Hizo un libro infantil, escribió sobre hornos de microondas y colaboró para revistas femeninas pioneras antes de encontrar un espacio vacío de conversación entre los neyorquinos: el sexo desde un enfoque liberador. Para la década de los 90, la escritora Candace Bushnell ya tenía un estatus propio en la prensa —ya sea el suyo propio o de su alter ego, Carrie Bradshaw— y no faltaría demasiado para que vendiera cinco columnas a la editorial Atlantic en forma de un libro titulado Sex and the City.
Fue criada en una zona rural de Nueva Inglaterra y apenas tenía 19 años cuando aterrizó en Nueva York con el sueño de dar la contra al sexismo del que había sido testigo durante su niñez y adolescencia. “Sea cual sea tu trabajo, tienes que hacer que te interese. Tienes que aprender a hacer interesante cualquier cosa”, fue su mantra en la primera etapa profesional de su vida que duró 15 años, antes de conseguir su propia columna.
Era 1995, hace casi 30 años, es decir, una época que aún carecía de cuestionamientos hacia el poder masculino en Hollywood y en la que las mujeres debían adaptarse y callar para mantener sus pocos lugares en las productoras y estudios. “Me llevó un tiempo vendérselo a Darren Star”, contó Bushnell a Observer sobre el proceso que le tomó al proyecto ser adaptado a la televisión.
Y agregó: “Dicen que la edición es o solía ser un poco un negocio de caballeros. No se gana mucho dinero. Pero en la televisión y el entretenimiento, hay mucho dinero. Cuando hay mucho dinero por hacer, la gente no es, en general, equitativa”.
En una entrevista con The New Yorker, les confesó que en sus años como periodista no podía contemplar dicha revista como una posibilidad entre sus ideales laborales. Por tal motivo, sus colaboraciones habituales eran con publicaciones de menor rango como Mademoiselle y Good Housekeeping.
“No fui a una escuela de la Ivy League. Ni siquiera era una posibilidad”, explicó en referencia a su falta de conexiones dentro de la élite periodística. “Estaba realmente arruinada antes de escribir ‘Sexo en Nueva York’. Cuando tenía treinta y pocos años, vivía en la parte alta de la ciudad, en uno de esos edificios donde los ancianos se morían y nosotros nos colábamos en sus apartamentos [...]”, recordó. La realidad era dura, pero permanecía en su interior el pensamiento de esa pequeña Candace que nunca quiso ser madre y se repetía: “No me gustan los bebés”.
Aunque su columna abordaba la sexualidad como tal (el título tenía un sentido de ser), no era esta su tema principal. “No escribí mucho sobre sexo”, admitió Candace Bushnell más de dos décadas después. “Había algunas cosas, como tríos, pero no era nada gráfico. Siempre sentí que escribía sobre las estructuras de poder entre hombres y mujeres y las relaciones heterosexuales. Creía que estaba siendo mucho más antropóloga social”.
Su método de observación era ir al centro de la ciudad todas las noches para mirar de cerca a la gente y el trato entre ellos. “La gente viene aquí y quiere cosas. La sociedad neoyorquina les importa y aspiran a entrar en ella”, explicó para Observer y, en conversación con The New Yorker, se evidenció a la ambición como el tema que los atravesaba a cada uno de ellos. “Lo que hace que Nueva York sea un lugar perfecto para ello es que la gente que viene aquí es ambiciosa. Si no, es muy difícil vivir aquí”, opinó.
La mujer que inspiró a Carrie Bradshaw
Una vez que el proyecto de Sex and The City en la cadena HBO estuvo en marcha, la escritora fue consultora y se involucró en la sala de guionistas durante sus dos primeros años de emisión. Así que, su experiencia en tiempo real también aportó a las experiencias en pantalla que vivió la propia Carrie Bradshaw, el personaje de Sarah Jessica Parker.
Sin embargo, el nivel de identificación fue en descenso y, para Bushnell, terminó por quedar sepultado cuando Carrie y Mr. Big establecen una relación de todo menos sana: “Rompen, vuelven a estar juntos, y entonces Mr. Big deja a Carrie y se casa con otra. Alguien que él cree que es material para el matrimonio, es decir, más convencional y menos problemática, que es exactamente lo mismo que pasó en mi vida real. Pensé que tal vez era el final de la serie, y encajaba con mi tesis de que los tipos como Big van y vienen, pero tus novias siempre están ahí para ti”.
Pero HBO no lo dejaría allí y exprimiría la historia por cuatro temporadas más, dos películas y un spin-off que actualmente se transmite en streaming por Max. Lamentó que hicieran que Carrie tuviera una aventura con su ex novio ya casado. “Ahí es cuando una parte de mí ‘des’ se convirtió en Carrie Bradshaw porque para mí no era feminista“, criticó. “Soy más o menos lo opuesto a eso”.
En otra ocasión, afirmó que “Carrie Bradshaw terminó siendo una mujer estrafalaria que se casó con un tipo muy rico. Y esa no es mi historia, ni la de ninguna de mis amigas. Pero la TV tiene su propia lógica”.
El argumento original de Sex and The City era feminista, tal como su creadora, quien había conocido a mujeres solteras y valientes en Nueva York. Esa sororidad de cuidarse unas a otras en un mundo hecho por y para los hombres sentó las bases de la serie. No obstante, el castigo medía a todas por igual con calificativos negativos, sean exitosas o no.
Las ideas progresistas de Candace Bushnell hoy encajarían más en un discurso de empoderamiento, pero, incluso los fanáticos de la producción televisiva, han cuestionado que la vida cotidiana de Nueva York sólo se enfoque desde personajes blancos y se viera una diversidad muy limitada (una ausencia que actualmente intenta subsanar —con tropiezos— And Just Like That...).
“¿En mi mundo sólo había gente blanca?”, se preguntó la columnista y se defendió señalando como responsable a las pautas televisivas de ese entonces: “No, claro que no, eso no es Nueva York. Pero, para la serie, así era como la gente interpretaba las cosas entonces, así era la gente en la televisión. No creo que nadie tratara conscientemente de ser desagradable, simplemente no pensaban en ello”.
A la fecha, Bushnell no quiere hablar más sobre Sex and The City, pero respeta el hecho de que la audiencia aún quiera hacerlo por su popularidad vigente. En cuanto a su perspectiva profesional, prefiere poner atención a sus nuevos trabajos, al feminismo y a “ser tu propio Mr. Big”, mientras continúa intentando “mostrar a las mujeres una forma diferente de pensar en sí mismas y en sus vidas fuera del patriarcado”.