“Era mi madre recibiendo tarjetas de condolencia”, relataba hace ocho años Heather Donahue, la recordada mujer que lloraba frente a una cámara mientras se filmaba a sí misma en El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project). La película de terror, estrenada en 1999, abrió una puerta en la forma de hacer cine por su novedoso formato de metraje encontrado (found footage) y con la idea de una “bruja” totalmente invisible que hacía descender los costos de producción.
Su presupuesto fue de 35 mil dólares, se grabó enteramente en las Colinas Negras cerca de Burkittsville, Maryland, y el objetivo era llegar al Festival de Sundance; pero el arriesgado proyecto de los cineastas Daniel Myrick y Eduardo Sánchez dejó de ser tan divertido cuando comenzaron a recibir llamadas de las autoridades en Estados Unidos.
“Recibí una llamada de un oficial de policía de Nueva York que había trabajado en Maryland durante años y quería ayudar. Tuve que decirle que todo era falso”, narró Myrick en una publicación especial para The Guardian. Por su parte, Joshua Leonard, uno de los protagonistas, sostuvo para el diario británico que, durante cierto tiempo, “estuvimos listados como fallecidos en IMD” y que sus padres “empezaron a recibir llamadas de condolencia”.
“Como individuos, se volvió un poco raro ya que habíamos usado nuestros nombres reales en la película. Nuestros padres estaban recibiendo llamadas de condolencia. Luego, cuando finalmente se supo la verdad y comenzamos a hacer prensa, algunas personas todavía no nos creían. Pensaban que éramos actores, contratados para interpretar a Josh, Mike y Heather con el fin de evitar que todo pareciera una película snuff. Hasta el día de hoy, todavía hay teorías conspirativas sobre esto”, dijo al portal Vice.
Leonard mantiene su sorpresa al asegurar que, después de más de 20 años, hay gente que no cree que todo la película sea una ficción. Es decir, se veía demasiado real para ser mentira, como un verdadero documental. Pero, concluye que la muerte del trío tal vez hubiera terminado por convertirlos en leyendas del cine, lo cual nunca pasó. “A veces pienso que Artisan [el estudio que compró el film por un millón de dólares] habría estado más feliz si realmente hubiéramos estado muertos”.
No fue una mera casualidad que los rumores sobre la muerte de las estrellas de El proyecto de la bruja de Blair se esparcieran tanto en la era del internet a inicios de los 2000. En parte fue culpa de sus directores y la exitosa campaña de marketing (acompañada de un magnífico boca a boca) que promocionaba este extraño “documental” mediante un sitio web donde se denunciaba la desaparición de unos estudiantes y documentalistas que fueron a investigar la leyenda de una bruja en un bosque. Allí nació el mito.
La idea de esta ejecución transmedia la tomó del propio Star Wars y su proyecto multimedia Shadows of the Empire, desarrollado por Lucasfilm en 1996. El término de “universo expandido” aún no se había popularizado, pero ya existía cuando la franquicia galáctica comenzó a llenar agujeros entre sus películas El Imperio contraataca y El Regreso del Jedi.
“Me encantó este concepto, que ni siquiera estaba centrado en una película. Tenías todo este universo centrado en solo una idea que seguía expandiéndose”, explicó Eduardo Sánchez, una de las mentes detrás del largometraje de culto, para un número especial de la revista Total Film publicado este año.
La influencia de la bruja llegó hasta Jaume Balagueró, quien fue notablemente impresionado por esta historia y, en 2007, lanzó su propia saga de género metraje encontrado con la primera entrega de REC. “Es muy emocionante porque todo se basa en otras cosas que no están en la película pero que tienen su propia personalidad. Eso es muy poderoso”, comentó el cineasta español para esta misma publicación.
Sánchez reconoció que tanto él y su colaborador Daniel Myrick no fueron los primeros en desarrollar este tipo de narrativa. Varios años antes estuvo Holocausto caníbal y, en los ochenteros EEUU, series como Misterios sin resolver tenían un amplio éxito en la televisión. Sin embargo, atribuye su inspiración a Pie Grande y el breve metraje de esta criatura filmado en 1967.
“Para mí y Dan, la película de Patterson-Gimlin fue el impulso para que nos metiéramos en el metraje encontrado. Esa película era lo más espeluznante que habíamos visto jamás”. Hasta su muerte en 1972, el director Roger Patterson sostuvo que su filmación era completamente real y fue un gran tema de conversación por décadas.
Para los creadores de El proyecto de la bruja de Blair, lo siguiente era encontrar un villano o antagonista espeluznante que avisara sobre su presencia a través del sonido.
La insólita filmación de “El proyecto de la bruja de Blair”
El rodaje tomó solo ocho días y se registraron 20 horas de grabación. Eran los propios actores, Heather Donahue, Michael C. Williams y Joshua Leonard, quienes se encargaban de filmarlo todo bajo algunas indicaciones de Sánchez y Myrick. El dúo mantenía distancia de los personajes y dejaba las pistas en cajas de leche que eran centradas por los chicos cuando usaban el GPS.
Parte del propósito de esta dinámica era que no durmieran en absoluto y mantener una atmósfera de terror, así que no dejaban de interactuar con Donahue, Williams y Leonard por las noches. Se trataba de personas inexpertas operando una cámara trabajando por largas jornadas y con muy poca comida (desafíos que se advertían desde el proceso de casting con anuncios dónde se pedía a los postulantes “rodar en condiciones muy difíciles”).
“Definitivamente ya no se podría filmar a los actores durante las 24 horas completas como lo hicimos en ese entonces”, admitió Sánchez para Total Film. “Esa es la promesa inquietante del metraje encontrado - cuanto menos sabes, más crece. El metraje encontrado vive o muere por ese mantra”.
En conversación con The Guardian, el actor Joshua Leonard desestimó que los niveles de terror que se veían en el corte final de la película se vivieran de la misma forma “en las intervenciones nocturnas”. Una vez que habían encontrado el calor ideal dentro de los sacos de dormir comenzaban los ruidos de bebé que reproducía el equipo de producción a lo lejos. “Era más molesto que otra cosa: tenemos que actuar ahora”, confesó sin titubeos.
En cuanto a la alimentación de él y sus compañeros, recordó para Vice que era “un sándwich y una bolsa de papas fritas” para el primer día, pero la ración iba reduciéndose y, para el tercero, eran solo las papas fritas. Para el cuarto, se quedaban sin almuerzo. Hacia el final, solo quedaba pasar un poco de hambre y esperar que todo acabara: “En los últimos días, había lo suficiente para sostenerse, pero no mucha comida”.
El proyecto de la bruja de Blair continúa siendo una de las películas más innovadoras del cine y su efecto repercutió incluso en cómo se experimentan las historias de la pantalla grande a través del internet. Antes de X (Twitter) y TikTok, los foros fueron los primeros en teorizarlo todo.