara de culo, él ramo de flores… Entonces yo lo miro, cada uno con su abogado, y le digo: “¿Para qué son esas flores?”. Y me dice: “Para agradecerte los años de felicidad”… Yo agarro las flores y le digo a la jueza que nos iba a divorciar: “¿Uno se puede volver a casar con la persona que se divorcia?”. Y la jueza dijo: “Bueno, ¿a que están jugando ustedes acá?”, entonces nos fuimos.
DL: —(Risas) ¡Qué momento magnífico!
PS: —Cuando nos fuimos, yo salgo como si me hubiera casado, porque salgo con Oscar y el ramo de flores… y con el divorcio. Y me dice: “¿Vamos a tomar un café?”. Y hablamos tranquilos, se percibía una tristeza en el fondo, queríamos ir cada uno por su lado, era momento de dejarnos pensar… Pasó el tiempo, con una buena relación, y un día lo llamé, habían pasado tres años, y le dije: “Mira Oscar, yo no sé en qué andás –porque podía estar en pareja–, pero va a empezar el año 2000, tenemos tanta historia juntos, tanta vida, tantos fracasos, aciertos. Tenemos tanta historia, y la verdad me doy cuenta que mis sentimientos están ahí, yo soy la misma que conociste...”. Él no hablaba una palabra, eh. Le dije: “Empieza el 2000 y a mí me gustaría empezarlo con vos”. Y ahí quedó, silencio de muerte… Me dijo: “En media hora te llamo”. Yo pensé: bueno, debe estar con alguien, querrá ir a otra parte… Pero yo cumplí con lo mío, mirá si no hubiera dado el paso, mirá si el ego me ganaba… Bueno, a la media hora me llamó y me dijo: “Contraté un crucero, ¿nos vamos?”, y nos fuimos.
DL: —Sos un encanto, un gustazo.
PS: —Salgamos a comer con Yanina y con Oscar.
DL: —¿Cómo quedó la relación entre ellos?
PS: —¿Están enojados? Oscar se pelea con medio mundo y Yanina también, así que por ahí sí.
DL: —No, no sé, yo no me meto.
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