La comedia musical se llamaba El novio. Se estrenó el 2 de mayo de 1962 y fue el debut de Luis Beto Brandoni como actor profesional, justo en el mismo escenario del Teatro Coliseo en el que ahora invitará a Alejandro Fantino a tomar asiento. “Me dijiste ‘sentate’ como un gesto de un tipo que vive acá, porque es tu casa esta”, dirá el conductor. “No tanto como mi casa, pero me trae muchos recuerdos”, retrucará Brandoni, caballero. Llegará entonces el primer “pará, pará”, esa muletilla que ya es un sello de Fantino: “Pero, para, pará Beto, ¿acá vos debutaste profesionalmente?”. Esa casualidad invadirá de magia una charla que pasará por todos los temas: la infancia, los miedos, el amor, la infidelidad, la vocación, la pasión por el fútbol y el dolor del exilio.
Alejandro Fantino: —Acá en un teatro es la primera vez que siento en un lugar un sentimiento oceánico. Para mí no tiene fin, es como si no hubiese madera y decorado. Yo tuve sentimientos oceánicos en mi infancia en el campo; mi infancia está determinada por fotos que a mí me quedan en la cabeza de salir de mi pueblo, de San Vicente, Santa Fe, un pueblito de 4500 habitantes… Mi papá se iba a la cosecha y mi salida era ir a pescar unas mojarras a un arroyo y, para mí, salir del pueblo era salir a Nueva York. ¿Vos sos porteño? ¿Tuviste eso?,
Luis Brandoni: —Eso no lo tuve, pero tuve esas sensaciones de inmensidad por ejemplo en este teatro de 1800 localidades. Y eso si que me apichonaba, es muy impresionante. ¿Tuviste oportunidad de subir al escenario del Teatro Colón?
AF: — No.
LB: —Tomate un sedante antes de hacerlo. No sabés lo que es eso, porque además son seis pisos, entran 4000 personas y es el teatro más lindo del mundo. Es inmenso, es una sensación extraordinaria.
AF: —El otro día hablaba con mi psicoanalista de cuánto de lo que soy yo se lo debo a mi infancia, y concluí que nada, porque yo no pensé en estar en este lugar cuando era chico. Yo pensé que iba a trabajar en el campo con mi papá o que iba a estar en mi pueblo haciendo una vida “normal”. ¿Vos tuviste una infancia conectada con lo que sos hoy?
LB: — No, pero era un pibe de un barrio obrero, Dock Sud. Ahí nací y estuve justo hasta los trece años, el día que cumplía me mudé al barrio de River. De manera que vivir en un barrio muy humilde, obrero, que era un festival de inmigraciones de todo tipo… Y tuve una adolescencia hermosa porque empecé mi vida en el barrio de River.
AF: —Yo pasé mi adolescencia en San Francisco, Córdoba, y yo creo en una frase que dijo no recuerdo qué escritor, que uno es del lugar donde pasa su adolescencia. Si me preguntas de dónde soy, te diría que de San Francisco porque pasé mi adolescencia ahí, porque te das el primer beso, encontrás el primer amor…
LB: —¿Y cuándo apareciste vos en este mundo de la locución? ¿Cómo entraste?
AF: — Vos sabés que la casualidad pertenece solo a los espíritus preparados, y yo tenía un espíritu preparado. Fui a Necochea, último verano de mi papá cosechando en Necochea… Yo jugaba al tenis de chiquito, me pongo con dos paletas y un amigo a pelotear en la playa. Mi amigo erra la pelota, le pega mal, la pelota se me va atrás y, cuando corro dos metros para volverla a volear me llevo por delante a una chica, sin querer. La piba me putea y, cuando termino el peloteo, le voy a pedir disculpas… Julieta Lozano, de Pringles. Termino saliendo con ella ese verano y me dice: “Venite a Buenos Aires”. Ella me presenta a un sobrino del jefe de locutores de Radio Mitre que me da la prueba. Entonces, por una mala volea de mi amigo en la playa de Necochea, conozco a Julieta y así entré, mi espíritu estaba preparado para este mundo.
LB: —¿Pero vos hiciste el ISER, por ejemplo?
AF: —Nada. Yo me fui construyendo de a poco… soy un licenciado en curiosidad, ahora curso filosofía para darle un marco académico a mi curiosidad…
LB: —¿No sos locutor?
AF: —No, empecé a relatar fútbol, que era esto: “Manda el centro al segundo palo...”, artesanal.
LB: —¿Le agradeciste a tu amigo la pelota que te tiró?
AF: —¿Podés creer eso? ¿Vos tuviste una casualidad que te trazara así? Se te debe haber cruzado alguien que definió tu destino.
LB: —No, yo lo fui a buscar, porque en Dock Sud había dos cines y yo, mientras podía, iba. Ya a los siete, ocho años, empecé a ir. Había uno, el Select, en la calle Manuel Estévez que daban cine argentino y eso me gustaba mucho.
AF: —Beto, ¿y tu vieja? ¿Qué onda?
LB: —Mi mamá era ama de casa, una Ministra de Economía, la que ejercía lo que se comía, una gran cocinera, le compraba la ropa a mi papá… Yo viví en una familia casi matriarcal… Mi mamá y mis tías eran seis mujeres, de modo que después que mi viejo murió quedaban hermanas que la acompañaron mucho, eran de una complicidad asombrosa. Pero te voy a contar una cosa que no conté nunca: mi papá murió el 30 de Abril del 85 y lo estábamos velando el 1º de mayo, yo era asesor del presidente Alfonsín, y estaba mi vieja con una sobrina mía. Y, de repente, llega un coche con una corona que decía “Presidencia de la República”, un detalle, ¿no? Mi sobrina le dice: “Mirá, una corona del Presidente”, y ella le dice: “Sí, Don Pepe se lo merecía”. Y era verdad, se lo merecía por buena gente, era una linda historia… (se emociona).
AF: —Ahora entiendo un montón de cosas de vos, entiendo tu ética, Beto. ¿Has sido un tipo feliz vos? Yo te cuento lo que me pasa a mí con la felicidad: yo no bancaria una gran felicidad en mi vida, tampoco soy un tipo pesimista, no quiero vivir triste, pero si vos me das a elegir si quiero ser feliz todo el tiempo, te diría: “Dejámelo ver, sino no me das el contraste...”.
LB: —Si vos sos feliz todo el tiempo no sabés lo que es la felicidad. Para uno saber que está en un momento de felicidad tuvo que pasar algunos momentos de desánimo, desaliento, incertidumbre…
AF: —Yo me empecé a encontrar con momentos de felicidad con un contraste muy dramático en mi vida que fue haber ido al liceo militar.
LB: —¿Fuiste al liceo militar?
AF: —Hice hasta tercer año en el liceo militar de Santa Fe, era un ambiente kafkiano. Llegué con trece años, la pasé muy mal, no quería salida marcial, no quería entrar un domingo a la noche y salir con suerte un viernes… Domingo a la noche micro, trajecito verde, se te iba el colectivo de tu pueblo, mirabas a la plaza y estaban tus amigos chapando con algunas novias y vos con cinco milicos adelante yendo al liceo, fue difícil vivirlo. Además era una sensación de ahogo, era muy triste. Y bueno, lo hablé con mi mamá, chocamos, pero mi vieja me sacó en el tercer año. Yo tengo dos vidas: pre liceo y post liceo, ahí sentí la verdadera felicidad, de sentir la libertad en una pensión en San Francisco, de levantarme… no a la hora que quería porque tenía que ir al colegio, pero ahí empecé a sentir la felicidad de nuevo.
LB: —Pero la encontraste… ¿los últimos dos años dónde terminaste?
AF: —San Francisco, Córdoba… la adolescencia que pasaste en el Barrio River yo la pase en San Francisco, pero necesité ese contraste porque quizás no hubiese entendido la vida si no hubiese pasado por el liceo. Si me decís que se puede volver atrás, no quiero cancelar mis tres años de sufrimiento ahí, porque contrastan con todo lo bueno que vino. ¿Y a vos que te marcó? Vos viviste etapas complicadas personales...
LB: —Si, me pasaron unas cuantas cosas en mi vida, algunas muy complicadas, que me hicieron tomar una decisión que a mí me vino muy bien, situaciones muy complejas donde aparecía el miedo, y yo me di cuenta de que el miedo es un sentimiento muy complejo que a uno lo paraliza, y yo no estaba para paralizarme. No podía, entonces decidí perder el miedo para poder seguir caminando, y la verdad que me fue bien, porque no lo volví a encontrar.
AF: —¿Perdiste el miedo y no lo volviste a encontrar más? ¿Te acordás cuándo lo perdiste?
LB: —Cuando fui amenazado por la Triple A en el año 74, me tuve que ir al exilio…
AF: —¿Llegaste a tu casa y tenías una amenaza? ¿Cómo fue?
LB: —La amenaza no me llegó a mí personalmente, la amenaza llegó a través de agencias de noticias. Yo me enteré por un compañero que vino a mi casa, yo estaba enfermo ese día, y me dijo: “Te amenazaron”. La Triple A estaba amenazando gente y yo ya me lo esperaba. Fueron unos días muy complejos en mi casa donde venía todo el mundo, opinaba, andate, quedate, yo no me quería ir… Imaginate, era un manicomio. La amenaza era que me fuera en 24 horas del país sino me mataban, éramos cinco los que estábamos involucrados: Norman Briski, Nacha Guevara, Héctor Alterio, Horacio Guarany y yo. En cuatro días me tuve que ir. Ahí no experimenté miedo, lo que viví muy mal fueron los diez meses de exilio, me volví porque no aguantaba más.
AF: —¿A dónde te fuiste Beto?
LB: —A México, a la casa de un amigo… Viví muy mal el exilio. Yo me iba por poco tiempo, era la convicción que yo tenía. Entonces paré en Lima, llamé a mi amigo y le dije que iba para su casa, yo sabía que él me iba a recibir. Las cosas penosas fueron que unos diez días después viajó Marta (Bianchi) con mis hijas que eran chicas, pedí plata prestada a unos amigos para enfrentar los compromisos que tenía que asumir, tenía que alquilar un departamento… Recuerdo un día muy doloroso que tuve que salir a comprar los repasadores, sábanas, toallas… Hacía muy poco que me había mudado a una casa que habíamos estado pagando cuatro años en Buenos Aires, y a los once meses me tuve que ir. Entonces empezar todo de nuevo en esa situación era penoso. Además había mucha violencia en Argentina, me reencontré con muchos argentinos que también se habían exiliado…
AF: —¿Esto te remueve cosas?
LB: — No, al contrario. No la pasé bien, pero tengo un agradecimiento infinito a México porque nos recibió, pudimos vivir tranquilos, tuvimos la posibilidad de trabajar tanto Marta como yo, hicimos amigos que seguimos conservando hasta el día de hoy y tiene una política exterior muy tradicional de ayuda, hospitalidad. Los que pasamos por ahí tenemos una deuda de gratitud impagable… pero la sensación de exilio es inexplicable. A los diez meses pasó que yo gané las elecciones acá y eso me permitió decir: “Voy a hacerme cargo de la elección que hicieron mis compañeros”.
AF: —Ahora, había que volver acá eh.
LB: —A mí me sirvió como un buen pretexto; un lío familiar que ni te cuento con mi señora, mi mamá, mi papá, mis hermanos… Yo lo tengo grabado en cassette.
AF: —¿Grababas cassettes? ¿Tu vieja diciéndote “No vengas Beto”?
LB: —Sí. Mi viejo sobre todo, de pronto paraba y me decía: “Yo creo que no es el momento”. Son conmovedoras esas cosas, pero lo cierto es que me volví a los diez meses, entre otras cosas porque era hincha de River y hacía 18 años no salíamos campeones y yo quería verlo campeón, entonces no te cuento lo que era el resultado de los partidos los domingos, tenía que esperar al lunes, me resultaba imposible.
AF: —No, amo que me cuentes que una de las razones de la vuelta haya sido por River, amo esto, esto explica el fútbol en Argentina.
LB: —Un día inventé una cosa que no sé si era ilegal, pero me la rebuscaba, porque en ese entonces no existía el discado directo internacional, era a través de operadora, entonces llamé a la operadora y le pido un número de Buenos Aires. Era domingo, yo calculaba por el reloj cuando había terminado el partido. Pedía el número de teléfono de la Asociación de Actores, donde no había nadie el domingo, entonces hablaba con el operador de Buenos Aires y me decía: “No contesta nadie”. “¿Está segura usted? Bueno, deme con otro”, y llamaba a otro número de la Asociación de Actores, que tampoco contestaba nadie, y yo escuchaba que decía: “¿Está seguro, está bien el teléfono?”; “Sí, el teléfono está bien”… Entonces le decía: “Bueno, ¿vos no sabés cómo salió River?… te agradezco mucho”, y cortaba. Por eso volví, volví un viernes 25 de Julio del 75 y al día siguiente fui a la cancha.
LA MUERTE, EL AMOR, LA FIDELIDAD
El actor que perdió el miedo para nunca más encontrarlo dice no temerle tampoco a la muerte. Recordará entonces un reportaje a Ernesto Sabato cuando cumplió 80 años, la misma edad que él tiene ahora “De pronto alguien le dice: ‘¿Tiene miedo a morirse, Sabato?’, ‘No, pero me gustaría vivir un poco más, digo, mil, dos mil años más…’”
AF: —¿Con la muerte cómo te llevás?
LB: —No le tengo miedo. Yo sé que todos nos vamos a morir, no le tengo miedo, pero morirme me va a dar mucha lástima… No quiero.
AF: —(Risas) Pero sería aburrido una forma de inmortalidad también, a mí mil años no me gustaría vivir. Ciento cuarenta años estaría bien...
LB: —Hay una cosa que me estoy dando cuenta ahora que no la tuve en cuenta antes, que es que la vida de uno también tiene una relación casi directa entrañable con quienes te rodean, con tus congéneres que compartieron la vida con vos. Entonces vivir muchos años hace que pierdas ese contacto con los que fueron tus testigos, cómplices, amigos… Me pasó ya, con muchos amigos, compañeros de trabajo que no están y uno los sigue echando de menos.
AF: —Vos tenés igual una ventaja ya, en algún punto te inmortalizaste, porque todos te van a recordar… yo no sé cuantos me van a recordar a mí, pero vos sos del acervo cultural argentino.
LB: —No, claro. Hay un libro que se llama Voces, de Antonio Porchia, que tiene frases y hay una muy hermosa que dice: “Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo”.
AF: —¿Vos sos un tipo que cree que se puede amar muchas veces? ¿Se ama una sola vez? ¿Se ama con distintas intensidades?
LB: —No te voy a dar una formulación muy precisa sobre eso, pero lo cierto es que me casé muy joven, a los 23 años, y mi hija nació cuando yo todavía tenía 23 años. Estuve 33 años casado con Marta, más cinco de novio, 38 años de mi vida, de modo que fue un gran amor, y la consecuencia que son mis hijas, mis nietos, lo que me hacen sentir es que he pasado por esta vida…
AF: —Yo soy de la idea que se puede seguir amando a una persona con la que ya no estás, amando desde otro lugar, no tiene que ver con la sexualidad.
LB: —Bueno, es una forma de amor, como vos amás a tus amigos.
AF: —Totalmente, no es una forma de amor erótica, pero yo los amo.
LB: —Yo terminé mi matrimonio, en este momento tengo una novia con la que paso muy bien y tengo cariño. Y uno puede tener muchos amigos, quererlos, y no está cometiendo infidelidad con ninguno de ellos.
AF: —Pará, es hermoso eso, uno puede tener muchos amigos y no cometes infidelidad amorosa cuando te ves con un amigo sin que lo sepa el otro.
LB: —Esto es aplicable a las relaciones entre hombres y mujeres también, es un buen recurso, eh.
AF: —(Risas) Es un buen recurso.
LB: — Que no se me olvide.
AF: —Beto, que lindo haber charlado con vos, hermano.
LB: —Para mí también, fue un gustazo. Y sería muy aburrido ser feliz todo el tiempo. Sobre todo en este país tenemos motivos para no aburrirnos.
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